ADIOS MAESTRO

Para mi es difícil escribir algo sobre un hombre al que admiro tanto. Creo que el cine español se ha quedado hoy huérfano de una de sus figuras más indispensables, uno de sus pilares básicos, sin el cual no se puede explicar no sólo la historia de nuestra precaria industria cinematográfica, sino también de nuestro propio país. Si pensamos en los grandes del cine español, junto a Buñuel, Bardem, Erice o Saura siempre estará presente el maestro Luis García Berlanga.

En su filmografía podemos encontrar como se funden a la perfección la comedia más hilarante y negra con la crítica solapada pero afilada. No se comprende muy bien como películas del carácter de "Plácido" o "El verdugo" pudieron burlar a los censores del franquismo. Aunque bien es cierto que, con ésta última, hubo que suprimir 14 minutos en la salda de montaje, su denuncia y sus implicaciones quedaron intactas. Quizás fuera porque su incisión sobre la difícil realidad política de aquellos años no fuera algo que se mostrara de forma taimada, sino que aparecía bajo la delgada capa del costumbrismo, en ocasiones, más esperpéntico. Hay una anécdota curiosa sobre la presentación de "El verdugo" en la Mostra de Venecia, cuando ante un grupo de manifestantes que les esperaban en la puerta se le aconsejó que salieran por la parte de atrás, para no encender los ánimos más allá de lo razonable, a lo que Emma Penella procedió, agarrando a Berlanga del brazo y diciendo que, una actriz española nunca sale por la puerta de atrás. Además tenía la habilidad de desarrollar un guión en el que los personajes tenían conversaciones simultáneas, a veces hasta se interponían unas a otras, dando la sensación de una puesta en escena ordenadamente anárquica.

Me divierten especialmente "La escopeta nacional" y "Patrimonio nacional", entre otras cosas, porque después del irrepetible José Isbert, inolvidable Don Amadeo de "El verdugo", nos ofreció los mejores momentos de Luis Escobar y su interpretación, entre socarrona e ingenua, de su particular Marqués de Leguineche, coleccionista del vello púbico femenino de todas sus amantes, figura peculiar de un exilio político interior, monárquico de los tiempos de la corte y padre de un onanista José Luis López Vázquez. Pero Berlanga nos dejó también la historia de un pueblo que, como él dice, esperaba un maná que nunca llegó como fue "Bienvenido Mister Marshall", una deliciosa historia nostálgica sobre la etapa de la adolescencia en "Novio a la vista", un relato esperpéntico sobre el deseo y resignación con "¡Vivan los novios!", un fragmento de nuestra más terrible historia, contado con una sonrisa y en formato de aventura absurda, como fue "La vaquilla" o su última propuesta interesante, "Todos a la cárcel" en la que un pobre hombre, José Sazatornil, se deja arrastrar por el infortunio y el despropósito de una historia barnizada con un tono Kafkiano, si Kafka hubiera tenido sentido del humor.

Berlanga se nos ha ido, probablemente se marchó con un nuevo proyecto con el que poner patas arriba el más allá, porque no debemos olvidar que contará con Rafael Azcona, Pepe Isbert, Luis Escobar o Juan Antonio Bardem, genios sin parangón de un cine que ha alcanzado su particular inmortalidad en la memoria. Adiós maestro.