No se alarmen, esto sigue siendo La Guarida del Eremita y, aunque me haya alejado momentáneamente de la temática habitual, entiéndase por los habituales referentes cinematográficos, el abordar otros temas corresponde a las malas artes a las que se refiere el título de este blog. Hablemos pues de política, ese intrincado arte de complicar la vida cotidiana, reglamentándola y encorsetándola de una forma inequívoca. Vaya por delante que, desde el hundimiento del bloque comunista, el fin de las ideologías se ha manifestado con una clarividencia más que obvia. En mi opinión, hoy solo existen buenos o malos gestores. No hay grandes diferencias entre la izquierda y la derecha y, salvo matices, los programas políticos no son ni revolucionarios ni involucionistas. La izquierda puede ser, en intenciones, de carácter más social, pero tampoco creamos que se puedan emprender reformas que llamen en exceso la atención y la derecha, por otra parte, puede considerarse más cercana a los poderes fácticos, pero al final puede ser un prejuicio más que una evidencia.
Hay ciertas cosas que mi mente no alcanza a comprender. No entiendo como hay algunas formas de ejercer la política que pertenecen a la izquierda y otras a la derecha, cuando en realidad algunas de ellas pertenecen al sentido común y las contrarias a la estupidez mental, vengan de la parte ideológica que vengan. La política conservadora ha ido acompañada, en general, por el poder religioso católico que ha sido su apoyo incondicional. La izquierda, aparentemente laica, se ha sentido huérfana de algún apoyo espiritual y se ha refugiado, como compensación, en brazos de una falsa intelectualidad formada principalmente por gente del cine y la música. Han sido, generalmente, colectivos muy combativos y han hecho de la calle su propio nicho ecológico. En la guerra de Irak se hicieron sentir de forma muy contundente y, eso, en el fondo no tiene nada de censurable, es un ejercicio más de libertad democrática, se esté o no de acuerdo con sus reivindicaciones. Lo malo de esto es que, bajo la supuesta imparcialidad, se oculta una trampa, por otra parte, incoherente. ¿Cuántas veces la izquierda se ha manifestado en contra de los regímenes totalitarios de derechas?. Ustedes dirán que en numerosas ocasiones, pero yo preguntaría: ¿cuándo la izquierda tradicional será capaz de arremeter, sin cortapisas de ninguna clase, contra las dictaduras llamadas revolucionarias o de influencia comunista?. Ignoro qué clase de impedimento pueden tener los partidos progresistas para mirar a otro lado cuando se trata de ejercer presión sobre estos, por otra parte ya escasos, sistemas totalitarios, pero lo cierto es que es una estrategia que solo puede satisfacer a unos pocos malintencionadamente despistados. Actualmente, en España, es de rabiosa actualidad las reacciones que algunos han tendido cuando nos ha llegado la noticia de la muerte en Cuba de Orlando Zapata, tras una huelga de hambre. Espectaculares han sido las manifestaciones de un actor español, Willy Toledo, que, aparte de creer a pies juntillas las acusaciones de un régimen totalitario sobre el preso político en cuestión, afirma la siguiente estupidez insoslayable: “Considero que el estado cubano, con sus miserias y sus grandezas, es un modelo a seguir en muchos aspectos.” No, señor Toledo, no y mil veces no, jamás hay que justificar, bajo ningún concepto, a cualquier sistema totalitario, sea de la ideología que sea. Es evidente que en cualquier dictadura, puedan existir aspectos positivos, algunos por inercia, pero no se pueden pagar a tan alto precio. No obstante, no solo existen estas absurdas reflexiones por parte del progresista de turno, hay también un soterrado y oscuro barómetro que dicta las normas de cómo enfrentarse, de forma global, a determinados estados. La derecha es muy dada a la no beligerancia de aquellos que son de su mismo palo. Basta con recordar la estrecha amistad, que llegaba hasta la náusea, de Margaret Thacher con Augusto Pinochet, el gran garante de los derechos humanos en el cono sur. Este comportamiento de la ex-primer ministra británica ha debido de ser determinante, para que la FAES de Aznar le haya concedido el premio de la libertad. Por otra parte, la postura de EEUU respecto a Cuba es sobradamente conocida y su bloqueo es más que un símbolo de prepotencia, en esta ocasión, contraproducente. Esta postura del gobierno norteamericano no ha servido prácticamente nada más que para reforzar el régimen de Castro y ayudar a incrementar la pobreza del país. No obstante no existe la misma vara de medir para China, entre otras cosas, porque es un mercando potencial de primer orden y donde hay negocio no hay cortapisas ni éticas ni, simplemente, humanas. La izquierda debe por lo tanto seguir su propio camino, y si tiene que dejar al margen a ciertos sectores acomodados, a los que le gusta jugar a las causas perdidas, no tendrá más remedio que hacerlo.
