lunes, 30 de abril de 2012

EL LIBRO OLVIDADO. CAPITULO VI. ESPECULADORES DE LA VERDAD


Anaxágoras pensaba que todo existía desde siempre y esbozó la idea de que un Entendimiento, el Nous, había imprimido a una masa compacta y maciza de partículas, un movimiento en remolino, lo que originó la separación y unión de tales partículas para dar lugar a nuevas formas. Este planteamiento es una versión que antecede en el tiempo a la teoría del “Bing-Bang”, que como vemos no es un concepto ni tan moderno ni tan original. En esa definición del Nous aparece ya una imagen arcaica de Dios, que se fortalecerá con las aportaciones platónicas. En efecto, Platón afirmaba que el orden del Cosmos sólo puede provenir de una Inteligencia ordenadora, del motor primordial del que más tarde hablaría Santo Tomás de Aquino. El hombre expresa su necesidad de confiar en un Dios que puede ejercer como tal y que explique todas nuestras dudas. Nos refugiamos en ese dios-padre que nos garantice la seguridad ante lo desconocido. Nos resistimos a abarcar el desafío de un principio sin Dios porque si lo aceptáramos estaríamos abocados al desamparó más absoluto, pues, ¿cómo podríamos ser una consecuencia de un azar absolutamente arbitrario e impersonal?.Durante mucho tiempo el hombre se creía el centro del universo, el elegido de la omnipresencia, el resultado final de una creación sin igual. Aun llevamos a cuestas el trauma de nuestra insignificancia, puesto que la caída de nuestros más particulares misterios nos ha hecho bajar violentamente del pedestal donde nos habíamos colocado. A pesar de ello, seguimos necesitando el respaldo de nuestro propio existir en la forma de un Dios impulsor de la global existencia del Universo y de nuestras particulares vidas. San Agustín resolvía la inseguridad existencial apelando a la divinidad como realidad inmutable. Nicolás de Cusa afirmaba que Dios lo explica todo y está en todo. A pesar de la apariencia panteísta de esta tesis, Nicolás de Cusa no defendía tal postura, puesto que confiaba en la trascendencia divina. Pero el problema radica en sus propias afirmaciones como consecuencia de su angustia ante la existencia. “Dios lo explica todo” no es más que la salida recurrente de quién busca una respuesta que calme su ansiedad y que funcione como dogma intocable.
El Universo infinito fue identificado con Dios por Giordano Bruno, que más tarde sería sentenciado a muerte por sus ideas. Nicolás de Oresme llegó a manifestar que Dios podría haber sido la causa eficiente del funcionamiento del Cosmos en un principio, y que después lo abandonó a su suerte para que, de esta forma, actuara como un mecanismo. Este planteamiento representa algo importante en la historia del pensamiento. Es la constatación de que no se tiene la certeza de la voluntad divina de la creación, aunque tampoco se piense lo contrario. Es decir, es una diplomática mezcla ideológica a medio camino entre el teísmo y el panteísmo. Nos resistimos, una vez más, a aceptar nuestro origen como parte de un mecanismo sin voluntad propia, porque aceptarlo nos convertiría en un eslabón más de la escala evolutiva de la materia. Descartes, por su parte, identifica la idea del infinito con Dios, argumentando que existe una causalidad aplicada a tal concepto y, como tal, es parte integrante de la realidad. David Hume mantenía la idea de que la religión no tiene su principio en la razón, sino que surge de los sentimientos que toman forma en el temor, la ignorancia y el miedo a lo desconocido. En su obra “Historia natural de la religión” afirmaba que las creencias religiosas no son “mas que sueños de hombres enfermos”. Sin embargo, Hume deja lugar a la posibilidad de que exista realmente Dios, asegurando que se trata de un misterio inexplicable. El dejar una puerta abierta a otras posibilidades es una garantía que el subconsciente alberga a su disposición para aliviar la carga de inseguridad que produce el desamparo. Pero Hume navega entre dos aguas y, como heredero de la psicología de John Locke, no se puede resistir al planteamiento empírico de sus teorías como consecuencia de la experiencia y sobre todo de la negación de los conocimientos innatos. Al fin y al cabo la fe como tal no es nada más que una intuición, un presentimiento alejado del poder empírico de la experiencia. Es cierto que se puede argumentar que la fe es también consecuencia de hechos. ¿Pero qué hechos?. Experiencias místicas, milagros y acontecimientos religiosos podrían ser considerados como pruebas demostrables y tangibles. Las experiencias de la unión espiritual del alma con Dios experimentada por algunos místicos, entre otros Santa Teresa De Jesús o San Juan de la Cruz, en sus respectivas vías, no dejan de ser situaciones muy subjetivas y evidentemente personales que, en todo caso, no representan más evidencia que cualquier otra casuística relacionada con la sugestión. Tendemos a adjetivar como elevación del alma y comunión con Dios a algunas experiencias que tienen un fin religioso y, sin embargo, tales situaciones carecerían de tan elevados atributos si fueran una manifestación alejada de tal entorno. Los milagros espectaculares son reliquias del pasado. Ya no hay un Dios que abra en dos el Mar Rojo o que haga llover el maná sobre los hambrientos; esto es ahora patrimonio de los estudios cinematográficos y de sus respectivos departamentos de efectos especiales. No existe nadie que multiplique los panes y los peces o que haga resucitar a los muertos. Los milagros contemporáneos son tan poco espectaculares como creíbles. Apariciones místicas que casi siempre tienen como sujeto transmisor a personas con un escaso conocimiento o entendimiento, son el hecho constatable de que Dios sigue eligiendo sus famosos caminos inescrutables y prefiere prescindir de la inteligencia a la hora de manifestarse. El día que algún catedrático o científico reputado sea visitado por alguna aparición tendremos que plantearnos otras consecuencias, pero por el momento me merecen muy poco crédito, no solamente a mi sino incluso a los estamentos eclesiásticos, que son los primeros en manifestar sus dudas ante los eventos milagrosos que se producen en nuestros días.

