lunes, 25 de febrero de 2013

JUEGO DE TRONOS

Si hay algo, hoy en día, por lo que merece la pena tener enchufada a la red eléctrica ese electrodoméstico llamado televisión es por las series de ficción, que están alcanzando en no pocas ocasiones una alta dosis de calidad. Un ejemplo más que preclaro es "Juego de Tronos", una producción cuidada e impecablemente interpretada en forma coral, en donde cada actor tiene su momento de gloria en una historia bien urdida, que se toma la narración sin prisas, con un tempo ciertamente medido, pero que en ningún caso aburre. Ese difícil equilibrio entre acción y templanza argumental es todo un logro en esta serie de televisión de la cadena HBO, que ha sabido realizar un producto de calidad a raíz de las novelas de George R.R. Martin "Canción de hielo y fuego", que me trae a la memoria un film de similar título de Ralph Bakshi, "Tygra, fuego y hielo", que por cierto tenía más de un punto en común con "Juego de Tronos".

Sería una tarea harto difícil exponer en una cuantas líneas la trama argumental y necesitaríamos varias entradas para abarcar todo ese entramado de alianzas, conspiraciones y pasiones. No obstante, si que se podrían resumir brevemente los hechos que desencadenan el desarrollo de la historia:
El rey Robert Baratheon realiza una visita a el Señor de Invernalia, Eddard Stark para pedirle que sea su consejero más próximo, algo que ellos llaman "La mano del Rey". De mala gana y en compañía de sus dos hijas acepta el cargo y pronto descubre que su antecesor, Lord Jon Arryn, murió en extrañas circunstancias, probablemente porque tenía conocimiento de algún hijo bastardo del Rey y, sobre todo, porque  sospechaba que el descendiente legítimo al trono, Joffrey Baratheon, había sido fruto de las relaciones incestuosas de la esposa del monarca, Cersei Lannister, con su propio hermano Jaime Lannister, apodado "El matarreyes". El propio Robert Baratheon no confiaba demasiado en su vástago y en su testamento, que confía a Eddard Stark, no lo nombra sucesor del trono. Los Lannister proclaman, a la muerte del rey, a Joffrey como su legítimo heredero, lo que provoca las airadas protestas de la Mano del rey, siendo acusado de traición. Será ejecutado y sus hijas quedaran retenidas a la fuerza por el nuevo y, por cierto depravado, monarca. Estos hechos provocarán un levantamiento de todos los señores de los siete reinos, que provocará una guerra de todos contra todos para obtener el poder absoluto, con el trasfondo de un temor antiguo más allá del muro de hielo que los protege a todos, donde una fuerza temida parece volver a la vida.

