lunes, 28 de mayo de 2012

EL LIBRO OLVIDADO. CAPITULO VII. CIENCIA Y RELIGION

La ciencia ha sido habitualmente considerada como la mayor enemiga de la religión. Es, en el preciso instante, en el que toda la sabiduría humana llega a su límite cuando las creencias religiosas toman el relevo y contestan, o por lo menos toman la forma de aparentes respuestas, a las interrogantes que escapan al entendimiento humano. Bien es cierto que ha existido una pugna entre ciencia y religión, una batalla mutua por imponerse, pero objetivamente no debemos considerar tal lucha como un principio ajeno a nuestra propia voluntad. Cuando el conocimiento humano iniciaba su andadura por el camino de los misterios insondables de lo desconocido, y demostraba que algunas ideas sostenidas por la religión eran falsas, fue entonces cuando se produjo la ruptura entre razón y fe.


En el momento en que se dio carpetazo a la cosmología aristotélica, con las ideas de Copérnico y Galileo, la Iglesia montó en cólera y las declaró claramente heréticas. La razón de tal miedo hundía sus raíces en los albores del pensamiento humano, siendo una reminiscencia más del pensamiento primigenio del hombre que de la propia intolerancia eclesiástica. Al fin y al cabo la religión actúa de conductor de los sentimientos más íntimos de los seres humanos. Cuando el hombre se dotó de una trascendencia notable y se convirtió en la creación más elevada de su particular Dios, también se construyó un entorno a la medida. La Tierra era el centro del Universo, pues no podía ser de otro modo, ya que cobijaba a la criatura más excelsa del poder divino. Cuando Galileo retoma la tesis de Copérnico y afirma que la Tierra gira alrededor del Sol, despoja sin piedad al hombre del centro de la creación. El monje dominico Giordano Bruno fue quemado en la hoguera por declarar que el Universo estaba compuesto por un número infinito de soles y planetas que giran alrededor de ellos, y que incluso podrían existir otros mundos habitados. Esto suponía colmar el vaso de la paciencia, no sólo porque sucedía en el año 1.600, sino por que tal idea era el golpe final a la egolatría humana. Cada vez que el conocimiento despojaba al hombre de su privilegiada posición en su burbuja existencial, se producía la ruptura entre la cruda realidad y las aspiraciones ilusorias del mismo. La religión se utilizaba entonces como un escudo de protección ante tales agresiones, confiriéndole el poder suficiente para mantener a raya tales ideas por considerarlas enemigas de la fe, o lo que es lo mismo de las ilusiones de la humanidad. Habíamos construido, tal y como afirmaba Freud, todo un castillo de naipes a nuestra medida, en donde nos sentíamos los elegidos del Dios-Padre protector que nos garantizaba una continuidad de la vida tras la muerte. Mitigábamos nuestra incertidumbre porque creíamos que nuestras particulares ilusiones no admitían fisuras, pero la curiosidad humana es imparable y el desafió del conocimiento es  tentador. 


Después vendría Darwin y su teoría de la evolución que nos devolvía nuestra naturaleza animal, sepultada tras siglos de narcisismo trascendental. La ciencia nos iba mostrando las maravillas de la creación, sus más sugerentes dispositivos y su variabilidad casi ilimitada. Había pues que cambiar de estrategia. El mundo que nos contempla, toda su riqueza e intrincados mecanismos no son más que la punta del iceberg del conocimiento absoluto, pero es suficiente prueba de que nos hallamos sumidos en una realidad compleja y, a todas luces, espléndidamente inabarcable. El misterio del Universo y de la vida que nos rodea en nuestro propio entorno, tienen en común el hecho incuestionable de la complejidad. Una complejidad que funciona gracias a un engranaje preciso y lógico. Todo ese entramado que hace funcionar la maquinaria universal nos deja perplejos y a la vez maravillados. La ciencia en sí es el sesgado conocimiento que el hombre dispone de tal maquinaria y, aunque limitado, no deja por ello de ser lo suficientemente estimulante para despertar nuestra admiración más profunda.  Es aquí cuando entra en juego la idea de Dios. La religión deja de combatir en los frentes abiertos contra el conocimiento científico, formando parte del entusiasmo de los que abren los nuevos senderos de la sabiduría humana. Detrás de cualquier evento explicado por la ciencia se haya la firma del Todopoderoso. La grandeza del Universo y sus leyes dinámicas que posibilitan un orden imprescindible para su estabilidad, nos producen cierta perplejidad y atribuimos tales equilibrios cósmicos a una voluntad, pues, de lo contrario el caos dominaría al orden. Así Newton decía: “Esta elegantísima coordinación del sol, de las estrellas, de los planetas y de los cometas no puede tener otro origen que el plan y el imperio de un Ente dotado de inteligencia y de poder, que todo lo rige, no como el alma del mundo, sino como el Señor de todas las cosas, eterno, infinito, omnipotente, omnisciente.” 


