Quien más y quien menos habrá tenido, en alguna ocasión, alguna conversación difícil con alguna de las numerosas compañías de telefonía que campan por sus anchas por el mundo conocido. Tales circunstancias son ya tan corrientes como el resfriado común de los humanos o el moquillo de los cánidos. En mi caso soy de los que, por comodidad o pereza, les resulta engorroso estar cambiado de compañía cada dos por tres, al arbitrio de ofertas y demás chalaneos. Pero toda paciencia tiene un límite, tan escabroso como un campo de cuchillas de afeitar. Me pongo en situación. La compañía, podríamos llamarla "Ataulfo S.A." por no citar un nombre conocido, te ofreció allá por los albores de la humanidad un buen precio por sus servicios.
No obstante, de forma sibilina, te han ido, poquito a poquito, inflando la factura cual infante soplando un descomunal globo. Además ha ofrecido mejores tarifas a los recién llegados. Te inquietas, te molestas y, cuando la factura se parece a un niño obeso vestido de marinero, se te acaba tu espíritu pacífico. Automáticamente llamas a la compañía Ataulfo. Lo primero que te encuentras es una serie de obstáculos, que ríase usted del concurso
"Humor amarillo", que consisten en castigarte con unos tonos musicales de escaso interés, ya podían poner
"Balada triste de trompeta" de Rafael, seguidos de unas instrucciones, ya saben, pulse este botón si quiere esto y pulse aquel si quiere lo otro, rematado con la frase odiosa de
"En estos momentos nuestros operadores andan ocupados, manténgase a la escucha o inténtelo de nuevo". Después de llegar casi a la meta está descartado absolutamente intentarlo de nuevo y te sueldas, con estaño y soplete, el teléfono a la oreja, apretándolo mucho, como si de esa manera consiguieras que te atendieran antes. Al cabo de un buen rato, te contesta un señor situado a orillas del Titicaca y con un ruido de fondo, similar a la cocina de Casa Lucio cuando realizan sus conocidos huevos estrellados.
-Dígame señor en que puedo atenderle
-Verá, estoy ligeramente molesto porque pago más de factura del móvil que de hipoteca y quisiera que me revisaran la tarifa.
-Un momento señor... Bueno, es lo que tiene usted contratado.
-Ya lo se, pero ya nadie paga esos precios. A los nuevos clientes les ofrecen mejores condiciones.
-Si señor, pero es solo para la captación de nuevos clientes.
-Es que la compañía, podríamos llamarla "Chirimoya S.A." por no citar un nombre conocido, me ofrece una tarifa más reducida y, si ustedes no me la igualan, no tendré más remedio que darme de baja con ustedes. Además me dan un móvil de última generación, el "Andeestáphone 3000", con funciones de microondas y depilación láser.
-chrrirpicichshhcirrrrip (ruido de huevos fritos)... Señor, nosotros no podemos hacer nada más.
-¡Pues me doy de baja ya!
- (sonido producido por una pared)... Señor, nosotros no podemos hacer nada más.
-¡Pues adiós muy buenas!
Te pones en contacto con la empresa Chirimoya y contratas la telefonía móvil, solicitando la portabilidad. A las pocas horas te llaman de tu antigua compañía y un señor muy amable, con vistas a la Puerta del Sol, te pregunta que ha pasado para que los abandones de forma tan apresurada.
-Pues verá, me han ofrecido una tarifa más barata, con mejores condiciones y me dan un móvil de última generación.
-Señor fulanito de copas, permítame ofrecerle nuevas condiciones, ya que es usted un cliente preferente al que no queremos perder. Le igualamos la oferta.
-No gracias, ya les llamé antes y no me hicieron ni puto caso. Además, me he comprometido con Chirimoya y mañana me mandan el nuevo móvil con llamada ilimitadas y 3 Gb de datos.
-Bueno nosotros le daremos llamadas infinitas no solamente aquí, sino también en el espacio exterior, unos 2.000.0000 de Gb de datos y una foto firmada por Angelina Jolie.
-¡Que no, demonios, que soy muy formal y ya me he comprometido con la otra empresa! ¿Por qué diantres no me lo ofrecieron el otro día?
-Son políticas de empresa caballero, pero si me permite le ofrezco de forma gratuita lo último en telefonía móvil, el "Ladrillum pesimus 5000", que lleva apenas unas horas en el mercado, con cámara de fotos con 50 mega dixies, masajes, sauna turca y servicio de lavandería.
-No se, no se, ya me está usted tentando demasiado....
-Si hacemos el trato ahora, caballero, además le regalaremos un apartamento en el Mar Menor y un Lamborghini Miura.
-Bueno, vale, por ser ustedes haré un sacrificio.
-Muy amable caballero, tomo nota.
Evidentemente es una exageración, aún no me han ofrecido el apartamento ni tan siquiera un triste utilitario, además de que el Lamborghini Miura está descatalogado, pero si es cierto que no te hacen caso hasta que pides la portabilidad. Entonces son todo arrumacos y amabilidades. ¿Una política acertada? En mi opinión no, es un error forzar a un buen cliente hasta ese punto y no darle unas condiciones aceptables para su permanencia. Supongo que son estrategias muy estudiadas, pero esto de la telefonía móvil es en no pocas ocasiones un tótum revolútum poco inteligente.