jueves, 25 de septiembre de 2014

EL CINE, PALABRAS Y DARDOS ENVENENADOS

"Nunca dije que los actores fueran ganado. Lo que declaré es que deberían ser tratados como ganado"
(Alfred Hitchcock)

"Los productores, excepto los grandes, son aquéllos que, como no sabían escribir, no sabían dirigir, no sabían actuar, no sabían componer..., acaban por estar a la cabeza de todo"
(Billy Wilder)

"El negocio del cine es macabro, grotesco: es una mezcla de partido de fútbol y de burdel"
(Federico Fellini)

"En la industria cinematográfica todos sabemos que detrás de cada guionista de éxito hay una mujer. Y que detrás de esa mujer está la esposa"
(Groucho Marx)

"Sí, trabajar en Hollywood da una cierta experiencia en el campo de la prostitución"
(Jane Fonda)

"En Hollywood te pagan mil dólares por un beso y cincuenta centavos por tu alma"
(Marilyn Monroe)

"Para mí, Orson Welles es sólo un engaño; está vacío, no es interesante, está muerto. Ciudadano Kane, –tengo una copia de este filme– es amado por todos los críticos, siempre en la cima de las encuestas, pero pienso que es un aburrimiento total. Por encima de todo, las actuaciones no tienen ningún valor. Lo único increíble es la enorme admiración y respeto que ha conseguido esa película"
(Ingmar  Bergman)

"Kubrick es una máquina, un mutante, un marciano. Él no tiene ningún sentimiento humano alguno. Pero es genial cuando una máquina hace filmes sobre otras máquinas, como 2001: A Space Odyssey"
(Jacques Rivette)

"A Sofia Coppola le gusta cualquier tipo que tenga lo que ella quiere. Si quiere ser fotógrafa va y se acuesta con el fotógrafo. Si quiere ser cineasta, va y se acuesta con el cineasta. Ella es un parásito al igual que su gordo padre"
(Vincent Gallo)

“Amo más al ratón Mickey que a cualquier mujer que haya conocido”
Walt Disney

"Simplemente, querida, no me imagino a Clark Gable corriendo detrás de ti durante diez años"
(David O. Selznick a Katharine Hepburn cuando le negó el papel de Sacarlett O´Hara)


viernes, 19 de septiembre de 2014

PAREIDOLIAS


Pareidolia, menuda palabra, derivada etimológicamente del griego eidolon (imagen o figura) y el prefijo para (junto). Es un fenómeno curioso, por el cual  nuestra mente interpreta objetos y visiones un tanto abstractas y las adapta a lo cotidiano. Este aspecto psicológico es el que ha ayudado, de forma determinante, al conocido Test de Rorschach, en donde una serie de cartulinas con ilustraciones de manchas de tinta simétricas pueden servir como instrumento para definir la personalidad de un individuo, según las interpretaciones que él mismo realice.
Nuestra mente tiende, en algunas ocasiones, a racionalizar aquello que no encaja con los arquetipos de la razón, siendo capaz de construir algo cotidiano a partir de una apariencia. Tal vez sea un mecanismo de defensa, destinado a construir una seguridad confortable respecto al mundo que nos rodea. Aunque no siempre sucede así y, en otra variante del comportamiento humano, somos capaces de percibir algo cotidiano como justamente lo contrario, como una visión alejada de la racionalidad más convencional. Podría integrarse este último concepto en fenómenos religiosos, en enajenaciones mentales y también consecuencia de un estado de alteración fruto del miedo o la inestabilidad emocional. Una de nuestras máximas manías es antropomorfizar cualquier imagen, que en realidad es ajena a nuestra especie e incluso ajena a nuestra condición de seres vivos. Cualquier objeto cotidiano, con una determinada apariencia o estructura similar al rasgo que nos define como hombres, puede encontrar en nuestro cerebro un perfecto encaje con nuestros arquetipos más cercanos. Una nube, una mancha en la pared, un tronco de árbol, el pan quemado de una tostada, las vetas de la madera y otras imágenes aleatorias y casuales pueden parecernos algo que no es. No obstante, su parecido a otra realidad distinta a su verdadera naturaleza es más que evidente.
En la imagen de la izquierda podemos observar algunos ejemplos. Una garrafa deformada accidentalmente adquiere una identidad propia, un rostro humano de apariencia grave que se torna singular y fuera del contexto de sus congéneres de plástico. Una lavadora abierta, con un trapo rojo que asoma al azar de su interior en forma de lengua, aparenta una criatura burlona y algo desquiciada, gracias a los botones que la ponen en funcionamiento, dispuestos de forma errática. Los pimientos verdes cortados por la mitad nos muestran una especie de monstruos con una mueca entre terrorífica y amenazante y, por último, los faros traseros de un coche se nos antojan más bien un espécimen del espacio exterior que grita desaforadamente.
Puede suceder también que una pareidolia sea tan engañosa que nos lleve al equivoco absoluto, al poseer la virtud de borrar de nuestra mente la realidad y sustituirla por lo que aparenta. Un truco óptico que nos manipula y que resulta difícil desenmascarar. Sucede, por ejemplo, en una foto antigua que circula por la red de una familia, compuesta de un matrimonio y su hijo pequeño que descansa en las rodillas de su padre. La fotografía presenta un deterioro notable, hasta el punto en que el tierno infante desaparece ante nuestros ojos y, de forma ilusoria, se nos aparece un rostro humano al que algunos identifican sin el menor esfuerzo con Jesucristo. A mí particularmente me resulta muy complicado encontrar al niño en cuestión y me tropiezo, una y otra vez, con ese enorme rostro central que llama poderosamente la atención. Sólo cuando procedemos a trucar la foto y le aplicamos color, aparece su verdadera apariencia.
Pero no todas las fotografías de pareidolias parecen auténticas, existen todo un cúmulo de ellas que aparentan cierta manipulación, cuando no directamente un engaño en ocasiones de lo más burdo y evidente. Si la imagen que se nos ofrece es demasiado espectacular e impactante, a buen seguro de que se trata de una adulteración. Sucede con la siguiente foto que lleva el título de "Fantasma en un día de boda".