A raíz de ese hecho de vital importancia, se desarrollan un innumerable número de tramas en distintos escenarios, plenas de alianzas, traiciones y pasiones. Hay quien ve un nexo de unión con la trilogía de "El señor de los anillos" y aunque no se puede negar cierto grado de similitud, existen algunos factores que le distancian. Aquí prima más el aspecto dramático y sus elaborados diálogos que la acción en sí misma, no al carecer de ella, sino porque queda supeditada al componente de sus complejas interacciones. Las grandes batallas no son un aspecto fundamental y quedan sepultadas en escaramuzas que, pese a su condición, no le restan importancia. No quiere decir esto que la trilogía de Tolkien no tenga ese componente trágico, pero si es cierto que su tono, comparativamente, tiene menor grado, compensándolo con una épica grandiosa. En la adaptación que nos ocupa si que existe algún que otro viaje iniciático, dragones, hechiceras y, aunque no deambulen orcos,  hay algo que puede ejercer esa función en un futuro próximo, que no son otra cosa que zombies, un ejército de no muertos que complacerá a los aficionados al género. Por otra parte, se mantiene un tono en general más adulto que el que se puede vislumbrar en la saga del anillo, dando lugar a algo que no se tiene de forma palpable en el mundo de hobbits y elfos: el sexo (y no me valen insinuaciones en forma de broma respecto a la relación entre Frodo y Sam, sarcásticamente desarrollada por Kevin Smith en "Clerks 2"). No es tan directo como en series del calibre de "Espartaco: sangre y arena", pero no se escatima en escenas subidas de tono, con la virtud de mostrar a un elenco de bellísimas mujeres, que alcanzan un encanto especial a la luz de las velas o al resplandor de chimeneas y fogatas. Aquí el factor femenino cobra vital importancia, y sus personajes no son meras comparsas a la sombra de ningún hombre, al contrario determinan en buena medida el transcurso de los acontecimientos.
En cuanto al carácter de los personajes que van y vienen en un trasiego relevante, no cae en un excesivo maniqueísmo, exceptuando quizás al joven rey Joffrey, toda una suerte de malvado depravado y ciertamente cobarde. Los demás se mantienen en algunas ocasiones en un tono ambiguo, unos más y otros, desde luego, con menos aristas en su personalidad.  Pero, si existe un personaje fundamental que desprende un carisma espléndido, ese es el de Tyrion Lannister, enano conocido como el Gnomo o Medio hombre,  interpretado brillantemente por Peter Dinklage, lo que le ha valido un premio Emmy y un Globo de Oro. Algunos dicen que es una especie de doctor House por su carácter cínico, aunque en el fondo es un tipo honesto y también  sentimental. La primera vez que aparece en una escena lo vemos en un prostíbulo, disfrutando de bellas mujeres. Su familia, los poderosos Lannister, le procura una situación acomodada, aparentando ser un vividor al que pocas cosas preocupan, pero por su condición lo mantienen lejos de los pasillos del poder. Sus opiniones son siempre mordaces y, cuando por circunstancias es nombrado por su padre como Mano del rey, demuestra una astucia sin igual. A pesar de no parecer ostentar ninguna clase de valor, en el momento dado es capaz de abofetear a un rey tirano o de encabezar las tropas para defender su fortaleza dado el carácter pusilánime de su monarca. Su relación con una enigmática prostituta de buen corazón y el amor que le termina profesando le engrandece a pesar de su estatura. En un momento que conmueve, por la excelsa interpretación de Dinklage, cuando ha sido marginado a pesar de ser un héroe e incluso su hermana ha conspirado para asesinarle, su compañera de fatigas le propone huir lejos de todo, abandonar para siempre el turbio mundo de las intrigas, las traiciones y, en definitiva, la mala gente,  y el le responde: "No puedo, este es mi sitio. Esa mala gente es lo que se me da bien, rebatirlas, ser más listo. Es lo que soy, y me gusta. Me gusta más de todo lo que haya hecho jamás".

La tercera temporada está a punto de estrenarse en Estados Unidos, basada en la primera parte de la novela "Tormenta de espadas" y promete ser aún más interesante de lo visto hasta ahora. George R.R. Martin no quiso adaptar su creación a la gran pantalla, porque pensaba que no era el medio adecuado para desarrollar una trama tan compleja, extensa y con un número considerable de personajes, que en honor de la verdad, hay que decir que nada en ellos es superfluo. Hasta el aparentemente menos determinante está perfectamente dibujado y sus diálogos escritos con el respeto que merecen. Desde el profesor de esgrima de la hija pequeña de los Stark, hasta el guerrero de una misteriosa hermandad de asesinos que le ayuda a escapar, pasando por cada uno de los integrantes de la Guardia de la noche y otros más, contribuyen al armazón de esta extraordinaria ficción de espada y sangre, de lealtades y traiciones, de dramas shakesperianos, de magia y oscuridad.




lunes, 18 de febrero de 2013

LA LETRA PEQUEÑA

Un amigo tenía unos ahorrillos en la cuenta corriente de una conocida entidad bancaria. Un día le llaman por teléfono para que se pase por la sucursal, ya que tienen una importante oferta que ofrecerle. Al día siguiente acude a la misma y le atiende un tipo con aspecto de chupatintas, gafitas, corbata y camisa inmaculada. En la película "Patrimonio nacional", Berlanga llamaba Palomero a todos los personajes con ese mismo rasgo en común. De tal forma, que Palomero le ofrece a nuestro amigo invertir sus ahorrillos de toda la vida en un fondo de inversión, una bicoca con la que obtener pingües beneficios. Antes de firmar nada, mi amigo pone como única condición que el capital inicial invertido esté siempre garantizado. Palomero se lo garantiza, palabra del niño Jesús y otros juramentos nobles e imperecederos. Al cabo del tiempo, mi amigo se percata de que las ganancias son realmente pírricas, pero se conforma, hasta que un día observa aterrorizado como le han pegado un bocado considerable a sus ahorros. Acude alarmado a la sucursal bancaria y tras esperar un buen rato al director, éste le informa de que al ser un fondo de inversión, se puede ganar y también perder. ¡Pero el señor Palomero me garantizó el capital inicial!, replicó el incauto ahorrador. El director, con un gesto paternalista, contesta: El señor Palomero está de vacaciones y como podrá observar usted en la letra pequeña de la cláusula 223, del párrafo 4, subsección 26 de la ley de usura y hurtos variados no se garantiza en ningún momento el dinero invertido inicialmente. Seguro que el compañero le informó adecuadamente, ¿no leyó usted la letra pequeña?. Pobre muchacho, es que ustedes nunca se leen la letra pequeña, pero su condición diminuta no le hace ser menos válida que sus compañeras de mayor tamaño. Señor, señor ¿cuándo le harán ustedes caso a la letra pequeña?. (Bueno, para ser honestos no son palabras textuales, pero básicamente mantienen intactas las intenciones que quería expresar susodicho director)

