martes, 3 de diciembre de 2013

EL FRANQUISMO Y LOS CHISTES DE TÍO PÍO


Nunca me he fiado mucho de los conversos, quizás sea por mi tendencia a buscarle  tres pies al gato o, tal vez, tenga una vena oculta de inquisidor, un síndrome disimulado de Torquemada. Lo cierto es que, a pesar de comprender ciertos evolucionismos, me escaman mucho algunos imitadores de San Pablo, que, en su particular camino de Damasco, se han caído del jamelgo y han contemplado la luz. Una luz que en no pocos casos les ha cegado más que la vista, la propia mente. En tiempos pasados los conversos tenían su acción más que justificada, pues no es un tema baladí sobrevivir a la intolerancia. Ahora no existe esa necesidad imperiosa y algunos cambios extremos resultan de lo más curioso. Puede que ya no se trate de un simple impulso vital, sino más bien de agarrarse a la radicalidad contraria, de llamar la atención para huir del anonimato y ganarse unas perrillas con ideas estúpidas pero muy llamativas. Por ahí anda Jorge Verstrynge, que pasó de ser la mano derecha de Manuel Fraga en la antigua Alianza Popular, a convertirse en asesor del Partido Comunista. Siendo llamativo el caso, no llega a la extravagancia demencial de Pio Moa, que en un viraje inverosímil, con vuelta de campana incluida, se desplazó del GRAPO al franquismo sin aparentes rasguños físicos, aunque, y quizás él mismo no lo sepa, si morales. Para quien no lo sepa, las siglas de semejante organización terrorista significan Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre, el brazo armado de Partido Comunista de España (reconstituido) y fueron responsables de numerosos secuestros y del asesinato de al menos 80 personas, principalmente policías y militares. Su sangrienta trayectoria continúo después de la muerte de Franco y de la amnistía de 1978. Pío Moa abandonó la banda terrorista en 1977 y, siendo un miembro activo de la misma,  además participó en el asesinato de un policía al que algunos testigos vieron asestarle unos cuantos martillazos en la cabeza, cuando estaba herido de un disparo en el suelo. Nuestro particular protagonista afirma que eso es falso, aunque no niega la mayor en cuanto a su colaboración. Que tal sujeto, con semejante historial, sea invitado habitual de tertulias políticas no deja de ser una afrenta para el buen gusto.

Hay una célebre frase que dice que la historia la escriben los vencedores. En España no fue diferente y durante casi cuarenta años así sucedió. Después, con la llegada de la democracia, llegó un fuerte viento de revisionismo, que se esperaba como agua de mayo, pero que con el tiempo se convirtió en una moda demasiado frecuente, pero sin duda necesaria. Recientemente se ha producido la revisión de la revisión de los hechos acontecidos desde 1936 a 1939 y también de la dictadura que vino después. Me molestan particularmente los que se empeñan en hablar una y otra vez de lo malos que fueron unos e ignorar, al mismo tiempo, lo perversos que también fueron otros. Una visión sesgada e interesada, monstruosamente parcial que quiere hacernos creer que la muerte distingue entre bandos. Arrojarse muertos, como si fueran misiles de una verdad inmutable, es una estupidez arrogante que no conduce a conocer mejor la historia. Que, la bala que mató al maestro republicano fuera más abominable que la que mató al sacerdote que llevaba sotana, no deja de ser una triste confirmación de la escasa catadura moral de algunos supuestos investigadores. Pío Moa cree que es un descubridor nato de una verdad escondida, como el tipo gordo, que tras perder algunos kilos, se percata de sus propios testículos, los que tenía ya olvidados. De tal forma y manera piensa que, el levantamiento militar del 36, estaba plenamente justificado porque la República era en realidad una revolución comunista encubierta que daría paso a un régimen bolchevique. No es el único que así lo piensa, pero en su justificación está su error, pues optar por un régimen fascista antes que uno del sentido contrario es un camino sin salida. Tal afirmación es también una temeridad, pues hubiera bastado esperar a las próximas votaciones y no los escasos cinco meses que le concedieron a Manuel Azaña. Si se convocan elecciones y son libres no habría nada que temer, y si no lo son o simplemente no tienen lugar, tiempo tendrían los sables para acometer su particular ruido.

