En las últimas horas de Cristo, una vez arrestado, fueron pocas las ocasiones en que articuló palabra alguna, así que cuando dijo aquello de "Mi reino no es de este mundo" ante Poncio Pilatos, quedó grabado en la memoria colectiva para siempre. Memoria colectiva que debió extirpar la iglesia, pues no ha existido un estamento que se haya arraigado más en en este mundo, formando parte ya activa de las intrigas de palacio y de las conspiraciones políticas.
En estos días de quinielas papales y humos de chimeneas, me viene a la memoria la peculiar historia de un Papa, cuyos avatares no le abandonaron ni después de su muerte. Se trata del Papa número 111 de la iglesia católica e impartió su mandado desde el año 891 al 896. Como cualquier otro miembro del poder religioso, no se pudo resistir a las intrigas políticas de su época, lo que a la postre le traería muchas complicaciones, como no podía ser de otra forma, en un mundo que obliga a lealtades envenenadas de enemigos colaterales o sencillamente directos, sin paliativos. Venganza y esperpento se unieron a la suerte del Papa Formoso que pondría en solfa cualquier sentido equitativo de la lógica y en último caso de la justicia más elocuente.
En estos días de quinielas papales y humos de chimeneas, me viene a la memoria la peculiar historia de un Papa, cuyos avatares no le abandonaron ni después de su muerte. Se trata del Papa número 111 de la iglesia católica e impartió su mandado desde el año 891 al 896. Como cualquier otro miembro del poder religioso, no se pudo resistir a las intrigas políticas de su época, lo que a la postre le traería muchas complicaciones, como no podía ser de otra forma, en un mundo que obliga a lealtades envenenadas de enemigos colaterales o sencillamente directos, sin paliativos. Venganza y esperpento se unieron a la suerte del Papa Formoso que pondría en solfa cualquier sentido equitativo de la lógica y en último caso de la justicia más elocuente.
Antes de ostentar el cargo de cabeza visible de la iglesia, fue obispo de la diócesis suburbicaria de Porto, demostrando buenas dosis de diplomacia que le llevaron a Bulgaria en donde consiguió nada más y nada menos que la conversión de su rey al catolicismo. Un éxito que como siempre viene acompañado de no pocas envidias. En el año 877 apoyó la coronación de Arnulfo como rey de Italia en claro enfrentamiento al por entonces Papa Juan VIII, quien apoyaba a Carlos II, provocando su expulsión de su diócesis e incluso la propia excomunión, que por cierto levantó otro Papa, Marino I, en el año 883. Tan sólo siete años después fue elegido Papa en medio de una vorágine de luchas de poder en las que Formoso seguía apoyando a Arnulfo frente a Lamberto de Spoleto que lo hizo prisionero en Castel Sant´Angelo. Formoso moriría en abril del 896, probablemente envenenado. El emperador Arnulfo decidió abandonar Roma para luchar contra sus enemigos del sur, cayendo enfermo, lo que aprovechó Lamberto de Spoleto para entrar a Roma, con el apoyo incondicional del nuevo Papa, Esteban VI. Aquí la historia se torna ciertamente siniestra con la aparición de la madre de Lamberto, Angeltrudis, que forma parte ya de la tradición de progenitoras ambiciosas, matriarcales bajo la sombra del poder, que siempre conspiran para que sus vástagos alcancen el poder. Se podrían escribir muchas páginas sobre esas madres históricas que utilizaron mil y una artimaña para que sus hijos ejercieran sus más elevadas aspiraciones. Esteban VI se mostró excesivamente atento ante Angeltrudis, hasta el punto de participar en una venganza macabra, en la que la madre de Lamberto pretendía juzgar a Formoso por no haber apoyado a su hijo. El hecho de que estuviera ya muerto y enterrado no fue óbice para impedir semejante y descabellado proceso judicial.