Lo que ocurrió después no tiene demasiada trascendencia, y es que, aunque mi amigo hubiera sido el increíble Hulk y hubiera devastado la oficina bancaria, no podría haber vencido a la letra pequeña. Si está firmado es como si hubiéramos hecho un pacto de sangre con el mismo Satanás. Esto me ha hecho pensar una cosa, nada especial, pero que me corroe las entrañas. Si uno deposita un dinero en un banco, ya sea en una cuenta corriente, un fondo de inversión, un plazo fijo u otra cosa, le está prestando el dinero. Yo presto, pero el banco me pone unas condiciones y me hace firmarlas con la maldita letra pequeña en forma de virus galopante. Si en cambio pido un préstamo, léase hipoteca, ellos también me hacen firmar sus propias condiciones y la dichosa letra pequeña. Sería lógica y en justa lid, que si yo presto dinero, firme sus condiciones y si lo hacen ellos, firmen las mías, aunque lo más sensato es que la cosa funcionara al revés. Pero aceptando lo primero, tendrían, por justicia, aceptar lo segundo. 

Ejemplo: Fulanito no puede pagar su hipoteca al quedarse sin empleo. Palomero le informa del correspondiente embargo:

Palomero: En vista de que nos debe usted varias mensualidades del préstamo hipotecario nos vemos obligados a embargarle la vivienda, amén de pagarnos la deuda pendiente.
Fulanito: Eso no es posible, ¿no ha leído usted la letra pequeña de mi hipoteca?. Según la cláusula 254, párrafo 32 de la subsección 21 de la ley de antiusura y limitación de hurtos variados, tengo 100 años de excedencia en el pago de mis obligaciones financieras. Hay un apartado que me posibilita quedarme con su sucursal e instalar una churrería o, en su defecto, una tienda de chirimías, así como cualquier otro negocio que contenga la "ch", chufas, chancletas, charcutería, chalaneos, chandals para chonis y otros derivados y chanchullos. ¿No leyó usted la letra pequeña?. Pobre muchacho, es que ustedes nunca se leen la letra pequeña, pero su condición diminuta no le hace ser menos válida que sus compañeras de mayor tamaño. Señor, señor ¿cuándo le harán ustedes caso a la letra pequeña?.


lunes, 11 de febrero de 2013

OPOSICIONES Y MAQUINARIA PESADA

El día que aprobé las dos últimas asignaturas que me faltaban para conseguir el título de Bachillerato Unificado Polivalente, emprendí una huida desesperada del instituto, no fuera que se arrepintieran o se percataran de que todo había sido un error. Ahora sería un hombre independiente, me prepararía yo solito unas oposiciones y me convertiría en un feliz funcionario del estado. Los principios siempre están cargados de buenas intenciones, como el infierno. Se prepara uno su mesa bien iluminada, junto a la ventana, sus libretas inmaculadas para hacer resúmenes, sus bolígrafos de colores, sus lápices bien afilados y el temario de las oposiciones, aún inédito. Cómo por entonces se necesitaba ser un Fitipaldi en mecanografía, opté por aprender yo solo con esa manía autodidacta que algún día me llevará a ninguna parte. Adquirí concretamente "Método Caballero de mecanografía al tacto".


