Esta semana ando algo atareado y no tendré demasiado tiempo disponible para el blog. Eso, sumado a mi extremada pereza, formará una fórmula carente de inspiración que demuestra, de forma fehaciente, que mis estimadas musas se han marchado de vacaciones. No será tarea ardua encontrárselas tumbadas en la playa, tomando copas o contemplando algún paso de Semana santa. Abandonado a mi suerte y desarmado de ideas, les dejo un par de vídeos muy interesantes sobre malos y buenos en el cine, que nos llegan de la mano de Joey Velázquez y Andreas Österberg, dos muestras inequívocas de una buena selección y mejor montaje. Espero que lo disfruten y no duden en tomar partido por uno de ambos bandos.
sábado, 28 de marzo de 2015
jueves, 19 de marzo de 2015
CARTELES, PUBLICIDAD ANTIGUA Y OTROS DESATINOS
La publicidad no puede permanecer ausente del tiempo que le ha tocado vivir. Cada propuesta, destinada a vender un producto, parece esclava de las normas sociales de su época. Pero los tiempos no siempre fueron acordes con una moral equilibrada, y se dejaron impregnar por los prejuicios que por entonces pasaban por una normalidad establecida. Un claro ejemplo son los dos carteles que figuran arriba. En el de la derecha una niña rubia y bien ataviada le pregunta a otra de color, vestida con harapos y descalza, por qué su mama no la lava con jabón Fairy. En el de la izquierda, de 1890, aún le da una vuelta de tuerca más a un racismo poco disimulado y anuncia el Chlorinol, un producto blanqueante que ha dejado a uno de los tres niños negros más blanco, sin contar que sus compuestos químicos además son altamente tóxicos.
Parece algo muy atrevido que la cocaína se anuncie con aparente normalidad, lejos de la idea que se tiene hoy en día. Lo políticamente correcto parece cambiar según la conveniencia de los tiempos, en algunos casos, de la ingenuidad comercial de otras intenciones ajenas a la adicción de sustancias consideradas malignas o, simplemente, perjudiciales para la salud. En el cartel de la parte superior se anuncia gotas de cocaina para mitigar el dolor de muelas. Sus protagonistas no podrían parecer menos apropiados. Dos niños que juegan despreocupados, y que encuentran consuelo con un producto como la cocaína, muy apropiado para el dolor dental de la infancia.
En los años de la posguerra se anunciaban perfumes elaborados con la flor de la cocaína, o por lo menos así rezaba en su publicidad. Ignoro si aquella fórmula era real, aunque los efectos que prometía parecen indicar algún poder de seducción desconocido, a pesar de alguna que otra indicación de que era un compuesto exento de cualquier tipo de droga.
No siempre se recurría a algo tan rebuscado, en otras ocasiones era un producto más cercano, más propio, al que se le atribuían unas virtudes curativas entroncados más con el concepto popular que con ninguna certeza médica. Hoy en día nos sorprendería que se anunciara un anti-gripal como el coñac y menos aún que fuera un guardia de tráfico el que nos lo recomendara de forma imperiosa. Me lo imagino en un control de alcoholemia y dejando impunes a los borrachos conductores, siempre que tuvieran gripe, claro está.
Enlazando también con los dos carteles anteriores encontraríamos otro perfume con un nombre peculiar lanzado en 1922. Orgía no parece una palabra excesiva para nuestra más cercana actualidad, pero para los años 20 quizás podría serlo. Según el diccionario significa "Festín en que se come y bebe inmoderadamente y se cometen otros excesos. Satisfacción viciosa de apetitos o pasiones desenfrenadas". Bueno, puede ser que no escandalizara tanto, al fin y al cabo eran los conocidos como locos años 20. Después vendría la gran depresión y refrenaría tanto júbilo.
