miércoles, 30 de junio de 2010

FOTOGRAMAS INMORTALES DEL CINE CLASICO (II)

En el mes de marzo publiqué esta selección, pero como después del anterior artículo "Grandes momentos del Western", en los comentarios me hacían referencia a "Murieron con las botas puestas" y "Grupo salvaje", mientras preparo una nueva entrega, les dejo con una reposición para los que estén interesados.


FRANKENSTEIN: La escena bucólica del monstruo y la niña en el lago transpira inocencia, una inocencia tan frágil como las flores arrancadas de la tierra, pues lo que ocurrirá después es consecuencia del mal instintivo e irreflexivo que conducirá al monstruo a la crueldad, en parte inocente.

AL ROJO VIVO: El final de Cody Jarret, el personaje interpretado por James Cagney es épico y grandioso, como corresponde a alguien que está en la cima del mundo. Hombre cruel, pero leal en cuanto a la amistad otorgada, se conduce por la vida bajo la influencia de su madre, cual edipo del crimen organizado. No es difícil que nos sintamos todos un poco traicionados por el personaje de policía, infiltrado en la banda, pues Jarret hubiera merecido más consideración por parte de su verdugo.

CANTANDO BAJO LA LLUVIA: Uno de los mejores musicales de la historia del cine, tiene su momento cumbre cuando Gene Kelly nos muestra todo su talento de bailarín, en una escena que representa el optimismo en estado puro, en un film que inspira la alegría de un espectáculo intemporal.

CENTAUROS DEL DESIERTO: La toma final de la película representa al hombre solitario, incapaz de crear vínculos en ningún lugar, representa el hogar frente a la inmensidad del paisaje al que pertenece, como hombre libre pero absolutamente desarraigado.


DRACULA: La escena de la aniquilación final del vampiro parece una coreografía preparada para el espectáculo más solvente, de la mano maestra de Terence Fisher y la productora Hammer, que nos hizo volver a sentir miedo reinventándose la viejos mitos de terror de la Universal.


MURIERON CON LAS BOTAS PUESTAS: Como falsear la historia y un personaje se puede convertir en arte y llegar a ser magistral, sobre todo en la escena final, cuando el héroe protagonista se auto-inmola sabiendo que su causa es injusta. Hermosa frase la que el general Custer le dirige a su esposa antes de marchar hacia una muerte segura: "Fue un placer pasear por la vida con usted".

SENDEROS DE GLORIA: El fusilamiento final representa la sinrazón más directa y cruda de la guerra, de cualquier guerra. El militarismo sale seriamente perjudicado, en un film en donde los generales dirigen la guerra desde un salón de baile mientras la carne de cañón es sacrificada por un trozo de tierra.



EL BUSCAVIDAS: Película de perdedores en donde, en la partida final, nuestro protagonista, inconmensurable Newman, obtiene su particular redención en un cara a cara con el pasado y en un acto de desafío, que quiere pagar una deuda, con los que se quedaron en el camino.

GRUPO SALVAJE: Cuando unos hombres, aparentemente sin escrúpulos, deciden en un acto suicida acudir en ayuda de un idealista, demuestran que los sin patria pueden sacar a flote un honor que viene directamente de las entrañas.

LOS SOBORNADOS: Aunque la venganza se sirve fría, Gloria Grahame, prefiere hacerlo muy caliente, frente un vil personaje, interpretado por Lee Marvin, en un film crudo y violento.

MATAR A UN RUISEÑOR: La magnífica atmósfera sureña de la novela de Harper Lee queda retratada de forma magistral en el film de Robert Mulligan. A destacar dos escenas. La primera cuando una turba irracional pretende linchar a un hombre de color, acusado de violación, aunque para ello tengan que hacer daño a su abogado, Atticus Finch, y la hija de este los va desarmando emocionalmente al tratarlos a cada uno de ellos como individuo. La segunda escena relevante es la que ilustra la fotografía, cuando Atticus, extraordinario Gregory Peck, muestra sus habilidades con un rifle frente a un perro rabioso.



