miércoles, 26 de septiembre de 2012

LA DISPUTA DEL CRÁNEO


 "Dentro de los seis meses siguientes a la entrada en vigor del presente Tratado, Alemania deberá restituir el cráneo del sultán Mkwawa que, sacado del protectorado alemán del África oriental, ha sido transportado a Alemania, deberá ésta remitirlo en el mismo plazo al Gobierno de S. M. Británica."

Semejante petición no fue introducida en ninguna negociación baladí, sino que formaba parte del Tratado de Versalles que firmaron la derrotada Alemania y las potencias aliadas en el año 1919. Suponía el final de la Primera Guerra Mundial y, entre muchas exigencias de más relevancia,  figuraba ésta en la parte VIII, sección II, artículo 246. Para entender semejante petición hay que retroceder algunos años atrás, concretamente al año 1891.

En 1885 una colonia alemana se estableció en Tanganika en la África oriental y muchos jefes tribales llegaron a un acuerdo pacífico con sus nuevos invasores. Todos menos el líder de la tribu wahhehe, el sultán Mkwawa,que ofreció una resistencia notable, hasta tal punto que en 1891 fue capaz de derrotar a un batallón alemán con rudimentarios arcos y lanzas. Transcurridos tres largos años, las tropas alemanas rodearon la fortaleza del sultán, pero no lograron capturarle, iniciando éste una guerrilla que resultó un incordio para las autoridades alemanas que, con esfuerzo y tesón, fueron capaces de acosarlo hasta que, acorralado, Mkwawa se pegó un tiro en la cabeza para evitar la humillación de su captura.  El cráneo del caudillo de la tribu wahhehe fue enviado a Berlín como trofeo.

Cuando los ingleses ocuparon Tanganika, lo antiguos súbditos del sultán solicitaron la devolución del cráneo al estar dotado de poderes mágicos, según sus creencias. No se sabe por qué extraño motivo, ni por qué clase de presión, puede que en realidad si tuviera poderes de persuasión, el caso es que los británicos accedieron a incluirlo en el Tratado de Versalles. No obstante, los alemanes eludieron su responsabilidad, argumentando que ya lo habían devuelto a tierras africanas, algo que era ciertamente indemostrable.

Supongo que la humillación de la derrota y las condiciones severas del Tratado no daban lugar a que algo tan estrafalario pudiera considerarse con un mínimo de rigor. Lo cierto es que en 1953 se encontró una colección de 2000 cráneos en el museo de Bremen, llegando a la conclusión de que, la reliquia en cuestión, correspondía a la única pieza que mostraba el agujero de una bala. El 9 de julio de 1954, la supuesta calavera del sultán de los Mkwawa,  se trasladó al Museo Memori de Iringa en Tanzania (antigua Tanganika). La historia alcanzaría después un incidente bastante significativo, cuando un escritor alemán, Rudolf Frank, publicó una novela antibélica, "El cráneo de Mkwawa",  que tenía como protagonista al caudillo de los wahhehe, siendo tal libro  uno de los que Hitler mandó quemar en la Bebelplatz en mayo de 1933. Una vez más, aquel reyezuelo africano colmaba la paciencia de los alemanes.  Como curiosidad existe una aventura gráfica del personaje del cómic January Jones, aventurera y piloto, con el título de "La calavera del sultán de Mkwawa".



