lunes, 23 de julio de 2012

SPIDERMAN VS THE AMAZING SPIDERMAN

Un sentimiento contradictorio me posee tras el visionado de esta nueva entrega de Spiderman. No tengo demasiado claro si es superior a la primera propuesta de San Raimi, aunque si me queda la sensación de que será muy complicado que alguien, algún día, nos ofrezca una versión del superhéroe fiel al personaje creado por Stan Lee y  Steve Ditko. Naturalmente esta desazón es propia de quien se ha empapado mucho del cómic, sobre todo en sus primeros años, en los que se afianzó de forma consistente nuestro particular Trepamuros. Los alejados del cómic no experimentarán esa sensación y les traerá al pairo que Spiderman sea de una manera u otra.


Lo que obviamente resalta a primera vista es la sustitución de los protagonistas. Creo que el cambio es ligeramente más acorde con los personajes. El problema de Tobey Maguire es que no mostró casi ninguna evolución durante las tres entregas que protagonizó. Era, ciertamente, un lelo cuando empezó y terminó de la misma manera. No es que sea un mal actor y en esa magistral segunda entrega aportó al personaje una profundidad dramática bien elaborada,  que reflejaba a la perfección la identidad atormentada de un tipo al que las cosas siempre parecen irle en contradirección. Es una aproximación al cómic condensada en 127 minutos que Raimi traicionó en la tercer parte, unos fuegos de artificio en ocasiones delirantes. Andrew Garfield no tiene esa apariencia de pardillo y, en el fondo, creo que no es una cuestión que entre en relación con la interpretación de turno. Simplemente Maguire tiene esa apariencia, independientemente del papel que haga, y Garfield no la tiene. Éste último si parece interpretar ese rol y, en lineas generales, parece más próximo a Peter Parker. Además tiene la ventaja sobre Maguire, de que en próximas entregas puede experimentar una evolución liberadora del peso de esa candidez que, a la larga, podría ser significativamente molesta. Respecto a Kirsten Dunst hay que decir que, con el paso del tiempo, su actuación fue cada vez más una pesada carga, tanto como su personaje, absolutamente deprimente, muy alejado por cierto de la verdadera Mary Jane Watson original, toda una suerte de chica explosiva, muy divertida y atractiva. Pero el problema principal de Kirsten Dunst fue que su expresión era cada vez más insoportable, y es que esa cara de fumada depresiva era un lastre para el personaje principal más que un apoyo indispensable. Emma Stone, sin bordar su papel, si aparenta una naturalidad que se agradece. 


En cuanto a los secundarios, el tio Ben me parece que en ambas adaptaciones está bien representado. Tanto Cliff Robertson como Martin Shenn cumple a la perfección con su cometido, y aunque a éste último puede que le falte algo de más profundidad, el hecho de ser un gran actor le ayuda automáticamente a realizar un trabajo más que aceptable. Es menos profundo y algo más cercano. Tía May, sin embargo, mantiene una clara diferencia entre una propuesta y otra. Rosemary Harris realizó una magnifica recreación de la tía de Peter Parker, pareciéndose más al personaje original que una Sally Field cuya virtud consiste en haber dejado su expresión en piloto automático, pues siempre es la misma. Eso teniendo en cuenta que, en mi opinión, el personaje de Tía May siempre fue un lastre para nuestro superhéroe. De hecho, en Marvel no faltaba quien la calificara directamente de vieja bruja y más de uno se frotaba las manos cada vez que se hablaba de su muerte. Hay algún ausente en esta nueva entrega respecto a la del 2002. No aparecen Harry Osborn, Norman Osborn o J.J.Jameson y lógicamente tampoco el escenario más que interesante de la editorial del periódico Daily Bugle. Hablando de este último personaje, muy logrado por físico por J.K. Simmons, es cierto que es un tipo cascarrabias hasta la hilaridad, pero también tiene un lado oscuro que las adaptaciones cinematográficas no han sabido dibujar con toda su plenitud.

En lo que coinciden algo las dos películas es en el tratamiento del villano de turno. Los dos son fallidos en cuanto a su concepto y desarrollo. El aspecto del duende verde fue un error de consideración. No le permitía a su interprete, Willem Dafoe, mostrar su expresividad y eso es imperdonable, aparte de que el actor no estuvo tampoco demasiado brillante. En cuanto al lagarto, tampoco me parece un diseño demasiado logrado, alejándose del que perpetró en su día Marvel. Un concepto erróneo ha sido dotarle de un tamaño exagerado que desequilibra la balanza en cuanto a fuerzas, echando en falta también algo de carácter en su tratamiento.


