No hay nada más peculiar que el Dios de la Biblia. Siendo como es, uno de los libros más relevantes que jamas se hallan escrito, resulta ciertamente pintoresca la imagen de un dios creado a imagen y semejanza de quienes relataron sus hechos. La humanidad con la que se ha investido al Dios bíblico eclipsa su naturaleza divina, en tanto vive, ayuda y aniquila con los rasgos de un guerrero duro y cruel, pero comprensivo con los suyos, capaz de pedir los mayores sacrificios dignos de una mente maquiavélica. Es especialmente revelador observar como Dios se transforma según las necesidades de la época. En el Antiguo Testamento se encuentran las claves para comprender las aspiraciones terrenales y políticas del pueblo elegido, que son avaladas hasta el paroxismo por la omnipotencia divina. Este proceso de simbiosis entre política y religión manipula los hechos hasta convertirlos en pruebas de fe de una espiritualidad con aspiraciones de poder. Observamos que en el Dios del Nuevo Testamento se introducen rasgos personales dispares, haciendo surgir la idea de que se trata de dos entes absolutamente distintos y casi opuestos. Mientras el Dios del Antiguo Testamento es cruel y vengativo, el del Nuevo Testamento es misericordioso y comprensivo. El primero es el protagonista indiscutible y en el Nuevo es absorbido por el personaje de Jesucristo, más cercano al hombre. Claro es que, desde un punto de vista teológico, Cristo era Dios. Lo importante es que en el Nuevo Testamento los rasgos divinos merman en beneficio de los humanos. Podemos pensar que, de una forma natural, Dios evolucionó en su personalidad debido al devenir de los tiempos, y que su forma de proceder acabó en el preciso instante en que alguien actuó al margen de un guión ya escrito de antemano. Es evidente que no podemos hacer una disertación, sobre el terreno, de la realidad al juzgar las acciones de un hipotético Dios, cuando dudamos de la veracidad de unos hechos como mínimo confusos. Desde una perspectiva ortodoxa hasta la extenuación, se deben aceptar todos los acontecimientos bíblicos como revelaciones de Dios, ya que de lo contrario se estaría dudando de los dogmas sagrados de los escritos religiosos. Sin embargo, desde un punto de vista más lógico y racional, si es que esto es posible cuando hablamos de religión, los episodios narrados en el Libro Sagrado se pueden interpretar como símbolos o como testimonios desfigurados de la realidad vigente de la época. Es decir, existen unos hechos que se interpretan de una forma acorde con unas posibilidades narrativas condicionadas por la historia y, por lo tanto, nos han llegado desfiguradas por la óptica del narrador. Para Nietzsche la transformación del Dios bíblico se debe a la decadencia del mismo: “Sin embargo, cuando un pueblo decae, cuando ve que se apaga definitivamente su fe en el futuro y su esperanza en la libertad; cuando le parece que no hay nada más útil que la sumisión y que las virtudes de los sumisos constituyen un requisito para la conservación, entonces también su Dios se ha de transformar: se vuelve mojigato, temeroso, humilde, predica la “paz interior”, el fin de todo odio, el perdón e incluso el “amor” al enemigo. Ese Dios no hace otra cosa que moralizar, se desliza furtivamente en la madriguera de toda virtud privada, se convierte en el Dios de todos, se torna un individuo privado, un cosmopolita. Antaño era la representación de un pueblo, la fortaleza de un pueblo, todas las tendencias agresivas y el ansia de poder surgidas del alma de un pueblo. Ahora ya no es más que un Dios bondadoso. Realmente los dioses no tienen más alternativa que esta: o son la voluntad de poder y, en este sentido, serán dioses de un pueblo, o por el contrario, son pura impotencia, y entonces se volverán buenos por necesidad.” Creo que no hay ninguna objeción tras las clarividentes palabras del filósofo alemán. Si Dios es el ideal de las aspiraciones humanas, según sean estas, así será el carácter de la entidad divina. Como prueba de ello, debemos esquematizar en breve la historia del Dios de la Biblia. En un primer momento nos encontramos con un pueblo elegido que busca fervorosamente la “tierra prometida”. Como se trata de una aspiración puramente territorial, se nos presenta a un Dios-caudillo que pretende imponerse ante todos, aunque para ello tenga que emplear la violencia más devastadora. Estamos ante el Dios terrible del Antiguo Testamento. A continuación, en un proceso de reforma, comienza la hora del cristianismo con la aparición del Mesías. Se inician los primeros balbuceos de un nuevo movimiento religioso que se irán fortaleciendo con el paso del tiempo. Los cristianos abogan por la actitud pacífica y el amor al prójimo y, en virtud de ello, la figura de la clemencia se agudiza. El cristianismo sufre la persecución y el martirio y Dios pasa a ser la imagen del hombre perseguido y, por ello, ofrece como únicas armas la misericordia y la compasión, que lo configurarán como una deidad bondadosa o, como calificaría Nietzsche, decadente. En el año 313 Constantino dará carta blanca a los cristianos y dejan de ser perseguidos. A partir de ahora serán perseguidores. En 1.232 Gregorio IX redacta la encíclica “Ille Humani Generis” en la que se dará forma y cuerpo a una institución que posiblemente comenzara su andadura algunos años antes, concretamente en 1.208 con la organización de la cruzada contra los cátaros, ordenada por Inocencio III. Me refiero a la institución del Santo Oficio o Tribunal de la Inquisición. Vuelve, pues, el Dios tiránico del Antiguo Testamento. Se malinterpreta, se manipula y se utiliza con total impunidad el mensaje de Cristo. La Iglesia, representante de Dios, está ahora en el poder y la imagen que se tiene de Él es ahora la del intolerante. Afortunadamente los tiempos cambian, y aunque los representantes de ese Dios continúan siendo un poder concreto y muy terrenal, han moderado ciertamente su capacidad de intervencionismo en la sociedad. Siguen siendo desde luego un innecesario eslabón entre el hombre y la espiritualidad, que siempre debió ser un acto libre y personal. Esto en lo que se refiere a la religión católica, pues otra cosa muy distinta es la influencia asfixiante que, por ejemplo, el Islam ejerce con una actitud realmente peligrosa e impropia de los nuevos tiempos.
