Es un hecho bien conocido que, para las esferas religiosas, el ateísmo no es una opción en sí misma sino un craso error filosófico de consecuencias devastadoras y enemigas de la verdad. En un libro titulado “Con Dios y contra Dios”, publicado en los años 60, se llegan a lanzar las siguientes puyas contra el ateísmo: “Veremos cómo el ateísmo, bajo cualquier forma que se presente no es racional, ya que es intrínsecamente contradictorio y supone una violencia que el hombre se hace a su misma naturaleza, un desconocimiento de los principios objetivos, constitutivos de la vida espiritual” o “El liberalismo, que está agonizando en la vida política, ha logrado así el primer triunfo en la batalla sostenida por emancipar la cultura de la religión y de la teología. El marxismo ateo es una vegetación alimentada por la putrefacción liberar y constituye, bajo ciertos aspectos, una actitud de necia sinceridad y radicalidad, alimentada aún por una presencia del Absoluto”. Esta hostilidad podría ser un recuerdo en el subconsciente colectivo de los teólogos, una suerte de deseo imperecedero del control total. Pero, en honor de la verdad, no ha sido exclusivo de la religión ese dominio de almas y conciencias, porque de una forma u otra se ha extendido sobre otras formas de pensamiento. El deseo de vigilancia, de conducir conductas y de reprimir opciones en su libre desarrollo, han sido el vehículo desbocado que ha utilizado unos y otros, independientemente de sus creencias.
La historia contemporánea es el tiempo en el que la secularización de la cultura y del conocimiento produce el verdadero cisma religioso. No se trata pues de expresar un miedo al ateísmo en sí, muy al contrario, la iglesia se ha mantenido a pesar de sus enemigos, ya fueran espirituales o dogmáticos, sino de la falta de control de la misma cultura. Esa separación de la vida pública, esa carencia del poder de las masas que otrora ejerciera es lo que provoca la sensación de perdida irreparable. Este es el motivo de que otras religiones hayan aprendido la lección en cabeza ajena, y quieran sojuzgar a la población empleando la violencia más extrema si fuera posible, para erradicar cualquier deseo secularizador. El poder máximo ejercido actualmente no viene solo de la política y de sus compañeros de viaje, sino de ciertas religiones que aún se desesperan por acaparar el control de la vida cotidiana. La revolución islámica ha tratado, por todos los medios, de evitar que el dominio del pueblo se les escapara, y la mejor manera de impedirlo es inmiscuirse en sus vidas, pues quien controla el espíritu controla a su vez al hombre. Ausentes casi todas las dictaduras en las que la vigilancia del ser humano se expresaba a través de su control político de forma casi enfermiza, recuerden “1984” de Orwell, hay que evitar a toda costa la libertad de opción del individuo. Las religiones occidentales fueron perdiendo, casi sin darse cuenta, esa hegemonía en la vida pública como consecuencia del liberalismo, pues este era consciente de que, para ofrecer sus particulares ventajas sobre el marxismo, debería permitir ciertos relajamientos en la vida ordinaria. Eso y el devenir de los tiempos, siempre en consonancia con un progreso imparable o por lo menos casi inevitable. La vigilancia de “El Gran Hermano” orwelliano era contestada por la posibilidad de la privacidad del capitalismo. El comunismo era pues una religión sin Dios que ejercía el control sobre todas las cosas y que se transformaba en otra clase de opio, no el que hacía dormitar al individuo sino el que lo reprimía. El Dios tradicional era el vigilante de los actos, el perpetuo soldado vigilante de la moral y de la intimidad del hombre. El verdadero creyente sentía sobre sus espaldas el eterno juez que contemplaba hasta la más rutinaria acción. Este condicionante se había impuesto de forma inconsciente, cambiado los preceptos de la moral natural por una más que exigente moral religiosa. Una forma pues de reprimir la libertad del hombre hasta