Una polémica ciertamente interesante fue el cambio de la indumentaria de Spiderman. Es cierto que el traje de los films de Raimi era algo más normalizado y que la propuesta del 2012 es algo más arriesgada, pero, en el fondo, al cabo de unos minutos uno termina por acostumbrarse y no es algo que pese demasiado tanto en un sentido negativo como positivo. Algo similar sucede con los famosos lanzarredes, que me parece algo intrascendente. Si que espero que alguien dote al nuestro vecino arácnido de algo más de musculatura, similar a la que en su día le dotó con acierto uno de sus mejores ilustradores, John Romita. Una de las virtudes que más atrae de Spiderman como superhéroe es su capacidad de transformar su personalidad. Peter Parker es un tipo taciturno, que maldice siempre su falta de fortuna. En cambio, en su lucha contra sus enemigos, transfigurado en su alter ego heroico, se convierte en un auténtico showman, con chistes continuos que, entre otras cosas, utiliza para desquiciar a sus oponentes. Ese aspecto si se empieza a esbozar en esta entrega del 2012 y se mantuvo absolutamente ausente en las versiones anteriores de Raimi. Un error en el que insiste en caer uno y otro director es desenmascarar a Spiderman en cuanto tienen la mínima oportunidad. Es una manía que empieza a molestar, entre otras cosas, porque uno de los pilares básicos del carácter de nuestro particular héroe es evitar a toda costa mostrar su rostro. Es una obsesión  que en el cómic es constante, por lo que no se entiende porque se insiste una y otra vez en realizar semejante dislate. Algo incomprensible en el film de Marc Webb es la confesión que Peter Parker le hace a Gwen Stacy desvelando su identidad secreta. En el cómic esa ignorada realidad daba mucho juego entre ambos personajes.


"Él reconoce a un héroe cuando lo ve. Hay muy pocos personajes volando como él. Salvando a viejas como yo. Y Dios sabe que los niños como Henry necesitan un héroe. Gente valiente, sacrificada, poniendo el ejemplo para todos nosotros. A todos les encantan los héroes. La gente hace cola para verlos. Los anima. Grita sus nombres. Y años después cuentan como se quedaron parados horas en la lluvia sólo para ver al que les enseñó a aguantar un segundo más.Yo creo que todos tenemos un héroe dentro, que nos mantiene honestos, nos da fuerza, nos hace nobles, y finalmente nos permite morir con orgullo. Aunque a veces tenemos que mantenernos firmes y renunciar a lo que más queremos. Hasta a nuestros sueños."
Este diálogo transcurre entre Tia May y Peter Parker en "Spiderman 2" y es uno de los momentos más emotivos de toda la trilogía dirigida por Sam Raimi. Es un discurso más que efectivo y una reflexión oportuna sobre la condición de héroe, pero además indica que ella, bajo su capa de ingenuidad, le da a entender además que sabe quien se oculta bajo la máscara de Spiderman y Peter comprende no solo el mensaje, sino la desvelada intención de una verdad que siempre ha querido ocultar. La elección de ese momento viene a cuento porque en "The Amazing Spiderman" existe una escena que también ha conseguido emocionarme. Cuando salva al niño del puente y se lo entrega a su padre, éste le pregunta quién es y el responde, por primera vez, con el nombre con el que se le identificará a partir de entonces: "Soy Spiderman". Hasta ese momento nadie había usado tan insigne nombre para denominar al nuevo fenómeno que les intrigaba. SIN NECESIDAD DE QUITARSE LA MASCARA y con un leve movimiento de cabeza, el nuevo héroe, comprende realmente su condición y que, a partir de ese instante, ya no es solo alguien que busque una venganza personal.


Ambas propuestas tienen aspectos positivos y otros que no lo son tanto. Pero, la ventaja principal del film de Marc Webb es que aún puede ofrecernos algo más en sus próximas entregas, algo que San Raimi se dejó en el camino y que puede ser un punto de partida.



domingo, 15 de julio de 2012

CUESTION DE ZORRAS



Hoy se me antoja reproducir una escena de "Cazador blanco, corazón negro". Me apetece y no sabría esgrimir algún motivo concreto, debe ser algo del subconsciente, algo que haya oído en algún sitio, algo que me reconcome y  no logro su correcta ubicación. Alguna circunstancia ha debido pasar estos días, para que tenga la necesidad imperativa de reproducir el siguiente diálogo de la excelente película de Eastwood:




 “- Me gustaría mucho contarle una anécdota, pero no debe interrumpirme, porque es demasiado bonita como para hacerlo. Estando yo en Londres, a principios de los 40 cenaba yo en el Saboy con un grupo de gente selecta, y a mi lado se sentaba una mujer bellísima, tanto como usted. Mientras cenábamos y caían las bombas, hablábamos de Hitler y le comparábamos con Napoleón. Todos decíamos cosas acertadas, y luego, de repente, aquella mujer habló y dijo que lo único que no le molestaba de Hitler era cómo trataba a los judíos. Naturalmente todos nos lanzamos contra ella, aunque en aquella mesa no había ningún judío, pero ella insistía. En fín, ella empezó a decir lo que opinaba de todo aquello, y que si pudiera los mataría a todos, quemándolos en hornos, igual que Hitler. Todos nos quedamos en silencio. Hasta que yo, dirigiéndome a ella le dije: señora, le aseguro que he cenado con alguna de las zorras más asquerosas de mi época, y he cenado con alguna de las zorras más asquerosas del mundo entero, pero usted, señora, es la zorra más asquerosa de todas. En fin, ella se levantó para irse, tropezó con una silla y cayó al suelo y... todos seguimos sentados. Nadie movió un dedo para ayudarla. Y al final cuando pudo levantarse, le dije una vez más: usted, querida, es la zorra más asquerosa con la que he cenado jamás. ¿Y sabe qué ocurrió? Al día siguiente ella fue a denunciarme a la embajada americana, y me llamaron para reñirme. Y luego cuando investigaron, averiguaron que ella era un agente alemán, y la detuvieron. ¿Qué le parece?

