jueves, 27 de abril de 2017

LAS CHICAS PIN-UP DE DAVID UHL

Al ilustrador David Uhl el destino se le cruzó en su camino en forma de moto, concretamente cuando en 1988 adquirió una Harley Davidson, un hecho que debió marcarle hasta el extremo de convertirse en una señal de identidad de su estilo y fuente inequívoca de inspiración. Eso y las chicas atractivas, una combinación de lo más sugerente que completa a la perfección su forma de expresarse. Esta segunda inspiración vino de la mano del pintor estadounidense Gil Elvgren, referente indiscutible del arte de las pin-up y su glamour inconfundible. 
Después de la creación de su propia empresa de diseño e ilustración, Uhl Studios, un día del año 1998 decide presentar uno de sus trabajos a la  compañía de motos Harley Davidson, que sorprendida por el buen hacer del artista y su perfecta fusión entre sus máquinas de dos ruedas y el icono nostálgico de las pin-up, decide conceder la oportuna autorización para realizar las ilustraciones de sus modelos más emblemáticos. Le cede una colección de fotografías en blanco y negro, en donde se visiona un recorrido por la historia de las motos de la legendaria empresa americana y David Uhl no pierde el tiempo, realizando una trayectoria sentimental con ese aire retro y lleno de encanto, que parece llevarnos de regreso a los años del glamour más clásico. En sus pinturas no sólo se limita a la reproducción de la conocida marca de motocicletas, de vez en cuando nos sorprende con algún avión clásico, quizás por la relación que también existió entre algunas aeronaves de combate y las pin-up que aparecían dibujadas en su fuselaje.
El de arriba tiene poca apariencia de chica sexi. Se trata de Erwin Baker, también conocido como "Cannonball", uno de los primeros pioneros del motociclismo. Cuentan, estimaciones un tanto exageradas, que hizo más de ocho millones de kilómetros entre Estados Unidos, América Central y Cuba. Con su Indian Racer de 1909 realizó unas cuantas hazañas, entre ellas la de cruzar EE.UU de punta a punta en once días. Aunque, al ser una moto de la competencia, no creo que sea un encargo que Harley Davidson le hiciera al bueno de David Uhl, que no sólo pintaba chicas en moto, reconociendo, no obstante, que sus obras más emblemáticas son las que retratan a los iconos representadas por las famosas pin-up.


lunes, 17 de abril de 2017

RETRO CIENCIA FICCIÓN

Tras la Revolución industrial y con otras influencias literarias, representadas por una referencia incuestionable como fue Julio Verne, algunas revistas de finales del siglo XIX comenzaron a incluir artículos relacionados con el devenir tecnológico que los tiempos avanzaban de forma inexorable. Publicaciones que no eran específicamente del género, como "Munsey Magazine" o "The Argosy" incluyeron en sus páginas algunas historias de ciencia ficción. Se cree que la primera revista con contenidos de ciencia ficción pudo ser la sueca "Stella" en 1886 pero, al no quedar conservado ningún ejemplar ni registro, parece que entraría en la nebulosa de las leyendas editoriales, lo que parece en sí mismo un hecho muy propio del género.
En 1908 se publicó el primer número de "Modern Electrics", una revista con una clara vocación científica pero que no le hacía ascos a la ficción. Esa delgada línea entre ambos mundos pronto fascinó a los lectores que la convirtieron en un éxito editorial, que abría las puertas de par en par a otros proyectos similares, aunque cada vez adentrándose más y más en el género de la ciencia ficción. Uno se pregunta si George Lucas no se inspiraría en el número de Junio de 1915 de "Electrical experimenter" para imaginar su Estrella de la Muerte. 

La más longeva de todas fue sin duda "Amazing Stories", cuyo primer número se publicó en 1926 y que llegó, pasando por infinidad de avatares y cambio de propietarios, hasta llegar al año 2005, fecha en que desgraciadamente puso fin a su andadura.