jueves, 20 de septiembre de 2012

QUEMANDO DISCOS


A lo largo de nuestra vida nos vamos empapando de muchas cosas y, al final, somos el resultado de la experiencia vivida. En este caso de la experiencia escuchada. La música es algo esencial en lo cotidiano, forma ya parte inseparable de la rutina y, a cada uno, le ha marcado un determinado sonido, una melodía o una letra que le quedó grabado de forma permanente. Supongo que todos tenemos un recorrido musical, un poso en el que hemos ido creciendo, una base con la poder evolucionar. Sobre gustos ya saben lo que dicen y, en ese sentido, nuestras preferencia musicales son algo tan particular que cualquier música tiene que ser respetada como un opción libre y personal. Estoy seguro de que cada uno de ustedes tiene una lista de discos que han quemado hasta la extenuación, que nos les ha pesado escuchar una y otra vez. Algunas de esas propuestas, machacadas de forma insistente, ya no nos seducen lo que antaño y han sido superadas, aunque siempre quedaran como parte inherente de nuestra educación sentimental y otras siempre han permanecido como el sonido que nos produce un particular e intransferible placer. Al fin y al cabo, ¿quién no se ha mortificado alguna noche, escuchando una canción triste, después de un desengaño amoroso?. No tienen que ser a la fuerza discos míticos, ni tan siquiera los mejores de sus autores, pero, por razones íntimas, nos pertenecen para siempre. Estos son algunos de mis discos quemados que, poco, nada o mucho, coincidirán con los de cada uno de ustedes.

THE TURN OF FRIENDLY CARD (THE ALAN PARSONS PROJECT):  El primer disco que escuché de esta formación fue el más conocido "Eye in the sky", y desde entonces me convertí en un incondicional y fui adquiriendo poco a poco su discografía completa, primero en cassette, después en vinilo y finalmente en MP3. Con un arranque espectacular, este disco representa a la perfección el rock sinfónico que es sello intransferible de Alan Parsons Project que en realidad, teniendo en cuenta quién de sus componentes tenía más mérito,  debió llamarse Eric Woolfson Project.

STATIONARY TRAVELLER (CAMEL):  Otra muestra de rock sinfónico, o progresivo, de la mítica banda del camello que cuenta la historia de dos jóvenes amantes que debe separarse por causas políticas en el trasfondo histórico de las dos Alemanias. Siempre me pareció muy melancólica esta portada en blanco y negro y enigmática la muchacha que camina sin rumbo, toda una declaración de intenciones. 

WISH YOU WERE HERE (PINK FLOYD):  A pesar del peso de dos discos monumentales como fueron "La cara oculta de la luna" y "El muro", siempre me fascinó el sonido, que yo calificaría de sinfónico industrial, de este trabajo del año 1975, que pretendía ser, entre otras cosas, un recuerdo para Syd Barret, miembro que había sido de Pink Floyd,  cuyos problemas mentales y otros enfrentamientos le obligaron a abandonar la banda británica. 

VOLUMEN BRUTAL (BARON ROJO): Toda una referencia en cuanto a lo que el rock duro, Heavy o como se quiera llamar, representó en un país como el nuestro, donde este género no tenía quizás la trascendencia que la banda de los hermanos de Castro supo darle. Éxito incuestionable que les permitió una gira por las islas británicas y la grabación de una versión en inglés, hoy en día una joya para coleccionistas.

ROCK & RIOS (MIGUEL RIOS): En mi opinión uno de los mejores directos de la historia de nuestro país. Miguel Rios en cuerpo y alma, mostrándose como un auténtico animal en escena, manejando los tiempos, con carisma y con una banda realmente notable. Corría el año 82 y España se encontraba ya inmersa en un cambio irreversible.

THE PRESENT (MOODY BLUES): Aunque nunca fui demasiado aficionado a la banda de Birmingham, a la que solo recordaba por aquellas "Noches de blanco satén", un disco elegido un poco al azar, y por conocerlos algo mejor, fue "The present", cuya música me enganchó y eso teniendo en cuenta que por entonces, el año 83, las cosas no marchaban muy bien para los chicos de Moody Blues.

PAINKILLER (JUDAS PRIEST): Si se pudiera hablar de cierto sinfonísmo metálico no cabe duda de que estaría representado en este trabajo del año 1990, álbum poderoso, se dice que influenciado por el speed metal y que tuvo una nominación al Grammy a la mejor Actuación Metal. Sería el último trabajo de su vocalista, el carismático Rob Halford y, aunque después volviera a la formación, algo de magia se perdió en el camino. Siempre recordaré a Halford en aquel directo del 87, "Priest... live!, como accedía al escenario de forma parsimoniosa subiendo unas escaleras y, como en vez de cantar, parecía que fuera a recitar una obra de Shakespeare.

