
Cuando yo tenía aproximadamente 11 años, circulaba por mi casa un libro que habían prestado a mi padre y que llevaba el fascinante título de "Existió otra humanidad" de J.J. Benítez. En él se nos contaba la historia reflejada en los grabados de unas misteriosas piedras por la cual una civilización humana había convivido con los dinosaurios. Una humanidad muy avanzada, con conocimientos médicos muy complejos, que habían conseguido un nivel elevado de interrelación con el mundo que les rodeaba, pero que por extrañas circunstancias había desaparecido. Eran las conocidas Piedras de Ica. Un médico peruano, Javier Cabrera, fue quien dio a conocer el magnífico hallazgo, manifestando que probablemente el origen de esta civilización fuese extraterrestre y la bautizó con el nombre de Hombre de Gliptolithic. Aunque la verificación de la autenticidad no ha sido concluyente, entre otras cosas por la imposibilidad de realizarles las pruebas del carbono 14, parece difícil dar veracidad a las mismas por haberse demostrado ciertas incongruencias, como la coexistencia de varios tipos de dinosaurios que pertenecen a distintos periodos geológicos, ilustraciones de cesáreas a estos animales, imposibles pues son ovíparos. Es sin duda una prueba evidente de que, quien realizó los grabados se limitó a copiarlos de ilustraciones sin ningún criterio lógico y racional. Incluso pruebas de microfotografía parecen demostrar que existen restos de pintura de la época contemporánea.

Fueran auténticas o no, lo cierto es que provocaron en mi una curiosidad e interés ciertamente poderoso. Me acababa de picar el gusanillo de la Astroarqueología, o lo que es lo mismo la teoría de que una civilización-extraterrestre muy avanzada había visitado la Tierra en la antigüedad, manipulando genéticamente al hombre para hacerlo avanzar en la escala evolutiva, enseñándole todo tipo de
conocimientos para su desarrollo. Era como una esponja y devoraba cualquier libro relacionado con el tema, hasta tal punto, de no cuestionarme si aquello tenía una mínima veracidad y convirtiéndome en un auténtico postulante, predicando a todo el que se me pusiera a tiro. El tiempo ha pasado y aquella hipnótica ingenuidad también, quedando relegado al apartado de lo fantástico e improbable, pero guardando aquellos recuerdos con el cariño que se merece lo extraordinario. No en balde se le ha llamado a este movimiento de investigación con el apropiado nombre de "Realismo Fantástico", siendo unos de los primeros precursores del mismo autores tan diversos como Blavatsky, Charles Fort, Adamski o, el misteriosamente desaparecido, Doctor Jessup, aunque, sin duda, los auténticos iniciadores fueron Louis Pauwels y Jacques Bergier y su conocido libro "El retorno de los brujos". Sin embargo, el autor que realmente alcanzó gran éxito fue el polémico Erich Von Däniken, sobre todo con su obra inicial "Recuerdos del futuro". Pero para aquellos que se quieran iniciar en este fascinante mundo les recomendaría "No somos los primeros" de Andrew Thomas. No podemos olvidar al Doctor Jiménez del Oso, pionero en España en introducirnos en el mundo de los enigmas, que en el año 1976 con su programa "Más allá" nos mostró que también existe un mundo paralelo al convencional lleno de misterio y asombro.