"Astounding stories" comenzó su ajetreada existencia en 1930 en una continua ida y venida de editores y propietarios, soportando sus innumerables crisis y sobreviviendo como podía. Uno de sus logros más meritorios fue conseguir publicar la serie "Fundación" de Isaac Asimov, a las que seguirían las novelas "En la noche de los tiempos" de H.P. Lovecraft o "Loophole" de Arthur C. Clarke. La conocida por todos "Dune" de Frank Herbert fue publicada entre 1963 y 1965.

 
En 1939 nacía la revista "Startling Stories", publicando continuadamente hasta mediados de la década de los 50, en parte porque no pudo hacer frente a dos hechos que por entonces perjudicaron seriamente a la industria. Por una parte, por el impacto ocasionado por la publicación de un libro del psiquiatra Fredric Wertham titulado "La seducción de los inocentes", en donde se describía a los cómics y a las publicaciones llamadas "pulp" como agentes de corrupción de la juventud, además de ser una de las peculiares forma de incitación a la delincuencia. Aquello no cayó en saco roto y pronto el Congreso de Estados Unidos obligó a los editores a formar el conocido "Comics Code Authority", que venía a ser una autocensura impuesta desde los círculos más puritanos y conservadores del país. Posteriormente, una huelga de los distribuidores de prensa y revista hizo que muchos ejemplares quedaran sin vender en los almacenes, lo que provocó el cierre de algunas publicaciones, entre ellas "Startling Stories".

No cabe duda del atractivo de todas estas publicaciones, de sus ilustraciones sugerentes con esa mezcla de ingenuidad, fantasía, belleza y también, por qué no decirlo, de ironía. Fueron el testimonio de una época, de sus cambios constantes, desde el incipiente interés por los nuevos tiempos tecnológicos que trajo la Revolución industrial, hasta el miedo al enemigo, cualquier enemigo empleado directa o metafóricamente. Respondía esa inquietud, y así se reflejaba, a la perdida de la inocencia que trajo la era atómica, la que podría producir, en sus peores pesadillas, monstruos mutantes que someterían a la humanidad a un peligro jamás imaginado, la oleada de avistamientos OVNI de los cincuenta, quizás camuflada como eje de transmisión al temor de lo que se ocultaba tras el Telón de Acero y la Guerra fría, tan obsesiva como inspiradora. Tampoco debemos olvidar la conquista del espacio, lo que se esperaba de forma más entusiasta y atrevida, el asombro pusilánime ante la robótica y el poder que parecía ejercer.

Todo ello formó un caldo de cultivo ideal para el desarrollo de historias firmadas por verdaderos genios de la imaginación, como Asimov, H.P. Lovecraft, Arthur C. Clarke, Frank Herbert, Frederik Pohl, Edgar Rice Burroughs, Ray Bradbury o la mismísima Leigh Brackett, la guionista de Howard Hawks en "Río Bravo" o "El sueño eterno", la que nos regaló, junto a Lawrence Kasdan y George Lucas la historia narrada en "El imperio contraataca".
Nuestro más sincero homenaje a los artistas que llenaron sus páginas y portadas de dibujos con un estilo e ingenio inigualables. Los Frank R. Paul, Allen Anderson, Albert Drake o Frank Kelly, entre otros, fueron capaces de trasladarnos a otros mundos, con sus héroes, sus chicas, en no pocas ocasiones ligeras de ropa, sus seres de otros mundos, en todas las formas y colores imaginables, las variopintas naves espaciales, los robots vintage y aquellos paisajes sin parangón.