KING CREOLE (ELVIS PRESLEY): No se trata solamente de ser un disco con canciones portentosas de la mano del Rey, sino que además pertenecen a la que en mi opinión es la mejor de sus películas. Dirigida por Michael Curtiz y teniendo de malo a Walter Matthau que más se puede pedir. 

RITCHIE BLACKMORE´S RAINBOW (RAINBOW): Primera apuesta en solitario del guitarrista de Deep Purple, entre otras razones por sus discrepancias con Dave Coverdale, aunque para reconocerlo hay que decir que el señor  Blackmore era un tipo de cierto carácter, y la leyenda cuenta que él y su primer vocalista de Raimbow, el mítico Ronnie James Dio, se hacían mutuamente magia negra. Cosas del rock.


CONAN THE BARBARIAN (BASIL POLEDOURIS): Recuerdo horrorizado como, la primera vez que puse la magnífica obra de Poledouris en el equipo de música, la cinta se enredó en los cabezales y, armado de paciencia pude rescatarla no sin evitar ciertos desperfectos que acompañaron siempre la audición de aquella banda sonora magistral.

PIECE OF MIND (IRON MAIDEN): En este cuarto disco ya empieza a tomar su propia identidad el que a la postre sería la marca de la casa, una especie de mascota llamado Eddie, cuyas portadas protagonizaría una y otra vez. Steve Harris demostró que un bajista también puede liderar una buena banda de heavy metal. No olvidemos a un vocalista de la personalidad de Bruce Dickinson, cuyo físico parece extraído de la imaginación de Robert E. Howard.

LA NOCHE (AZUL Y NEGRO): Siendo muy generosos, se podría decir que Azul y Negro son los Kraftwerk españoles y siempre serán recordados por sus aportaciones musicales a alguna vuelta ciclista a España y, también, por poner sintonía a la serie de animación de "Naranjito" o "Los sabios". Algo superados por el tiempo, pero con un encanto especial.


GREASE (BSO): Un puñado de buenas canciones para una de esas películas que llaman generacional. Al fin y a la postre, ¿quién no se enamoró de Olivia Newton-John o bailó emulando a Travolta subido encima del capó de un coche?.

A NIGHT AT THE OPERA (QUEEN): Una joya sin igual, uno de los mejores trabajos de Queen con un lugar cumbre en la historia de la música. 

OMMADAWN (MIKE OLDFIELD): La primera vez que lo escuché no me entusiasmó en absoluto, hasta tal punto de querer endosárselo al primero que le interesase. Después me gusto tanto que lo quemé una y otra vez.

BON VOYAGE (ORQUESTA MONDRAGON): De como se puede componer música desenfadada y divertida sin perder calidad y el descubrimiento de Javier Gurruchaga, un Showman sin igual.





lunes, 17 de septiembre de 2012

APOTEOSIS EN NIMES


Impresionante corrida de toros en Nimes a cargo del mítico José Tomás, que cortó once orejas y un rabo de forma magistral. El público enardecido y casi enajenado opinó que era poca recompensa, así que fueron muchos los aficionados que se arrancaron sus propios penes y testículos arrojándoselos al torero.



lunes, 10 de septiembre de 2012

LA PIEL QUE HABITO

Atención, lo que voy a contar es el argumento, en orden cronológico, de "La piel que habito" del gran, grandísimo, director Pedro Almodóvar, por lo que contiene eso tan moderno que se conoce hoy en día como spolier, una palabra que suena a algo relacionado más con el tunig que con destripar una película. Sirva como advertencia para aquellos que no la han visto y quiere reservarse el factor sorpresa, aunque para ello tengan que renunciar a mi soberbia y audaz prosa. La sinopsis me ha salido un poco extensa y no he tenido más remedio que utilizar un lenguaje a veces demasiado vulgar, pero a buen seguro ustedes me sabrán perdonar.