El machismo es algo que parece que se resiste a desaparecer, aunque hubo un tiempo en que campaba a sus anchas con una naturalidad como mínimo bochornosa. En la imagen superior tenemos dos ejemplos que, de no ser tan repugnantes, habría que tomárselos a risa. En uno de ellos se nos ofrece por un módico precio, 37 pesetas, la posibilidad de dominar a las mujeres, teniendo la tremenda generosidad y humanidad de no tener que usar el látigo. Como si en algunas otras publicaciones regalaran uno con la compra de cada ejemplar. El otro es un anuncio algo ambiguo o malintencionadamente confuso. Un tipo ataviado de boxeador parece emplear a su complacida esposa como un saco de entrenamiento, con la leyenda de "no importa lo que ha pasado. Él es un hombre y Vd. lo ama". No se si al pobre muchacho le han sacudido de lo lindo en el ring, o ha tenido alguna trifulca salida de tono con su parienta.
Naturalmente al hombre se le trata de potenciar. Debe alcanzar sin medida la capacidad de dominar a las mujeres. No sólo es suficiente con una lectura tan prometedora, además tiene que conseguir una fachada física envidiable. Y esa promesa formaba cuerpo en el curioso anuncio del "Vigorizador eléctrico" del Doctor McLaughlin o, lo que es lo mismo, corrientes continuas de electricidad de baja tensión que igual eran útiles para la impotencia que para el estreñimiento, aunque eso si, acompañadas de loor, honor y juegos florales. Para acompañar y estar a la altura del hombre eléctrico, se recomendaba a las mujeres que se tomaran las Pilules orientales para tener pechos exuberantes y tersos. Tan peculiar definición del artículo en cuestión no era más que unas píldoras fabricadas en París, un producto milagroso que prometía toda clase de bondades para obtener unos atributos femeninos generosos.
Un mundo peculiar, sin duda, el de los anuncios publicitarios de aquellos años, que no reparaban en nada para obtener la venta deseada, incluso poner en manos de una niña un revólver para incrementar sus ventas. El cartel de la izquierda utiliza una infantil imagen con la consideración de que con semejante arma "la descarga accidental es imposible", e intenta tranquilizarnos con el slogan que la niña lleva escrito en su pijama "Papá dice que no nos hará daño", aunque ya no se si se refiere a que no le hará ningún daño el revólver en sí, o que su progenitor no tendrá un ataque de locura y se quitará de en medio a su familia. El anuncio corresponde a una campaña navideña, que parecía incitar a compaginar como regalos una muñeca parlante y un Magnum 44, el arma favorita de Harry el sucio.
Aquí, en España, éramos más civilizados y nunca hemos sido tan apasionados de las armas de fuego. No obstante, no teníamos el menor inconveniente en anunciar juguetes y cuchillería en un mismo cartel anunciador. Si le preguntabas al dependiente dónde estaban los trenes eléctricos, éste te contestaba amablemente: "¡Allí, al lado de los cuchillos jamoneros y debajo de la estantería de las hachas de cocina... y tenga cuidado de no pincharse con algún tenedor trinchante, los que hay junto a las muñecas peponas!". Bromas aparte, es más que evidente que son dos negocios independientes y quizás hubiera convenido separar su respectiva publicidad. Tiempos distintos, quizás en los que deberíamos de contextualizar semejante técnicas publicitarias en su entorno social. Es evidente que hoy en día todos ellos serían motivo de escándalo, pero incluso con todo lo aprendido y con nuestra pretendida condición de tolerancia universal, no es extraño que, de vez en cuando, se nos cuele algún anuncio inapropiado o polémico. Eso si, con alta definición y con procedimientos de impresión de última hora. Para terminar este pequeño desfile por el pasado, cuatro píldoras publicitarias más. Una jabón* siniestro que parece provocar terribles accidentes a los niños pequeños, una gomina que te hace un hombre de éxito como Mario Conde pero sin cárcel y una comparativa de relojes, mujeres y cristales que no merece más comentario.