Qué la situación social, el clima preguerra, había alcanzado altos grados de toxicidad durante la República es algo que no se puede negar. Un gélido viento de fatalismo recorría el territorio, sin que nadie fuera capaz de aportar las necesarias dosis de cordura para imponer las condiciones indispensables para el sosiego político. Un odio incrustado hasta la médula se liberó en julio del 36, dando rienda a sus más salvajes instintos de revancha, mutilando a una España que resultó mortalmente herida. Algunos expertos en estrategia militar defienden la idea de que Franco pudo acabar la guerra antes de 1939, pero no lo hizo. ¿Por qué? O bien era un mediocre, aspecto muy posible dando su intelecto, o quizás le interesaba que la contienda se alargase lo máximo posible, lo suficiente para alcanzar el status de caudillo que tanto ansiaba. Ambos bandos cometieron imperdonables crímenes, injusticias imperdonables, pero, una vez acabada la guerra, no hubo el menor indicio de conciliación. Esa paz, piedad y perdón de las que habló Azaña en uno de sus últimos discursos en 1938, cuando la derrota avanzaba de forma inexorable:

"Pero es obligación moral, sobre todo de los que padecen la guerra, cuando se acabe como nosotros queremos que se acabe, sacar de la lección y de la musa del escarmiento el mayor bien posible, y cuando la antorcha pase a otras manos, a otros hombres, a otras generaciones, que les hierva la sangre iracunda y otra vez el genio español vuelva a enfurecerse con la intolerancia y con el odio y con el apetito de destrucción, que piensen en los muertos y que escuchen su lección: la de esos hombres que han caído magníficamente por una ideal grandioso y que ahora, abrigados en la tierra materna, ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían, con los destellos de su luz, tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: paz, piedad, perdón."

Francisco Franco quiso ofrecer un discurso similar en 1939:

"Nuestro Movimiento tiene por finalidad suprema sumar todas las buenas voluntades y todas las energías a España. Nuestros brazos están abiertos para todos los españoles. Ofrecemos, y ofreceremos a todos, las posibilidades de participar en la creación de la España de mañana, a excepción, naturalmente, de los jefes que se han hecho cómplices de haber engañado al pueblo, en contra de nuestra aspiraciones, y los criminales comprobados. Esta nueva España será un país de Justicia, de clemencia y de fraternidad" 

Pero esa excepción fue el problema, porque fue la grieta por la que se coló la represión que acabó con la esperanza de un país en paz consigo mismo. Y el principal gestor de aquella hidra vengativa no buscaba regenerar la nación y devolverla al pueblo, sino perdurar ejerciendo su caudillismo enfermizo. Pero, Pío Moa ha descubierto que, como la abeja Maya, vivía en un país multicolor, aunque ha sido un hallazgo tardío. No olvidemos su militancia en el GRAPO, que ahora define como un error de juventud, algo discutible pues se percató de tales circunstancias con casi 30 años.

"Franco venció a una revolución, no a la democracia. Liberó a España de la guerra mundial que hubiera ocasionado sacrificios mucho mayores que la guerra civil. Eso fue un gran mérito, sin duda alguna. Venció al maquis, que no era más que el intento de volver a la guerra civil, organizado por los comunistas. Dejó un país próspero y reconciliado y eso ha sido lo que ha permitido el paso, sin demasiados traumas, de la dictadura a la democracia, porque la democracia vino del franquismo y no de los antifranquistas"

Aquí es cuando nuestro amigo comienza a soltar chistes sin parar. Decir que el franquismo trajo la democracia es como decir que la sífilis trajo la penicilina. Si Francisco Franco, Caudillo por la gracia de Dios, hubiera sido inmortal aún andaríamos cantando el "Cara al sol", tragándonos el Nodo en los cines y emigrando a Perpignan para ver carne despejada, eso por buscar el lado amable del asunto, que realmente tiene poco. Incluso el terrible Pinochet dejó el poder, pero aquí nuestro Generalísimo se aferró a él con uñas y dientes hasta que la parca le empujó al Valle de los caídos. Lo peor de Pío Moa es que en las tertulias se mueve con seguridad férrea, asiente y niega con la cabeza sonriendo, como el que se sabe en posesión de una verdad que los demás ignoran. Así sucedió hace unos días en la presentación del libro que acaba de publicar Pilar Eyre, "Franco confidencial", en donde se mostró de tal guisa, con la anuencia de los tertulianos que no se mostraron demasiado inspirados para acallar tanta estulticia. Moa pinta una dictadura idílica, plena de bondad, desarrollo, con las dosis necesarias de libertad, la misma que combatió él a fuego y martillo cuando era un muchachito de 30 años, demasiado joven para comprender la verdad. Los otros, comunistas, socialistas, demócratas en general, eran más malos que la quina. Niega que hubiera opresión y así lo afirma cuando dice que  "El régimen de Franco no acometió la represión de posguerra con el objeto de liquidar a la izquierda, sino de darle un escarmiento". Otro chiste de tío Pío, y éste además muy emotivo, al identificar al dictador con un padre riguroso y disciplinario que da unos cuantos azotes a sus hijos díscolos. El término "escarmiento" se le otorga a quien él considera que tiene la autoridad moral, un personaje ligado al fascismo. Además, empleando tales conceptos, nos retrotrae a tiempos pasados, donde esa palabra iba generalmente ligada al ajuste de cuentas, una infamia canalla que debe ser desterrada de una vez por todas en pleno siglo XXI. Si es que España era en realidad "Dictatolandia", un mundo de color y música, la reserva espiritual de occidente. El amigo Moa ha dejado tras de sí todo un reguero intelectual de frases dedicadas a los homosexuales, socialistas, a las mujeres y a todo aquel al que cree perdido en el camino de la vida. Nadie se ha dado cuenta de que Pío Moa no es un historiador, ni tan siquiera un investigador, es un humorista, un chistoso irrefrenable, con un sentido de la gracia tan negro como el alquitrán y tan pegajoso como la pez. No obstante, si quieren ver algo con gracia les recomiendo otra cosa muy distinta, "Martínez el Facha" del genial Kim, ya se sabe zapatero a tus zapatos.



