Después de abandonar Europa, Gran Bretaña se plantea nuevos horizontes cargados de una ambición inusitada. De hecho, su próxima consulta será la de abandonar la Tierra, incluso el Sistema Solar y emprender su camino de independencia e identidad soberana en Kepler 22b a unos 600 millones de años luz mal contados. En un plan, bien estudiado por los científicos británicos, forraran los populares taxis y autobuses con papel de aluminio, el Albal de toda la vida, acoplándoles unos cohetes alimentados con ego y un tanto por ciento aún sin determinar de narcisismo, con el que podrán iniciar tan largo viaje. Los improvisados astronautas estelares serán hibernados utilizando infusiones de Valeriana y Melisa acompañados de la lectura de cualquier libro de James Joyce. La reina se muestra entusiasmada y pretende continuar su reinado, a pesar de la descomunal distancia sideral a la que se encuentra Kepler 22b. Los británicos advierten que si encuentran alguna civilización autóctona en el desconocido planeta les obligarán a circular por la izquierda, teniendo que adoptar la milla y la pinta.
sábado, 25 de junio de 2016
jueves, 2 de junio de 2016
LA REBELIÓN DE BRANDO
Supongo que a estas alturas casi todos estarán más o menos al tanto del argumento que desarrolla la película "Rebelión a bordo", concretamente en su versión de 1962, pero resumiendo en pocas palabras la historia que cuenta diríamos que "En 1787 el buque de la armada real británica Bounty zarpó de Inglaterra con destino a Tahití, con el encargo de traerse el fruto del árbol del pan, que serviría entre otras cosas para alimentar a los esclavos de las colonias. Durante el viaje, el temido capitán Bligh (Trevor Howard) imprimirá su férrea disciplina, considerando que por encima de la vida de sus hombres está la misión. Tal situación de violencia extrema hará que se enfrente a su segundo de a bordo, el teniente Christian Fletcher (Marlon Brando)"

Carol Reed fue elegido como director y en cuanto Brando puso un pie en los escenarios naturales donde se rodaría la película comenzaron sus extravagancias. En Thaití el actor disponía de un amplio y lujoso apartamento, pero nada más llegar ordenó que se le construyera una caballa típica de la isla y puso a trabajar en ella, y en su posterior decoración, a parte del equipo de rodaje. Quería a toda costa a su maquillador personal y éste como no quería viajar sin su esposa, Brando le pagó el viaje utilizando a dicha señora como doble de luces, que consiste en sustituir al actor en pruebas de luz y fotografía antes de rodar. Así que ya me imagino a la pobre señora, ataviada con un taje de marinero, dando paseos por el estudio haciendo de doble de Marlon Brando. Los isleños, sobre todo ellas, fueron un quebradero de cabeza para Carol Reed, que observaba asombrado las continuas relaciones sexuales, con sus consecuencias de enfermedades venéreas, que mantenían con casi todos los miembros del equipo de producción y actores, sobre todo nuestro divo particular que, como no podía ser de otra manera, exageró aquellas pasiones convirtiéndolas en auténticas orgías de sexo y alcohol. Brando llegaba al rodaje en un estado lamentable, balbuceando sus diálogos y lógicamente olvidándolos, lo que dio lugar a la costumbre de colocárselos en pizarras, ocultas entre los decorados, para que pudiera recitar sus frases. Hábito que mantuvo a lo largo de su carrera, incluso en las cuatro frases que pronuncia en "Superman".