*Posdata: Para dar fe de mi conocimiento del inglés, decir que por un momento había confundido la palabra "soap" con "sopa", y me había imaginado a ese pequeño niño huyendo de un tazón de sopa especialmente cocinado para caníbales. Un error estúpido que aún hacía que el cartel fuera más siniestro.
jueves, 12 de marzo de 2015
THE WALKING DEAD, EXTRAÑOS EN EL PARAISO
El capítulo 12 de la quinta temporada de "The Walking Dead" se titula en realidad "Remember", aunque yo lo he bautizado tal y como figura en el título del artículo. Ya le dediqué a esta serie una entrada general hace un par de años y no tengo por costumbre analizar capítulos sueltos. Para eso está el magnifico Blog zombie del Alimaña, en donde pondrán encontrar información de cualquier episodio de forma amena y detallada. No obstante, este capítulo en cuestión me ha llamado poderosamente la atención, por presentar un punto de ruptura, una novedad interesante y un retrato certero de lo que representa la lucha por la supervivencia, de cómo te condiciona y te define como ser humano. Muchos de los que visitan este blog no serán seguidores de esta serie, así que intentaré explicar la situación que se presenta en este capítulo de forma sencilla, sin necesidad de haberla visionado ni una sola vez.
Un día de tu rutinaria vida te despiertas y contemplas como el mundo que conocías ya no existe. La civilización ha desaparecido, la autoridad y el orden brillan por su ausencia, todo en cuanto creías se ha desmoronado. Ciudades apocalípticas plagadas de zombis acechan en cada esquina. Edificios y vehículos abandonados son ahora el paisaje habitual. Te mantienes en pie como puedes, te unes a un grupo de supervivientes y conformas una familia peculiar. La unión cohesiona a personas muy diferentes pero con el único objetivo de sobrevivir. Estás en vigilancia perpetua, con una desconfianza que no te permite ni un respiro. Lo peor no son los no muertos, sino los vivos. Otros grupos de supervivientes pretenderán arrebatarte lo poco que tienes, comida, armas, un lugar seguro. Con el paso de los meses, los años, te has endurecido, has matado a vivos y muertos y tus prejuicios morales y éticos ya no son los de un hombre civilizado. En un par de ocasiones te han atraído a un lugar seguro, pero siempre era un engaño, una trampa para destruirte a ti y a los tuyos. Ahora vagas por los caminos, desnutrido, sucio, hastiado de luchar cada día, de no dormir, pareces un náufrago a la deriva. Y un día encuentras un paraíso, un lugar idílico, algo casi imposible de creer. ¿Podrás confiar en esa nueva oportunidad?
Esa es la premisa que propone este nuevo capítulo de "The Walking Dead". Nuestro particular grupo de supervivientes llega a un lugar llamado Alejandría, una urbanización de lujo, con agua corriente, electricidad producida por placas solares, calles limpias y muros sólidos que impiden la entrada de los "caminantes". Está gobernada, sabiamente, por una mujer madura que había sido congresista cuando el mundo era otro bien distinto. Los supervivientes, liderados por Rick, han llegado en una situación extrema, sin agua ni alimentos, desprovistos de un techo que los cobije y en unas condiciones anímicas al borde de la quiebra. Sin embargo, no reciben la nueva hospitalidad con los brazos abiertos. Su experiencia les pone en guardia. Ya conocieron una situación parecida en un lugar llamado Woodbury, en donde un psicópata apodado el Gobernador quiso acabar con sus vidas y, también, en "La terminal", un enclave que prometía seguridad al final de las vías del tren y que estaba regentado por un grupo de civilizados caníbales.