Dios, alma y mundo son, según Kant los rasgos fundamentales de la razón. Kant justifica la existencia de Dios como una realidad en quien el ser y del debe-ser se identifica. El imperativo categórico expresa el principio de la razón como resultado de un impulso universal libre de todo tipo de condicionantes particulares. Tal afirmación nos hace plantearnos el hecho de que, ni siquiera, la divinidad forma parte de ese proceso, pues el hombre como voluntad de razón es al unísono el resultado de la libre configuración racional. El máximo precursor de la dialéctica, Hegel, afirma que Dios es Dios en la medida de que El se conoce a sí mismo, y esa autoconsciencia de Dios se desarrolla en el hombre. Es evidente que la génesis del principio religioso se expresa así, de forma que imprimimos al Universo el poder de la autoconsciencia y le dotamos de una voluntad propia. Se produce una curiosa metamorfosis en el hombre: de creador de una idea, Dios, a receptor de la misma. Es decir, el ser humano en plena reflexión metafísica llega a plantearse el hecho de que su existencia viene condicionada por la creación que, inevitablemente, dotamos de un rostro y una apariencia a nuestra imagen y semejanza y, después, invertimos el proceso en un juego curioso de autoprotección y egolatría. Feuerbach reduce la religión en toda su amplitud a la esencia del hombre, tal y como manifiesta en palabras textuales: “El secreto de la teología está en la antropología”. Para Feuerbach la idea del Dios omnipotente, no es sino un producto elaborado por el hombre. En “La esencia del cristianismo” mantendrá la siguiente tesis: “La esencia de Dios no es mas que la esencia del ser humano; o, mejor dicho, es la esencia del hombre objetivada y separada de los límites del hombre individual, real y corpóreo. Es la esencia contemplada y venerada como un ser-otro, propio y diferente del hombre. Por eso todas las determinaciones de la divinidad lo son también del ser humano”. El espíritu enajenado del que hablan las tesis de Feuerbach se posiciona claramente a la izquierda de los pensamientos de la escuela hegeliana, aunque no lo suficiente para Marx, que argumenta que tales ideas no representan una crítica lo bastante sólida contra la religión y sus cimientos, ya que se conforma con la simple mundanización de la misma. Karl Marx encuentra el origen de la religión en la miseria y el desgarramiento social. El marxismo parte desde la negación de Dios, como compromiso que rechaza la existencia de un ser distinto y superior a la naturaleza y al propio hombre. Friedrich Nietzsche vendrá a decretar la muerte del Dios metafísico y monoteísta. La creencia primordial del pensamiento de J. Paul Sartre será el existencialismo, que en su obra “El existencialismo es humanismo” manifestará al respecto: “El existencialismo no es nada más que el esfuerzo por sacar todas las consecuencias de una posición atea coherente. No busca de ninguna manera hundir al hombre en la desesperación... El existencialismo no es tanto un ateísmo, en el sentido en que se extenuara en demostrar que Dios no existe. Mas bien declara: aunque Dios existiera, esto no cambiaría.” Aunque Sartre sea de la opinión de que no se pretende sumir al hombre en la desesperación, lo cierto es que el existencialismo en sí mismo es lo más parecido al desasosiego espiritual, en cuanto hunde sus raíces en la ambigüedad más evidente. Heredero de la filosofía de la subjetividad de Kierkegaard, el existencialismo produce una cierta sensación de futilidad de la vida, de existir porque es preceptivo y morir porque es lógico e inevitable. La lectura de “El extranjero” de Albert Camus puede dar una idea de la sensación de tristeza existencial de su personaje, que se deja llevar por los acontecimientos en un estoicismo ciertamente irritante. Considerar la creencia en Dios como algo incierto, como algo relativo es un planteamiento que entra dentro de la lógica más evidente. Tal consideración es comprensible en las formas de pensamiento existencialistas, pero convertir tal inseguridad en una forma de abandonarse al destino como si la irracionalidad dominara nuestra voluntad es algo más que cuestionable. Sucede de forma inevitable que, en general, el ser humano necesita creer de forma imperativa. Pero esa creencia suele permanecer, en demasiadas ocasiones, envuelta en los más variopintos subterfugios. Que exista Dios es un hecho cuestionable, pero que exista en la medida de nuestros caprichos es algo, en todo caso, absolutamente improbable. Hemos creado toda una iconografía del mundo espiritual y, a la manera de una folletín novelesco, hemos inventado mil historias y personajes que luchan, viven y mueren teniendo de fondo la trascendencia espiritual. La Biblia y otros textos fundacionales no son más que la necesidad de creer, expresada en historias fantásticas que nos hacen más creíbles nuestras aspiraciones supraterrenales.