- ¿Por qué me ha contado esa anécdota?

- Pues... no sé. No es que crea que es usted un agente alemán, querida. Pero esta noche... tenía ganas de decirle a usted lo mismo, y no quería que pensara que no lo había dicho nunca. Usted señora es la... bueno, ya conoce el resto.”



jueves, 12 de julio de 2012

GREYSTOKE: LA LEYENDA DE TARZAN, EL REY DE LOS MONOS


En los 80, una de las películas que más me impresionó fue la adaptación del mito de Tarzán que realizó Hugh Hudson, y la escena que me dejó literalmente clavado a la butaca fue aquella en la que el protagonista que encarna al rey de los monos, Christopher Lambert, grita ante un simio abatido de un balazo: "¡C´est mon père! ¡Era mi padre!". Ese momento resume a la perfección lo que es el personaje y el fracaso, en parte, de su forzada reconversión en hombre civilizado. Todas las normas esenciales de la alta sociedad saltan por los aires ante semejante afirmación. Rotunda, en cuanto responde a los verdaderos sentimientos naturales y no respecto a los que han sido imbuidos de forma artificiosa.
No son pocos los que acudieron a su visionado atraídos por ese novedosos aire de producción bien cuidada, en tono clásico y aparentemente más fiel a la creación de Edgar Rice Burroughs, aunque la realidad es bien distinta y son muchas las cosas que separan el film de Hudson de la creación del escritor de Chicago. Esto no es ni bueno ni malo, y no añaden más calidad a un film o se la restan. Hay películas mejores que sus referentes literarios, como, según mi modesta opinión, pueden ser "Tiburón" o "El planeta de los simios" y otras que son adaptaciones realmente fallidas, y en este caso pondría el ejemplo de "Verano del 42". Lo cierto e indiscutible es que esta nueva visión de los 80 difería bastante de las versiones clásicas de Johnny Weissmuller. No es una propuesta superior, simplemente distinta. 
Aborda el personaje desde un punto de vista más naturalista y, si se quiere, hasta  ecologista. Se podría pensar que es una vuelta de tuerca más hacia el realismo de lo que hubiera sido realmente una historia de este tipo, aunque no es ni de lejos algo parecido a "El pequeño salvaje" de François Truffaut. De hecho, este Tarzán está algo más pulido que lo que un niño abandonado en la selva estaría, aunque no llega al nivel de las novelas de Burroughs, en las que el personaje, en plan autodidacta, es capaz de aprender a leer por sí mismo los libros dejados por sus padres. Por otra parte, el film de Hudson nos introduce en la plena efervescencia de la ciencia del siglo XIX y, prueba de ello, es la expedición británica a la selva y, sobre todo, la visita al Museo de Ciencias de Londres en donde nuestro protagonista descubrirá horrorizado los experimentos con monos y a su propio padre enjaulado. 
Es interesante también destacar esa visión de la expedición británica, muy deudora de "El corazón de la tinieblas", algo casi inevitable en este tipo de cuestiones, y de sus participantes. Un cazador a la antigua usanza, cruel y sanguinario, interpretado por Nigel Davenport, el nuevo científico, un remilgado John Wells y el hombre que los guía, un desmotivado explorador y, como siempre, estupendo Ian Holm. Curiosa imagen es la de los habitantes del primer punto civilizado que visitan John Clayton (Tarzán) y su descubridor, el Capitán Phillippe D´Arnot, toda una suerte de tugurio habitado por una galería de personajes algo esperpénticos y ciertamente siniestros. Una visión un poco rebuscada y deliberadamente ingrata.
En "Greystoke: la leyenda de Tarzán, el rey de los monos" hay un sentido evolutivo de la muerte violenta. El personaje se enfrenta de adolescente al asesinato, por parte de los nativos, de su madre adoptiva simia. Es su primer contacto, al que sucede un grito de desesperación que traspasa la pantalla. Después morirá en un accidente su abuelo, un inconmensurable Ralph Richardson, que falleció realmente antes del estreno del film. La película cierra ese ciclo de muerte con la de su padre simio por parte de la policía de Londres.
Puede ser que la película haya perdido cierto fuste desde su estreno allá por el año 1984, que no se resista al encanto de los films de  Weissmuller, que alguno de sus interpretes, especialmente Christopher Lambert, haya demostrado su escaso poder interpretativo (hay ciertas miradas estrábicas que son demoledoras), que su director pudiera estar ciertamente sobrevalorado, pero, por la cuidada puesta en escena, por sus intenciones, por sus actores secundarios, por una Andie MacDowell que destila una especial sensualidad, aunque con voz doblada, por sus escenarios y otros motivos, merece cierta consideración, que aunque haya mermado no deja de ser ciertamente digna.