Con la máxima cautela aceptan quedarse sin tomar una decisión definitiva. A cada uno de ellos se le concede una casa con todas las comodidades posibles. Es en ese momento en cuanto comienzan a caer todas las capas que les han conferido la condición de supervivientes. Rick toma una ducha, algo casi utópico apenas unas horas antes. Se mira al espejo, con su poblada barba y cabello largo parece rescatado de una isla desierta. Se afeita y empieza a aflorar el hombre que una vez fue, en cada pasada de la maquinilla elimina un revestimiento de dureza, no sólo física sino también moral. En el colmo de lo extraordinario, una atractiva y amable mujer se ofrece a cortarle el pelo, bromeando sobre el hecho de que, pase lo que pase, siempre habrá una peluquera, emulando el carácter onírico y placentero que ya nos contó Patrice Leconte en su film de los 90. Pero no todos parecen adaptarse tan fácilmente. Daryl era un outsider, un marginado, incluso probablemente un delincuente de poca monta antes del fin de la civilización. Sin embargo, en un mundo apocalíptico, como el que define esta serie, encajaba a la perfección. Hombre de acción, superviviente nato, adaptado a los tiempos adversos, parece no amoldarse a esta sorprendente Shangri-La de viviendas adosadas. En una escena, y para demostrar que está fuera de lugar, destripa su almuerzo, una zarigüeya, en el porche blanco inmaculado de una elegante casa.
La congresista que maneja esta pequeña comunidad parece desenvolverse bien en su mundo aislado del horror. Les hace una entrevista a cada uno de nuestros protagonistas, incluso la graba en vídeo para un posterior análisis. Habla de un lugar en el que todo se comparte, en el que se adjudican tareas útiles para cada uno de sus habitantes y bromea al afirmar que al final, después de tanta resistencia, el comunismo ha triunfado. Le confiesa a Rick que les ha traído por una razón esencial, algo que parece más que evidente, porque son unos supervivientes y les necesita para fortalecer este lugar al que llaman Alejandría. Esa es una clave fundamental y es algo en lo que todos coinciden, en el hecho de que es una comunidad débil, que su bienestar les ha hecho frágiles ante el mundo hostil que se desarrolla fuera de esos muros. A pesar de la novedad que representa vivir en un lugar así, nuestro grupo habitual de protagonistas permanece cohesionado. Cada uno de ellos tiene una vivienda a su disposición, sin embargo prefieren compartir techo, además parecen añorar la adrenalina que les suponía enfrentarse cada día con la muerte. Rick e hijo salen al exterior, y parece que sólo encuentran un momento de armonía cuando se enfrentan a un puñado de zombis, como si se tratara de una cacería organizada una mañana de domingo.
A Rick se le propone el cargo que ocupaba antes del desastre que acabó con sus rutinarias vidas, el de Sheriff. Acepta y así lo podemos ver en los minutos finales del capítulo. Una imagen que le devuelve al pasado, cuando su mayor riesgo era patrullar las carreteras de su jurisdicción. Esta recuperada identidad tiene el efecto de la toma de posesión de un mundo que se creía perdido, pero tiene un inconveniente que para la serie puede ser mortal de necesidad. En este hábitat ideal tendrá que pasar algo que vuelva a tensar la cuerda argumental. Quizás sea que algún habitante de tan idílica aldea rompa la paz, podría ser el hosco marido de la peluquera o el hijo consentido de la congresista, o que alguno de nuestro grupo de amigos siembre la discordia. También podría ser que los vivos que vagan erráticos en el exterior quieran irrumpir con violencia, porque los muros que protegen Alejandría parecen firmes ante los caminantes, pero sería un juego de niños ante cualquier humano con más de una neurona en funcionamiento. Algo tendrá que ocurrir para que "The Walking Dead" no cometa el pecado del aburrimiento. Un detonante que nos devuelva a la acción se nos antoja necesario y podría sentenciarse con la famosa frase, que pronunció el personaje interpretado por Ed Asner en la película "JFK" tras el asesinato de Kennedy: "Camelot hecho pedazos".