El monoteísmo ha desplazado al politeísmo de manera ostensible. Lo que, a simple vista, podría parecer lógico es bastante discutible en cuanto analicemos los puntos vitales de la creencia en un solo dios. Es, como mínimo, discutible que desde un punto de vista incrédulo hacia la idea de que exista un dios, pueda defender que, de existir tal divinidad, no tendría razón de ser que fuera único. Si existen unas causas creadoras que han originado a un ente divino, esas mismas causas podrán crear, de igual modo, otros dioses. Algún teólogo podrá decir: ¡Es que Dios es increado!. Supongamos tal apreciación y que, en efecto, es de esa naturaleza. Esto facilita, en mayor medida, las cosas. De igual modo que existe un dios increado, pueden existir también un numero indeterminado de entes divinos de la misma naturaleza. Ello no significa que pueda existir toda una legión de dioses, sino un número acorde con las posibilidades de unas causa creadoras excepcionales. De todas formas, no puedo evitar pensar que tanto una como otra posibilidad son, en todo caso, incoherentes desde el punto de vista de la razón lógica. A pesar de todo, debemos reconocer que los planteamientos del monoteísmo son realmente brillantes. En efecto, el monoteísmo ha dado mayor importancia al hombre, al convertirse éste en un elegido de un único Dios. Además, Dios es Dios en cuanto es uno. El conceder todos los atributos del poder universal a un único Dios da mayor importancia a un pueblo, que a otro que necesita a varios para ejercer las mismas funciones. Por eso los dioses romanos sucumbieron ante el Dios cristiano. Un Dios único es omnipotente porque, de hecho, es la unificación de la voluntad absoluta y, por lo tanto, no admite a su sombra a ninguna entidad semejante. El politeísmo diluye ostensiblemente el poder en varias direcciones. Quizás los dioses del politeísmo se acerquen más a la concepción de suprahumanidad en el punto Omega propugnada por Theilhard de Chardin. De ahí que un único Dios tenga mayor poder e importancia que una multitud de entidades divinas. Y de ahí también que el monoteísmo haya logrado mayor índice maquiavélico en la manipulación de las masas. Sigmund Freud, analizando el origen de las religiones, llega al siguiente planteamiento: “El psicoanálisis nos ha descubierto una íntima conexión entre el complejo de padre y la creencia en Dios, y nos ha demostrado que el Dios personal no es, psicológicamente, sino la superación del padre... La religiosidad se refiere, biológicamente, a la impotencia y a la necesidad de protección del niño durante largos años”. Una multitud de dioses no podría ejercer la misma influencia paternalista que una sola divinidad. El apego al líder, el seguimiento al caudillo como unidad carismática es algo que seduce hasta el paroxismo a las masas. El desamparo infantil es, en escala superior, el desamparo de la humanidad ante lo misterioso e inescrutable de su propia existencia. El hombre frente a la soledad cósmica y la impotencia de sus limitaciones. Y este sentimiento nostálgico que busca afecto tiene su más seguro refugio en un Dios único y protector. Por esta causa, el hombre acude a Dios cuando se haya ante el desamparo y la debilidad que origina cualquier problema vital, es la superstición máxima de nuestras más suprasensibles necesidades y aspiraciones, el mago milagrero que resolverá lo imposible.
Enhorabuena PEPE, otro lúcido capítulo.
ResponderEliminarUn par de comentarios (que no correcciones ni puntualizaciones);
Los cristianos van más allá del amor al prójimo: predican amar al enemigo, lo que es un dislate.
La Iglesia no ha moderado motu proprio su intervencionismo en la sociedad sino que ha sido la sociedad la que la ha ido arrinconando.