Marilia (Marisa Paredes), de profesión ama de llaves abnegada, tuvo en su juventud alguna que otra aventurilla, cuyo resultado fueron un par de retoños de distintos padres. Uno de ellos es Robert Ledgard (Antonio Banderas) y el otro Zeca (Roberto Álamo), sin más apellidos y más historias. El primero es cirujano plástico y el segundo es un delincuente, cuyo acento parece indicar que es portugués, brasileño o de Monforte de Lemos, vaya usted a saber. Ambos comparten que son algo perturbados e ignoran que son hermanos y sólo Zeca sabe que su madre es Marilia.



Esta última se hace ama de llaves del cortijo El Cigarral, propiedad de Robert, y una noche Zeca se escapa con la mujer de aquel, Gal,  tienen un accidente de coche y ella muere. Realmente no fallece, ya que Robert la lleva a su casa y hace que se recupere. Un día, horrorizada ante su aspecto de churrasco chamuscado, se tira por la ventana y se muere. Su hija Norma (Blanca Suárez) es testigo del incidente y cae en una terrible depresión. No obstante, muy empastillada, acude con su padre, Robert, a una boda en la que coincide con  Vicente (Jan Cornet), un joven que trabaja con su madre y una dependiente lesbiana, a la que le tira los tejos infructuosamente, en una tienda de ropa usada. Como es normal en cualquier boda que se precie, en el jardín se produce una orgía en toda regla, incluidos los patos de la fuente. Norma acompaña a Vicente en tal sexual ambiente y le habla de que si está hasta las trancas de tranquilizantes, que le gustaría estar desnuda y, claro, el chaval, que también está puesto de los suyo, piensa "¡Aquí hay tema, merengue, merengue!" y comienza a sobarla. Pero Norma no parece demasiado cómoda y le muerde con fuerza. Vicente le pega una bofetada y la deja inconsciente, asombrado de su desconocida potencia física, equiparable al del increíble Hulk. Mientras, el pillastre de Robert pasea por el jardín observando los inocentes juegos sexuales que allí transcurren. Topa con su hija, sin sentido y perfectamente vestida, mientras a los lejos ve a un motorista que se aleja y piensa "¡El tío de la moto ha deshonrado a mi preciada hija, se va enterar el muy canalla!".



En el hospital la niña se mete en el armario cada vez que ve a su padre, al que cree responsable del acoso sexual, no pudiendo soportarlo más y suicidándose. Robert piensa que el que ha cometido semejante felonía es Vicente, porque es un hombre y tiene moto. Lo secuestra y lo encadena en gallumbos a la pared en unas mazmorras, donde es alimentado a base de barreños de agua. Le afeita, le anestesia y en su quirófano particular en El Cigarral, acompañado por un grupo clandestino de cirujanos, le hace una vaginoplastia (para profanos, le quita el pene y le hace una vagina tamaño estándar). Cuando Vicente despierta y recobra totalmente la conciencia es informado de lo sucedido y éste reacciona igual que si le hubieran dicho: "Tenías un callo en el dedo gordo y te lo hemos limado". Si es que hay gente predispuesta a que le gasten este tipo de putadas. Cualquier otro le hubiera dado un coraje de dimensiones cósmicas, destrozando mobiliario e impactando su mano en forma de palma sobre el rostro del tal Robert hasta dejarlo como una morcilla de Burgos. Eso si tener en cuenta la fuerza bruta de Vicente, que lejos de molestarse atiende embobado como tiene que introducirse, poco a poco, un juego de consoladores que van desde el tamaño tití hasta el Nacho Vidal, para dilatar se entiende y no para gozar, que eso ya llegará. El pérfido Mad doctor, con apellido de presentador del "Un, dos, tres", le comenta que es sólo el principio, pues, cuando termine con él, lo va a dejar igualito a Elena Anaya, perdón a Gal, su difunta esposa.