Es evidente que al contemplar las estrellas en un cielo infinito, el hombre necesite saber la autoría de tan meritoria obra, de la misma forma que cuando observamos una pintura excepcional nos interesamos en saber quien a sido el pintor de tan interesante  creación. Pero, nuestra necesidad intrínseca de buscar siempre en todas las cosas a un elemento creador con voluntad, nos puede jugar una mala pasada. Después de todo, el Creador es solo responsable del inicio, pues sabemos que el Cosmos ha sido el resultado de un lento evolucionismo desde el primigenio Gran Estallido. Pero, esta consideración también tiene su oportuna contestación por parte de la religión, pues Dios está presente en todo el mecanismo, si no directamente si insuflando su aliento milagroso. Tan grandilocuentes tesis no tienen fundamento alguno, ni por supuesto pruebas evidentes de la existencia de un impulsor con voluntad propia que haya sido capaz de semejante hazaña. Vemos a Dios por medio de sus obras, pero sin la mayor evidencia. Es como si al contemplar la escena de un crimen pudiéramos describir a la perfección  las características de su autor sin necesidad de analizar las huellas y demás pruebas disponibles. En el hecho científico no hay absolutamente ningún fundamento de la existencia de una entidad personal de tal magnitud. Para ser un creador tan grandioso resulta excesivamente modesto.


Los eventos cósmicos, las estrellas, las galaxias, los cometas y la existencia de la propia vida es algo que nos desborda y que a duras penas podemos hallar una explicación racional, pero, tal explicación, es lo único que nos puede ofrecer ciertas garantías de verosimilitud. Sin embargo, algo falla en la perfecta coartada religiosa. El poder absoluto de la divinidad es incapaz de crear las cosas tal y como son, es decir, Dios inicia el impulso de la creación y después encarga su posterior desarrollo a unos engranajes evolutivos que nos conducirán a nuevas formas de materia. Esto es profundamente irritante para los que confían ciegamente en la omnipotente iniciativa divina. El problema que planteó la Teoría de la Evolución de Darwin fue el hecho incuestionable de que Dios no había creado a todas las criaturas de la Tierra en un solo impulso creador, sino que, a través de un lenta y progresiva transformación, las especies biológicas habían cambiando desde la noche de los tiempos, de las formas más simples a las más complejas. Linneo que estableció las bases de la clasificación de los seres vivos, introduciendo la nomenclatura binómica, manifestaba, entre admiración y veneración lo siguiente: “El Dios eterno, el Dios inmenso, sapientísimo y omnipotente, ha pasado delante de mí; yo no le he visto el rostro, pero el refulgir de su luz ha llenado de estupor mi alma. He estudiado aquí y allá las huellas de su paso en las criaturas y en todas sus obras, incluso en las más pequeñas. ¡Cuánta sabiduría, cuánta insuperable perfección en ellas!”. Es evidente que la contemplación del mundo produce admiración y, por ello, nos sentimos abrumados y aplicamos tal hecho a la trascendencia divina, pues es tal la complejidad que solo una voluntad podría acometer tal desafío. La respuesta fácil es el bálsamo de nuestras inseguridades. Como decía Teilhard De Chardin “creer es efectuar una síntesis intelectual”. Al fin y al cabo se trata de una cuestión de fe, y es evidente que quien no posee esa fe no puede responder con tales aseveraciones místicas a los grandes eventos del mundo que le rodea.