jueves, 26 de abril de 2012

CURA DE HUMILDAD

Ayer quedó confirmada la final de la Champios League, y aquellos que pronosticaron una final española se sentirán defraudados. El Madrid y el Barcelona, tan acostumbrados a pasearse por nuestra liga con prepotencia, tan habituados a utilizar su apisonadora millonaria sobre equipos más modestos, sufrieron la derrota de su aspiraciones más deseadas. Una cura de humildad en toda regla de quienes ya se saben seguros ganadores de todo, o de casi todo. Las ligas europeas son cada vez menos competitivas y, en general, la lucha por el título queda reducida a dos equipos que suelen sacar a sus perseguidores una ventaja abrumadora. El Real Madrid le lleva al tercer clasificado 33 puntos. En las demás ligas, Premier, Calcio, Bundesliga, la diferencia es ligeramente inferior pero igualmente insalvable. Los equipos grandes se lo llevan todo, ingresos económicos de las televisiones, publicidad, y saturan la información deportiva en los medios de comunicación, lo que, de una forma u otra, produce el efecto casi hipnótico de reclutamiento de aficionados. La derrota te hace mirar las cosas con perspectiva, situarte en tu justa medida y quizás no proyectar hacia el futuro victorias aún no disputadas en el campo de batalla. Los demás, los que seguimos a nuestros equipos, los de nuestra ciudad, seguiremos luchando por sobrevivir. Y créanme que a éstos no les hace falta una cura de humildad, sino una sobredosis de optimismo.


martes, 24 de abril de 2012

LA HORA DE LOS LIBROS

La estimada amiga Layna nos ha lanzado un meme sobre libros, con unas preguntas que a todo buen usuario del noble papel impreso le deben sonar muy pertinentes. Y este momento, en que se abre paso el libro digital o "eBook", resulta muy oportuno para los que aún queremos sentir el tacto del papel sobre nuestros dedos. La modernidad puede imponerse, pero el placer de sostener un libro tradicional es algo irrenunciable.
Las preguntas son: 
1-¿Cuál es el libro que estás leyendo ahora? 
Pues acabo de terminar "Películas clave del cine de Superhéroes" de Quim Casas y me dispongo a comenzar la lectura de "Granada misteriosa" de José Manuel Frías, un viaje sobre el tema de las casas encantadas, crímenes, prodigios religiosos, apariciones y otros misterios de la ciudad de la Alhambra. 

