LA NARCOLEPSIA Y EL HELICOPTERO
Yo he tenido muy mala suerte para los sorteos. Nunca me ha tocado absolutamente nada y cuando me declararon excedente de cupo, allá por el año 85, me repescaron para completar las plazas que los voluntarios no había sido capaces de ocupar en el ejército del aire. Son muchas las anécdotas que cualquiera que haya ejercido las labores propias del servicio obligatorio puede contar. La historia que a continuación les detallo es absolutamente cierta y no cito ni lugar ni nombres por mi naturaleza desconfiada, no vaya a ser que cometa algún delito de alta traición y me manden a galeras.
Yo hice la mili en un aeropuerto militar de relevante importancia en la defensa estratégica nacional. Un domingo, sin tener ninguna clase de preparación ni nada que se parezca, me tocó guardia en la torre de control. Esto ya es en sí mismo un error capital. Lo más cerca que había estado de un avión es cuando contemplaba las estelas que dejan en el cielo, y mi dominio de la aeronáutica se limitaba a la fabricación de avioncitos de papel. Para nuestro ejército eso era un nivel más que suficiente. Me tocó hacer guardia con un tipo pelirrojo con menos conversación que un ajo picado y ambos confiamos en que el sargento de guardia nos diera las instrucciones precisas y que, por supuesto, éstas no pasarían de conceptos nimios e intrascendentes, o dicho en otras palabra, barran ustedes la pista, limpien los cristales de la torre y otras labores domésticas carentes de importancia.
La cosa comenzó a pintar mal cuando llegó el sargento a la torre de control, un tipo grueso, al volante de un Renault 18 con mas polvo que el arca perdida. Observamos que se estaba bajando del coche y, de repente, el mundo se paró de forma enigmática. No había ningún tipo de movimiento y el orondo sargento permanecía inmóvil con una pierna en el asfalto, un brazo apoyado en la puerta y el resto del cuerpo dentro del coche. El pelirrojo y yo nos miramos con cara de besugos y, cuando comprendimos que había pasado un tiempo más que prudencial, nos acercamos para ver que podía haber ocurrido. El tipo estaba dormido profundamente en aquella postura de transición entre el coche y el exterior. Unos interminables e incómodos minutos pasaron hasta que me atreví a murmurar "... mi sargento, mi sargento, ¿se encuentra bien?". A la quinta o sexta vez de repetir tan osada formula de comunicación, abrió pesadamente los ojos y, como si no hubiera pasado nada, comenzamos la jornada.
El resto de la mañana transcurrió entre los sueños intermitentes que semejante individuo era capaz de echarse en las posturas más extrañas. Acachado, sentado, en cuclillas, de pie, etc, etc. Hasta el momento no habíamos tenido ningún trabajo y recé para que así fuera el resto del día. Pero el asunto se tornó altamente complicado cuando el sargento anunció: "Viene un helicóptero de la armada, vamos a indicarle la pista de aterrizaje, venid conmigo...". Antes de terminar la frase se quedó dormido en el quicio de la puerta y nuestros intentos de resucitarle fueron en vano. El pelirrojo se iba poniendo de un color cenizo, tirando a descomposición y a mis neuronas comenzaban a huir presas del pánico, mientras se escuchaba al fondo el tableteo incesante del motor de un pesado helicóptero. Nosotros estábamos en la base de la torre, encargados de recibir a las aeronaves que pudiesen aterrizar y la reacción más coherente hubiera sido subir e informar del problema, pero lejos de eso, y antes de que nos hubiésemos dado cuenta de nada, nos vimos corriendo como alma que lleva el diablo en dirección a una explanada cerca de los hangares, en donde iniciamos un movimiento frenético de brazos y alaridos para indicar al helicóptero que aterrizara allí. Mis nociones sobre este tipo de indicaciones se basaban únicamente en una escena de "Aterriza como puedas". Afortunadamente la fortuna nos sonrió y la nave se posó delicadamente en el suelo, ante el asombro de unos pilotos que nos miraban como si fuéramos marcianos, aunque aun se asombraron más cuando se toparon con el sargento durmiente apoyado en una columna.
Después sucedió otro incidente con un avión, no se si era un Mirage o similar, que estaba a punto de despegar. A los aviones a reacción hay que acoplarles una manguera conectada a una especie de compresor, no me pregunten por qué. Estando los pilotos a punto de salir disparados, nuestro amigo, una especie de lirón con galones, les provocaba unos movimientos convulsivos de brazos y cabezas (sin hubiera sido un cómic, les hubieran salido rayos y truenos de sus pensamientos). El sargento me miró y me grito: ¡Tráete una llave fija del 15, correeeeeeeeee....!!!!. Por lo visto, el tipo en cuestión, no había tenido otra ocurrencia que preguntarle a los pilotos si tenían por casualidad una llave a mano para dejársela un momento.
Cuando terminó el día, procedí a tachar un día más de mili en mi cuadrante y suspiré aliviado por no terminar ante un pelotón de fusilamiento.
Al menos no tuvo tiempo de aburrirse oiga.
ResponderEliminar¿Comprobaste si al sargento le había picado la mosca tse-tse? porque si no, no me lo explico. Afortunadamente yo estuve exento de prestar servicio militar no por la edad, como muchos creen, sino por la vista. Saludos.
ResponderEliminarQué historia más divertida, Cahiers, claro que contada ahora porque no creo que a vosotros os hiciera ninguna gracia en ese momento.