Es curioso que la creación más personal de Dios, el hombre, no sea sino el resultado de una evolución. Incluso, si tenemos en cuenta que es  un eslabón más  de una transformación, que nos puede convertir en seres de características diferentes dentro de un tiempo aún difícil de establecer, la imagen y semejanza se nos antoja inverosímil por no decir improbable. Hemos cambiado nuestro asombro por la creación en sí misma por el relativo al mecanismo. Transformamos  nuestro criterio según caen los dogmas intocables. Las innumerables odas al Todopoderoso en virtud de su poder, se han encaminado al microcosmos del engranaje que lleva impresa la creación. No admiramos el reloj en su aspecto exterior, sino a los resortes que le hacen funcionar.  La pregunta nos asalta de forma imperiosa: ¿Quién mueve los hilos que dan vida al Universo?. Darwin reflexionaba de la siguiente manera: “No puedo de ningún modo contentarme con mirar este maravilloso universo, y de modo especial la naturaleza del hombre, y concluir que todo es el resultado de una fuerza bruta. Yo tiendo a admitir que cada cosa es el resultado de leyes preordenadas... ¿Existe algún hecho, o siquiera la sombra de un hecho, que apoye la creencia de que elementos inorgánicos, sin cualquier ser orgánico, y especialmente bajo el influjo de las fuerzas conocidas por nosotros, puedan producir una criatura viviente? Hasta el presente un resultado tal es para nosotros incomprensible.” Estas palabras sirven de aliento para aquellos que cambiaron su reticencia ante la Teoría de la Evolución por cierta permisividad dogmática. Es decir, admitir la derrota que representaba el hecho incuestionable de que las especies no habían sido creadas tal y como se conocen hoy, y reconocer que el cambio evolutivo es una certeza fiable. Toda esta prueba de humildad a cambio, naturalmente, de encajar a Dios como fuera. No es el creador directo pero si interviene en los mecanismos. Pero, tal razonamiento, no es sino una huida hacia delante que no representa el más mínimo criterio de fiabilidad. Claro que, podría ser mucho peor, por ejemplo, dar una sola oportunidad al creacionismo y sus acólitos, prueba tangible de la pérdida absoluta de una mínima pauta, no ya racional, sino únicamente sensata.


El propio Darwin reconoce que admitir otros impulsores de la creación que no sean de naturaleza personal (se resiste a emplear la palabra Dios) resulta incomprensible. Por supuesto que es incomprensible, pero precisamente por tal motivo no podemos acomodarnos en la primera solución fácil que nos exima de nuestra propia curiosidad intelectual. Cuando no tenemos acceso a determinados conocimientos, forzamos la idea divina en nuestras más profundas limitaciones hasta el paroxismo más delirante. ¿Tan difícil es admitir nuestra ignorancia?. Ignorancia por otra parte justificable, en cuanto no sería justo ni lógico pretender que el hombre en su naturaleza limitada tenga el control absoluto del conocimiento global.

19 comentarios:

  1. la ciencia y la religión, a mi entender, difícilmente se pueden llevar bien, pues la iglesia católica no parece dispuesta a tolerar más autoridad que la suya, basada en el dogma y la fe

    besos,

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  2. Ruptura que fue sonada con Galileo Galilei al que se le hizo un proceso bochornoso. Lo de Darwin fue otra revolución que la iglesia no supo como asimilar…
    Por el equilibrio, el orden, la perfección de la naturaleza a mí también se me hace difícil creer que no hay una inteligencia creadora.
    Dogmáticamente hubo, y hay, falsedades, me refiero a nivel teológico, como que la tierra era el centro del universo o que en las especies no había cambios, pero eso no significa que no haya una verdad teológica y que exista Dios. Así como la ciencia se tiene equivocado, la iglesia también con sus doctrinas.

