Los dibujos animados representan en nuestra infancia toda una suerte de hedonismo sentimental, con un poder de atracción difícilmente equiparable con otras disciplinas. No hay nada más sugestivo, para la mente de un niño de temprana edad, como el movimiento colorista de la figura animada y ese poder le acompañará en un viaje que, en algunos casos, puede durar toda una vida. Este artículo rinde un homenaje especial a los dibujos animados televisivos que nos cautivaron a los que nacimos entre las décadas de los 60 y 70.
Con la imagen que figura en la parte superior comenzaban los dibujos de la Warner, con su música particular, que era garantía de diversión pura y dura. Sus genios creadores fueron, entre otros, Tex Averi, Ben Hardaway, Bob Clampett o el legendario Chuck Jones, y su principal característica era el juego típico de quién persigue a quién, acompañado de porrazos y caídas que llegaban a la hilaridad más absoluta. Bugs Bunny era su estrella más rutilante y encarnaba un personaje que llevaba una vida apacible y que, en un momento concreto, era molestado por alguien, algunas veces el cazador Elmer, el Pato Lucas u otro personaje, y entonces era capaz de sacar de sus casillas a cualquiera, empleando un cinismo y unas malas artes que conducían a la locura al incauto agresor. El Pato Lucas, sin embargo, era el típico fullero que tienen como norma fundamental el arte de maquinar para engañar, aunque al final obtenga de todo ello el fracaso más absoluto, si bien es cierto que también ha vuelto loco, en más de una ocasión, al pobre Elmer. El Coyote y el Correcaminos nos recuerdan a las películas mudas de persecuciones entre bribones y policías. No olvidemos tampoco a Silvestre y Piolín, al gallo Claudio, Pepe la Peste o el ratón Speedy González, que fue retirado del mercado en el año 1999 para no ofender a la cultura mexicana, pero fue repuesto en el 2002, gracias a los alegatos de la comunidad hispana en Estados Unidos que no se sentían en absoluto ofendidos por el personaje. Actualmente los dibujos de la Warner son políticamente más correctos y han perdido el carácter gamberro que les caracterizaba y por ende su encanto.
El nacimiento de la Pantera Rosa fue realmente circunstancial, ya que en un principio su misión era aparecer como un dibujo simpático en los títulos del film del mismo título dirigido por Blake Edwards en 1963. La productora The Mirisch Corporation entendió el potencial que el diseño del dibujante Fritz Freleng había dotado a su criatura, y se arriesgó a darle una oportunidad como dibujo animado independiente. Acompañada de la excelente música de Henry Mancini, la personalidad de la Pantera Rosa, educada, elegante y de un fino humor, muy cerca del personaje de Chaplin, Charlot, desarrolla sus aventuras a través de equívocos que dan lugar a momentos de una hilarante sonrisa. Por supuesto es muda, y así debió continuar hasta que alguien terminó estropeando el carácter de nuestro protagonista dotándole de voz. El personaje de Inspector Clouseau está basado en el que interpretó Peter Sellers en la película "La Pantera Rosa" y hereda las mismas características de tipo torpe y despistado que resuelve los casos de forma sorprende, siempre con la estimable ayuda del sargento Dodó. Junto a estas creaciones surgieron otros compañeros de viaje como fueron el Oso Hormiguero, la Pícara Viborita o el sheriff Hoot Kloot y su parlanchín jamelgo.
William Hanna y Joseph Barbera comenzaron juntos en el estudio de animación de Metro-Goldwyn-Mayer y fueron responsables de la primera aparición de Tom y Jerry, hasta que ésta cerró definitivamente la sección de animación en 1957, ocasión que aprovecharon para crear su propio estudio, Hanna-Barbera Productions. Muy criticados por la pobre técnica de animación empleada, entre otras cosas por el elevado número de series y personajes, no obstante hay que reconocer que algunas de sus criaturas fueron realmente buenas, sobre todo por el planteamiento argumental y por la personalidad conferida a cada uno de ellos. Así podemos encontrarnos con Don Gato, una especie de jefe mafioso al frente de una banda callejera entre cuyos miembros destacan Panza, Demóstenes o Benito (éste dotado de una voz diminuta muy simpática), cuyas malas artes son ejercidas por los callejones de Manhattan, enfrentados al oficial de policía Matute. Los Picapiedra se desarrolla en la edad de piedra, en una ciudad llamada Piedradura, y tiene como principal estandarte a Pedro, malhumorado trabajador de una cantera, cuyo mejor amigo es Pablo Mármol, viviendo sus cotidianas aventuras en un mundo en donde la mayoría de los inventos prácticos son ejercidos por dinosaurios muy funcionales. Inspirada por el film "La carrera del siglo" nos encontramos con la descacharrante serie Los autos locos, en la que un grupo muy variopinto participa en alocadas competiciones automovilísticas, teniendo como principales protagonistas a los tramposos Pierre Nodoyuna y Patán a bordo del Súper Ferrari doble cero y cuyos rivales son: El Rocomóvil, conducido por los trogloditas Hermanos Macana; el Espantomóvil, a cuyo volante van Los Tenebrosos, es en realidad un castillo de terror con ruedas; el profesor Locovitch conduce un artefacto dotado de innumerables inventos; el Barón Hans Fritz conduce una especie de avión de la primera guerra mundial; Penélope Glamour competía en un coche rosa muy femenino; el Súper Chatarra Special al mando del sargento Blast y el soldado Meekly es realmente un tanque; uno de los más divertidos es la Antigualla conducido por Mafio y sus pandilleros, salidos literalmente de una película de gánsters de los años 20; el Alambique Veloz a cargo de Lucas, el granjero, y un oso cobardica; Pedro Bello, imagen del galán, está a los mandos del Superheterodino y los últimos competidores son el leñador Brutus y el castor Listus, a bordo de el Troncoswagen, un simple tronco con ruedas de sierra . No olvidemos a otras creaciones de Hanna-Barbera como fueron el guasón pero enfadado gato Jinks (éste es mucho más ingenioso cuando se le dobla con acento andaluz) y sus ratones Pixie y Dixie; el bueno de Maguila el gorila, sempiterno habitante del escaparate de una tienda de animales; Leoncio el león y Tristón; el Escuadrón diabólico, con los conocidos Pierre Nodoyuna y Patán; el lagarto Juancho o la inefable pandilla de Scooby-Doo.