18 comentarios:

  1. Qué grande Martínez, el único facha divertido.

    Poco podría añadir pues estoy muy de acuerdo en todo lo que dices, sobre todo en lalegitimidad del golpe con la excusa del régimen comunista.

    Tan solo decir que cierto cambio de ideología es perfectamente natural y explicable, pero eso, cierto, pasar de un extremo al otro ya no parece de personas muy sanas.

    Abrazos.

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    1. Martínez y compañía es de lo mejor y resultan incluso entrañables. Todos los cambios en la vida son admisibles y hasta naturales, pero, pasar de un extremo a otro como un pelota de tenis, es de lo más peculiar.

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  2. Menudo ladrillo, Cahiers... :) Inicias con fuerza el curso escolar ¿eh?, tu recién estrenado año en la blogosfera...
    Bueno, ante este tipo de elementos qué decir, que ahí están como si nada entremezclados entre los demás, entre los que no son como ellos ni intención tienen de serlo. Y esto es de alguna manera indignante, claro que sí, y cómo no, pero ahí los seguimos teniendo. Una pena.
    Este ladrillo es de buena cepa, ¿eh?

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    1. ¿Ladrillo de tostón o de peso?. Que no es lo mismo, y ya me pesaría iniciar el curso en plan paliza, jajajajajaja. En efecto, están ahí, muchos pasando por lo que en realidad no son, porque el amigo Moa tiene muy poquito de historiador y sus investigaciones, de existir, son torticeras a todas luces.

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    2. De tostón, de tostón... Pero de buena cepa, eso es lo que te libra :)

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    3. Bueno, bueno, si es de buena cepa se supone que dará una buena cosecha ;)

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  3. Quién lo pensaría de Pío Moa, en su juventud uno de los fundadores del GRAPO. En todos los países hay historiadores (como Haaest en Alemania) que distorsionan dictaduras viendo que así venden más libros. Revisionistas, los llaman.
    A mí lo único que me hace reir de Moa es su parecido físico al profesor Tornasol.
    Saludos. Borgo.

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    1. Es una forma de buscar el efecto llamada con fines publicitarios. Si Moa fuera un historiador riguroso, probablemente, no se comería un colín, ante otros pesos pesados como Preston o Tusell. Si que tiene parecido con Tornasol.

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  4. No sé por qué se esfuerza tanto, a los que piensan como él no tiene que convencerles y a los que no no nos va a convencer de ninguna forma, y menos si nos muestra a Franco como una mezcla entre Lincoln y Jesucristo.

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    1. Ya, pero es una forma de hacerse notar, de vender tu propio producto, aunque objetivamente carezca de cualquier mérito intelectual.

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  5. Madre mía! Para comentar en esta entrada hay que estar a la altura de la susodicha, y no sé si seré capaz...
    Vamos por partes, los conversos son personalidades muy concretas en las que lo que prima es el extremismo, al final lo de menos es en cual de los extremos estén, porque son incapaces de ver nada de forma moderada, es natural entonces que si cambian o evolucionan no sea para situarse en una posición intermedia sino para irse al otro lado, además total ¿que más da? ¿No dicen que los extremos se tocan? entre la extrema izquierda y la extrema derecha hay más puntos en común que diferencias.

