martes, 2 de agosto de 2011

RELATOS ENLAZADOS

Parece que ahora es mi turno, de continuar con esta suerte de relatos de lugares comunes y personajes que van y vienen. El capítulo anterior lo encontraran en "El patio de los Senescales" y tendrá su conclusión final en el blog de "Chez Morera", que pondrá el cierre a esta apasionante aventura.

CAPITULO XIV


Aquella mañana Lucas no estaba de buen humor. Hacía un día caluroso de los que se busca con desesperación una buena sombra, como si de un tesoro inalcanzable se tratase. Por si fuera poco había comenzado su trabajo, un trabajo que odiaba sin ningún tipo de cortapisa. Carloto en un gesto de compasión, y ante las dificultades económicas de Lucas, le había encargado que pintara la fachada de "El enano saltarín". Colores alegres pero discretos, de una claridad atenuada y de una contundencia tímida, le había dicho el tabernero, como si él hubiera entendido ni una sola palabra de todo aquello. A cada brochazo que daba en la fachada brotaba su pasado que le carcomía sin piedad. Lucas había sido un afamado bibliotecario, su mundo se cobijaba amorosamente entre los libros que eran su pasión. Un día todo eso cambió. Lo recordaba perfectamente.
Hace un año la conoció a ella. Lucas se había sentado en su mesa de costumbre, lejos del mono de don Jacinto con el que intentaba no relacionarse demasiado, desde aquel día en el que el simio le confesó, con cierta socarronería, que él era la cabeza visible de una futura rebelión de los de su especie en la que sólo el bueno y mudo de Jacinto sería tratado con cierta displicencia. Ella se sentó frente a él y con una delicadeza sublime pidió a Carloto un té blanco. Irradiaba una belleza difícil de comprender y sus grandes ojos miraban con la naturalidad de quien se sabe fuera de lo común. Sacó un libro y comenzó a leerlo, ajena al habitual ruido de fondo de la taberna. A Lucas le sorprendió que aquel libro fuera "El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde" y aquello le sirvió como excusa perfecta para iniciar una conversación más que fructífera con aquella muchacha cuyo hechizo le había cautivado.
Los primeros meses con ella fueron maravillosos, era como una droga, como un golpe incesante de hedonismo, como ese amor del que uno escucha susurrar a los poetas, pero que siempre se piensa que no es real, que no pertenece a este mundo. Si embargo, con el transcurrir del tiempo, algo cambió, una rutina marmórea y sin control se fue instalando en sus corazones, sobre todo en el de ella, que se fue transformando en fría indiferencia y, al final, en un odio sordo y pertinaz que acabó destrozándole el alma. Era como una ciega desesperación en forma de apatía que le había sumido en una profunda depresión. Durante algún tiempo, después de que ella le abandonara, apenas si comía y no se atrevía ni a salir al exterior. Había perdido su empleo de bibliotecario y aquello lo hundió aún más.
Un día se miró al espejo y decidió salir del abismo, adquirió un pacto consigo mismo que consistía, principalmente, en volver a vivir, con recuerdos, con dolor, con nostalgia, pero vivir al fin y al cabo. Cuando acudió al "Enano saltarín" preguntó a Carloto si sabía de algún trabajo que pudiera realizar. Y aquí estaba, dando brochazos a diestro y siniestro, intentando sobrevivir con un trabajo que odiaba. En una de aquellas embestidas con la brocha perdió el equilibrio y cayó de la escalera, precipitándose contra el suelo.
Cuando recuperó la consciencia, lo primero que vio fue a don Floro, el boticario, que aplicaba unas sales bajo su nariz cual hechicero circunspecto, mientras el mono de don Jacinto le guiñaba un ojo. Podía ver también a Leonardo Cuarterón que daba su oportuna teoría de aquel suceso mientras señalaba al suelo. En cuanto recuperó plenamente la consciencia, le aseguró a Carloto que seguiría con la pintura de la fachada. El tabernero le miró con extrañeza y le preguntó:
-¿Qué pintura de la fachada?
-¡La que usted me encargó ayer!
-Muchacho, creo que el golpe contra la mesa te hace desvariar...
-¿Contra la mesa?, ¡pero, si me he caído de la escalera mientras pintaba la fachada!
-¡De eso nada muchacho, has resbalado con una piel de plátano de ese mono insolente y te has dado un golpe terrible contra la mesa! Ha sido una caída de lo más tonta, casi te quedas en el sitio. Ya hemos avisado a la biblioteca para que no te esperen hoy. Supongo que descansarás un poco. Debes reponerte.
Lucas no entendía nada y se sorprendió al ver a don Floro con sus dos manos intactas. No hacía mucho, un gigante vestido de tirolés, se las había cercenado con un hacha. Además, algunas cosas en la taberna habían cambiado ligeramente de forma sutil, casi imperceptible. Le parecía una locura, pero se atrevió a preguntar por la fecha de ese día. El boticario le informó pertinentemente sobre su pregunta y un sudor frío le recorrió la frente. Había retrocedido en el tiempo, concretamente al día en que conoció a aquella muchacha de mirada tierna que le había llevado a los días más duros de su vida. El destino le ofrecía una nueva oportunidad, un borrón y cuenta nueva o, mejor dicho, la posibilidad de cambiar su futuro de forma certera. Bastaría con no aparecer esa noche por allí y así no conocería a quien le robó el corazón para después arrojarlo al infierno de la indiferencia. Después lo reconsideró, y planeó aparecer esa noche para contemplarla por última vez, antes de darle definitivamente la espalda. Cuando salía por la puerta, dispuesto a su regreso nocturno desafiante y liberador, el mono se le acercó y le susurró al oído "Me debes una, querido amigo". Por primera vez lo miró pensando que después de todo no era tan mal tipo, para ser un simio.
Tras una tensa espera, Lucas penetró en "El Enano Saltarín", dejando a sus espaldas la profundidad de la noche. Llevaba una sonrisa dibujada, que delataba su impulso de venganza sobre lo que el futuro creía cierto y que podría evitar en una jugada maestra. Allí estaba ella, sentada en aquella mesa, posando su mirada serena sobre el libro, destilando aquella belleza que le desarmaba. Aún podía sentir que su corazón se desbocaba, aún la amaba, tanto que un dolor penetrante le retorcía el alma. Su conocimiento de lo que estaba por venir, le hizo fuerte y comenzó a darse la vuelta hacia la puerta de salida, triunfante, asombrado de su aplomo y fortaleza. Pero, mientras giraba, se percató de algo muy extraño. Ella sujetaba entre sus manos un libro distinto. Pudo ver, sobrecogido, el título. Era "Grandes esperanzas" de Dickens, una de sus lecturas favoritas y por un instante dudó. Aquello parecía una señal del destino. Algo había cambiado y tras titubear por un instante, se dirigió con unas lágrimas apenas disimuladas hacia aquella mesa para perderse en aquellos ojos eternos.