La parte de la máquina de escribir era ciertamente distraída y no me desanimaba aporrear las teclas con el mismo ánimo que un pianista de taberna. Poco a poco fui tomando destreza y en no demasiado tiempo conseguí un número de pulsaciones al minuto nada desdeñable. El temario de la oposición era otro cantar, lleno de leyes, reales decretos y otras normas absurdas, como, por ejemplo, conocer las obligaciones de la gobernanta de lencería de la Seguridad Social, que contada así no parecía desde luego tan excitante como un catálogo de Victoria´s Secret. Al poco tiempo fui perdiendo interés y me pasaba más tiempo mirando por la ventana que al temario. Había una rubia que me tenía loco y me obligó a comprarme una especie de monocular con la que atisbarla con más detalle. Así que, con semejante instrumento en un ojo y la oreja puesta en dirección a la puerta, por si mis sufridos progenitores entraban y me pillaban estudiando a larga distancia, iba perdiendo el tiempo sin tregua. Tenía debajo de los apuntes una historieta que andaba dibujando por aquella época que, sumado al letargo y a una falta de concentración galopante, me conducían directamente al abismo laboral. 

De forma absolutamente sorprendente pasé el primer examen teórico, ante mi entusiasmo sustentado en una fortuna de dimensiones cósmicas. Ahora sólo me quedaba superar la prueba de mecanografía y tendría pie y medio en la administración pública. Por aquellos tiempos tenías que llevarte tu propia máquina de escribir al examen, lo cual era bastante engorroso. Tenía un modelo de la marca Olivetti con estructura metálica y un maletón del carajo que prometía dificultades logísticas de lo más interesantes. El autobús me dejó bastante lejos del lugar en donde iba a transcurrir la prueba. Armado con mi pesada maleta emprendí el camino restante en el coche de San Fernando, un ratito a pie y otro andando, comenzado al principio sin dificultad, parecía no pesar tanto. Al cabo de un rato empezó el incesante cambio de mano para ir compensando. En esos momentos los dedos tomaron la forma de piltrafas en forma de chorizos atados con cuerdas, algo muy recomendable para alguien que tiene que realizar una prueba de mecanografía. Ante mí se extendía una pendiente sin asfaltar, llena de piedras y con un desnivel cercano al del Kilimanjaro. Con un poco de suerte acabaría despeñado con la cabeza abierta y la máquina destripada, sería una mezcla interesante de vísceras y teclas, con fortuna podría formar, como el Scrabble, la palabra "desastre". Utilizando mi sangre fría bajé como si llevara una pesada carga de nitroglicerina, llegando sano y salvo al lugar del examen.

Sudando, cansado, nervioso y con un manojo de pimientos morrones palpitante que antes eran mis dedos, me fundí entre la marabunta de opositores y máquinas de escribir. Ellas, que son muy sabias para estas cosas, llevaban la estructura  de un carrito de la compra, en donde poder transportar sus pesados instrumentos de escritura táctil. Después de unos interminables minutos accedimos al lugar de la prueba, una sala enorme que se perdía en un mar de mesas y sillas. Colocamos cuidadosamente nuestros respectivos artefactos y se nos dio un papel escrito para que lo copiásemos en un tiempo determinado. Y entonces empezó lo peor. A la orden de "ya pueden comenzar", doscientas máquinas de escribir iniciaron su atronadora carrera. El ruido era espectacular, con unas vibraciones propias de ser medidas en la escala Richter. Entre los nervios, mis dedos engarabitados y espachurrados, el tío de la izquierda que corre más que Daniel Day-Lewis en "El último mohicano", empieza a darme una crisis de ansiedad. Descubro horrorizado que acabo de escribir "wkeruiqeori" y "weioqenfjekwq", entre otras incongruencias, mientras la tía que tengo delante mía ha cambiado ya de página y su carrete gira a más revoluciones que el tocadiscos de un disc jockey con epilepsia. En medio de la vorágine, saco de mi bolsillo un bote de liquido corrector, que ni siquiera se si es legal hacerlo, pero corresponde a un acto de desesperación. Me pinto las uñas de blanco y no atino con el papel, los grumos del pincel no ayudan y un sudor frío me recorre mi espina dorsal. Retomo la escritura y se me enreda la tecla "g" con la "h", las varillas que contienen ambas letras se enzarzaron en una pelea absurda en la que acabaron como un paraguas abierto en medio de un huracán. Fracasado y destruido en mis aspiraciones laborales, la prueba terminó, obteniendo un merecido suspenso. Pero mis años de opositor no habían hecho más que empezar...