2-¿Cuándo acostumbras a leer? 
Teniendo en cuenta que gozo de la compañía de dos niñas muy revoltosas, sobre todo antes de dormir.
3-¿Cómo marcas la página por la que cual vas?
Con un marcador o con algún papel cualquiera, pero nunca doblo las hojas.
4-¿Subrayas o haces anotaciones?
Jamás, me parece, y es una manía personal, un sacrilegio escribir o anotar algo en un libro.
5-¿Qué te motiva a leer un libro en concreto?
Sobre todo la temática y si es de cine mejor, aunque no descarto una novela si es capaz de engancharme en las primeras páginas.
6-¿Qué tipo de libros son tus favoritos? 
En estos momentos, los de cine principalmente y cómics, aunque hubo una época que era capaz de leer incluso a Kant o a Kierkegaard y, otra, en que me apasionó el tema de los enigmas, ya saben, ovnis, extraterrestres, fantasmas, criptozoología, etc, etc...
7-¿Un libro que te haya marcado? 
"No somos los primeros" de Andrew Tomas, porque te hacía reflexionar sobre la historia de la humanidad desde otro punto de vista. 

8-¿Alguna costumbre o manía relacionada con los libros que lees?
Ninguna destacable.


Animo a todos los que visitáis la Guarida a realizar este interesante meme que Layna ha tenido la amabilidad de elaborar. Gracias a todos por vuestra colaboración. 


lunes, 23 de abril de 2012

DE REPENTE, UN PREMIO




 Mi buen amigo Miquel Zueras ha tenido el detalle de concederme un premio, cuyas reglas son las siguientes:
- Copiar y pegar el premio en el blog y enlazarlo al blogger que te lo otorgó.
- Señalar tus cinco blogs preferidos con menos de 200 seguidores y escribir comentarios en sus blogs para que conozcan que han recibido el premio.
Ya he comentado en alguna ocasión que no tengo madera de jurado, así que teniendo en cuenta que para mí, todos los que habitualmente pasan por aquí merecen un premio, procederé al nombramiento de los siguientes blogs, que a su vez, deberán elegir a otros cinco y continuar la cadena:

-Post-nuclear Bloody Diary
-La Gran Pantalla
-El blog del Tirador solitario
-El Oasis de Layna
-Tindalos

Enhorabuena a los premiados e insisto, todos los que formamos esta comunidad bloguera merecemos este premio, pero hay elegir solamente a cinco. ¿Se nota que me cuesta hacer de jurado?.




miércoles, 18 de abril de 2012

CONCURSO: ¿ADIVINA QUE CINE TRIUNFABA EN EL MEDIEVO?

El ilustrador y animador ruso Andrey Kuznetsor realizó estas versiones de carteles cinematográficos, que aunque en algunas páginas web las definen como del siglo XIX, es obvio que el estilo es netamente medieval. Les reto a que adivinen a que películas pertenecen en este primer concurso de La Guarida, cuyo premio es mi reconocimiento de su astucia y sabiduría.