lunes, 28 de junio de 2010

GRANDES MOMENTOS DEL WESTERN


RAICES PROFUNDAS (George Stevens-1953): Son muchas las escenas memorables de un western que, en un principio, contaba con un actor poco apropiado para encarnar a un pistolero, pero Alan Ladd supo componer mejor que nadie la figura atormentada y poética de un hombre con un pasado desconocido pero que le pesa como una losa. Esa nueva vida que puede redimirle, pero que está continuamente amenazada por su condición de pistolero, representa para él una suerte de redención. El destino fatal le volverá a la realidad de la que pretende huir. La puesta en escena del duelo final con ese rostro esculpido de Jack Palance, es absolutamente magistral. Esa despedida del niño y su cabalgada final, herido, entre las cruces del cementerio siempre quedará en nuestra memoria.

HASTA QUE LLEGO SU HORA (Sergio Leone-1968): Película que ha ido ganando a través de los años como los buenos vinos. El director italiano quería dirigir "Erase una vez América", pero los productores le obligaron a realizar un último western, esta vez con todo los medios a su alcance, y Sergio Leone nos ofreció toda una declaración de intenciones, de lo que había sido su carrera como realizador de western. En la eterna escena inicial de la película, unos hombres, aburridos y castigados por el calor, aguardan en una estación de tren. Son como figuras pétreas esperando su cita con la muerte. Cuando llega un hombre que toca la armónica, éste pregunta: "¿No me habéis traído un caballo?". Una de las tres figuras amenazadoras contesta: "Vaya, parece que nos falta uno"; y nuestro hombre contesta: "Bueno, juraría que sobran dos". Después, el estruendo de la pólvora, el silencio, y un hombre que monta a caballo.

DUELO AL SOL (King Vidor-1946): Western pleno de lujuria y pasión, con un Gregory Peck poco habitual, una Jennifer Jones espléndida en toda su sensualidad, un Joseph Cotten algo insípido y, sobre todo con unos Lionel Barrymore y Lillian Gish en toda su grandeza. Con una historia que sobrepasa lo admisible en el año 1946, el film de King Vidor es toda una explosión de erotismo a todo color, algo que ajeno a las habituales producciones de David O. Selnick. Escena memorable es el enfrentamiento final, mezcla de violencia y deseo que termina en un abrazo apasionado en los umbrales de la muerte.

OPEN RANGE (Kevin Costner-2003): Film injustamente menospreciado, en el que Costner volvió con la misma inspiración de "Bailando con Lobos". Con una fotografía impecable y unos personajes perfectamente definidos, entre los que destacaría a Robert Duvall y Annette Bening, la película opta por un ritmo sereno interrumpido por una violencia radical y directa. Momento impactante, cuando el personaje de Kevin Costner pregunta quién mató a su amigo y la respuesta fulminante llega en forma de plomo y humo.

LE LLAMABAN TRINIDAD (Enzo Barboni-1971): Algunos se preguntaran como incluyo en los grandes momentos del Western un film como este, muestra incuestionable del humor chusco y de las peleas con retranca. Bueno, no me pueden ustedes negar que la primera vez que aparece el personaje de Trinidad, hasta arriba de suciedad y polvo, quintaesencia del vagabundo-pistolero, y entra en una taberna cochambrosa, dando buena cuenta de una generosa sartén de alubias con tomate, no es una escena absolutamente deliciosa. Ese momento interpretativo de alguien que come con verdadera hambre atrasada, que bebe con sed de desierto y engulle el pan con extrema y urgente necesidad, no es nada más que una verdadera lección del arte narrativo.

CENTAUROS DEL DESIERTO (John Ford-1956): Acusada de racista, muchos no sabían ver que, en realidad, el personaje interpretado por John Wayne, Ethan Edwars, era el verdadero catalizador de ese odio hacia los indios. Con una esplendida fotografía, Ford fue capaz de realizar una auténtica obra maestra sobre el viaje iniciático de dos jinetes en busca de una niña raptada por la tribu del jefe Cicatriz. Este último y Ethan son dos individuos de mundos distintos, condenados a odiarse, y que representa una realidad que amplificada llegará al exterminio mismo de uno de los dos bandos, por supuesto siempre el más débil. Además, Ford no nos ofrece al protagonista como un héroe, sino como alguien lleno de resentimiento. La escena en que Wayne visita a unos blancos que han sido liberados de su cautiverio, mostrando síntomas de locura, nos ofrece a un personaje que con su expresión define su desprecio más profundo hacia los indios. Como le dijo una vez John Ford a Hawks respecto a Wayne: "Nunca pensé que este hijo de puta supiera actuar".

