lunes, 3 de febrero de 2014

COMO HEMOS CAMBIADO


A veces parece que nada cambia, que todo permanece intacto o que el tiempo es una extraña forma de medir acontecimientos que suceden muy despacio. Pero no es así, nada se resiste a la mutabilidad inexorable de la vida. Es un tema recurrente comparar nuestra niñez con la de nuestros hijos, llegando a la conclusión de que no son pocas las diferencias que nos separan. Para empezar, la sobreprotección que se ejerce ahora sobre la infancia tenía una dosis bastante más precaria hace algunos años. No es que los padres se desentendieran de sus hijos y los arrojaran a los bosques para ver como sobrevivían a semejanza de los espartanos de la película "300", sino que se nos otorgaba más independencia y mucho antes que ahora. Acompañamos a nuestros hijos a todas partes, al colegio, al cine, al centro comercial, a comprar chucherías o al parque. No les quitamos el ojo de encima y cualquier otra conducta nos parecería reprochable sin paliativos. Les impedimos que se acerquen a las ventanas, instalamos redes de seguridad en las terrazas y tapamos los enchufes. Mi infancia y la de mi generación fue algo distinta allá por los años 70. Que yo recuerde, nada más andar ya estaba sólo por esos mundos de Dios en compañía de otros niños. Me viene a la memoria que, apenas con tres o cuatro años,  jugaba en la calle con una espada de madera, desafiando en combate a mis amigos que tampoco levantaban un palmo del suelo y además sin vigilancia paterna. A mi hija le requisé un artilugio similar comprado en una feria medieval por si rompía algo o se hacía daño. 

Hace treinta o cuarenta años se vivía mucho la calle, era el centro neurálgico de todos los juegos infantiles inimaginables, la rayuela, las canicas, el escondite, el pilla-pilla, el fútbol... Había colegio por la mañana y por la tarde y no se nos cargaba tanto con deberes interminables. Apenas llegábamos a nuestra casa, soltábamos la cartera, nos agenciábamos de nuestro pan con chocolate y a la calle a jugar hasta la hora de cenar. Los días cerrados de frio invierno por la tarde quizás no se salía tanto, se quedaba uno viendo la tele. La programación infantil era ajena a la sobredosis de hoy en día. Debemos recordar que por entonces sólo había dos canales y, al principio, en blanco y negro. Los espacios dedicados a los niños en televisión se reducían a un par de horas por la tarde los días laborales y las mañanas de los sábados. Al colegio ya iba solo con tan sólo cinco años, aspecto muy audaz aunque natural en aquellos tiempos, teniendo en cuenta que personalmente acompañaré a mis hijas hasta el último año de universidad. Hay que recordar el escaso tráfico que circulaba por entonces. En mi calle casi nadie tenía ni coche ni teléfono. Había un vecino propietario de un Simca 1000, que incluso bloqueaba la estrecha calle, a sabiendas, naturalmente, que ningún otro vehículo intruso accedería a ella. Tan solo había un teléfono particular, cuyo número dábamos todos los vecinos a familiares y conocidos por si tenían que avisarnos de alguna incidencia. No era muy grato, para el susodicho titular de la línea telefónica, tener que buscar por todas las casas al que quería localizar el interlocutor al otro lado del aparato. Además, cuando pedías a Telefónica una línea particular, era como si pidieras el servicio en la Luna, porque podían tardar meses e incluso años en realizar la gestión.

Que yo sepa no se organizaban fiestas de cumpleaños, en todo caso invitabas a tu amigo favorito a merendar Cola Cao con tostadas. Ahora hay que mandar solicitudes de asistencia a medio colegio para acudir a un centro de recreo, de esos con bolas, cuerdas y toboganes, debidamente enrejados, que parecen recintos para monos. Lo peor de todo no es la pasta que te facturan, sino el cargamento de regalos que tienes que amontonar junto a la hemorragia juguetera sufrida en navidades. Porque esa es otra, en mis tiempos, Papá Noel no tenía cobertura por estos lares y no recibías ni una triste tarjeta de felicitación de tan orondo y generoso personaje. Los Reyes Magos se ocupaban de todo, pero con moderación. Los niños de hoy acumulan tantos regalos al cabo del año, que no son pocos los que permanecen con su precinto, inmaculados y sin abrir, durante meses. De pequeño el premio gordo era la bicicleta, el deseado regalo casi inalcanzable, el síndrome de Zipi y Zape, que siempre se perseguía como destino final de la felicidad absoluta. ¿Cuántas bicicletas tienen los niños de hoy en día a lo largo de su vida? En cuanto a la posesión del esférico, o lo que es lo mismo, la pelota de toda la vida, nuestros tiernos infantes los acumulan por decenas, al igual que los famosos Playmobil, acompañados de multitud de edificios e instalaciones que necesitan la compra de otra vivienda por parte de sus progenitores, para que no existan problemas de hacinamiento de muñequitos. Pin y Pon, Bratz, Monster High, Barbies, Winx Club, Barriguitas, Nancys y Nenucos, en cantidades ingentes, nos acechan desde las estanterías, frente al solitario Madelman de nuestra infancia.