No solo le transformará en una bella mujer, sino que, utilizando papel higiénico mojado, le va a fabricar una piel anti-mosquitos e ignífuga que ni la Antorcha Humana. Así que Vicente se convierte en Vera (Elena Anaya), que en un cautiverio más elegante se dedica a trocear vestidos y aspirarlos por un tubo y a escribir en las paredes "El opio es la leche", aunque el único que se lo fuma en pipa es Robert. Un día cualquiera aparece el mejor personaje de la película, que no es otro que Tigretón, o lo que es lo mismo, el hermano bastardo del cirujano, Zeca, disfrazado de tigre. Muchos pastelitos Tigretón debió tomar Almodóvar en su infancia por los llanos de la Mancha para presentarnos al personaje con tal indumentaria. Pero un capricho es un capricho, y con la justificación de los carnavales, el hijo díscolo de Marilia aparece a las puertas de la finca de Robert, enseñando el culo para su correcta identificación y pidiendo asilo a su madre. Acaba de asaltar una joyería a cara descubierta y ante las cámaras de vigilancia y, lógicamente, la policía le sigue los talones. No sabía este muchacho que el disfraz se lo tenía que poner antes del atraco y no después. Como en el cortijo hay cámaras de la estancia de Vera hasta en la cocina, a vista del servicio al que no le sorprende en absoluto que tengan una mujer secuestrada, Zeca la descubre y se pone a cien. Amordaza a mamá y la ata a una silla, sube a la habitación y acosa sexualmente a Vera. Es descubierto por su hermano Robert que le pega dos tiros y lo entierra. A partir de ese momento se apiadará del mutado Vicente y le dejará salir por la casa e incluso a la calle. Tanto buen rollo da paso directamente a la relación sexual y amatoria de Robert y Vicente, perdón de Vera. En ese momento el mensaje de la película es preclaro: "Si un individuo intenta violar a tu hija, secuéstralo, cámbiale de sexo, fóllatelo y después encóñate por él".


En realidad todo era una estrategia de  Vicente/Vera que solo quería ganarse la confianza de su creador.  Una noche de lujuria y pasión cambia el lubricante por una pistola y, con una puntería a lo Robocop, le dispara al corazón a Robert. Marilia, alertada por el ruido, toma en su mano un revólver y Vera le acierta haciendo también idéntica diana. Aquí va todo el mundo armado, hasta el ama de llaves, no como en EEUU, el paraíso del rifle, que aparece un chiflado pegando tiros y no hay quien tenga una puñetera pistola para abatirlo. En resumidas cuentas, y para no hacer el tema más largo, Vera le hace una visita a su madre y a la dependienta lesbiana (ahora podrán consumar su amor), terminando la película con esta gloriosa frase:
-¡Que soy Vicente, es que me han secuestrado y me han cambiado de sexo!


Berlanga solía incluir en todas sus películas el término "austrohúngaro" y Almodóvar mantiene su obsesión por los transexuales. En esta comedia singular le hace el homenaje más rotundo. Cuando hablaba de Batman en la entrada anterior, argumentaba que al cine no se le puede aplicar unos baremos de realidad demasiado estrictos, que al fin y al cabo es un espectáculo de evasión, pero debo reconocer, y en esto se demuestra lo subjetivo que es el gusto cinéfilo, que me resulta muy difícil equiparar ambas propuestas. Además reconozco mi malévola intención, con esa especie de trampa que supone contar una película en plan irónico. Siempre me pareció que el director manchego era un hábil ejecutor de folletines amanerados y repetitivos, y aunque soporto alguna de sus propuestas, creo que esa repetición de clichés comienza a ser algo cansina y poco original. Porque, por encima de todo, el guión que aquí se proponía parecía tener todas las dosis propias de un film de terror del género "Mad Doctors", igual que en su día "Carne trémula" tenía ínfulas de cine negro, pero el envoltorio del producto es tan pesado y tan imbuído del colorín cercano al culebrón, que al final resulta un experimento fallido. Seguramente esta pequeña crítica demuestra el carácter parcial de mi criterio, dominado por lo poco atractivo que me resultan las propuestas de Almodóvar y con toda probabilidad estaré equivocado, pues no son pocos los reconocimientos que a escala internacional ha alcanzado el director de "Pepi, Luci, Bom", cuyo talento en la dirección es notable, pero  ya me gustaría verle, alguna vez,  un cambio de registro.