LAS SOLUCIONES AL FINAL DE LA ENTRADA










LAS PELICULAS SON:

01-LA NARANJA MECANICA
02-EASY RIDER
O3-SPIDERMAN
04-HARRY POTTER
05-STAR WARS
06-ANACONDA
07-LA GUERRA DE LOS MUNDOS
08-COCODRILO DUNDEE
09-TRAINSPOTTING
10-TERMINATOR
11-MATRIX

Y LOS GANADORES SON: ORO PARA FIONA
PLATA PARA BELKNAP
BRONCE PARA PLISKEEN

No obstante, como dice el amigo Einer, quizás alguna no sea una película, así que les animo, si alguno sabe ruso, que se pasen por la web del autor e intenten descifrar las aquí publicadas y otras que un servidor no tenía ni idea de qué podría ser:

http://www.hiero.ru/Akuaku/Lubki/gallery?page=1


sábado, 14 de abril de 2012

PATRIMONIO NACIONAL


Hace un par de días he revisado "Nacional III" de Berlanga y, siendo como es la más floja de la trilogía que compone junto a "La escopeta nacional" y "Patrimonio nacional", no deja de tener su mérito y un sentido del humor con pinceladas de genialidad. El mérito principal recae en un actor como Luis Escobar, al que pienso que no se le ha reconocido lo suficiente. En una escena de la película le recriminan al Marqués de Leguineche (Escobar) que se acueste con su criada (Chus Lampreave), y se justifica argumentando que la utiliza como cataplasma para aliviar sus males de espalda. Solo alguien con la naturalidad y gracia de Luis Escobar hace que esa contestación funcione a la perfección. El actor madrileño, nacido en 1908, era en realidad Marqués de las Marismas del Guadalquivir, además de escritor y director de teatro. Tal vez fuera por su condición de aristócrata por lo que Berlanga le eligió para su papel de Marqués en "La escopeta nacional", pero el acierto fue absoluto, porque en la siguiente entrega, "Patrimonio Nacional", el actor está sublime, y encarna a la perfección la socarrona visión de una corte que ya no volverá. No es el único que borda su interpretación, porque tanto José Luís López Vázquez, Alfredo Mayo, Amparo Soler Leal, Mary Santpere, Luis Ciges, Agustín González e incluso José Luís de Vilallonga están excelsos. Y lo están por la sencilla razón de que imprimen ese carácter natural del cine de Berlanga, ese ir y venir de personajes que se pisan diálogos y que rozan el esperpento. En una escena, en la que reciben a un notario para tramitar la incapacitación mental de la señora del Marqués (Mary Santpere), tanto su marido (Luis Escobar), como su hijo (López Vázquez) aparecen disfrazados como dos lunáticos, siendo su comportamiento y todas las circunstancias que les rodean, incluida una gallina, poco acertadas como para pedir un certificado de enajenación mental de nadie.
En "Nacional III", que se desarrolla en los días del golpe de estado de Tejero, hay otro momento memorable. Agustín González, que interpreta a un cura muy de derechas, escucha por las calles de Madrid el sonido de un motor de grandes dimensiones y, creyendo que son los tanques del ejército, se dispone a recibirlos entre vítores y alegría, cuando descubre que en realidad es una excavadora, descargando su decepción y enfado sobre el pobre conductor de la misma. Célebre frase suya es aquella de "La escopeta nacional", que ante la reclamación de López Vázquez de la nulidad matrimonial, éste le vocifera "¡Lo que yo he unido, no lo separa ni Dios!".

Pero, volviendo a Luis Escobar, Berlanga le regala en la primera entrega de la trilogía nacional, una escena que hace honor al fetichismo erótico del director valenciano. El Marqués de Leguineche pierde, víctima de la furia de su nuera, su colección de vello púbico (o como más directamente dice Saza, "¡Son pelos de coño!") obtenido de sus numerosas conquistas. Dos voluntarias se ofrecen a iniciar de nuevo su peculiar afición, y Escobar nos narra la calidad del mismo, con su peculiar voz, que si este es finísimo o que aquel es puro visón. En su interpretación, hace que un momento que parecería de lo más ordinario, alcance la pura esencia de la elegancia más aristocrática.