En lo que se refiere a la tecnología, aún quedaban muy lejos para nosotros el futuro táctil y digital que hoy disfrutamos, y nuestros juguetes de entonces no eran demasiados avanzados, siendo el no va más de la sofisticación los entrañables Ibertren, Scalextric, Cinexin o el Mercedes teledirigido con cable de Santi Rico. Para asuntos de juegos electrónicos, había que acudir a las salas recreativas para pasar un buen rato con los pinball y alguna que otra máquina electrónica de la época. Las vídeo consolas tenían sustitutos que también te proporcionaban un gran entretenimiento para toda la familia, como los célebres Juegos reunidos Geyper, todo un referente generacional, tanto como las películas del oeste o de Tarzán en los sábados de sobremesa. Pero como bien decía antes, la máxima fuente de entretenimiento estaba en la calle, en esas eternas tardes de verano en las que se respiraba ese aire tan especial que disfrutaban los niños de vacaciones. Y sobre todo se leían muchos tebeos, infinidad de ellos de todos los personajes imaginables. Por cierto, en aquellos tiempos, ni pizzas, ni hamburguesas, bocadillos de salchichón o de chorizo. Eso sí, para la merienda si existía un amplio abanico de posibilidades en forma de bollería industrial, acompañado de sus correspondientes cromos coleccionables, como aquellos legendarios de Marvel, con ilustraciones del gran López Espí.


Me gustaría terminar esta entrada con una anécdota que sucedió hace tan sólo unos días. En el grupo de Wasap, formado por madres del colegio, se expresaba una madre muy preocupada porque en el colegio una profesora les había puesto una película muy violenta, con mutilaciones diversas, que había producido pesadillas a no pocos niños. Intrigados por saber de qué se trataba, nos puso sobre la pista para averiguar el título de semejante producto gore, el conocer que uno de los personajes era mitad hombre y mitad mujer. Mi hija contestó: "Es del robot ese que tiene papá como salvapantallas en el móvil" (ventajas de tener un padre friki). Nuestro viejo Mazinger Z que tanto nos gustaba en nuestra niñez, ahora parece una perturbada máquina carnicera para nuestros tiernos retoños, acostumbrados a la bonhomía de Peppa Pig, Pocoyó o Dora la exploradora. ¡Cómo hemos cambiado, demonios!



36 comentarios:

  1. Yo soy bastante más joven, pero es cierto que hoy en día los niños tienen una agenda social apretadísima. Cuando trabajaba en la droguería casi todos los días venían madres a comprar regalitos a algún compañero o compañera del cole que hubiera invitado a sus hijos a una fiesta.

    Y sobre lo de Mazinger Z, la anécdota creo que refleja el hecho de que siempre, en todas las generaciones posibles, ha habido madres exageradas y ultraprotectoras.
    Cuando yo era pequeña mi madre quiso prohibirme Bola de Dragón porque decía que me estaba volviendo violenta ;P

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    1. Agenda más apretada que la de un ministro, sobre todo en los primeros años de colegio en el que no hay semana que no se celebre algún cumpleaños en las dichosas bolas.

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  2. Yo, que soy del 81, ya sufrí en mis carnes algo de esa sobreprotección. Yo creo que en épocas anteriores los niños crecían antes. No viene nada mal, "vivir la calle", como has dicho en tu texto. Creo que los niños aprenden así lo que es la vida. Pero, la verdad, no tengo experiencia como padre ni como educador y no sé lo que es mejor. Abrazos.

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    1. Había unas relaciones distintas. En la calle nos juntábamos muchos amigos, quemando energía sin parar, jugando a todo lo jugable. Los tiempos cambian y quizás sea inevitable.