La congresista que maneja esta pequeña comunidad parece desenvolverse bien en su mundo aislado del horror. Les hace una entrevista a cada uno de nuestros protagonistas, incluso la graba en vídeo para un posterior análisis. Habla de un lugar en el que todo se comparte, en el que se adjudican tareas útiles para cada uno de sus habitantes y bromea al afirmar que al final, después de tanta resistencia, el comunismo ha triunfado. Le confiesa a Rick que les ha traído por una razón esencial, algo que parece más que evidente, porque son unos supervivientes y les necesita para fortalecer este lugar al que llaman Alejandría. Esa es una clave fundamental y es algo en lo que todos coinciden, en el hecho de que es una comunidad débil, que su bienestar les ha hecho frágiles ante el mundo hostil que se desarrolla fuera de esos muros. A pesar de la novedad que representa vivir en un lugar así, nuestro grupo habitual de protagonistas permanece cohesionado. Cada uno de ellos tiene una vivienda a su disposición, sin embargo prefieren compartir techo, además parecen añorar la adrenalina que les suponía enfrentarse cada día con la muerte. Rick e hijo salen al exterior, y parece que sólo encuentran un momento de armonía cuando se enfrentan a un puñado de zombis, como si se tratara de una cacería organizada una mañana de domingo.
A Rick se le propone el cargo que ocupaba antes del desastre que acabó con sus rutinarias vidas, el de Sheriff. Acepta y así lo podemos ver en los minutos finales del capítulo. Una imagen que le devuelve al pasado, cuando su mayor riesgo era patrullar las carreteras de su jurisdicción. Esta recuperada identidad tiene el efecto de la toma de posesión de un mundo que se creía perdido, pero tiene un inconveniente que para la serie puede ser mortal de necesidad. En este hábitat ideal tendrá que pasar algo que vuelva a tensar la cuerda argumental. Quizás sea que algún habitante de tan idílica aldea rompa la paz, podría ser el hosco marido de la peluquera o el hijo consentido de la congresista, o que alguno de nuestro grupo de amigos siembre la discordia. También podría ser que los vivos que vagan erráticos en el exterior quieran irrumpir con violencia, porque los muros que protegen Alejandría parecen firmes ante los caminantes, pero sería un juego de niños ante cualquier humano con más de una neurona en funcionamiento. Algo tendrá que ocurrir para que "The Walking Dead" no cometa el pecado del aburrimiento. Un detonante que nos devuelva a la acción se nos antoja necesario y podría sentenciarse con la famosa frase, que pronunció el personaje interpretado por Ed Asner en la película "JFK" tras el asesinato de Kennedy: "Camelot hecho pedazos".
jueves, 5 de marzo de 2015
GALERIA DE ILUSTRADORES
ANTON SEMENOV: El inquietante universo pictórico de esta autor ruso se entronca directamente en un mundo onírico repleto de extrañas figuras, que se mueven entre lo insano de un carácter malévolo y el sufrimiento de criaturas a la deriva en un purgatorio imaginado. Sus ilustraciones menos satíricas y más inquietantes me recuerdan al diseño de personajes utilizado en la película "Silent Hill".
DAN LUVISI: Este artista, ubicado en los Ángeles, es un creador multifuncional, desarrollando su talento en el mundo del cine, de los videojuegos y, como no podría ser de otra manera, en un ámbito que conoce a la perfección como es el cómic. Reconociendo su inmenso talento en el desarrollo de personajes, digamos "serios", me interesa más su deformación de algunos referentes infantiles de los dibujos animados o de los conocidos "muppets". En un trabajo definido como “Popped Culture”, ha tomado algunos de esos personajes y los ha retorcido, transformándolos en matones y psicópatas. Él lo define como el efecto corruptor del Hollywood más enviciado. A mi, en particular, me parecen salidos del subconsciente de Tarantino.