Se convirtió en mentor de una lugareña, Tarita, aunque no me atrevo a preguntar de que materia. La que luego sería su esposa fue otro foco de distracción. El actor comenzó a engordar provocando problemas de vestuario, no sólo por el trabajo de modificar las tallas del mismo, sino porque además Brando tenía la manía de arrojarse al mar vestido al terminar la jornada de rodaje. También adquirió la costumbre de andar con unos largos zancos y, cada vez que se caía, se rasgaban sus ajustados pantalones. Reed cada día mandaba menos y la dirección caía más en manos del actor que modificaba planos y diálogos a su antojo, hasta que el director inglés fue defenestrado por el estudio por sus continuos retrasos. Richard Harris y Trevor Howard, que por entonces estaban cansados del comportamiento de Brando, acudieron al productor para quejarse del despido de Carol Reed, aunque recibieron como respuesta una frase lapidaria: "Caballeros, quiero que entienda una cosa. Una estrella es una estrella. Todos los demás son prescindibles, incluidos los buenos actores". Ante tal determinación los actores se fueron con el rabo entre las piernas, maldiciendo y deseando acabar de una vez aquella maldita película. Por entonces Brando decidió renunciar a su papel de Fletcher para acometer el de un personaje más irrelevante, pero el estudio no pasó por el aro y me imagino su contestación. Como protesta encubierta optó por amanerar su personaje, hacerlo estrafalario y algo narcisista.
El estudio contrató como director a Lewis Milestone, un veterano hombre de cine que llevaba años alejado de él y que tenía en muy baja consideración a los actores del método. Cuando se percató del ambiente de rodaje, en el que todo el mundo esperaba el visto bueno de Marlon Brando en cada toma, en el primer enfrentamiento con la estrella abandonó la dirección y se sentó a leer una revista. La situación con Harris y Howard se tornaba cada vez peor. Con el primero, Brando simplemente no quiso compartir planos, siendo sustituido en las tomas en donde no se le veía por un figurante. Harris tuvo más suerte, porque le pusieron una caja como representación de Marlon Brando cada vez que tenía que dialogar con el caprichoso actor. En cuanto a Trevor Howard, existió un pique mal disimulado porque hacía las tomas mejor y siempre recordaba sus diálogos. Al final del rodaje, nuestro particular protagonista, cada vez hacía sus escena con más apatía, arrastrado sus frases que, en algunas ocasiones, no se entendían o abandonando repentinamente para encerrarse en su cabaña.

Cuando terminó el rodaje, el comportamiento de Marlon Brando se hizo público y el actor exigió una rectificación, tanto del estudio como de los medios que difundieron la noticia. Lo que podría haber sido una ruina económica para la Metro-Goldwyn-Mayer, casi a la altura de "Cleopatra", se justificó en cuanto al retraso y el desfase presupuestario echándole la culpa al clima, a la tardanza en la construcción de la Bounty y a otras razones imponderables, señalando que el comportamiento del actor había sido siempre muy "profesional".
Sea como fuere, se nota particularmente que Brando es la estrella absoluta de la película, es suficiente contemplar sus planos, siempre a su servicio, con apariencia impoluta, aunque Trevor Howard está fantástico como antagonista. Para ser sinceros, incluso en tales circunstancias tan poco profesionales, Brando siempre será Brando y su presencia llena la pantalla. En cuanto a la película, no es una obra maestra, pero si un buen film de aventuras, con momentos de gran altura, como por ejemplo el intento de pasar por el Cabo de Hornos. Todo lo que transcurre en el barco es interesante hasta llegar al motín. La parte que me parece más aburrida y carente de interés es la estancia en la isla, tanto efecto paradisíaco resulta cansino.
En cuanto a la historia real, ya he comentado que los hechos no fueron tan radicales como nos han llegado a través del cine. Ni el Capitán Bligh era tan malo, ni Christian Fletcher era un ser angelical. El supuesto sádico fue absuelto a su llegada a Inglaterra. Se mandó un buque de guerra en busca de los amotinados, buque que encalló y naufragó por incompetencia de su capitán. Fletcher no murió al intentar apagar el fuego provocado en la Bounty, sino por un disparo de uno de sus tripulantes. Cuando unos veinte años después un barco llegó a la isla donde se ocultaban los amotinados, sólo uno de ellos fue encontrado con vida, los demás habían muerto víctimas de sus innumerables enfrentamientos por la posesión de tierras, por mujeres y por otras causas. Al final su sentencia de muerte por rebelión les había llegado tarde pero inexorable. Como dirían ahora fue una sentencia en diferido.
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