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  3. Todo cambio mucho, hoy le cuantas a un niño eso, y te miran raro, como si nada entendieran, logico, hoy no hay niñez. un abrazo

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    1. Hay otra clase de niñez, más de estar metido en casa y de domingos de parque.

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  4. Mr. Cahiers, en todas las epocas hubo y habra madres como las que usted comenta en su texto; en cuanto a los niños, creo que hoy por hoy queman etapas mas rapido de lo que se quemaban en el pasado, no se si sea bueno o malo, tal vez es lo que se dice por ahi: ¨la modernidad¨. A muchos niños tambien les debe suceder que tienen de todo y no saben apreciar lo que tienen. Saludos y muy buen texto, cuantas cosas me ha hecho recordar.

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    1. Hay que adaptarse a los nuevos tiempos y hoy en día, vivir como se vivía en aquellos años resultaría algo más complejo. En efecto, los niños, en su mayoría, hoy están saturados de todo.

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  5. Y lo cojonudo es que los crios no tienen ninguna culpa, somos nosotros, los que vivimos la niñez en absoluta libertad, quienes les estamos haciendo un poco idiotas de tanto sobreprotegerlos.

    Incluso l "tienen de todo" no es culpa suya, antes éramos muchos hijos y pocos tios, sobre todo sin hijos, hoy en día tenemos menos hijos y todos tienen algunos tios que no tienen ninguno, pero lo dicho, ellos tampoco son culpables de eso.

    Abrazos.

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    1. Hay una creencia de que cuanto más mejor y se deja poco a la imaginación. Los abuelos, tan indispensables hoy para todos nosotros por su labor nunca suficientemente reconocida, también tienen algo que ver en eso de consentir a los niños hasta el infinito y más allá.

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  6. Jajaja, un final apoteósico para la entrada, estamos cargados de puñetitas.
    Yo recuerdo que la sobreprotección era menor, sobre todo respecto a los mil y un instrumentos que entraron en mi casa para que la criatura no se hiciera daño ni sufriera un accidente, tanto la protegí a ella y a los aparatos que no quería que manejara, que hasta hace poco no sabía usar el dvd.

    Sin embargo, aunque sé que lo que explicas es tal cual, mi percepción respecto a la calle es la contraria, me crié en una gran ciudad llena de coches y potenciales peligros, y hasta los 11 ó 12 años no se me dejó ir sola por la calle ni jugar en ella, mi hija se ha criado en un pueblo, y en ese sentido ha disfrutado de la calle mucho más que yo, desde los 7 años anda suelta, con limitaciones, pero la calle es su segunda casa.
    Besitos

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    1. Claro, eso depende de muchos factores. En mi caso hubiera sido distinto de vivir, por ejemplo, en la Gran Vía, pero mi casa estaba en el casco viejo, con calles muy estrechas, algunas sin salida y con tráfico casi nulo. Eso permitía cierta relajación, aunque fíjese que por aquella época mi atropelló una moto y casi no lo cuento. La confianza es también un peligro.

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  7. ¿Así que tienes a Mazinger Z como salvapantallas del móvil? Jajajajaja... Mola, Cahiers, dí que si.
    Decirte yo que me ha gustado esta entrada sería poco, ya sabes que me rechiflan tus posts autobiográficos, pero es que encima con éste no me puedo sentir más identificada porque todo esto mismo que explicas de entonces lo he vivido yo, tal cual, eso sí, teniendo como compañeros de merienda mientras yo me zampaba mi pan con chocolate a los geniales Pixie, Dixie y Jinks...

    ¿Y lo bien que nos lo hemos pasado con muchísimo menos?

    Preciosísima entrada :)

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    1. En efecto, y no son pocos los que me dicen que cómo tengo una foto del robot japonés, antes que una de mis niñas, confirmando mi frikismo sin remedio. Recuerdo a Jinks con aquel fantástico doblaje andaluz que tanta gracia hacía.

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  8. Un juguete: Geyperman. Un bocata: Mortadela Mina (¡soplando la lata, por supuesto!). Un programa: Barrio Sésamo. Un pastelito: Tarzán (porque traía dos y era más grande, no como "Mi merienda" que por más que estiraras la pastilla de chocolate siempre sobraba bollo). Un juego en la calle (apate del omnipresente partido de fútbol: el escondite (¿se gritaba en Granada aquello de "un dos tres por mis compañeros y por mí primero"?). ¿Recuerdas cuando las porterías se improvisaban con latas o piedras en el suelo y luego discutíamos si la pelota había dado en "el palo" o si era "alta"?.
    Un saludo, Pepe.