martes, 5 de febrero de 2013

SIRENAS EN LA LUNA


Hace algunos días, huyendo de un canal deportivo para no sufrir más con la habitual derrota de mi querido equipo de fútbol, me paré un instante en uno de los canales de documentales de la TDT y me tropecé con algo que llamó poderosamente mi atención. Se hablaba de un descubrimiento ciertamente interesante, aunque con los minutos parecía convertirse en algo aún más espectacular. Habían sacado de las entrañas de un tiburón blanco unos restos de un animal como poco enigmático y, como si de un puzzle se tratara, los científicos iban analizando cada parte de su peculiar anatomía, llegando a la conclusión de que probablemente se tratara de una sirena. En ese momento, mi espíritu nada crédulo inició su particular batalla contra mi afición a los temas enigmáticos y la lógica me recomendó algo de paciencia. Conforme los investigadores estudiaban el cuerpo en cuestión, se recreaba cómo podía haber sido la evolución de esas posibles sirenas, desde tiempos remotos, cuando un homínido aficionado a los chapuzones decidió vivir en el mar y transformar su cuerpo para el medio acuático.

El problema fundamental es que, conforme se atrevían a desvelar aspectos cada vez más espectaculares, iba perdiendo credibilidad, hasta ofrecernos las primeras imágenes reales de una sirena, nítidas y tan claras que se veía a la legua que eran un engaño. Y efectivamente lo eran, perteneciendo al género llamado falso documental. Se trataba de "Sirenas: el cuerpo hallado", producido en el 2011 por el canal Animal PlanetEn Estados Unidos, que son muy dados a creérselo todo y siempre tienen una mentalidad muy predispuesta a la alarma social cuando no al pánico puro y duro, este documental provocó una gran polémica. El Servicio Nacional Oceánico, tras recibir cientos de cartas, tuvo que salir al paso con un comunicado en el que manifestaban que no se tenía conocimiento alguno de la existencia de las conocidas sirenas. Mejor eso que permanecer impasible, dado el precedente del pánico de la noche del 30 de octubre del 1.938, cuando Orson Welles emitió en un programa de radio "La guerra de los mundos" de H. G. Wells.

En el año 2002 se rodó otro falso documental bastante interesante por parte de canal Arte France y que llevaba el título "Opération Lune". Se hablaba de un tema muy popular, que no era otro que el cuestionar si la llegada del hombre a la luna fue un fraude absoluto. Como es habitual, al principio uno se pregunta si todo la información que te van ofreciendo puede tener visos de realidad, pero, como todo documental apócrifo que se precie, su ambición es su perdición y, el ver a determinados hombres insinuar la escasa veracidad de la misión del Apolo 11, es determinante para que la incredulidad campe por sus anchas. Que un secretario de defensa, Donald Rumsfeld, el mismísimo Kissinger, el director de la CIA Richard Helms o el astronauta Buzz Aldrin manifiesten a las claras que todo fue una conspiración es algo tan poco probable como el de la existencia de las propias sirena. Al final del documental se nos ofrecen tomas falsas en donde los protagonistas dan rienda suelta a su buen humor, haciendo honor a la broma que acaban de gastar. No obstante, no deja de ser curioso que las imágenes de la luna se le atribuyan, en forma de leyenda urbana, a Stanley Kubrick, que en los 70 había solicitado a la NASA unas lentes especiales para rodar escenas a la luz de las velas en "Barry Lyndon". Los entusiastas de los enigmas parecen entrever una sospechosa relación en forma de turbio pago de favores, incluyendo una conspiración en toda regla. La realidad es algo distinta. En realidad las lentes las fabricó Carl Zeiss, empresa líder en óptica y visualización electrónica, vendiéndole 6 a la NASA y 3 a Kubrick. De todas formas, los aficionados a los misterios podrán seguir conjeturando sobre la veracidad de los hechos acontecido aquel 20 de julio de 1969, cuando Neil Armstrong estampó su huella en la luna. Mientras tanto, pueden aliviar sus inquietudes con el visionado de la película "Capricornio Uno" de Peter Hyams, en donde se nos cuenta una historia similar con el trasfondo de la conquista de Marte.