Hay ciertas cosas que mi mente no alcanza a comprender. No entiendo como hay algunas formas de ejercer la política que pertenecen a la izquierda y otras a la derecha, cuando en realidad algunas de ellas pertenecen al sentido común y las contrarias a la estupidez mental, vengan de la parte ideológica que vengan. La política conservadora ha ido acompañada, en general, por el poder religioso católico que ha sido su apoyo incondicional. La izquierda, aparentemente laica, se ha sentido huérfana de algún apoyo espiritual y se ha refugiado, como compensación, en brazos de una falsa intelectualidad formada principalmente por gente del cine y la música. Han sido, generalmente, colectivos muy combativos y han hecho de la calle su propio nicho ecológico. En la guerra de Irak se hicieron sentir de forma muy contundente y, eso, en el fondo no tiene nada de censurable, es un ejercicio más de libertad democrática, se esté o no de acuerdo con sus reivindicaciones. Lo malo de esto es que, bajo la supuesta imparcialidad, se oculta una trampa, por otra parte, incoherente. ¿Cuántas veces la izquierda se ha manifestado en contra de los regímenes totalitarios de derechas?. Ustedes dirán que en numerosas ocasiones, pero yo preguntaría: ¿cuándo la izquierda tradicional será capaz de arremeter, sin cortapisas de ninguna clase, contra las dictaduras llamadas revolucionarias o de influencia comunista?. Ignoro qué clase de impedimento pueden tener los partidos progresistas para mirar a otro lado cuando se trata de ejercer presión sobre estos, por otra parte ya escasos, sistemas totalitarios, pero lo cierto es que es una estrategia que solo puede satisfacer a unos pocos malintencionadamente despistados. Actualmente, en España, es de rabiosa actualidad las reacciones que algunos han tendido cuando nos ha llegado la noticia de la muerte en Cuba de Orlando Zapata, tras una huelga de hambre. Espectaculares han sido las manifestaciones de un actor español, Willy Toledo, que, aparte de creer a pies juntillas las acusaciones de un régimen totalitario sobre el preso político en cuestión, afirma la siguiente estupidez insoslayable: “Considero que el estado cubano, con sus miserias y sus grandezas, es un modelo a seguir en muchos aspectos.” No, señor Toledo, no y mil veces no, jamás hay que justificar, bajo ningún concepto, a cualquier sistema totalitario, sea de la ideología que sea. Es evidente que en cualquier dictadura, puedan existir aspectos positivos, algunos por inercia, pero no se pueden pagar a tan alto precio. No obstante, no solo existen estas absurdas reflexiones por parte del progresista de turno, hay también un soterrado y oscuro barómetro que dicta las normas de cómo enfrentarse, de forma global, a determinados estados. La derecha es muy dada a la no beligerancia de aquellos que son de su mismo palo. Basta con recordar la estrecha amistad, que llegaba hasta la náusea, de Margaret Thacher con Augusto Pinochet, el gran garante de los derechos humanos en el cono sur. Este comportamiento de la ex-primer ministra británica ha debido de ser determinante, para que la FAES de Aznar le haya concedido el premio de la libertad. Por otra parte, la postura de EEUU respecto a Cuba es sobradamente conocida y su bloqueo es más que un símbolo de prepotencia, en esta ocasión, contraproducente. Esta postura del gobierno norteamericano no ha servido prácticamente nada más que para reforzar el régimen de Castro y ayudar a incrementar la pobreza del país. No obstante no existe la misma vara de medir para China, entre otras cosas, porque es un mercando potencial de primer orden y donde hay negocio no hay cortapisas ni éticas ni, simplemente, humanas. La izquierda debe por lo tanto seguir su propio camino, y si tiene que dejar al margen a ciertos sectores acomodados, a los que le gusta jugar a las causas perdidas, no tendrá más remedio que hacerlo.