11 comentarios:

  1. Genial!!

    Bonita historia la de Lucas, hemos metido ya los viajes en el tiempo y de regalo un guiño al Planeta de los simios.

    A ver si Lucas tiene más suerte con la segunda oportunidad, y si no que disfrute de la época buena, que la va a tener con doble ración!

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  2. Muy entretenido, sorprendente y bien escrito relato. Me ha gustado mucho tu imaginación a la hora de recuperar sucesos de otros relatos como lo de las manos cercenadas de don Floro.

    Saludos,

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  3. Sublime!!! pero que historia de amor tan bonita!!! Me ha encantado. Felicidades!!Es el primer relato tuyo que leo y me ha sorprendido muy gratamente. Está perfectamente esbozado y muy bien escrito. El salto en el tiempo es precioso. ¿Lo mejor? sin lugar a dudas el final... pero es que yo soy romántica y ese final es de los bonitos de verdad...Por que el destino les ha hecho un guiño a los dos; él vuelve a sentarse en esa silla y ella... ella ha cambiado el libro por uno mucho más esperanzador. Opino como natsnoC, seguro que está vez les irá mejor y sino repetiran la mejor parte de cualquier relación, la más hedonista como bien has descrito tú.

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  4. Ja,ja me ha encantado, amigo Cahiers, con cierto aire de Atrapado en el tiempo...y soy de los que piensa que se repetirá la historia de tu protoganista, para bien o para mal...pero que "le quiten lo bailao"!!

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  5. Un salto atrás en el tiempo, creo que el deseo de casi cualquiera, cuando piensa o cree que ha sido participe de un error "cósmico" cuando todo encaja a la perfección y no se sabe muy bien porqué acaba en catástrofe.

    Para mí, el personaje de bibliotecario es muy entrañable ya que en nuestra gatera casi no caben más libros o empiezan a sobrar gatas... siendo nuestra maestra de ceremonias maslama.

    Un abrazo gatuno y vacacional

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  6. Bravo, Cahiers. Ahora tenemos un paralelismo espacio-tiempo (aunque prefiero el libro de Jeckill y Hyde) y hasta el boticario vuelve a tener sus manos. Has sabido mantener muy bien el interés. Felicitaciones. Borgo.

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  7. natsnoC: Ración doble en una montaña rusa de amores y desengaños. Esperamos ansiosos su conclusión final este próximo viernes.

    A-B-C: Hay que estar atentos para enlazar con alguno de los relatos, y el momento de las manos del boticario me pareció muy indicado para ilustrar ese salto en el tiempo.

    Layna: Muy agradecido por sus palabras. Creo que ese final es abierto pero pleno de esperanza. El tiempo dirá. Le reitero en mi agradecimiento por sus palabras de aliento.

    Tirador: De todas formas espero que no se repita indefinidamente como ese día de la marmota.

    atis: Creo que, en mayor o menor medida, casi todos hemos querido cambiar alguna vez un acontecimiento del pasado. El problema es que no hemos podido tener esa oportunidad. Gracias por su comentario y visita.

    Miquel: He puesto deliberadamente "Grandes esperanzas" no solo por lo indicativo del título, sino también porque la adaptación cinematográfica que realizó David Lean es una de mis películas favoritas.

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  8. Seguro que el bueno de Pip se lo pasaría teta en esta animadísima taberna.

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  9. Maeglin: Lo cierto es que esa taberna es muy dickensiana y le vendría como anillo al dedo. Gracias por tu visita y saludos.

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  10. He llegado, una bonita historia y un buen viaje en el tiempo.
    En la taberna puede pasar de todo por lo que veo.
    Te felicito.

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  11. Blog A: Es, por lo que parece, un lugar mágico, desde que toda esta historia comenzó. Gracias por tu visita y saludos.

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