    Estupendo post. Eres todo un intelectual, PEPE. ¿No darás clases de filosofía en la facultad? :-)

    Hasta otra.

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  3. , pero eso no significa que no haya una verdad teológica y que NO EXISTA Dios (lo había puesto mal)

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  4. ¿Por qué será que los países mas prósperos abogan por la educación laica?
    Espero que el "gran negocio religioso" que se ha soportado de los miedos arraigados y de la ignorancia supina del pueblo se extingan como los dinosaurios.

    Proclamo. jajajaja.

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  5. La iglesia permitió los estudios de Galileo (se los pagaba) y Galileo era creyente. El problema vino cuando a la Iglesia no le gustaron los resultados, pero de no ser por ella no se hubieran obtenido: ¿Iglesia y ciencia irreconciliables? En mi opinión, no especialmente. Al menos por ahora. Galileo chocó no con la religión sino con el poder, pues la Iglesia tenía el monopolio de muchas cosas, una de ellas la Fe.

    Afortunadamente, su relevancia ya no es la misma, pero es que el nuevo poder son los estados y la nueva religión la ideología, por lo que el debate religión-ciencia no es que me parezca obsoleto pero sí mal enfocado. Sólo creo que actualmente jugamos más bien en otra cancha, pero es mi humilde opinión.

    Un saludo, Cahiers, y enhorabuena por el post.

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  6. Maslama: Ha sido y será una convivencia difícil, pues ambas facetas compiten por ofrecer respuestas a ciertas preguntas de incuestionable trascendencia.

    Javier: La religión ha tenido que adaptarse a los nuevos tiempos, porque mantener ciertos postulados era poco menos que suicida. Los errores se reparten entre unos y otros, de eso no cabe duda.
    ¿Profesor de facultad? Ya quisiera yo, pero nada más lejos de la
    realidad, autodidacta y gracias, pero le agradezco el cumplido.

    Alimaña: Ya lo he dicho en alguna ocasión, que la religión siempre debió ser algo reservado a la intimidad del individuo, pero se ha inmiscuido demasiado en la vida pública.

    Mara: Que la religión ha sido mecenas de gran parte de la cultura es más que evidente, pero otra cosa es que algún conocimiento no fuera compatible con sus dogmas, entonces la maquinaria represiva se ponía en marcha. Ahora esa lucha encarnizada entre ciencia y religión es, en todo caso, con otros credos que se quedaron anclados en el pasado. Pero esas creencias no solo chocan con los conocimientos sino también con las normas más elementales de la civilización. Saludos.

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  7. ¿Quién mueve los hilos? La eterna pregunta. Del mismo modo que hay gente que ante una situación que no puede comprender se resigna con "Dios lo ha querido así" la religión ha atribuído a Dios todo aquello que la ciencia procura desvelar. Lo más peligroso son los dogmas (ya se vio con Miguel Servet) que tienden a fanatizar a las personas. Saludos. Borgo.

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  8. Miquel: Ese proceder también lo resume a la perfección la muy manida frase de "Son los caminos inescrutables del Señor".

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  9. Muy bueno señor Cahiers. Muy bueno.

    @maraminiver,ciencia y religión son incompatibles por definición porque representan la Razón contra la Fe. Y la Fe es, por definición, irracional.
    Si la religión es organizada y se pervierte generando algo como la Iglesia, entonces apaga y vámonos porque se produce eso que dices de Iglesia = Poder.
    Pregúntale a Javier Krahe cuán obsoleto está el debate.

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  10. Ya veo que menciona de pasada a Teilhard de Chardin, para el que escribe, junto con Jung, el pensador más grande del pasado siglo, que dio una genial vuelta de tuerca a toda esa dicotomía ciencia-religión...evolucionismo-cristianismo, y es que como escribió Louis Pauwels, el jesuita francés es el Santo Tomás de nuestro tiempo...