martes, 4 de septiembre de 2012

EL CABALLERO OSCURO DE NOLAN

Cuando en 1989 Tim Burton nos ofreció su particular visión de Batman, hubo una opinión generalizada de que se trataba de un ejercicio de estilo ciertamente brillante, una visión que difería en cuanto a escenografía a las alocados versiones televisivas de los 60, aunque en el fondo quizás no existía tanta diferencia. Ambas propuestas eran una apuesta por lo grotesco y, en cierta medida, por lo delirante. Bajo esa capa de oscuridad Burtoniana, se escondía un regusto por el esperpento. De hecho, tales tendencias se confirmaron en la segunda entrega, "Batman vuelve", con una clara apuesta por la excentricidad, salida directamente de la visión onírica de un Browning puesto al día. A pesar de las opiniones que consideraban esta segunda propuesta de Burton como magnífica, no sería capaz de sumarme a esa corriente y si a la de los que estimaron que aquello era una exageración grotesca, por otra parte no demasiado alejada del universo del señor de la noche. Con Joel Schumacher vendría su visión de colorines con pinceladas gay, o lo que se podría considerar simplemente como desastre chillón y hortera.


Después llegó Chritopher Nolan y cambió radicalmente no sólo el concepto que se tenía del mismo Batman, sino de los superhéroes en general. Las aportaciones de Raimi en SpidermanBryan Singer en X-Men habían sido a todas luces interesantes y se rompía con un recorrido algo chusco e infantil de los personajes salidos del cómic. Pero, el tratamiento que concedió el director británico a un personaje del carisma de Batman, merece mención especial. No se trata de que se haya eliminado cualquier factor mínimamente infantil o directamente estúpido e inverosímil, sino que se ha vestido al personaje de una realidad y respecto que le convierten en todo un referente.

El inicio de la nueva saga no dejó a nadie indiferente y el director de "Memento" nos ofrecía un punto de partida más que esperanzador. Uno salía del cine con cierta satisfacción y con la opinión certera de que había visionado algo distinto a lo mostrado hasta entonces, unos cimientos firmes donde sustentar un héroe contradictorio y oscuro como era Batman. El primer acierto fue la elección de Christian Bale, un actor que le confería al personaje entidad y fundamentalmente presencia. Pero, si además contábamos con unos secundarios de lujo como eran Liam Neeson, Gary Oldman, Michael Caine y Morgan Freeman todo iba encaminado al éxito. Éxito, por otra parte, que era debido fundamentalmente a una buena historia alejada del esperpento guiñolesco o de la excentricidad más inapropiada. Además se dotaba al personaje de un enemigo de la talla de Ra's al Ghul y su inquietante Liga de las sombras, sin caer en la estupidez congénita de la parodia.


"Batman Begins" era una muy loable introducción de los orígenes del personaje de la factoría DC Cómics y nos sirvió en bandeja su segunda entrega, una obra maestra sin paliativos del género. "El caballero oscuro" es un film monumental, con un malo extraordinario interpretado por un actor en estado de gracia, Heath Ledger, que ganó un Oscar póstumo al mejor secundario, cuando en justicia debió haberlo obtenido como mejor actor. El planteamiento del segundo trabajo firmado por Nolan es la construcción del héroe dual, representado por dos personajes con fines comunes y procedimientos divergentes. Uno de ellos es Batman, que ejerce sus métodos contundentes por medio de la puesta en escena, de la teatralidad de la que hablaba su mentor Ra's al Ghul, y cuyo único fin es impartir justicia inyectando el miedo de las sombras en las que habitualmente combate. El otro, nuestro caballero blanco, es  el Fiscal del Distrito Harvey Dent, cuya intención es limpiar las calles de Gotham aplicando la ley y eliminando la corrupción. Pero ambos personajes se cruzara en el camino de un pérfico y enloquecido Joker, el señor del caos y la anarquía. Su plan maestro es destruir la intachable condición del hombre íntegro que representa Harvey Dent. A un personaje como el interpretado por Ledger no le interesa el poder y el dinero, solo pretende arrastrar con su locura a los demás, sean estos señores del crimen o representantes de la ley. Como él mismo dice, su única motivación se podría equiparar a la que siente un perro cuando persigue a un coche.