Una de las máximas de la izquierda española es impulsar una política educativa de buenas intenciones, pero, como se dice vulgarmente, el infierno está lleno de buenas intenciones. Tal desarrollo se basa en el hecho de que la educación debe ser obligatoria y, por lo tanto, la consecución de la misma debe llegar a la meta de la forma que sea. No obstante, no todos somos capaces de seguir un ritmo constante y del mismo nivel. Para corregir este problema, las administraciones socialistas han querido forzar la igualdad entre buenos y malos estudiantes, dándoles a estos últimos la posibilidad de pasar de curso, aunque sus notas académicas no lo recomendasen en absoluto. Esta actitud se basa en la bonhomía y la supuesta honradez del mal estudiante, que debe optar por la posibilidad de repetir curso o pasar al siguiente sin ningún tipo de lastre. Que el peso de la decisión recaiga sobre los padres tampoco parece una solución demasiado coherente, en un sistema educativo en el que los profesores han perdido su status y se enfrentan cotidianamente a unos progenitores que los ven como enemigos de sus hijos. Miren, yo nunca fui un estudiante brillante y el poco esfuerzo que realizaba por aprobar los exámenes, lo hubiera arrojado a la basura si me hubieran ofrecido la posibilidad de pasar de curso sin ningún tipo de problema. Creen ustedes, por ejemplo, que me hubiera pasado un verano entero estudiando matemáticas, intentando comprender la lógica del número e, si hubiera tenido la posibilidad de pasar de curso. Lamentablemente, los alumnos por falta de madurez y los padres por falta de responsabilidad anulan el bien intencionado concepto de tales iniciativas. Todo esto ha contribuido a empobrecer la enseñanza de forma preocupante, teniendo como daños colaterales a los alumnos, cada vez peor preparados y a los profesores, vilipendiados y maltratados hasta extremos intolerables. La educación franquista era de la misma rigidez que la vara que servía al maestro para infligir castigos desproporcionados al alumno. Hemos pasado de un extremo a otro sin emplear la lógica del término medio, y es momento de dejar las cosas en su lugar. Hay que devolver, de forma urgente, la autoridad al profesor, no una autoridad desmedida e injusta, sino ecuánime y vigilada. Hay que dar al alumno voz en las aulas y exigirle esfuerzo y dedicación, sabiendo, en todo momento, que sólo la obtención de buenos resultados les posibilitará el pase a un nivel superior. A los padres hay que inculcarles la responsabilidad inexorable de educar a los hijos en la valoración del esfuerzo, la empatía y otros conceptos cívicos que han sido abandonados a su suerte por una generación, que consideró que era más importante ejercer de amigo que de padre. La izquierda debe liberarse también del complejo que le supone impartir autoridad a quien debe, en este caso por la necesidad inherente de una tutela de quienes aún no están formados como plenos individuos. Sé que para algunos esto puede representar una suerte de autoritarismo, pero utilicen la lógica, no podemos obtener individuos libres y respetuosos de la sociedad si los abandonamos a su libre albedrío o ¿acaso la educación obligatoria es un concepto recesivo?.
Otro lastre de la izquierda democrática es su concepto timorato de la aplicación de la justicia. ¿Es progresista el uso de leyes laxas?. Sinceramente creo que no, y el hecho irrefutable de mostrar susodichas taras creo que se debe al complejo de un país que, durante cuarenta años, fue sometido a las leyes perversas de una dictadura de principios tan rígidos como el acero de una olla a presión. Esto ha tenido como consecuencia que en la aplicación de penas nos hayamos quedado cortos y que se pueda decir, sin tapujos, que en España sale a cuenta ejercer una carrera delictiva. Además en un país sometido a la presión terrorista, esto no ha hecho más que empeorar aún más las consecuencias, teniendo también como lastre una ley del menor que ha protegido a individuos con una carga criminal, en algunas ocasiones, insoportable. No tengamos miedo al manejo de la justicia con todas sus implicaciones y, sobre todo, no pensemos en ningún momento que tal decisión es propia de una ideología o de otra, sino más bien la consecuencia lógica de un sentido común que debe obligar a una sociedad a su propia protección. Protección, por otra parte, que no debe pasar por encima de las libertades ni de los derechos humanos. No creo que compaginar ambos conceptos sea una quimera imposible de alcanzar.
En España el PSOE tiene un problema añadido y es que en las comunidades autonómicas, especialmente las conocidas como históricas, el partido socialista es independiente y actúa como asociado de su matriz central. Esto que podría ser una ventaja, se convierte en un escollo importante, sobre todo en materia de soberanía y competencias. Es un riesgo ciertamente contrastado el hecho indiscutible que, en más de una ocasión, los intereses de unos y otros son contradictorios, dando la sensación de ser una asociación forzada por pura estrategia política. Sería bueno, pero poco probable, que el PSOE fuera capaz de presentar un partido único en todo el territorio nacional, dando cohesión a su política y evitando discordancias que fomentan la inseguridad.