SIN PERDON (Clint Eastwood-1992): Con un reparto soberbio, Gene Hackman, Morgan Freeman y Richard Harris, Eastwood fue capaz de desmontar los tópicos del western, violencia sin sentido, falsos héroes y remordimientos ante la capacidad de acabar con una vida, y volver a montarlos en un final antológico que devuelve al género toda su mitología y carácter legendario. Demoledor es el discurso que le dirige al joven pistolero, sobre lo que significa la muerte para un hombre, pero la escena en donde un grupo de hombres planifica su captura y aparece Eastwood entre las sombras, sorprendiendo a sus futuros captores, es absolutamente magistral.

EL DORADO (Howard Hawks-1966): Una vuelta de tuerca más al esquema de "Río bravo" que hace especial hincapié en el paso de los años de sus protagonistas. Aparte de la conocida amistad incondicional de los personajes de Hawks, aquí existe también un respeto mutuo entre los pistoleros rivales o, como dice Christopher George en su papel de Nelse McLeod, deferencia profesional. La aparición de Mississippi, interpretado por James Caan, para retar en duelo al asesino de su amigo y la intervención respetuosa de los dos pistoleros es realmente antológica.

EL HOMBRE QUE MATO A LIBERTY VALANCE (John Ford-1962): Película que cada vez alcanza puestos más elevados en su valoración. No cabe la menor duda que la historia que representa y el nivel interpretativo de sus actores corresponde a su alta consideración. Western crepuscular, en blanco y negro, que tiene entre uno de sus mejores momentos de tensión en la escena del restaurante, en la que los personajes de John Wayne y Lee Marvin se enfrentan en un duelo que solo prentende medir sus fuerzas, mientras James Stewart se incorpora del suelo.

DOS CABALGAN JUNTOS (John Ford-1961): Film absolutamente cínico y desencantado, con un personaje, interprentado por James Stewart, con tintes racistas como los del Ethan de "Centauros del desierto", pero con un sentido del humor de una socarronería hiriente. La famosa escena del rio, en la que ambos protagonistas reflexionan sobre la vida mundana y sus consecuencias, es sin duda la más reseñable de este magnífico western. La calificación del matrimonio como algo espantoso y la normalidad con la que uno de los protagonistas acepta su remunerada corrupción, pertenece ya a la mitología del género.

RIO BRAVO (Howard Hawks-1959): Con un inicio que prescinde de los dialogos y que parece más propio de un film de cine mudo, la escena de Dean Martin suplicando unas monedas para tomar un trago, metiendo la mano es una escupidera y la aparición de Wayne, es toda una lección de lenguaje cinematográfico. A destacar también la actuación de un Walter Brennan en estado de gracia. En la ultima escena de éste, cuando le arrojan unos panties desde la habitación en la que están John Wayne y Angie Dickinson, le pregunta socarronamente a Dean Martin "¿Crees que me nombraran sheriff?" define al personaje a la perfección.

sábado, 26 de junio de 2010

DELICIAS TURCAS


Aquí les dejo un divertimento en forma de versiones turcas de "Superman" y "Rambo". No tienen desperdicio.










miércoles, 23 de junio de 2010

PUDO SER Y NO FUE

A lo largo de la historia del cine han sido muchos los actores y actrices que en un momento crucial de sus carreras rechazaron un papel, que en aquellos momentos no parecía lo suficientemente atractivo para añadir un plus a sus capacidades. Después el tiempo se ha encargado de situar aquellas decisiones en errores o aciertos. He aquí una pequeña relación de quién rechazó un papel y quién se encargó de recoger el guante.