De tal manera que a principios de 897 se inició un concilio llamado "Cadavérico" en el que se hizo comparecer a los restos de Formoso, aún con sus hábitos pontificales. Un clérigo se hizo cargo de la defensa de un acusado que poco podía decir en semejantes circunstancias. Algunas fuentes indican que el tal clérigo se situó detrás del cadáver de Formoso, ejerciendo como una especie de ventrílocuo y contestando a las preguntas de la acusación. Acusación, por cierto, que declaró culpable al infortunado Papa por el simple delito de haber abandonado la diócesis de Porto para ocupar el puesto de San Pedro en Roma. Su condena se hizo práctica despojando al cadáver de sus vestiduras, arrancándole los tres dedos con los que impartía las bendiciones e invalidando su elección como Papa, así mismo como todos sus actos ejercidos como tal. Cuentan que los restos de Formoso sufrieron todo tipo de profanaciones, siendo depositados, según algunos, en un lugar secreto y, según otros, en un cementerio profano. Pero aquí no acabarían las andanzas de tan insigne cadáver. Teodoro II, cuyo pontificado duró apenas 20 días, convocó un sínodo romano que anuló la sentencia y Formoso fue perdonado y sepultado con todos los honores en la Basílica de San Pedro. No obstante, la incansable familia de los Spoleto seguían ejerciendo su particular saña contra el Papa que les había perjudicado y promovieron a un futuro pontífice, Sergio III, al que poder manejar convenientemente. Y así sucedió, el esperpento cobró de nuevo un inusitado protagonismo, en forma de odio hacía una figura histórica como la que nos ocupa y Sergio III convoca un un nuevo juicio contra el maltrecho cadáver, en donde se le vuelve a encontrar culpable, siendo sus restos arrojados al río Tïber. Cuenta la leyenda que el obstinado Formoso se niega a desaparecer en tan ignominiosas circunstancias y queda atrapado en las redes de un pescador, que oculta los restos hasta la muerte de Sergio III, consiguiendo descansar por fin en la Basílica de San Pedro. Como curiosidad, en 1464 se desaconsejó al cardenal Pietro Barbo, cuando fue escogido como Papa, que eligiera llevar el nombre de Formoso II, no fuera que aquella denominación encerrara en sí misma una maldición de consecuencias impredecibles. Pero, lo cierto es que, esta página de la historia del odio de una familia hacia un hombre, en este caso de la relevancia de un Papa, resulta fascinante y de como, a pesar de las vicisitudes, un cadáver se resistió a la infamia como nunca lo había hecho otro. Será cierto eso que dicen de que la muerte no es el final...
De tal manera que a principios de 897 se inició un concilio llamado "Cadavérico" en el que se hizo comparecer a los restos de Formoso, aún con sus hábitos pontificales. Un clérigo se hizo cargo de la defensa de un acusado que poco podía decir en semejantes circunstancias. Algunas fuentes indican que el tal clérigo se situó detrás del cadáver de Formoso, ejerciendo como una especie de ventrílocuo y contestando a las preguntas de la acusación. Acusación, por cierto, que declaró culpable al infortunado Papa por el simple delito de haber abandonado la diócesis de Porto para ocupar el puesto de San Pedro en Roma. Su condena se hizo práctica despojando al cadáver de sus vestiduras, arrancándole los tres dedos con los que impartía las bendiciones e invalidando su elección como Papa, así mismo como todos sus actos ejercidos como tal. Cuentan que los restos de Formoso sufrieron todo tipo de profanaciones, siendo depositados, según algunos, en un lugar secreto y, según otros, en un cementerio profano. Pero aquí no acabarían las andanzas de tan insigne cadáver. Teodoro II, cuyo pontificado duró apenas 20 días, convocó un sínodo romano que anuló la sentencia y Formoso fue perdonado y sepultado con todos los honores en la Basílica de San