Aunque la primera incursión de la animación japonesa tuvo como primer baluarte la serie Meteoro, lo cierto que el verdadero auge surge con la emisión de Heidi, inspirada en el libro homónimo de la escritora Johann Spyri y que contaba las andanzas de una niña y su relación con su abuelo, un viejo huraño habitante de la montañas suizas, que va cambiado su carácter gracias a la influencia positiva de su nieta. Esta serie gustó a pequeños y mayores, contribuyendo de forma inequívoca a sus altos índices de audiencia, provocando la llegada de otra serie lacrimógena como fue Marco, que tuvo interesado a medio país hasta que el personaje protagonista pudo encontrar a su madre en un viaje desde los Apeninos a los Andes. Pero el auténtico impacto del anime japonés vino de la mano de la mítica serie Mazinger Z, que tenía entusiasmada a la muchachada de este país, hasta que Televisión Española decidió, sin aviso previo, su suspensión por considerarla excesivamente violenta, lo que provocó las airadas protestas de muchos que se sintieron defraudados por su sustitución por la floja Comando G. Aunque vista hoy resulta técnicamente cuestionable, lo cierto es que las aventuras de Koji Kabuto y su fiel robot luchador estaban llenas de acción, resultando legendarios sus enfrentamientos al bruto mecánico de turno enviado por el Doctor Infierno, el Barón Ashler o el Conde Brocken. Para los que ignoran el final de la serie, decirles que al final el Barón Ashler muere en el capítulo 78 en un ataque suicida contra Mazinger Z, que el Doctor Infierno y el Conde Brocken fallecen antes del último capítulo en el que el legendario robot es casi destruido, pero es salvado in extremis por el Gran Mazinger Z, proyecto oculto que se configura como un as en la manga para la victoria final.
Erase una vez el hombre fue una producción, mayoritariamente francesa, muy didáctica que explicaba de forma amena la historia de la humanidad. Un personaje curioso de nuestra infancia era Calimero, un pollito negro con medio cascarón de huevo en la cabeza, que fue creado por los italianos Nino y Toni Pagot e Ignazio Colnaghi, concebido para una campaña publicitaria de un detergente, pero que después, dado su éxito, se convirtió en un personaje con serie propia que al final de cada capítulo decía la famosa frase: ¡Es una injusticia!. Otra serie de gran repercusión fue la producción franco-japonesa Ulises 31, que se desarrolla en el siglo XXXI, cuando su protagonista, al mando de su nave espacial Odiseus, destruye al Cíclope y es condenado por los dioses a errar por mundos desconocidos hasta llegar al reino de Hades. Buen argumento para un anime bien desarrollado que gustó a niños y no tan niños. Una serie casi desconocida fue Súper Agente Cobra, manga de Buichi Terasawa, inspirada en parte por un relato del habitual Philip K. Dick, titulado "We Can Remember it for Wholesale", y que narra las peripecias de un buscavidas y pirata del espacio, que al mando de su nave espacial vive mil aventuras, acompañado casi siempre de mujeres muy bellas de curvas vertiginosas (de hecho su tripulante, Lady Andrómeda, es un robot femenino). Serie, por otra parte, muy bien realizada técnicamente y que tiene cierto tono de cine negro. Basado en un simpático personaje creado por el escritor sueco Runer Johnson, nos llegó el anime germano-japonés Vickie el vikingo, cuyas aventuras querían enseñarnos que es mejor emplear la inteligencia que la fuerza. Todos recordamos las hilarantes persecuciones entre unos hambrientos y escuálidos lobos y nuestro pequeño personaje.
Si tuviera que destacar algunos dibujos animados de nuestros días, lo haría, por supuesto, de Los Simpson y de su lado más oscuro como es Padre de familia, de las aventuras de terror de Agallas, el perro cobarde y de Invasor Zim, delirante serie en las que un extraterrestre canijo es enviado a la tierra para preparar una invasión que nunca llega, acompañado de un robot, más preocupado de comer golosinas que de otra cosa y que tiene como enemigo a un niño neurótico, hijo de un científico. Todos estos y más, han animado, sin duda, los mejores años de nuestra vida ejerciendo el sano y difícil ejercicio de la evasión más sana y divertida. Gracias a todos, por esas tardes de dibujos y pan con chocolate en las meriendas más felices de nuestra niñez. Y como decía cierto cerdito famoso: "¡Eso es to...to...todo amigos!"