EL CARTERO SIEMPRE LLAMA DOS VECES

PUDO SER: RITA HAYWORD- FUE: LANA TURNER













EL CREPUSCULO DE LOS DIOSES

PUDO SER: MONTGOMERY CLIFT- FUE: WILLIAM HOLDEN











SOLO ANTE EL PELIGRO

PUDO SER: MARLON BRANDO- FUE: GARY COOPER













MOBY DICK

PUDO SER: SPENCER TRACY- FUE: GREGORY PECK















EL BUSCAVIDAS

PUDO SER: CLIFF ROBERTSON- FUE: PAUL NEWMAN
















LO QUE EL VIENTO SE LLEVO

PUDO SER: BETTE DAVIS- FUE: VIVIAN LEIGH

















GIGANTE

PUDO SER: ALAN LADD- FUE: JAMES DEAN

















CASABLANCA

PUDO SER: HEDY LAMARR- FUE: INGRID BERGMAN















BEN-HUR

PUDO SER: BURT LANCASTER- FUE: CHARLTON HESTON















EL PADRINO

PUDO SER: LAURENCE OLIVIER- FUE: MARLON BRANDO
















EN NOMBRE DE LA ROSA

PUDO SER: MICHAEL CAINE- FUE: SEAN CONNERY
















lunes, 21 de junio de 2010

KUNG-FU CONTRA LOS CALAMARES A LA ROMANA


La historia que les voy a contar es totalmente cierta, y aquellos que tengan el estomago delicado o una sensibilidad muy a flor de piel absténganse de leer este relato. Sucedió cuando tenía aproximadamente 12 años. Un amigo de la infancia, me estuvo dando la paliza una semana entera para que fuésemos al cine de verano para ver "Kung-fu contra los siete vampiros de oro". Había tenido ocasión de ver un tráiler y estaba realmente impresionado. Me advirtió que daba un rato de miedo y que los vampiros luchaban contra unos tipos maestros del kung-fu. ¿Se puede pedir más para dos niñatos de 12 años?.
El día que habíamos quedado para ir al cine de verano para contemplar semejante maravilla, mi madre había preparado calamares a la romana, que por aquellos tiempos era mi plato favorito. Mi abuela siempre solía decir: ¡Niño no llenes el ojo antes que la tripa!... y qué razón tenía. Cuando sacaron la fuente de calamares mi cara se iluminó como un semáforo en ámbar e inmediatamente me abalancé sobre ellos como un auténtico depredador. Engullía sin masticar como una bestia surgida del infierno. Era como un tiburón atacando un banco de arenques, dando dentelladas a diestro y siniestro. Cuando el resto de la familia hubo reaccionado, ya era demasiado tarde, había devorado la fuente hasta sus últimas consecuencias y mi rostro hinchado y pringoso me delataba sin piedad. Mi padre exclamó: ¡El bribón de tu niño se ha comido hasta la fuente! y mi madre: ¡Niño, por Dios, te has comido los calamares de todos!. Yo no podía articular palabra pues mi estomago estaba tan inflado que probablemente me afectaba a las cuerdas vocales y solo balbuceaba: eg que taban mu guenos...
Inmediatamente, después de semejante tropelía, y para evitar más regañinas me fui a mi cuarto a dormir la siesta y poder realizar una digestión lo más relajada posible. Hay varios tipos de siesta que van desde la cabezadita hasta la siesta monstruo. Esta última dura entre dos y tres horas y caes en una especie de letargo pesado como el plomo, tienes pesadillas y te levantas sudado, con dolor de cabeza y desorientado, sin saber si es de día o de noche o si estás en tu casa o en Plutón. Bueno, aquel día mi menda se plantó una auténtica siesta monstruo, que combinada con la complicada digestión hicieron que me levantara ciertamente molesto.
Acudí al lugar donde había quedado con mi amigo que me estaba esperando con una bolsa de maní de unos 400 kilos, bueno es una cantidad exagerada, quizás serían 200 o 300, y sendas botellas de litro de coca-cola. Lo primero que me dijo: Llegamos tarde, hay que correr un poco. Mi amigo era un obseso del deporte y aquello de correr le encantaba. A mí me horrorizaba, siempre he sido de escasas carreras y nulo movimiento. El cine estaba en la otra punta de la ciudad y no nos llegaba el dinero para el autobús. De tal manera que emprendimos una especie de maratón, que en mi caso se dirigía al maldito infierno. Corríamos e ingeríamos maní a la misma velocidad, ya que habíamos llegado a la curiosa conclusión de estar libres de comida para ver la película lo más concentrados posible. A cada zancada, se iban centrifugando en mi estomago una peligrosa mezcla de aire, calamares, maní y burbujas de coca-cola. Comenzaba a no sentirme demasiado bien y el calor contribuyó a que la mezcla alimenticia fuera tomando forma, la forma de un volcán a punto de estallar.