Las pirámides, concretamente la de Keops, representan el tema estrella de la Astroarqueología, y quienes defienden su enigmática naturaleza sostienen que, entre otras cosas, esta construcción es una tabla de medición universal. La superficie de la base, medida en codos, equivale a la diez millonésima parte del radio polar de la Tierra. Si dividimos la superficie de la base por el doble de su altura obtendremos el famoso número Pi. Pero además, con diversas
operaciones matemáticas, podemos obtener la distancia entre la Tierra y el Sol, la masa de diferentes cuerpos celestes y otras cifras más que curiosas. Los escépticos dudan de que estas operaciones matemáticas tengan algún rigor científico, aunque sus explicaciones no terminan de convencer, sobre todo, a los más entusiastas. Uno de los defensores de la teoría de que en la gran pirámide se conserva el testimonio de una ciencia avanzada, de origen extraterrestre, fue Von Däniken, autor cuestionado por la ciencia oficial, entre otras cosas por sus datos inexactos que quedan plasmados, por ejemplo, en las estimaciones que realizó sobre el peso de la pirámide de Gizeh que estableció en 31.200.000 toneladas, mientras el reputado profesor emérito Basil Hennessy de la universidad de Sydney le atribuye 5.750.000 toneladas, cuestionando también otras supuestas falsedades sobre los métodos de construcción esgrimidas por el autor suizo. Erich Von Däniken siempre ha sido uno de los blancos favoritos de los científicos ortodoxos, que han repudiado sus teorías sobre visitantes extraterrestres fundam
entadas en curiosidades del mundo antiguo como, por ejemplo, el mapa de Piri Reis, las cabezas olmecas, las pistas de Nazca o las estatuas de la isla de Pascua. Una prueba de lo poco riguroso que puede llegar a ser Däniken se refiere a una pintura rupestre (ilustración de arriba) supuestamente descubierta en Fergana (Rusia) y que como podemos observar es impresionante, pues se observa claramente un astronauta sobre la superficie y una nave espacial despegando tras dejar tras de si una estela de humo. El famoso autor incluye esta ilustración en su libro "El mensaje de los dioses" y dice: "¿Qué reconocen aquí quienes han visto a nuestros primeros astronautas y han sido testigos de los primeros viajes a la luna?". Evidentemente el lector queda sorprendido ante una imagen de una pintura rupestre realizada entre 2.000 y 7.000 a.c., pero ignora la trampa que esconde. En realidad se trata de una ilustración realizada por A. Brousnlov por el año 1967 para la revista rusa "Spoutnik", concretamente el número 1 y se ha borrado deliberadamente la
firma de su autor situada en la parte inferior derecha, tal y como se puede observar en la siguiente ilustración. Lo peor del caso es que todas las reproducciones realizadas desde entonces, en libros especializados sobre el tema, han copiado la ilustración con la firma de su autor borrada. El hecho fundamental es, que si queremos que el Realismo Fantástico sea tomado mínimamente en serio, los investigadores que lo desarrollan deberían ser más escrupulosos en sus pesquisas y no dar por bueno cualquier dato sin contrastar por muy magnífico y sorprendente que pueda parecer. En España tenemos a Juan José Benítez, que además de ser un espléndido escritor, tiene un espíritu tan abierto que da crédito a cualquier
cosa, con tal que pertenezca al mundo de lo desconocido. Otro misterio abundantemente estudiado por los aficionados a lo insólito han sido las conocidas Pistas de Nazca, realizadas entre el siglo I y III antes de Cristo. Estas enormes líneas geométricas y pictogramas se hayan dibujadas sobre una superficie de aproximadamente 500 kilómetros cuadrados del valle del río Nazca, en Perú, y aunque se han realizado muchas especulaciones sobre su origen y significado, la teoría más atrayente es la que considera que tales líneas no eran sino un inmenso aeropuerto para los dioses extraterrestres, puesto que sólo son visibles desde el cielo. Naturalmente, la ciencia oficial, echa un jarro de agua fría sobre estas es
peculaciones, manifestando que, en realidad, son canales de regadío o calendarios astronómicos, pero la pregunta fundamental es: ¿para que realizar tan descomunal trabajo si solo es visible desde el cielo?; y, que se sepa, el pueblo nazca no dominaba el arte de volar?.





Si alguien tiene la posibilidad de viajar a la isla de Pascua y pregunta a sus habitantes como pudieron colocar sus famosas estatuas, conocidas como moai, estos les contestaran
que las mismas llegaron a pie. Existen más de 600 moais y es una incógnita todo lo referente a su construcción, y a como una población incipiente pudo construir estatuas que pueden alcanzar los 10 metros de altura y las 20 toneladas de peso. El antropólogo estadounidense William Mulloy fue toda una autoridad en el estudio de la Polinesia y, sobre todo, de las conocidas estatuas de la isla de Pascua y sostenía la siguiente opinión: "La isla de Pascua es uno de los lugares más aislados del mundo, y sin embargo, con una población que nunca superó los cuatro mil habitantes, encontraremos contrastes de complejidad cultural, textos que no están relacionados con ningún material escrito exterior, una política capaz de planificar y coordinar las obras públicas, un sacerdocio organizado y un interés en fenómenos celestes como los equinoccios y los solsticios". Por el misterio que supone la elaboración de los moais, aún no explicada con solvencia, y por el extraño origen de su población primitiva, algunos sostienen que, según algunas leyendas nativas, fueron seres venidos del espacio lo que contribuyeron a levantar a los moais y que aún esperan su ansiado regreso de las estrellas.


Son muchos más los misterios que nos acechan en nuestra más intrincada historia y todo aquel que quiera iniciarse en este fascinante tema, encontrará la suficiente dosis de asombro como para emocionarse hasta el infinito. Pero, en el camino, debemos ser lo suficientemente cautelosos y contrastar, en otras fuentes, toda la información posible para que al final nos quede todo aquello que es extraordinario por el simple hecho de no tener una explicación convencional. Nuestra civilización tan importante y narcisista cree que su aportación a la historia cósmica puede ser vital, pero lo cierto es, que si mañana desapareciéramos de la faz del planeta, todo nuestro legado se desvanecería sin dejar rastro al cabo de un milenio y solamente resistiría algo más el paso del tiempo las pirámides o las pistas de Nazca. Nuestro mundo de plástico, acero y hormigón tiene fecha de caducidad, pero las obras inmortales del pasado parecen construidas con el único fin de perdurar, con la magnífica ambición de dejar constancia que un día estuvimos aquí y dejamos nuestra huella. Quizás hemos infravalorado el peso cultural de nuestros antepasados y debemos saldar una deuda de agradecimiento, pues fueron los pioneros de un conocimiento incipiente y desafiante, o tal vez recibimos ayuda de alguien que regresó a las estrellas una vez cumplida su misión. Quisiera finalizar con las palabras con las que termina Andrew Thomas su libro "No somos los primeros":
"Existió una Edad de Oro en la que los milagros de la Ciencia eran tan corrientes como lo son en la actualidad. El origen de esta ciencia olvidada debe ser buscado tanto en el Tiempo como en el Espacio."