Aunque no tenga nada que ver con las propuestas de Berlanga, Luis Escobar tuvo otra interpretación en "La colmena", que si bien es breve, no deja de tener un mérito enorme. Aquí interpreta a un jurista, Don Ibrahim, al que varios escritores de medio pelo, habitantes de tertulias literarias, animan a que les recite su alambicado discurso de ingreso en al Academia de Jurisprudencia, con el único fin de que les pague un café. La segunda vez que aparece, le vuelven a exhortar para que pronuncie su parrafada, pero Don Ibrahim les informa apesadumbrado que hoy no le alcanza apenas para un café. No obstante, aquellos decepcionados amantes de la cafeína literaria, le insisten que, a pesar del contratiempo, no les importa que les recite el mencionado discurso, gesto de honestidad ciertamente entrañable. Por cierto, aquellos tertulianos, eran nada más y nada menos que Paco Rabal, Francisco Algora, Mario Pardo, José Sacristán y un inventor de palabras llamado Camilo José Cela. Y es que en el film de Mario Camus están casi todos los actores que han hecho grande el cine español, a excepción quizás de Fernando Fernán Gómez y algún otro más. Ya me lo decía hace algunos días el amigo Tirador, que aquella generación de actores es irrepetible y no puedo estar más de cuerdo con él. Un patrimonio nacional a preservar.


martes, 10 de abril de 2012

EL PAJARRACO

Anastasio Cornejo era empleado de pompas fúnebres. Su monótona vida transcurría entre féretros y lágrimas ajenas. Su mujer, doña Filomena, mujer poco agraciada, había sido una señorita de provincias que apuntaba hacía una galopante soltería, hasta que se cruzó en su camino Anastasio. Le decía su madre "Aprovecha que es el último tranvía" y ella mascullaba para adentro "O el primer ataud". Fuera como fuese, ambos espíritus se unieron en santo matrimonio, y se mantenía a duras penas, sobre todo por la depresión incurable que el oficio de su marido producía a doña Filomena. Un día, Anastasio pasó delante de una pajarería y le resultó tremendamente simpática una especie de cacatúa, de color blanco, que le miraba desde el otro lado del cristal con cierto interés. "Es una ninfa, es cariñosa y con un poco de paciencia puede enseñarle algunas palabras". Con el rostro ilusionado, el empleado de pompas fúnebres acudió a su casa con el pájaro en una bonita jaula, esperando que le pudiera hacer compañía a su esposa y alegrarle la vida. Cual fue su sorpresa cuando, antes de llegar, observó un tumulto de gente agrupado en torno a una ambulancia. Uno de sus vecinos le dijo por las bravas y sin tacto alguno "Su mujer ha salido del portal y se ha tirado debajo del camión del butano. Se ha ido para el otro barrio, no somos nada".
Después de aquel fatídico día, pensaba Anastasio que aquel pájaro, que le había comprado a su difunta esposa, le haría compañía. Nada más lejos de la realidad, durante años nació un sentimiento de mutuo odio entre ambos. Aquel "repugnante animal", así era como le llamaba su dueño, jamás articuló una sola palabra. Solía picar con furia los dedos de Anastasio y éste siempre le decía sin perder la costumbre, "¡Algún día te enterraré pedazo de bestia!". Emitía un piar ensordecedor que podía oírse a varías manzanas de allí. De hecho, cuando doblaba la esquina de la calle, parece que aquel pájaro intuía la cercanía de su dueño y comenzaba a chillar de forma escandalosa, hasta que introducía la llave en la cerradura y aquel píar se hacía insoportable. "¡Algún día te enterraré pedazo de bestia!" le gritaba el pobre hombre, "¡Y encima ni habla!", sentenciaba después. Los vecinos del barrio solían acudir a su puerta a quejarse del alboroto que solía emitir aquel insolente animal. Más de una vez le dejó la puerta abierta de la jaula para que escapara, pero jamás puso una pluma fuera de ella. No quería darle el pasaporte, porque había sido un regalo para su sufrida esposa y para eso era muy respetuoso y serio, así que se conformaba con decirle, una y otra vez, "¡Algún día te enterraré pedazo de bestia!".

Pasaron los años y los dos se hicieron viejos. Un día, mientras le daba comer a su odiado compañero, Anastasio sintió una fuerte punzada en el pecho, se sentó en el suelo y se iba desvaneciendo poco a poco. Antes de que el corazón diera su último latido, escuchó al pajarraco que le decía: "¡Algún día te enterraré pedazo de bestia!".