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  11. La religión ha jugado en nuestra contra durante mucho tiempo, quizás demasiado.
    Ahora, la ciencia, parece haberle adelantado y se supone que gracias a sus descubrimientos viviremos mucho mejor.
    Pero yo, pobre de mi, me pregunto si la sociedad occidental hace bien en volcarse única y exclusivamente en la ciencia.
    No es que vaya todos los días a misa, no se crea... Yo a los curas los ahorcaba todos. Pero pienso que al mundo en general no le vendría mal una pizca de espiritualidad. La ciencia suele rendir culto al cuerpo y la religión al alma (sea eso lo que quiera Dios que sea), por lo tanto, como mejor estaríamos es si se hallará alguna forma de armonía entre la religión y la ciencia. Si nos volcamos de lleno en la ciencia la cosa, desde luego, no nos irá mejor y si nos volcamos de lleno en la religión... Bueno, ya han visto los resultados...
    Poca gente se para a pensar en sus verdaderos problemas. Ahora toda la culpa la tiene la crisis, los políticos, los hijosdeputa de los banqueros y esa cajera fea del Mercadona que te mira mal. No, joder, no... Mira dentro. En tu interior, ahí están todos tus problemas. Que un tío pise Marte o Neptuno, o que se haya descubierto unas vitaminas mediante las cuales conseguirás tenerla más gorda no te solucionará nada.

    Eso es todo.
    (Reflexiones antes de irme a dormir. Hoy he tenido un día muy duro, disculpen).

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  12. Mr.Lombreeze: Todo poder conlleva una lucha titánica por aferrarse al mismo, utilizando cualquier cosa, independientemente de que sea moral o no.

    Tirador: Ya sabe que por aquí ha sido muy frecuente mencionar a Teilhard, que creo que se merece ser mejor conocido.

    Lazoworks: Sin duda que la espiritualidad es necesaria, pues para que necesitaríamos una ciencia sin conciencia, solo para producir un mundo algo más frío y materialista. Buenas reflexiones para antes de dormir, si señor.

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  13. Pepe, La conciencia la construye la moral a través de la ética, una disciplina humana y terrenal que no necesita para su desarrollo de ningún artificio supranatural o místico. Teilhard era jesuita y vivió gran parte de su vida durante el siglo XX, ¿no?. Con lo que entiendo que era cristiano, ¿no?. Con lo que entiendo que Teilhard creía que el mismo Dios que había creado el Universo preñó a una hebrea que vivió en la Palestina de hace unos 2000 años con el fin de que diera a luz a un hijo suyo para que con su muerte en la cruz salvara a la Humanidad de todos sus pecados, ¿no?. Entonces Teilhard creía en esto, ¿no?. Y entonces, si creía en esto, dices que era una mente brillante, ¿no?. La verdad es que me sorprende que promociones a uno de los filósofos más insustanciales del siglo XX. Su concepto de la "evolución deista" es un artificio que no se sostiene por ninguna parte. El enésimo intento de los católicos de entrar en el siglo XX cuando la Ciencia y la Ética ya van por el XXI.

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  14. Supongo que te habrás leído El Gran Diseño hace poco, ¿no? Yo desde luego considero que este es un tema difícil de discutir, incluso más que la política y no es recomendable sacarlo a colación en cenas o reuniones de amigos, ya que en general (por mi experiencia) los que defienden la postura religiosa son menos tolerantes, aunque claro está que la ciencia en cierto sentido no deja de ser otra religión en el sentido en que nos aparta de connotaciones que escapen a su campo.

    Como gran seguidor de Hawking que soy, considero que efectivamente si todo lo que conocemos es explicado por la ciencia no se necesita de una figura superior para comprender fenómenos en nuestro espacio-tiempo.

    Hoy en día nuestra capacidad cerebral se desarrolla a un nivel paupérrimo, nuestro campo de visión se concentra en el visible y necesitamos de aparatos para captar fenómenos que ocurren fuera de nuestra observación directa...y aun así seguimos afirmando de manera categórica: unos que Dios existe y otros que no. No sé, yo quizás esperaría a que fuéramos capaces de emplear nuestro cerebro al 100% de sus capacidades para aventurarme a decir que estoy seguro al máximo. Es como lo que pasó con los famosos neutrinos del CERN, parecían que todo la Relatividad se iba a venir abajo y al final nada...pero quién sabe si algún día se dará.