Y por supuesto, la madre de todas las pareidolias, las caras de Bélmez, uno de los enigmas patrios con más raigambre y que ha soliviantado a generaciones entusiastas de los fenómenos inexplicables.

Y precisamente ahora andan de actualidad por obra y gracia de Íker Jiménez y su programa "Cuarto Milenio". Una serie de expertos en hormigón y pintura e ingenieros químicos descartaron cualquier posibilidad de manipulación, dando fe de que las caras analizadas no habían sido obtenidas por la mano del hombre. Lo que allí aparecía sobre el viejo cemento de una cocina era algo espontáneo, surgido por el azar que había construido de forma caprichosa caras humanas, toda una suerte de pareidolias inquietantes para algunos o un claro fenómeno paranormal para otros. Que sea una serie de teleplastias o manifestaciones psíquicas de la ya fallecida propietaria de la casa, María Gómez Cámara, depende del entusiasmo de cada uno. Probablemente aún no se ha escrito la última palabra y, desde luego, si se trata de un fraude no cabe duda que ha sido perfectamente orquestado, hasta el punto de mantenerlo en el tiempo, más de lo que una simple mentira puede sobrevivir. A lo largo de los años, desde aquel lejano 1971, las opiniones se han sucedido, intercaladas de investigaciones más o menos serias. Las conclusiones han sido a lo largo de su periplo contradictorias y parece que nada definitivas. Lo extraño del asunto, si aceptamos que se trata de simples pareidolias, es que siempre se repita un patrón determinado, el de sus inquietantes rostros humanos.


jueves, 4 de septiembre de 2014

GIUSEPPE ARCIMBOLDO, EL ARTISTA SURREALISTA

Parece un tanto aventurado definir a un pintor del Renacimiento como surrealista, pero en el caso de Arcimboldo se podría confirmar como una excepción, junto a otro artista tan singular como El Bosco.  Giuseppe trabajó como aprendiz junto a su padre en la catedral de Milán, donde realizaba tapices y vidrieras. En 1562 se marchó a Praga, convirtiéndose en un pintor de la corte bajo la protección del emperador Fernando I. Fue algo más que un artista cortesano, sirviendo como consejero real, además de organizar toda una serie de actos que sirvieran para difundir la cultura pictórica, trabajar en el decorado del Teatro Imperial de Praga, e incluso atreviéndose con el diseño de vestuario. Estudioso de los grabados caricaturescos de Leonardo da Vinci, encontró su propio estilo, manierista-naturalista, realizando toda una serie de retratos en donde la composición y la ilusión óptica de elementos de la naturaleza configuraban rostros humanos, entre lo singular y esperpéntico. 
Sumamente curiosos resultan sus trabajos correspondientes al grupo de Figuras grotescas, en donde Arcimboldo tenía la audacia de componer una pintura ambivalente, con la interesante novedad de visionar un cuadro u otro bien distinto, según la posición del mismo. Un bodegón, visto a simple vista, se transformaba en un extravagante personaje si se le daba la vuelta, tal y como se puede ver en la anterior ilustración, titulada "El jardinero", en el que un cuenco con verduras se torna una figura que representa un estilo de caricatura poco frecuente en la época. Naturalmente, tan atrevido estilo, no fue considerado más que como una curiosidad dentro de un momento histórico tan significativo como el Renacimiento, y no sería hasta el surgimiento del surrealismo, a principios del siglo XX, cuando el pintor italiano fue considerado en toda su dimensión, siendo fuente de inspiración a numerosos artistas del momento, como sería el mismo Salvador Dalí, algo que desde luego no sorprende.

Particularmente es también interesante su representación alegórica de Las cuatro estaciones, en donde los componentes de la naturaleza alcanza una perfecta sincronía, un equilibrio perfecto entre la construcción del rostro que quiere definir. No hay nada al azar, en esta especie de puzle todo está perfectamente insertado con la finalidad de componer la figura hasta el más mínimo detalle. Es cierto que hay algo de ironía, pensando que quizás no se podría aunar tal estilo con una construcción más severa del rostro humano, aunque no se prescinde en cierto modo de una delicadeza innata, tal y como se demuestra en la pintura que representa la primavera. 

La Primavera y el Invierno
Mientras la composición de la izquierda está realizada de forma milimétrica, cada flor, cada pétalo, hoja y planta se colocan de forma armoniosa y delicada, El Invierno, sin embargo, aprovecha la estructura del árbol para realizar los oportunos retoques, simbolizando una estación fría y aparentemente espartana. Mirando este retrato uno no puede evitar acordarse de ciertos personajes de la literatura fantástica, como el legendario Bárbol de "El señor de los anillos". La técnica empleada se utilizó también para su recreación de los elementos, aire, tierra, fuego y agua, utilizando de forma ingeniosa todo aquello que identifique cada uno de ellos. Así, en la representación del agua se recurre a toda suerte de habitantes del mundo acuático, y el fuego se construye con toda una suerte de referencias al mismo, desde una hoguera que le sirve de cabello hasta cualquier instrumento, incluso los construidos por el hombre, que le servirán de fiel argamasa  para la construcción de algo tan peculiar como estimulante. 

El Agua y el Fuego