miércoles, 5 de abril de 2017

EL AQUELARRE

Si uno pasa fugazmente delante de esta pequeña pintura de Francisco de Goya, sin apenas detenerse, podría parecer que se acaba de vislumbrar una obra de corte bucólico, una especie de ritual pagano. Sin embargo, a poco que uno se detenga observará que se trata de una obra absolutamente macabra. Probablemente influenciado por Leandro Fernández de Moratín y el gusto por los temas esotéricos o relacionados con los difuntos, tan propios del romanticismo, Goya no se hizo de rogar ante el desafío de plasmar en un lienzo un hecho acontecido en la localidad de Zugarramurdi en 1610, en un auto de fe, celebrado en noviembre de aquel año, y en el que la Inquisición española de Logroño quiso atajar un foco de brujería que consideraba de un peligro extremo. 
Como muchos hechos luctuosos, relacionados con este tipo de asuntos, lo acontecido en aquel auto de fe comenzó antes, de una forma sibilina, silenciosa, pero que se fue haciendo cada vez mayor hasta convertirse en un sin sentido. Una criada que volvía de una localidad francesa, en donde se había perseguido a supuestas brujas por parte de un comisionado del rey Enrique IV, comentó que había sido una de ellas y que otra vecina de Zugarramurdi también lo era. Presionadas por las autoridades y atenazadas por el miedo, la acusaciones se fueron sucediendo una tras otra, implicando incluso a niños. No obstante, y a pesar del cariz oscuro que se cernía sobre los acontecimientos, una confesión pública en la parroquia y una señal colectiva de arrepentimiento pareció sofocar temporalmente los ánimos. Temporalmente, por supuesto, porque, una vez que la Inquisición se enteró de aquellos extraños sucesos, se puso manos a la obra. Las acusaciones de brujería fueron cayendo en forma de cascada y, bajo torturas, se consiguieron las oportunas confesiones y lógicamente también las delaciones. El 8 de noviembre se dictó sentencia. De todos los acusados, dieciocho fueron perdonados por haber confesado, seis fueron quemados vivos y otros cinco que ya habían muerto en el proceso acabaron en la hoguera, no de forma física y si de forma representativa.
Volviendo al cuadro que nos ocupa, Goya lo realizó por encargo de los Duques de Osuna para decorar un palacio de recreo de su propiedad. Pertenece a la estética conocida como "lo sublime terrible" que entronca directamente con los gustos del prerromanticismo europeo. La figura central que domina el cuadro es la representación del demonio, que, como no podría ser de otra manera, es simbolizado por un macho cabrío. Bajo la luz de media luna, extiende sus patas delanteras esperando recibir como ofrenda los niños que les entregan dos brujas, dos de las mujeres acusadas en el auto de fe, que confesaron haber matado a sus hijos como sacrificio demoniaco. Uno de ellos aún parece con vida, mientras el segundo denota que el último aliento le abandonó hace tiempo, siendo toda una suerte de representación de la muerte que queda expresada de forma patente e inequívoca.
Aún más siniestro resulta lo que el cuadro nos muestra a la izquierda. Sobre un palo cuelgan varios niños ahorcados, tristes figuras de tonos grises que parecen balancearse de forma absolutamente macabra. En la parte inferior izquierda, figura el cuerpo de un pequeño al que parece que le han absorbido la energía vital. De hecho es claramente intencionado, porque corresponde a un fragmento de la supuesta confesión de una de las acusadas y así consta en el auto de fe: "Y a los niños que son pequeños los chupan por el sieso y por su natura; apretando recio con las manos, y chupando fuertemente les sacan y chupan la sangre".
Desde luego es una pintura ideal para una casa de recreo, para decorar alegremente los gustos de una época con su propia idiosincrasia y es que, el amor romántico de por entonces, tenía mucho que ver con la muerte, quizás porque eran ambos sentimientos de una potencia desbocada e incontrolable. También es cierto que Goya era muy aficionado a lo macabro, tal y como lo demuestran los 80 grabados llamados "Caprichos", las Pinturas negras realizadas entre 1819 y 1823, antológica y casi un icono del horror "Saturno devorando a su hijo", o los conocidos como "Desastres de la guerra", donde se muestra con crudeza las barbaries cometidas en la Guerra de la Independencia Española.