Pedro. No obstante, la incansable familia de los Spoleto seguían ejerciendo su particular saña contra el Papa que les había perjudicado y promovieron a un futuro pontífice, Sergio III, al que poder manejar convenientemente. Y así sucedió, el esperpento cobró de nuevo un inusitado protagonismo, en forma de odio hacía una figura histórica como la que nos ocupa y Sergio III convoca un un nuevo juicio contra el maltrecho cadáver, en donde se le vuelve a encontrar culpable, siendo sus restos arrojados al río Tïber. Cuenta la leyenda que el obstinado Formoso se niega a desaparecer en tan ignominiosas circunstancias y queda atrapado en las redes de un pescador, que oculta los restos hasta la muerte de Sergio III, consiguiendo descansar por fin en la Basílica de San Pedro. Como curiosidad, en 1464 se desaconsejó al cardenal Pietro Barbo, cuando fue escogido como Papa, que eligiera llevar el nombre de Formoso II, no fuera que aquella denominación encerrara en sí misma una maldición de consecuencias impredecibles. Pero, lo cierto es que, esta página de la historia del odio de una familia hacia un hombre, en este caso de la relevancia de un Papa, resulta fascinante y de como, a pesar de las vicisitudes, un cadáver se resistió a la infamia como nunca lo había hecho otro. Será cierto eso que dicen de que la muerte no es el final...
Joder qué historia.
ResponderEliminarY en el juicio, el cadáver tendría un olor considerable.
Pero es que antes de muerte, excomulgado y siete años después Papa...
En fin...
Un saludito.
Desde luego fue un Papa con muy mala estrella, aunque al final se ganó su descanso eterno.
EliminarConocía la historia del Formoso cadáver, aquellos eran concilios con salsa y macabros. Dos veces juzgado en esqueleto, papas tercos, resabidos Sergio y Esteban. Hoy es otra cosa, por ejemplo el 1978 la súbita muerte, 33 días después de ser nombrado, de Juan Pablo I, ¿causas naturales?...
ResponderEliminarQue tenga suerte Francisco, tampoco es que espere nada nuevo en el Vaticano, cambian las formas y queda el fondo con algunos retoques de maquillaje de cara a la galería, eso me temo. Una cosa dominan, el boato, la puesta en escena, bonitos colorines el púrpura, el fucsia el rojo.
Cuídate los efectos primaverales, buena semana.
Aquella muerte repentina de Juan Pablo I dio mucho que hablar, hasta el punto de considerar una trama de conspiración más que interesante para Francis Ford Coppola que la incluyó en la tercera parte de su trilogía de "EL padrino".
EliminarIntentaré aislarme del infernal polen. Gracias y buena semana.
Menuda historia, Cahiers, de la que no tenía la menor idea. A lo que puede llegar el ser humano, asusta sólo pensarlo...
ResponderEliminarLas luchas de poder en muchas ocasiones alcanzan niveles insospechados, como en este caso, absolutamente macabro. Ver para creer.
EliminarAcojonante historia, la cosa es que esto de los papas da para mucho, precisamente estaba yo ayer leyendo sobre Benedicto XIV, cuya figura también da mucho de sí.
ResponderEliminarA este pobre pues eso, la cosa roza ya el esperpento, al menos tras el primer "perdon" no le pegarían los dedos arrancados para volver a cercenárselos en el segundo juicio.
Saludos.
Pues no sabemos en que estado quedaría el cuerpo una vez profanado y mutilado, pero supongo que sufriría más que la simple amputación de unos cuantos dedos. Una venganza desmedida e inapropiada, además de inútil.
EliminarEs bastante fuerte, pero la verdad es que no me ha sorprendido demasiado, me recordó a la historia de Pedro I de Portugal, que desenterró a su difunta amada y la sentó en el trono junto a él.
ResponderEliminarSea como sea, entiendo que no volvieran a elegir el nombre de Formoso (que además suena horrible).
Lo de Pedro I de Portugal lo hubiera firmado el mismo Alfred Hitchcock y es que lo macabro no tiene límites.