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    1. Yo tenía un Geyperman que aún conservo, aunque le falta una mano y tiene una calva en la cabeza, ya que a diferencia de los Madelman éstos si que llevaban pelo. Mi pastelito era Megatón, aunque he olvidado el por qué. Aquí en el juego del escondite se decía "por mí y por todos mis compañeros". Claro que recuerdo las porterías improvisadas en campos, también improvisados, en los adoquines de las calles.
      Un saludo Pablo, me alegra verle por aquí.

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  9. Recuerdo mi infancia en los 80, sí, jugábamos en la calle y si te caías pelándote la rodilla o te pegabas con otro niño no pasaba nada, porque a los 2 minutos volvías a jugar con todos como si no hubiera pasado nada. En cambio ahora no se puede jugar en la calle ante el gran número de automóviles y la competencia feroz de las redes sociales que permiten interactuar con conocidos y desconocidos sin coincidir en el mismo lugar.
    Es cierto que antes te regalaban un mortadelo y eras el más feliz, ahora parece que los críos de 7 años deben llevar un smartphone y saber utilizar la tablet a nivel dios supremo...
    Pues sí, hemos cambiado mucho y la verdad es que ahora me sorprendo cuando escucho a los crios jugar en al calle... hasta que el padre de alguno los pilla y en un ataque de histeria los hace volver a cada uno a su casa.

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    1. Antes en la calle hacíamos auténticas burradas, como tirarnos piedras y cosas por el estilo. Ahora nos daría un patatús si pasara eso con nuestros hijos. La época de los tebeos ha pasado a la historia y los niños, a muy temprana edad, te están pidiendo ya que le compres el dichoso móvil.

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  10. Que gusto ver que vuelve al redil, consuegro...
    Mazinger Z gore? Ostras... Pues sí que han cambiado las cosas, sí... Tendría usted que decirle a la madre en cuestión que les pone a sus hijas "The Walking Dead", jajaja.
    Yo a mi pequeño le pongo "Deep Blue Sea" (le encantan los tiburones) y Super Inframan (http://www.youtube.com/watch?v=0zute03nWWI), al chaval no le importa ni siquiera que esté en japonés, jajajaja. Eso sí, esto se lo pongo cuando no está la madre, que si no... No me deja educarlo, Pepe. ¡Dígale algo a mi señora, por favor!
    Un abrazo!

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    1. Mis niñas son aficionadas a las películas de zombis, "pompis" como dice mi pequeña de 3 años, aunque aún no he logrado que se interesen por Star Wars, y eso me duele en mi corazón, pero ya llegará. Señora de Lazoworks deje a su retoño que sea influenciado por los refinados gustos cinéfilos de su prestigioso marido, que hay cosas peores, como "Sálvame" y no hay peor zombi que Belén Esteban.

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  11. Buenas Pepe, verdades como puños las reflejadas aquí. Ahora, quítale a mi hijo de 8 años la Nintendo 3DS de las manos si tienes arrestos... Solo se la dejo los fines de semana, el resto de la semana que juege al futbol, porque tiene mas vicio que una garrota el tio. ¿Será cierto que los nacidos en este siglo vienen con un chip implantado para dominar máquinitas? Es alucinante comprobar como me gana a casi todo.

    Saludos

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    1. No me extraña, mi hija pequeña, que aún no ha cumplido los tres años, maneja ya el móvil con una habilidad asombrosa y juega con suma pericia al "Zombie tsunami", no le digo más.

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  12. Mirando hacia atrás sin ira. Y los infantes de hoy censurados, con caperucitas dulces, lobos buenos y abuelitas no devoradas. Abrazos.

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    1. Si, el efecto de lo políticamente correcto, aunque el mundo real no lo sea tanto.

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  13. pues sí, todo cambia de manera vertiginosa, y no necesariamente para bien

    besos,

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    1. Bueno, también ya sabe lo que se dice habitualmente, que cualquier tiempo pasado fue mejor, aunque no para todo...