ResponderEliminarMenudo tipo ese sargento. Pero a mí no me hace falta que me asegures que fue todo real. Cada vez estoy más convencida de la capacidad del hombre para hacer lo más inimaginable.
Con lo engorroso que debería ser tener que hacer la mili, como para que encima le pasen esas cosas.
ResponderEliminarPor suerte, aquí un servidor se libró (por la edad), cosa que agradezco, dicho sea de paso xD
Saludos ;)
Hay momentos en la mili en que se pasa canutas, al menos tenemos algunas historietas similares para contar a los nietos. Graciosa su anecdota por cierto. Ahí va la mia, verídica ¿eh?
ResponderEliminarUn servidor se tragó un cigarro encendido en una garita de guardia, eran mas o menos las 4 de la madrugada. El subteniente rara vez se dignaba a dar una vuelta de revista, aquella noche hizo la excepción... Tras el susto no se me ocurrió otra cosa para desacerme de la prueba del delito, fue algo instintivo... afortunadamente el hombre se tambelaba bastante borracho y ni se percató de la humareda... una leve quemadura en el paladar y un susto mortal fueron las consecuencias leves (que pudieron ser muy graves...) jajajaja
Por historias como éstas que me contaron mis colegas me hice yo objetor.
ResponderEliminarQué envidia ese sargento con el mal dormir que yo tengo. Eso no me podía pasar en mi mili en Ceuta pues allí no había aeropuertos ni aviones ni cosas de esas.
ResponderEliminarUn día pondré una entrada sobre Isha Kandisha, una fantasma mora con la apariencia de una bella mujer pero con pies de cabra. Dicen que se apareció a algún soldado de guardia por la noche, claro que con las sustancias ilegales que corrían por allí... Borgo.
Genial Mrs Cahiers. Ya veo que a usted la mili le hizo algo más que "un hombre". ¿No pensó hacerse controlador o algo así tras la experiencia? Un saludo.
ResponderEliminarJa,ja,ja. Está claro que el servicio de armas dejas secuelas, y es verdad que in situ, no sería tan divertidas, pero si es cierto que sus anécdotas militares siempre fueron desternillantes.
ResponderEliminarCualquier día me animo y narro las mías...
Sr.Nocivo: Pues aunque no lo crea, en la mili hay tiempo para aburrirse mortalmente.
ResponderEliminarMarcos: Era evidente que tenía un problema serio de salud y que no estaba capacitado para trabajar en un lugar de esa responsabilidad. Yo también tenía miopía pero no la suficiente para librarme.
Clementine: Se sorprendería lo chapucero que era entonces el servicio militar. Me imagino que las cosas ahora serán mucho más profesionales y eficientes.
Pliskeen: Siempre pensé que era una pérdida considerable de tiempo y, sin embargo, ahora pienso que a algunos jóvenes de hoy les vendría muy bien un poco de disciplina militar.
Alimaña: Los que hemos hecho la mili somos un poco como el abuelo cebolleta, siempre contando batallitas, jejejeje.
Mr.Lombreeze: Pues no crea, conozco algunos que se hicieron objetores de conciencia y tambien tienen sus historias surrealistas para contar.
Miquel: Bueno, en Ceuta podría encallar algún que otro barco. Historias de fantasmas durante las guardias se cuentan en casi todos los cuarteles. Y es que las noches en la garita son muy largas y solitarias.
Blue Day: Apañados estarían los aeropuertos españoles si, con tales experiencias, me hubieran nombrado controlador. Eso si, un servidor, mucho más barato.
Tirador: Las suyas?, sus experiencias militares?. No cuente milongas que yo estuve presente el día que le declararon no apto. En caso de guerra solo sería útil como prisionero.
Desde luego la anécdota es digna del mismo Ivà. No, si al final me arrepentiré de no haberla hecho
ResponderEliminarDe hecho, amigo Möbius, las historietas de Ivá pueden que estén basadas en hechos reales.
ResponderEliminarCon los años todo se ha vuelto tan serio... bendita mili.
ResponderEliminarSin duda, Dani, una mili, aunque fuera de sólo tres meses, no le vendría mal a más de uno.
ResponderEliminarNo se, no se... no puedo terminar de creerlo, ¿De verdad tenemos licócteros en el ejercito españó? :D
ResponderEliminarDesde luego, Piedra, y son capaces de mantenerse en el aire durante un periodo de tiempo razonable.
ResponderEliminarSin mili, ¡la de anécdotas que ha perdido la vida del español adulto!, je, je.
ResponderEliminarSaludos.
Juas, peculiar anécdota. Yo no viví excesivas rarezas en mi periplo militar, pero lo cierto es que me pasa como a Lebowski con sus años universitarios: la mitad de las veces estaba bebido y la otra mitad escaqueándome o durmiendo. Bueno, quizá esto te sirva: me destinaron varios meses a la lavandería. Robaba el dinero del detergente para comprarme café y tabaco y las lavadoras las hacía con suavizante y Pato WC. Lamentable, ya lo sé. Pero nadie se quejaba ¡y la ropa quedaba muy bien!
ResponderEliminarLicantropunk: Eso es cierto. Con las anécdotas de muchos podríamos escribir una enciclopedia.
ResponderEliminarInsanus: Lo de escaquearse y dormir es una de las lecciones básicas de la mili. Y respecto a robar, si yo le cuento lo que hacían algunos con el dinero presupuestado para cocina...