Cuando llegamos al cine mi amigo me miró y me dijo: ¿Estás bien?, te veo azul. Creo que acerté a contestar entre resoplido y resoplido: Es...estoy bien... creo. La sala de cine estaba escalonada con cómodos asientos de hierro. Yo siempre he tenido la costumbre de sentarme cerca del pasillo, por si tengo la necesidad de salir corriendo, bien por una urgencia o porque la película sea muy mala. Cuando empezó la sesión ya me encontraba en un estado de deterioro ciertamente alarmante. Una angustia creciente se apoderaba de mí, como los vampiros de la pantalla de sus víctimas. Tengo especial aprensión a vomitar, lo paso realmente mal. Admiro a la gente que vomita con la misma facilidad que quien se bebe un vaso de agua. Lo hacen discretamente, se quedan relajados y a otra cosa mariposa. Este no es mi caso, yo me descompongo literalmente, mi cuerpo es desmontado y vuelto a montar aunque las piezas no encajen. Así que aguanto todo lo que puedo y más.
En medio del clímax de la película mi amigo volvió a preguntarme: ¿Estás bien?, te veo verde. En esta ocasión no contesté, porque en lugar de emitir un sonido coherente, una descomunal arcada sonó con estruendo en la sala. Porque otra de mis particularidades es que cuando vomito soy como un marrano en un matadero, pero con un amplificador de sonido incorporado. Las arcadas se sucedieron de forma estrepitosa y el público creyó que la sala estaba equipada con sonido surround, hasta que giraron la cabeza y contemplaron el espectáculo dantesco que allí transcurría. Los calamares iban saltando de escalón en escalón y, debido a que fueron engullidos sin masticarlos, aparecieron nuevecitos y relucientes, con sus patitas y sus alegres brincos. Mi amigo para evitar que los vómitos se contagiaran al resto de la sala y fuésemos linchados por el impresionado público, me tomo de un puñado y me llevó a los servicios en donde los cefalópodos volvieron resucitados y coleando al mar a través del alcantarillado. Al mirarme al espejo vi el verdadero rostro de un zombie. La tez marmórea, dos lagrimones me recorrían las mejillas, los pelos de punta y un ojo ensangrentado por el esfuerzo. Cuando la serenidad volvió a mi destruido cuerpo volvimos a la sala de cine y nos sentamos al otro extremo de donde habían transcurrido los truculentos hechos y pudimos ver terminar "Kung-Fu contra los siete vampiros de oro".
Fueron muchos los años en los que ni me acercaba a los calamares a la romana. Sentía pavor con su sola presencia. Pero poco a poco fue superando el trauma y pude comerlos, aunque siempre con una prudencia pudorosa. Cerca de treinta años después, una noche que estaba en un hotel de playa me sentí indispuesto y, a pesar de mis vanos intentos por evitarlo, no pude evitar vomitar. Si amigos míos, ese día había ingerido calamares a la romana. Pero lo más terrible, y les aseguro que es totalmente cierto, es que unos días antes me había hecho con una copia de "Kung-fu contra los siete vampiros de oro". Un escalofrío recorrió mi cuerpo y me hice un juramento inquebrantable: ¡A Dios pongo por testigo que jamás mezclaré calamares a la romana con la película "Kung-fu contra los siete vampiros de oro"!.












Nota aclaratoria: Cualquier parecido con el chiste de los garbanzos de Paco Gandía es simple coincidencia.