lunes, 2 de abril de 2012

JESUS DE NAZARETH


Estoy convencido de que soy un tipo de lo más peculiar. Debo ser el único ateo convencido que suele programarse en Semana Santa un ciclo de cine religioso relacionado, como no podía ser de otra manera, con el tema de la pasión de Cristo. Ya escribí una entrada sobre este interesante tema en el 2010. Ahora les voy a contar mis impresiones sobre "Jesus de Nazareth" de Franco Zeffirelli, y no porque sea considerada la mejor adaptación que se ha realizado, sino por dos aspectos que me resultan ciertamente interesantes.
La traslación a la pequeña pantalla, que llevó a cabo el director italiano en 1977, no se puede decir que sea ni de lejos la más revolucionaria, todo lo contrario, siempre se ha manifestado la ortodoxia del realizador, su conservadurismo y su carencia de riesgo. Aspecto que si posee, por ejemplo, el trabajo de Mel Gibson al aventurarse en la exposición, sin paliativos, de la violencia más radical, que algunos podrían considerar demasiada cercana al cine gore, o por el supuesto trato dispensado a los judíos. Atrevida y polémica lo fue también en su día "La última tentación de Cristo" de Scorsese, que provocó un incomprensible escándalo en algunos sectores religiosos, que no entendieron absolutamente nada y se lanzaron directamente a la yugular con un juicio incorrecto y precipitado.



Siendo como es "Jesus de Nazareth" una propuesta que agrada a los sectores más conservadores del catolicismo, mantiene, no obstante, algunas virtudes no exentas de cierto mérito. La primera es el impecable reparto. No es un asunto baladí contar con Anne Bancroft, Christopher Plummer, Ernest Borgnine, Michael York, Ian McShane, Laurence Olivier, James Manson, Anthoy Quinn, Ralph Richardson, Peter Ustinov, Rod Steiger y otros eficientes y conocidos actores de televisión. Aunque alguno de ellos tuviera un peso de poca importancia, el conjunto de sus interpretaciones le otorga al trabajo de Zeffirelli una consistencia más que aceptable. La elección de un relativamente poco conocido Robert Powell para el papel de Jesucristo fue más que un acierto, pues dota al personaje de una mirada magnética difícilmente equiparable a la que han aportado otros actores a lo largo de la historia para dicho papel. Otorga, al mismo tiempo, grandeza y una poca disimulada vulnerabilidad que enriquece su actuación sin ningún tipo de dudas.



La parte más interesante de esta adaptación televisiva es, por supuesto, la que narra la pasión de Jesucristo y como decía anteriormente, hay dos momentos que me resultan muy interesantes. El primero de ellos es un supuesto diálogo entre Barrabás (Stacy Keach) y el Mesías, antes de su crucial encuentro ante la sentencia de Pilatos. En esa improvisada reunión, Barrabás, dibujado aquí como un zelote y no como un simple criminal, le propone a Cristo su colaboración para combatir la dominación romana, pero obtiene una respuesta que es imposible de asumir. Jesús le dice que hay que amar a los enemigos y perdonar. Barrabás escucha esas palabras con asombro, como si las pronunciara alguien que ha perdido el juicio. Es el enfrentamiento entre dos formas de pensar, entre dos mundos distintos, el pragmatismo de Barrabás y el mundo ilusorio de quien proclama que su reino no es de este mundo. En ese momento se produce una fisura irreparable, pues la frase "ama a tus enemigos" es toda una suerte de rendición ante la adversidad, una filosofía que, efectivamente, no es de este mundo y que, de una manera u otra, sella el destino de Cristo.



Otro momento muy estimulante es la aparición de Pilatos, un inmenso Rod Steiger. Llega a caballo, con el polvo del camino, hastiado y cansado del destino que le ha tocado en suerte. Es también un pragmático como Barrabás y se mantine en un estado de enfado casi permanente, mezclado con cierto tono socarrón. Saturado de mesías, religión y costumbres judías, acepta de mala gana la comparecencia de los miembros del Sanedrín que le traen como reo a quienes ellos manifiestan que es un blasfemo peligroso, merecedor de la muerte. Pilatos observa a Jesucristo con una mezcla de burla y a la vez de cierta simpatía entrañable, ante lo que considera que es una muestra más del paroxismo de una época y de un lugar. Ante las respuestas de tan peculiar personaje, el prefecto romano sentencia: "Este hombre no es un delincuente, es un soñador". El resto de la historia es de sobra conocido.