extremos absurdos, aunque tal opresión era en muchos casos ficticia y, bajo el sentimiento de aparente culpabilidad ante actos inmorales, se escondía la hipocresía más evidente. Debemos tener en cuenta, no obstante, que la psicología del ser humano es extremadamente variable y que, en determinado casos, se condiciona directamente a la individualidad particular del ego y también a los condicionantes del entorno. Si existiera una ética verdadera y universal que pudiera determinar que actos son buenos y cuales son perversos, siempre habría el reverso de una moral subjetiva que mantuviera una opinión opuesta. Algunos comportamientos claramente ofensivos para las más elementales normas de convivencia, han sido ejercidos por quienes creían que eran el referente más sublime de la auténtica moral. El Santo Oficio torturaba y cometía actos aberrantes en nombre de la fe y, por lo tanto, el Dios que vigilaba tal comportamiento lo respaldaba en cuanto tales acciones eran la mayor ofrenda que sus servidores podían ofrecerle. El genocidio como comportamiento más que habitual, en determinados momentos históricos, se ha perpetrado en el sano juicio de que no eran actos impuros, sino justificados por necesidades que, aunque dolorosas, eran de obligado cumplimiento para la eliminación de un enemigo aún más detestable que el propio acto de su purgación. Lo que Dios realizaba con el sólo hecho de existir, se ha extrapolado al caudillo o líder. La divinidad vigilaba a través de sus ojos el alma humana y, sus más fervientes defensores, actuaban de ejecutores de la voluntad supuestamente omnipresente. El líder obtiene su poder de la masa, se aprovecha de su falta de individualismo y ejerce su dominio. Dominio ejercido a través de una red sofisticada de ejecutores, que obtienen una pequeña ración de poder, lo suficientemente satisfactoria, como para cumplir todas las directrices marcadas por quien ostenta la representación absoluta de la masa. Esa transgresión a la individualidad ha sido la verdadera esencia de la moral religiosa más asfixiante, y también lo ha sido y seguirá siendo de los regímenes más opresores. Es evidente, en tales circunstancias, que el ateísmo en sí mismo no es una negación de la naturaleza humana, ni tan siquiera un determinante básico del comportamiento ético, sino una forma de expresar su posición ante la vida y ante lo inexplicable. Las consecuencias de tales opiniones no son, en la medida de su conocimiento, una reacción exclusiva ante el comportamiento ético o el descrédito religioso, sino una forma de comprender su idiosincrasia más trascendente.
Sí, el ateísmo no es racional, lo es la existencia de Dios, no te fastidia; bueno en Descartes se cuenta con eso para su método :-)
ResponderEliminarEs cierto, la iglesia siempre ejerció influencia y socialmente abarcaba prácticamente toda la sociedad. Con el tiempo eso fue cambiando y la iglesia comenzó a ver enemigos (hablo sobre todo de cristianismo). Eso sí, culturalmente dejó grandes obras, pero también hizo locuras.
El marxismo se convirtió también en uno de esos enemigos, sobre todo en países donde el catolicismo era como una religión del estado (no hace falta decir el país…).
Completamente de acuerdo en eso de la individualidad y la represión ejercida sobre ella tanto en religiones como en regimenes políticos de todo tipo, o una mezcla de los dos, caso del islamismo religioso.
Un saludo, PEPE. Interesantes reflexiones, como siempre.
Hola Sr. Cahiers, van mejorando cada día sus reflexiones.
ResponderEliminarYo creo que la mayoria de religiones o ideas políticas nacen con el buen afan de no ser dañinas: procurad el amor al projimo (cristianismo), mantener la igualdad entre las personas (comunismos)...
Pero en el camino, los dirigentes de esas doctrinas se olvidan de puntos importantes, como son la tolerancia y la asertividad.
Y al final, la gente que posee "Poder" se corrompe, y acaba corrompiendo las ideas que un día nacieron justas y equilibradas para todos. Una verdadera lastima.