No sé si se trata de una refundación en toda regla, pero es evidente que, para algunos, existen toda una serie de imposiciones caprichosas que hacen de la izquierda menos competitiva y, sobre todo, más ineficaz. Todo ese lastre que se ha convertido en una forma de entender la política, ha convertido el concepto de ser progresista en casi una broma. Hagamos pues un ejercicio de reflexión y concedamos a la política su virtud máxima, no la del arte de la complicación y el enredo, sino el de la utilización más simple del sentido común y la lógica.
Hace bastante tiempo que dejé de creer en la política, ya que cada vez resulta más ineficaz puesto que todo, absolutamente todo, está infectado por un partido u otro. Ya no existen ni siquiera periodistas que informen con cierta imparcialidad. ¡Que vergonzosos resultan los debates de televisión! ¡Si en vez de periodistas parecen políticos! ¿En qué ha quedado el espiritú informativo, pues?
ResponderEliminarEn fin, aplaudo una vez más muchas de sus ideas, pero sinceramente creo que cada vez resulta más difícil governar en este país (y de seguir así, la cosa creo que empeorará). La izquierda (si es que se le puede llamar así al PSOE) cada vez es más incompetente, y la derecha, rancia y maloliente, parece regodearse ante los puntos flacos de esta. ¿Cómo vamos a salir a flote ante semejante panorama?
A mi me da vergüenza, de verdad.
Muy acertada su reflexion Sr. Cahiers, desde luego hemos llegado a un punto o evolucion histórica donde el pensamiento político parece que forma parte del pasado y lo que realmente se necesitan, como usted bien dice, son buenos gestores, no se si esto se puede considerar a nivel global o forma parte de la evolucion de nuestro pais, el caso es que parece que toda esa entrañable y bien diferenciada lucha entre izquierda y derecha murio a finales de los 80, con los Suarez, Gonzalez, Fraga, Guerra, Carrillo, Gerardo Iglesias, Hernandez Mancha,...
ResponderEliminarQuisiera puntualizar 2 cosas, la primera es aportar un dato más sobre la relación de EEUU con China- el principal acreedor de deuda externa de EEUU es China-, la cual amenazó al gobierno americano a reactivar el consumo o pagar la deuda, increible!!!.
Y la segunda es aportar un punto de vista muy parecido al suyo respecto a la educacion, que me parecio increible cuando lo vi, proviene del juez Calatayud (granadino), y ahi se lo dejo para que usted lo vea: http://www.youtube.com/watch?v=K2GTauJT5Vg
Lo de los periodistas, amigo Lazoworks, merece capítulo a parte, y es verdaderamente triste como se han transformado en auténticos comisarios políticos de los partidos. Muy interesante lo de China, Joqui, porque, entre otras cosas, representa como la economía es el verdadero motor de los principios políticos. Respecto al Juez Calatayud es siempre recomendable escuchar a quien usa el sentido común.
ResponderEliminarAl final lo que que subyace es un deseo extremo por el sentido común, algo que parece complicado en el panorama político español.
ResponderEliminarPor que en realidad, como usted dice, entre los modernos partidos social-demócratas europeos, y la democracia cristiana hay muchos puntos de conexión, (menos entre los partidos más liberales y la izquierda más radical).
Pero hay un punto que me enerva en nuestro país, y es el caos de la educación en España.
La política de la izquierda gobernante me resulta incomprensible, porque entre otras cosas, es una ruptura total con la tradición del Psoe más clásico, de la herencia de Francisco y Fernandoo Giner de los Ríos, y lo que significó la Institución libre de enseñanza.
Toda la política educativa de los gobiernos del Psoe, (pero muy especialmente los de estos últimos años), rompen todo ese modelo, que es de lo más sano que ha aportado el socialismo democrático a la historia de España.
Porque lo que hace libre a unos individuos, a una sociedad, son ciudadanos bien formados, cultos y capaces, que hayan sido cultivados en el esfuerzo y la dedicación, como por cierto, pasa en todos los países democráticos del mundo, y así en los famosos informes del Estudio Pisa, España ocupa siempre los últimos lugares de la Unión Europea...
Totalmente de acuerdo, Tirador, pero además es que sería tan fácil volver a enderezar el rumbo de nuestro pésimo sistema educativo, que me produce un cabreo monumental que no se haga de forma urgente y consensuada
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