EliminarDesconocia tan increible historia, tal resistencia del cadaver bien podría probar la elección de Formoso por Dios.
ResponderEliminarSaludos.
Podría ser, por la persistencia a resistir y no desaparecer de este mundo por la puerta de atrás.
EliminarPues retorcida realidad... pero lejos de sorprenderme, me corrobora la convicción de que en el Vaticano y en la Iglesia en general se cuecen los delitos y las barbaridades más atroces, así como la corrupción más inquietante.
ResponderEliminarSoy creyente, pero en la Iglesia y sus representantes hace mucho deje de creer, menos en los que le rodean y los ponen en el poder... es como todo, un poco de conveniencia.
Buen post, un poco de cultura general no le viene mal a nadie!
Saludos
La iglesia y su trastienda, llena de fantasmas y de unas luchas políticas poco adecuadas para algo que se supone que no es de este mundo. El poder no deja a nadie indiferente.
Eliminarla historia de la iglesia católica es espectacular, y tiene poco de edificante
ResponderEliminarbesos,
Tiene muchos claroscuros, pero no podía ser de otra manera, siendo como es un mini estado y, como tal, sometido a las clásicas luchas internas de poder y ambición.
EliminarHabía visto ese mismo cuadro que me intrigaba pero desconocía esta interesante historia. Mucha gente se ha sorprendido con lo del Papa argentino, a mí me sorprendería un nuevo Papa sin profecias de Nostradamus por medio. Saludos. Borgo.
ResponderEliminarEl cuadro no pasa desapercibido e ilustra a la perfección aquellos macabros sucesos. La historia de los Papas se ajusta como anillo al dedo a toda clase de profecías.
EliminarGracias por su visita. En cuanto pueda le echo un vistazo a su blog.
ResponderEliminarLa iglesia siempre ha sido una "casa putas" (a veces hasta literalmente), de cualquier forma, mejor que la tomen con tu cadáver que con tu cuerpo vivo, por lo menos por lo que toca al interesado.
ResponderEliminarEn eso estamos de acuerdo, mejor muerto en estos casos que vivo, además conociendo los métodos acusatorios de los poderes religiosos...
EliminarCreo que el Vaticano es el país con más habitantes no creyentes por metro cuadrado. No se explica de otra forma que vivan allí tantísimos hombres (las mujeres no cuentan) preocupados por los asuntos más terrenales que cualquiera pueda imaginar. ¿Hay algo más materialista que juzgar un cadáver?.
ResponderEliminarMe encanta ese cuadro: gran propaganda anticlerical.
Ese es el problema, cuando una religión que debe ocuparse sólo de lo espiritual, se transforma en un estado, con sus ambiciones y aspiraciones políticas. Cuando una creencia se convierte en poder acarrea consecuencias dogmáticas muy peligrosas.
EliminarSe podrá ser papa, lo que no se podrá dejar de ser es un cabrón con pintas, desde luego. ¡Cómo se las gastaban!
ResponderEliminarSaludos.
Bueno, siempre se ha dicho que el hábito no hace al monje y en este caso viene como anillo al dedo.
EliminarHola Pepe,
ResponderEliminarSi me lo cuenta no me lo creo. Que increible relato, ya de por si solo presto para ser llevado como novela o película.
Lo que es más increible es tanto odio injustificado. Realmente solo personas muy enajenadas podian concebir tanto odio. ¿ Porque será que en las historias de la iglesia siempre aparece un pescador que salva la situación ?
Me ha encntado Pepe, todo un gustazo poderse pasar por aqui de nuevo.
Un abrazo Sr. Cahiers.
No sabríamos si sería una película religiosa o de terror. El odio parece no tener límites y a lo largo de la historia no ha dejado de sorprendernos, lamentablemente. Saludos.
EliminarExcelente crónica, Pepe, completamente desconocida para mí. Gracias por compartirla.
ResponderEliminarUna historia increíble pero cierta, de las que no pasan desapercibidas estimado Juan.
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