PS: un chascarrillo. Yo titularía esta serie de post "El Libro Olvidado de la Mano de Dios"...
Dualidades de la iglesia según le vaya bien o no. Los papas guerreros tampoco tenían que ver con los primeros cristianos que aparecieron durante el imperio romano, y es que ellos, el papa Julio II por ejemplo, creo que era, tenían demasiado poder y podían ser no tan bondadosos con el enemigo.
ResponderEliminarYo también creo que el monoteísmo es más poderoso que el politeísmo. Que un solo Dios tenga todos y cada uno de los atributos de los dioses politeístas, paganos incluidos, es como para tenerlo muy en cuenta y darle su importancia.
Interesante también la reflexión que haces sobre Freud, el padre y lo que representaría Dios como protector.
Un saludo, PEPE. Estupenda entrada.
A ver, Cahiers. ¿Y por qué no conviertes este "Libro Olvidado" en "El Libro Recuperado" y se lo presentas también al mundo real? ¿Tú no eres consciente de las cosas tan interesantes que planteas aquí y lo rebien escrito que está? ¿Eh, eh, eh?
ResponderEliminarMe encanta este libro, me gustan los libros que me hacen pensar.
Interesante entrada. Me dan ganas de releer "El paraíso perdido" de John Milton con ilustraciones del gran Doré como la que muestras. Nietzsche opinaba que el cristianismo es una religión para esclavos al ensalzar la piedad y la resignación. En todo caso fue un personaje interesante aunque no esté de acuerdo en muchas cosas. Saludos. Borgo.
ResponderEliminarMr.Lombreeze: La verdad es que eso de amar al enemigo es un despropósito, que desde luego a esos enemigos les encantaría. Me apunto ese título, nunca se sabe...
ResponderEliminarJavier: Interesante eso de los Papas guerreros, y como buen cinéfilo que es usted supongo que se acordará de "El tormento y el éxtasis".
Clementine: Gracias, una vez más, por sus amables palabras. Ojalá fuera usted la responsable de una editorial. De todas formas, para publicarlo necesitaría terminarlo y no se yo si a estas alturas sería capaz.
Miquel: Nietzsche siempre despierta odios y pasiones. No cabe duda que no deja indiferente a nadie, pero desde luego era un formidable pensador.
Dejando a un lado el que me considere un agnóstico convencido. No puedo mas que aplaudir a los artífices de las dos entregas...
ResponderEliminarEl mayor best seller es "El cuento jamás contado". Excesivamente influyente, terriblemente pernicioso, tanto si se toma al pié de la letra como si se usa como arma o simplemente como libro de cabecera.
Que me disculpen los que no compartan mis convicciones... 10 años en un colegio de curas como es el Obispo Perelló me condujeron de ello, los peores de mi vida.
Saludos Pepe y gracias por ilustrarnos con tus apuntes
Alimaña: No se puede negar que los autores de semejantes escritos, voluntaria o involuntariamente, alcanzaron un éxito que ni remotamente sospechaban.
ResponderEliminarOiga, esto era más largo no??
ResponderEliminarEs que me lo iba a leer en dos veces y he visto que un trozo desapareció...
Bueno, como siembre, fabuloso. Espero ansioso el cuarto capítulo...
Lazoworks: ¿Un trozo desapareció?. Debe ser un sabotaje de la Conferencia episcopal. Que yo sepa y observe no ha desaparecido nada, aunque a esto, y para torturarles aún más, le queda aún algunos capítulos por publicar.
ResponderEliminarSe me pasó leer el comentario, PEPE. Por supuesto que he visto esa gran peli protagonizada por Charlton Heston y Rex Harrison. Una relación tormentosa la del papa y el pintor Miguel Ángel. Un espectáculo de gran altura, tanta altura como en la que tenía que estar Miguel Ángel para pintar la cúpula de la capilla Sixtina.
ResponderEliminarTal vez la vuelva a ver pronto ahora que me lo has recordado. Merecerá la pena.
Un saludo
Javier: Es una película muy estimable y el duelo interpretativo entre Heston y Harrison es impresionante.
ResponderEliminarFelicidades, por la tercera entrega de su libro, llevaba un par de días queriendo leerlo.... ahora por fun puedo "hincarle" el diente.
ResponderEliminarRealmente pareciera un "protestante" atacando a la iglesia católica. :-)
"La potestad para creer en un ser superior nunca debió ser patrimonio exclusivo de una entidad."
Curiosa la reflexión, antiguo testamento dios poderoso como la sociedad, nuevo testamento dios débil como la sociedad...
No me quiero imaginar como sería dios hoy en día, ¿ lo llevaría mercedes milá al gran hermano ?
Aunque vaya con retraso en la lectura, espero con ansia la IV parte.
Un abrazo.
SBP: Jejeje, protestar, protesto todo lo que puedo y más. Hoy en día Dios sería un ente televisivo, es la forma de hipnotizar a las masas, sobre todo a las que ya están predispuestas a ello. Gracias por comentar.
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