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  14. No había nada igual como salir a jugar al fútbol al patio con los amigos. Experiencias igual de felices posteriores fueron: entrar en la oscuridad de un cine y ver una película o en la de una discoteca en la que había alguna adolescente que, querías creer, te estaba esperando.
    Con que pequeñas cosas nos alegrábamos antes!! Nada que ver con lo de ahora, aún pasando por una desoladora crisis económica. La vida en unas pocas décadas parece que se da la vuelta…como bien dices, PEPE: cómo hemos cambiado.

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    1. Esos cines de sesión continua en los que podías ver las película tres veces, si te apetecía claro está. Respecto a la discoteca, la mayoría de las veces salías con las manos vacías, jeje.

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  15. Mis recuerdos están muy asociados a una sustancia que no faltaba en ninguna casa: la mercromina, me encanta como suena el nombre. También me gusta recordar aquellas películas sabatinas de "Primera sesión". Las favoritas de los niños eran las de los Hermanos Marx y Tarzán con Johnny Weissmuller ¡Películas de hacía treinta años atrás y en blanco y negro! Los niños de ahora no las verían ni atados.
    Un post entrañable. Saludos.
    Borgo.

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    1. Muy cierto, esa fantástica mercromina que siempre teñía de rojo nuestra rodillas, después de haber utilizado, en el mejor de los casos, el agua oxigenada y en el peor el alcohol. Lo del blanco y negro es verdad, mi hija huye de él, pero algún día espero que sepa lo que se ha perdido.

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  16. Bueno, no cabe duda de que compartimos generación y recuerdos. Me he comido una magdalena proustiana detrás de otra leyendo tu excelente entrada. ¿Mazinger Z? Hace un año más o menos, vi en compañía de mi hijo pequeño ("qué guay, te va a molar") el primer capítulo. Al rato yo alucinaba: la muerte, la violencia y la sangre protagonizaban el episodio. No me acordaba en absoluto de aquello ni recuerdo que me preocupara lo más mínimo en su época, en el estreno televisivo de la serie, pero un glup! en mi garganta decidió que mejor no continuar el resto de la serie. Sí, nos hemos agilipollado. Indudablemente.
    Saludos.

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    1. No es de extrañar, amigo Licantropunk, recuerdo que en su primera emisión Televisión Española decidió suspender la temporada y quitar la serie por violenta, ante el enfado monumental de los niños de la época.

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  17. Un cambio tremendo en demasiado poco tiempo. Yo sólo tuve una bici (una BH naranja con un timbre que molaba un montón) y abase de ir subiendo el sillín estuve usándola por lo menos hasta los veintitantos. No exagero. Ahora tengo otra que la tocó a mi madre en una porra de Navidad. En fin... Todo tiene sus pros y sus contras. Quedémonos con lo bueno de cada momento ¿verdad?

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    1. Yo también tenía una BH blanca que aproveché hasta que se hizo pedazos de pura vieja y no tuve más remedio que tirarla. Recuerdo que tenía soldado el manillar y tenía al final un aspecto bastante cochambroso, pero siempre la recordaré con cariño.

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  18. Hola Maestro Cahiers,

    Jajaja.. Esta entrada es una rabieta por haber llamado Gore a nuestro entrañable "Mazinger Z". ^_^

    Vaya padrazo sobreprotector, ¿ como dice ? ¿que vas a estar acompañando a tus hijas hasta la universidad ? Lo siento, pero aun sin tener hijos, creo que tus queridas mujercitas no dejaran que su padre haga tal cosa. ;->

    Es bueno que las cosas cambien, todo evoluciona e involuciona (en ocasiones), pero ningún sistema es perfecto. Yo recuerdo esas escapadas al monte con los amigos, y las luchas de barro, tirarnos piñas... pero tambien recuerdo horas en casa delante de un ordenador, con y sin amigos.

    Hay lugar para todo, pero la sobreprotección tambien depende de las épocas y de los padres.

    Me has hecho reflexionar. No tanto sobre los hijos , sino sobre el cambio.

    Un abrazo Pepe.

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    1. Jajaja, no solo a la Universidad, tendrán un guardaespaldas paterno hasta para ir de fiesta, aunque tenga que ir con bastón. Bueno en realidad no será así, es pura exageración, aunque....
      Si en mi época hubieran existido los ordenadores y las videoconsolas, a buen seguro que también nos hubieran robado tiempo.
      Un abrazo UTLA

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