
A lo largo de nuestra vida nos vamos empapando de muchas cosas y, al final, somos el resultado de la experiencia vivida. En este caso de la experiencia escuchada. La música es algo esencial en lo cotidiano, forma ya parte inseparable de la rutina y, a cada uno, le ha marcado un determinado sonido, una melodía o una letra que le quedó grabado de forma permanente. Supongo que todos tenemos un recorrido musical, un poso en el que hemos ido creciendo, una base con la poder evolucionar. Sobre gustos ya saben lo que dicen y, en ese sentido, nuestras preferencia musicales son algo tan particular que cualquier música tiene que ser respetada como un opción libre y personal. Estoy seguro de que cada uno de ustedes tiene una lista de discos que han quemado hasta la extenuación, que nos les ha pesado escuchar una y otra vez. Algunas de esas propuestas, machacadas de forma insistente, ya no nos seducen lo que antaño y han sido superadas, aunque siempre quedaran como parte inherente de nuestra educación sentimental y otras siempre han permanecido como el sonido que nos produce un particular e intransferible placer. Al fin y al cabo, ¿quién no se ha mortificado alguna noche, escuchando una canción triste, después de un desengaño amoroso?. No tienen que ser a la fuerza discos míticos, ni tan siquiera los mejores de sus autores, pero, por razones íntimas, nos pertenecen para siempre. Estos son algunos de mis discos quemados que, poco, nada o mucho, coincidirán con los de cada uno de ustedes.

THE TURN OF FRIENDLY CARD (THE ALAN PARSONS PROJECT): El primer disco que escuché de esta formación fue el más conocido "Eye in the sky", y desde entonces me convertí en un incondicional y fui adquiriendo poco a poco su discografía completa, primero en cassette, después en vinilo y finalmente en MP3. Con un arranque espectacular, este disco representa a la perfección el rock sinfónico que es sello intransferible de Alan Parsons Project que en realidad, teniendo en cuenta quién de sus componentes tenía más mérito, debió llamarse Eric Woolfson Project.
STATIONARY TRAVELLER (CAMEL): Otra muestra de rock sinfónico, o progresivo, de la mítica banda del camello que cuenta la historia de dos jóvenes amantes que debe separarse por causas políticas en el trasfondo histórico de las dos Alemanias. Siempre me pareció muy melancólica esta portada en blanco y negro y enigmática la muchacha que camina sin rumbo, toda una declaración de intenciones.
WISH YOU WERE HERE (PINK FLOYD): A pesar del peso de dos discos monumentales como fueron "La cara oculta de la luna" y "El muro", siempre me fascinó el sonido, que yo calificaría de sinfónico industrial, de este trabajo del año 1975, que pretendía ser, entre otras cosas, un recuerdo para Syd Barret, miembro que había sido de Pink Floyd, cuyos problemas mentales y otros enfrentamientos le obligaron a abandonar la banda británica.

VOLUMEN BRUTAL (BARON ROJO): Toda una referencia en cuanto a lo que el rock duro, Heavy o como se quiera llamar, representó en un país como el nuestro, donde este género no tenía quizás la trascendencia que la banda de los hermanos de Castro supo darle. Éxito incuestionable que les permitió una gira por las islas británicas y la grabación de una versión en inglés, hoy en día una joya para coleccionistas.
ROCK & RIOS (MIGUEL RIOS): En mi opinión uno de los mejores directos de la historia de nuestro país. Miguel Rios en cuerpo y alma, mostrándose como un auténtico animal en escena, manejando los tiempos, con carisma y con una banda realmente notable. Corría el año 82 y España se encontraba ya inmersa en un cambio irreversible.
THE PRESENT (MOODY BLUES): Aunque nunca fui demasiado aficionado a la banda de Birmingham, a la que solo recordaba por aquellas "Noches de blanco satén", un disco elegido un poco al azar, y por conocerlos algo mejor, fue "The present", cuya música me enganchó y eso teniendo en cuenta que por entonces, el año 83, las cosas no marchaban muy bien para los chicos de Moody Blues.
PAINKILLER (JUDAS PRIEST): Si se pudiera hablar de cierto sinfonísmo metálico no cabe duda de que estaría representado en este trabajo del año 1990, álbum poderoso, se dice que influenciado por el speed metal y que tuvo una nominación al Grammy a la mejor Actuación Metal. Sería el último trabajo de su vocalista, el carismático Rob Halford y, aunque después volviera a la formación, algo de magia se perdió en el camino. Siempre recordaré a Halford en aquel directo del 87, "Priest... live!, como accedía al escenario de forma parsimoniosa subiendo unas escaleras y, como en vez de cantar, parecía que fuera a recitar una obra de Shakespeare.
KING CREOLE (ELVIS PRESLEY): No se trata solamente de ser un disco con canciones portentosas de la mano del Rey, sino que además pertenecen a la que en mi opinión es la mejor de sus películas. Dirigida por
Michael Curtiz y teniendo de malo a Walter Matthau que más se puede pedir.
RITCHIE BLACKMORE´S RAINBOW (RAINBOW): Primera apuesta en solitario del guitarrista de Deep Purple, entre otras razones por sus discrepancias con Dave Coverdale, aunque para reconocerlo hay que decir que el señor Blackmore era un tipo de cierto carácter, y la leyenda cuenta que él y su primer vocalista de Raimbow, el mítico Ronnie James Dio, se hacían mutuamente magia negra. Cosas del rock.
CONAN THE BARBARIAN (BASIL POLEDOURIS): Recuerdo horrorizado como, la primera vez que puse la magnífica obra de Poledouris en el equipo de música, la cinta se enredó en los cabezales y, armado de paciencia pude rescatarla no sin evitar ciertos desperfectos que acompañaron siempre la audición de aquella banda sonora magistral.
PIECE OF MIND (IRON MAIDEN): En este cuarto disco ya empieza a tomar su propia identidad el que a la postre sería la marca de la casa, una especie de mascota llamado Eddie, cuyas portadas protagonizaría una y otra vez. Steve Harris demostró que un bajista también puede liderar una buena banda de heavy metal. No olvidemos a un vocalista de la personalidad de Bruce Dickinson, cuyo físico parece extraído de la imaginación de Robert E. Howard.
LA NOCHE (AZUL Y NEGRO): Siendo muy generosos, se podría decir que Azul y Negro son los Kraftwerk españoles y siempre serán recordados por sus aportaciones musicales a alguna vuelta ciclista a España y, también, por poner sintonía a la serie de animación de "Naranjito" o "Los sabios". Algo superados por el tiempo, pero con un encanto especial.
GREASE (BSO): Un puñado de buenas canciones para una de esas películas que llaman generacional. Al fin y a la postre, ¿quién no se enamoró de Olivia Newton-John o bailó emulando a Travolta subido encima del capó de un coche?.
A NIGHT AT THE OPERA (QUEEN): Una joya sin igual, uno de los mejores trabajos de Queen con un lugar cumbre en la historia de la música.
OMMADAWN (MIKE OLDFIELD): La primera vez que lo escuché no me entusiasmó en absoluto, hasta tal punto de querer endosárselo al primero que le interesase. Después me gusto tanto que lo quemé una y otra vez.
BON VOYAGE (ORQUESTA MONDRAGON): De como se puede componer música desenfadada y divertida sin perder calidad y el descubrimiento de Javier Gurruchaga, un Showman sin igual.