    Por otro lado, cuidadito, que ésto empieza a olerme mal. Somos muchos los que cada vez más hartos de como está todo nos quejamos, gruñimos, decimos que esto de la democracia es una mentira y blabla, ya sabes a que me refiero. Me da la sensación por cosicas que leo y escucho por ahí, que más de uno se está confundiendo y creyendo que cuando decimos estas cosas estamos de alguna manera deseando otro tipo de régimen, y están sacando los cuernecitos al sol muy animosos nombrando a Franco y justificando que ¿véis? no estaban tan mal las cosas con él y su forma de hacer y blabla de nuevo.
    Que no se equivoquen, las etapas de crisis son muy peligrosas, caldo de cultivo precisamente de extremos, y siempre hay cuatro descerebrados que se apuntan al populismo de la mano firme que nos sacara de ésta, pero la mayoría lo que queremos decir es que deseamos que esta pseudodemocracia que tenemos sea real, y que sus principios se cumplan.
    Me he liado mucho Pepe, disculpa.
    Besitos

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    1. Es cierto que para quien está acostumbrado a medrar en un extremo, puede sobrevivir perfectamente en el opuesto, al fin y al cabo el ambiente puede ser muy similar, aunque no deja de ser chocante, porque ideológicamente si que hay un contrasentido. Una crisis terrible hizo surgir a Hitler en Alemania, el salvador que los llevó al abismo. Pero, cuando hay mucho oído desesperado, hay quien tiene un mensaje liberador que le dice exactamente lo que quiere escuchar, aunque la trastienda de ese mensaje esté llena de podredumbre. En cuanto a la democracia, es el blanco de muchas iras que buscan que sea mucho más efectiva, pero la realidad es la que es, y, como siempre se ha dicho, es el sistema menos malo.

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  6. Yo lo que no entiendo es esa continua alusión a la democracia ¿cual?
    -Eso si, literalmente Franco si trajo la democracia (pero no la real, sino lo que tenemos), lo dejó todo "atado y bien atado", nombro un sucesor, y sus secuaces escribieron una constitución para que todo siguiera bajo su control.

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    1. No estoy muy conforme con lo que afirma. Nuestra democracia no es ni más mala ni más buena que las de otros países. Que la monarquía sea un anacronismo no significa, necesariamente, que sea un hándicap. De no existir, España tendría los mismos problemas que tiene hoy. La transición fue condicionada por su época y probablemente fue pusilánime en cuanto a juzgar a quienes habían vulnerado los derechos humanos, pero en cuanto a las libertades, no creo que esa atadura exista, solo las limitaciones de la, a veces, taimada realidad, esa misma que resulta timorata.

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    2. Por supuesto, el que en vez de un rey tuviéramos un presidente de república no mejoraría la vida de los ciudadanos, tal como sucede en cualquiera de las repúblicas existentes, no es eso lo determinante.
      Lo que digo es que JB es el sucesor elegido por el caudillo de las españas, y lo fue por no tener este descendencia, si no, estaría su hijo.
      El rey juró los principios del movimiento, y ha mantenido su promesa.

      Lo de que no es ni mejor ni peor que la democracia de otros países, totalmente de acuerdo, pero porque el resto también son una pantomima integradas en el orden general establecido (permitido).
      La transición fue condicionada por el miedo y por el dinero del gran capital Alemán y Estadounidense que la fomentaron en los términos que le interesaban. Todos los partidos que se degradaron a colaborar en ella, perdieron la legitimidad que en algún momento pudieron pretender tener sobre la representación de nadie, y lo hicieron únicamente para no quedarse sin su trozo de pastel.

      Pero si, por supuesto, este es el mejor mundo posible y cualquier cambio sería a peor, el mundo no es bueno, pero es lo mejor que podemos tener, resignación, y al que no le guste que vote a otro, pero con educación, sin alzar la voz, de forma "democrática" como enseña la tele.

      Saludos. (na que estoy mu cabreao) :p

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    3. Pues fíjese amigo Piedra que Franco lo tenía a huevo cuando casó a su nieta con Alfonso de Borbón, para perpetuarse como nueva estirpe. Respecto a juramentos y fidelidades, supongo que no se podía hacer otra cosa, pero una vez muerto el dictador había que dar un paso hacia delante, con todas las imperfecciones, pero al fin y al cabo un paso.

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  7. de estos personajes casposos y miserables, de uno y otro bando, vamos más que sobrados en este país. Sospecho que harán falta todavía un par de generaciones más para que la guerra civil, y la dictadura posterior, puedan ser revisadas con cierta subjetividad, sin tanto rencor y tanto sectarismo

    besos,

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    1. Eso es lo realmente triste, que aún falten unos cuantos años para alcanzar cierta distancia y objetividad.

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