Me han gustado mucho sus reflexiones Sr. Cahiers, siempre polémicas, interesantes y muy bien escritas.
La foto de "Gran hermano" no tiene precio.
Esperamos la parte VI con entusiasmo... ¿ por cierto, en cuantas partes estima su libro ? Si es que acaso se puede comentar ese dato... ^_^
Un abrazo,
SBP
Abracemos todos al individuo y al ateísmo, vive dios!!! Upps, que contradicción XDD
ResponderEliminarComo siempre, excelente material. Yo reciclaría este texto, le daría un final e intentaría la publicación. Aunque fuera online.
Un saludo.
Difícil es encontrar mayor culto a la personalidad, con iconografía incluida, que las protagonizadas por el Stalinismo, el Maoismo o el III Reich, regímenes que se jactaban de su carácter ateo y liberador...y en contraposición, la democracia no es ajena a las influencias al humanismo cristiano...(perdone, pero alguien tenía que decirlo, Sr. Cahiers).
ResponderEliminarCurioso el caso de Albania, un país único en el mundo con su Museo AntiRreligión con salas que mostraban íconos destruidos. Esperaban vivir sin religión y sin precios, que todo fuera gratuito. Las alternativas a los estados confesionales no han resultado ser mucho mejores. Yo creo que la religión debe quedar en la vida privada de cada uno. Los dogmas pueden ser peligrosos por su tendencia a fanatizar. Saludos. Borgo.
ResponderEliminarJavier: El cristianismo dejó luces y sombras, pero por obligación ética debió de huir de esas sombras sin dudas, pero sucumbió a ese lado oscuro, cuando era contrario a su forma de entender la vida.
ResponderEliminarSBP: Eso es cierto, muchas ideologías y creencias surgieron con la intención de mejorar al hombre, pero, cuando se establece una especie de poder se pierde el rumbo, la amenaza de pérdida de ese mismo poder provoca grandes errores. Pues no tengo aún idea de cuantos capítulos surgirán de un escrito que ocupaba unos cuantas hojas y que llevaba el título de "Del deísmo al ateísmo". Cada vez que publico uno es seleccionado de ese material hasta que se acabe, aunque siempre hay tiempo de desarrollar nuevos temas.
Wolfville: El individualismo como forma de libertad, pero a su vez integrado en los demás. Lograr ese equilibrio es indispensable. Lo de publicar online, bueno es lo que estoy haciendo, más o menos.
Tirador: Y hace muy bien en manifestarlo y es que son muchas las ideologías y creencias que tienen algo positivo. El cristianismo lo es sin duda, lo que no tiene sentido es que se haya contaminado a lo largo de la historia de procedimientos que eran contrarios, muy muy contrarios, a su doctrina de amor al prójimo.
Miquel: La libertad de elección por encima de todo. Siempre he sido de esa opinión, de que la religión debería ser algo privado muy lejos de la institucionalización jerarquizada.
Bueno, pues si ya lo estás publicando online, más o menos, ya sólo te queda probar hacerlo "onbook". Sí, te lo voy a seguir diciendo, hasta el infinito y más allá, por el contenido de este libro olvidado (pobre) y por cómo está escrito.
ResponderEliminarClementine: Bueno, ya solo falta que algún cazatalentos me encumbre a la fama internacional. De todas formas, le sigo agradeciendo sus palabras de ánimo.
ResponderEliminarExcelente, Don Cahiers...
ResponderEliminarMe va a permitir que vaya recapitulando sus textos en un documento de Word por si necesito buscar alguna información en el futuro (es decir, y así no tener que comprarme el libro de tapas duras cuando lo cace algún cazatalentos).
Lazoworks: Tiene mi permiso, pero, si alguna vez algún despistado decidiera publicarlo, ya le mandaría un ejemplar dedicado.
ResponderEliminarJajaja! No esperaba menos de usted!
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