    Un abrazo.

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  15. Mr.Lombreeze: Bueno, no creo que se trate de esquematizar tanto una tendencia, aunque sea religiosa. Supongo que existen multitud de pensadores, filósofos e incluso científicos que son creyentes, aunque no creo que en su fuero interno piensen que la Biblia es una transcripción de hechos literales o auténticos. Respecto a Teilhard, le diré que si, que en efecto era jesuita, aunque no tenía demasiada afinidad con sectores ortodoxos de la iglesia. De hecho, el cardenal Ottaviani del Santo Ofició ordenó retirar toda la obra de Theilhard porque "representan ambigüedades e incluso errores tan graves que ofenden a la doctrina católica" y "alertando al clero para defender los espíritus, en particular los de los jóvenes, de los peligros de las obras de P. Teilhard de Chardin y sus discípulos". Ya ve, tampoco era tan acorde con los principios más conservadores del catolicismo. Y no es que yo sea especialmente un seguidor incondicional, pero siempre me ha parecido interesante.

    Víctor: No, no he tenido ocasión de leerlo, aunque conozco la polémica que le rodea y las ampollas que ha levantado en algunos sectores religiosos. No cabe duda que el potencial no utilizado por nuestro cerebro sería la clave para comprender algunos enigmas, o por los menos para realizar las preguntas pertinentes.

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  16. La obra de Teilhard, a caballo entre la antropología, filosofía y teología, es de una complejidad y belleza fuera de lo común. Su audacia hizo, como apunta Cahiers, que la jerarquía eclesiástica, estuviera a punto de arrojarla a las tinieblas, incapaces de comprender el poderío espiritual que encerraba toda ella.

    Curiosamente, Ratzinguer ha referido en alguna ocasión, lo fascinante que es "El medio divino"...
    Su obra tuvo un gran impacto popular, gracias a la enorme influencia que ejerció en la escuela del Realismo Fantástico, donde Louis Pauwells y todo el círculo de la revista Planetè sentían veneración por su obra...incluso el personaje de Max von Sidow de "El exorcista" está basado libremente en el jesuita francés, y es citado de forma recurrente en la novela de Morris West "las sandalias del pescador".

    Una figura por la que siempre he sentido una especial admiración, la verdad...

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  17. Tirador: Junto a Giordano Bruno, el conde de Saint Germain o Parcelso, era uno de los clásicos del género de Realismo Fantástico.

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  18. Llego tarde...

    Pues para mi la Fe y la Ciencia son como el Ying y el Yang, dos caras de la misma moneda.

    Además, el "poder" o "conocimiento" es relativo. Después de todo, hace 4000 años apenas inventabamos la rueda y la escritura. Ahora 4000 años después realizamos viajes a la luna y creamos el internet...

    ¿ Que seremos capaces (si sobrevivimos a nosotros mismos) en el año 6000 ?

    ¿ Terraformación ? ¿ Viajes más rápidos que la luz ?

    Y si consiguiesemos sobrevivir más aun, ¿ que poder tendriamos ? ¿ que podriamos no hacer ?

    ¿ Crear vida en otros planetas ? ¿ Acaso jugar con las energias de los agujeros negros y del universo ?

    ¿ Podriamos crear otros universos ? ¿ Los podriamos visitar, ¿ seriamos entonces llamados dioses por civilizaciones no tan "evolucionadas" como nosotros ?

    Creo que lei alguna vez (de Isaac Asimov o algo así :->), que la ciencia más poderosa parece magia.

    ¿ Seriamos realmente dioses ? Porque la pregunta es ... ¿ que es ser Dios ?

    :-D

    Realmente Sr. Cahiers, da para mucho su "El Libro Olvidado" , y abre la mente... "open your mind". :->

    Me encanta.
    Un abrazo.

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  19. SBP: Gracias amigo. Todas esas preguntas que se hace son magníficas y una de las razones por la que me haría congelar, para despertar dentro de mil años, y contemplar hasta donde hemos llegado.

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