Hubo una vez en la que un falso documental si que me llegó a engañar, por los menos durante algún tiempo. Una de las premisas fundamentales para caer en la trampa, es llegar a ellos sin conocimiento previo, sin saber que existen. La mejor forma es tropezar con un documental apócrifo cuando se está zapeando, de esa manera te sorprende con las defensas bajas y, si a eso se une cierta pasión por lo insólito, ya tenemos los ingredientes necesarios para hacer el papel de incauto. Naturalmente, si el documental en cuestión quiere dejarte con la duda, nunca debe traspasar el umbral de lo razonable y debe navegar por el pantanoso terreno de lo probable, pero siempre con cierta bruma sobre la realidad empírica. Así sucedió un día, cuando vagando perezosamente entre canal y canal, me tropecé con una serie de la 2 titulada "Páginas ocultas de la historia", presentada por el periodista Felipe Mellizo. Claro que entonces yo lo ignoraba y, poco a poco, me fui adentrando en la curiosa y fascinante historia que nos contaba. Una periodista ficticia, Rocío Pérez, narraba la historia de un panadero, Rogelio Bermejo, quien le contó en 1976 que, en una mañana de aquel fatídico verano del 36 en los inicios de la guerra civil, encontró a un hombre herido de gravedad con dos balazos en el cuerpo y uno en la cabeza. Temiendo por su vida, lo trasladó al convento de San Bartolomé, en donde las monjas pudieron salvar su vida. El hombre, al que llamaban Manolo, quedó mentalmente afectado con la pérdida de la memoria. Vivió en el convento hasta su muerte en 1954, ocupándose del cuidado de los jardines. El tal Rogelio jamás supo que había salvado la vida de Federico García Lorca, hasta que un día acudió a una conocida sala X de la ciudad de Granada, en donde se percató de la identidad de aquel hombre cuando, en un reportaje previo a la película (ya es extraño que antes de una película porno se les ocurriera culturizar a la parroquia), se hablaba del poeta universal, autor de "Bodas de sangre", entre otras obras magistrales. Se acompañaba de una foto, obviamente trucada, en donde se podía ver al enigmático Manolo acompañado del tal Rogelio y las monjas del convento. Meses permanecí intrigado, sobre todo, por no comprender cómo una noticia de tal calibre no había tenido más repercusión en los medios convencionales, hasta que un día el amigo y blogero Tirador Solitario, me desveló que aquel reportaje pertenecía a una serie de falsos documentales perpetrados por Felipe Mellizo. Y es que una de las razones para desconfiar de este tipo de engaños es que, tales noticias, no aparezcan en la cabecera de los telediarios.


Si lo que se pretende es ver algo parecido en pantalla grande, lo mejor es empaparse de una de las mejores películas de Woody Allen, "Zelig", en donde se nos cuenta la historia de un curioso individuo, apodado el camaleón humano, que en 1920 se hace notar por adoptar la apariencia física del grupo de personas con las que se relacione en ese momento. Puede mimetizarse en cualquier personaje, desde un negro de Harlem, un obeso, un judío ortodoxo, o un nazi junto a Hitler. Como buen falso documental que se precie podemos ver entrevistas a todos aquellos que le conocieron, a expertos en la materia, psicólogos e historiadores. Se nos hace creer que el protagonista de este historia, Leonard Zelig (interpretado por el propio Allen), en realidad tiene un miedo patológico a ser rechazado y, por ese motivo, tiende a integrarse con los demás, imitando su apariencia y comportamientos. Con imágenes trucadas y convenientemente envejecidas, le podemos ver relacionarse con personajes históricos, aspecto al que se adelantaría a películas como "Forrest Gump".

Claro que, si queremos visionar algo más bizarro, habría que optar por "Holocausto caníbal", película polémica donde las haya, aunque en mi opinión no por voluntad propia. El argumento trata de la desaparición de un grupo de reporteros en la selva amazónica, que buscaba una tribu de caníbales y la posterior misión de rescate por parte de un antropólogo y sus respectivos guías. El resto se puede adivinar por las imágenes, mucha sangre y vísceras. La película fue acusada de snuff, es decir se pensó que las muertes que se mostraban eran reales, ordenando un tribunal de Milán requisarla y el arresto inmediato de su director Ruggero Deodato. Para contribuir a la confusión, el director les había hecho firmar a los actores un contrato en donde se les impedían aparecer en ninguna otra película durante un año, y el tribunal les dio por muertos al igual que la mujer que aparece empalada. Dado el cariz que tomaban los acontecimientos, Deodato mandó aquella cláusula al carajo y se presentó con los actores que se creían difuntos, amén de dar todo tipo de explicaciones de como se consiguió el truco de la mujer empalada.