"El caballero oscuro" destila honestidad y escapa de compromisos comerciales que puedan hipotecar la historia que quiere contar. Así nos ofrece un final poco común en el cine comercial. La chica muere y el fiscal Dent, deformado, se torna malvado e imparte justicia de forma contundente, aplicando la pena de muerte con el azar de la suerte que le otorga su nuevo álter ego, Harvey Dos Caras. Todo este giro argumental obliga a los protagonistas, Batman y el jefe de policía Gordon, a perpetrar una mentira. Mentira que servirá para forjar los cimientos de la tercera entrega, cuyo comienzo es un claro referente de esa patraña urdida para evitar manchar el nombre de un hombre honesto como era Dent, e impedir que el plan siniestro de Joker triunfara. La película comienza con una brisa pesimista de remordimentos, con la pesada losa que representa la mentira, aunque sirviera para combatir el crimen, teniendo el alto precio de difamar a un héroe como Batman. En Gotham se respira una calma aparente fundamentada en la ley que ha puesto a la mayoría de los delincuentes a buen recaudo. Esa especie de velo blanco hace que Bruce Wayne lleve desaparecido de escena unos cuantos años, inspirándose en una especie de Howard Hughes aislado y ciertamente antisocial. Pero es solo un mecanismo dormido que despertará de su sueño ante la irrupción de un villano como Bane, que, a diferencia de Joker, si tiene un plan escrupulosamente urdido y recubierto de una masa muscular de cierta consideración. Es el momento del regreso del Señor de la Noche y de que las mentiras se derrumben. 


Hay en "En el caballero oscuro: La leyenda renace", una destrucción del mito de Batman y un nuevo resurgir, que transcurre en ese pozo infernal que representa el viaje iniciático hacia un nuevo concepto de héroe. Además la sociedad civil, representada por las fuerzas policiales, toma conciencia de su responsabilidad y lucha codo con codo junto a Batman, en una escena memorable que pasará a los anales de la historia del cine. Algunos, a los que se le ha ido de la mano su concepto de hiperrealidad de la propuesta de Nolan, encuentran fallos en ciertos momentos de pura épica. He leído que no se entiende como Batman se entretiene, en una lucha contra el crono, en dibujar la gigantesca figura del murciélago en llamas sobre el puente. Olvidamos que el lenguaje cinematográfico se sirve de esas licencias y la escena en concreto es impactante, en cuanto simboliza un regreso y un atisbo de esperanza. No se puede prescindir de ella por ese supuesto contacto con una realidad que poco tiene que ver con el mito fantástico.


Entiendo que la polémica se haya arraigado, sobre todo, entre los que creían que Nolan sería capaz de firmar nuevamente una obra de la envergadura de su segunda entrega. No son pocos los que se han cebado en ella, mostrando su disconformidad por no llegar al nivel esperado. Pero es un error monumental menospreciar esta última propuesta, pues el desafío era ciertamente complicado. "El caballero oscuro" era abrumadora desde el primer plano hasta el último, no deja un momento de respiro y, en ese sentido, la tercera parte de la trilogía tarda algo más en arrancar, aunque, cuando llega el momento, sabe arrastrarte y noquearte ante las escenas que ofrece. Todos luchamos, de una forma u otra, en esa escena callejera de lucha cuerpo a cuerpo. Que Bane no tenga el carisma de Joker es evidente. Primero, porque la máscara no permite demasiado lucimiento facial y segundo, porque Ledger interpretó su papel de forma magistral, como si supiera que su vida llegaba a su fin y lo diera todo de sí mismo. En lo que comparto las críticas es en ese final, con apariencia de añadido. Un "happy end" aparente, pues solamente se desvela a uno de sus protagonista, un impresionante Michael Caine que borda su papel. Una  recompensa a un actor irrepetible y de carácter. Puede que la trilogía filmada por Nolan tenga sus altibajos, pero representa una parte incuestionable de la mitología de los superhéroes, un punto de vista a tener en cuenta y una referencia en la que, no cabe duda,  futuros directores del género tendrán como guía fundamental.