JOHN KENN MORTENSEN: Director, animador y guionista de programas televisivos infantiles, no cabe la menor duda de que, en su obra más inquietante, hay una influencia más que evidente de ese sector al que se dedica. Sus criaturas acechan entre las sombras, claro referente de los miedos nocturnos infantiles. El autor danés utiliza una técnica simple, primitiva, lápiz y papel, dotando a sus dibujos de ese carácter propio de lo genuino, de la idea de que no siempre lo más complejo puede resultar lo más efectivo. Los monstruos de sus ilustraciones acechan a sus inocentes víctimas, que parecen ajenas al peligro, ocupadas en tareas cotidianas que no presagian lo que se oculta tras ellos.
MICHAL DZIEKAN: Ilustrador polaco cuyo estilo delata su paso por la compañía Disney, pero barnizado con un matiz mordaz y ciertamente pesimista. En su mundo no hay demasiado espacio para los sueños imposibles. Así podemos ver al personaje de "Up" detenido por la policía, antes de llevar su original plan de escape a buen fin, mientras lo observan con una mirada severa dos tipos con traje y corbata que señalan un buzón repleto de cartas de embargo. Papá Noel ha sido destituido de su puesto por sus elfos, que lo han sustituido por eficientes robots y Hansel y Gretel son atiborrados con comida basura por cocineros diabólicos de una conocida multinacional.
ZDZILAW BEKSINSKI: “Deseo pintar de la misma forma como si estuviese fotografiando los sueños”. Palabras acertadas del pintor polaco para describir su obra, en la que quizás la idea es acercarse más al mundo de las pesadillas que de los sueños. Fotógrafo de tendencias lúgubres, escultor y pintor entroncado con el Realismo Fantástico, algunos de sus trabajos podrían parecer inspirados de las obras de Brueghel o el mismísimo Bosco. Aunque él definía su obra como no carente de sentido del humor, lo cierto es que se identificaría en cierto modo con su trágica vida. Después del fallecimiento de su esposa, su hijo se suicidó y el propio Beksinski moriría asesinado de forma extremadamente violenta.
ZDZILAW BEKSINSKI: “Deseo pintar de la misma forma como si estuviese fotografiando los sueños”. Palabras acertadas del pintor polaco para describir su obra, en la que quizás la idea es acercarse más al mundo de las pesadillas que de los sueños. Fotógrafo de tendencias lúgubres, escultor y pintor entroncado con el Realismo Fantástico, algunos de sus trabajos podrían parecer inspirados de las obras de Brueghel o el mismísimo Bosco. Aunque él definía su obra como no carente de sentido del humor, lo cierto es que se identificaría en cierto modo con su trágica vida. Después del fallecimiento de su esposa, su hijo se suicidó y el propio Beksinski moriría asesinado de forma extremadamente violenta.
SEBASTIEN SONET: Hay una visión enfermiza en la obra de este artista francés plasmada en sus personajes sumergidos en la locura, con miradas inquietantes sin paliativos. Su forma bizarra de entender el trastorno de una mentes abocadas a la locura, se refuerzan con sus identidades ocultas detrás de una mascara, de un maquillaje o simplemente bajo la apariencia de un monstruo. Influenciado por el séptimo arte y la ciencia ficción, ha sido autor de un corto titulado "Autopsie d´un porc".
DRAN: Poco se sabe de este artista callejero al que algunos definen como el Banksy francés. Lo que es evidente, sin duda, es el carácter crítico de su obra plena de significado. Un estilo que refleja un desengaño apenas disimulado del mundo y ciertamente irónico, como ese mono que parece estudiar y tomar notas del niño que se come un plátano al otro lado de la jaula, o un Pinocho dado a la bebida y que calla su conciencia pisoteándola literalmente. Especialmente recomendables son sus dibujos en cajas de cartón aprovechando el producto que contenían. Absolutamente geniales.
GLENN JONES: Porque no todo tiene que ser complicado, oscuro o trascendente, les traigo también una muestra de este diseñador gráfico e ilustrador neozelandés, que plasma sus ingeniosos y simples dibujos en camisetas plenas de sentido del humor.
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