Un año más viejo, otros 365 días no sólo en mi vida particular sino también en la blogosfera, tecleando frente a eso que llaman portátil o computadora, una palabra que resulta más peculiar por aquí, pero que es común en otros lugares. Recuerdo el primer día como si un millón de años hubieran desfilado sobre mi pantalla, la incertidumbre o, más bien, la escasa confianza que me inspiraba publicar algo escrito por mí. El primer artículo arrojado a la red me causaba una extraña mezcolanza de sentimientos encontrados. Por un lado, era un experimento incierto, muy similar a lo que se denomina coloquialmente como un brindis al Sol, y por otro una apuesta ilusionante por una afición tan común como la de escribir. Mi lado pesimista, siempre dispuesto a demostrar que es el niño de mis ojos, me martilleaba con una pregunta inevitable, ¿quién demonios va a leer esto? Al principio cuesta imaginar que tu propuesta pueda ser considerada en un espacio tan descomunal como este, un universo tan poblado de ideas, algunas sublimes, otras geniales, muchas mediocres y otras sencillamente planas. Cuando un blog nace tiene un comienzo difícil, nadie le reconoce, nadie sabe quien es, nadie le habla y eso puede ser el principio de su final. Muchos mueren de aburrimiento y el único remedio eficaz es ser descarado. Tu diminuta imagen que te representa, esa que aparece en tu perfil, algunas veces con tu nombre real y otras con uno imaginado, tiene que hacerse notar con una fórmula muy simple y eficaz, tienes que ir de visita y hablar, hablar mucho en forma de comentario. Menuda palabra para un bloguero esa de "comentario", absolutamente indispensable para saber en que estado te encuentras y si tu proyecto tiene algún tipo de porvenir. Porque representa el mismo efecto que cuando esperabas ansiosamente una carta en tu buzón, porque significa una visita, signo inequívoco de que esto se mueve.
Ignoro como debe sentirse ya un blog con cinco años de vida, si es un tierno infante, un mozalbete insolente, un joven audaz, un madurito interesante que peina canas, calvo viril como decía Woody Allen, o quizás como un anciano venerable. Particularmente pienso que ha sido un tiempo más que suficiente para tener achaques, como en las salas de espera del médico de cabecera, donde los pacientes hablan de su tensión arterial, de la diabetes, del colesterol o de la hernia de hiato. Aquí no sería el caso y hablaríamos más de falta de inspiración, de interés menguante, de pereza y otros achaques típicos del negocio, amén de otros síntomas de carácter psicológico y síndromes diversos. Concretamente la Guarida puede tener un cuadro de dispersión temática aguda. Aquí se habla de todo, desde fútbol, experiencias personales, algún chiste y grandes dosis de humor, pasando por ideas trascendentales sobre lo divino y lo humano. Últimamente me he permito hablar de arte, todo un atrevimiento para un profano en la materia. Sin embargo, en una temática que domino algo más, como es el cine, me encuentro con cierta diáspora mental, aunque no por ello renuncie a algo que fue fundacional en este blog.
En definitiva, nada de esto tendría sentido sin ustedes, los que pasan por aquí y dedican parte de su valioso tiempo en echar una ojeada a lo que se dice y comenta. En una medida de grandes proporciones, el esfuerzo de un autor y su correspondiente blog, depende de sus lectores, ocasionales, fieles e incluso de los que aterrizan por error o se posan aquí por una búsqueda errática. Todos ellos son de vital importancia para la supervivencia de La Guarida del Eremita y es por eso, fundamentalmente, para lo que escribo esta entrada, para agradecerles de forma sincera y emotiva su apoyo durante estos cinco años, aunque mi narcisismo irrefrenable espere sus felicitaciones como forma propicia para alimentar mi ego. Gracias a todos y bienvenidos a esta casa.
Ignoro como debe sentirse ya un blog con cinco años de vida, si es un tierno infante, un mozalbete insolente, un joven audaz, un madurito interesante que peina canas, calvo viril como decía Woody Allen, o quizás como un anciano venerable. Particularmente pienso que ha sido un tiempo más que suficiente para tener achaques, como en las salas de espera del médico de cabecera, donde los pacientes hablan de su tensión arterial, de la diabetes, del colesterol o de la hernia de hiato. Aquí no sería el caso y hablaríamos más de falta de inspiración, de interés menguante, de pereza y otros achaques típicos del negocio, amén de otros síntomas de carácter psicológico y síndromes diversos. Concretamente la Guarida puede tener un cuadro de dispersión temática aguda. Aquí se habla de todo, desde fútbol, experiencias personales, algún chiste y grandes dosis de humor, pasando por ideas trascendentales sobre lo divino y lo humano. Últimamente me he permito hablar de arte, todo un atrevimiento para un profano en la materia. Sin embargo, en una temática que domino algo más, como es el cine, me encuentro con cierta diáspora mental, aunque no por ello renuncie a algo que fue fundacional en este blog.