jueves, 20 de junio de 2013

UN GESTO DE VALENTÍA


En "Los vengadores", Loki, el malo de la película, ordena a todo el mundo que se arrodille ante su presencia, después de haber mostrado su poder. Un anciano se niega y se levanta, mientras transcurre el siguiente diálogo:

Loki: ¡Arrodillaos ante mi. ¡He dicho, arrodillaos!. ¿Esto no os parece más sencillo, no es este vuestro estado natural?. Es la verdad tácita de la humanidad, que ansiáis la subyugación. El brillante señuelo de la libertad reduce vuestra alegría de vivir a una loca búsqueda de poder, de identidad. Fuisteis creados para ser gobernados. Al final siempre os arrodillaréis.
Anciano: No ante hombre como tu.
Loki: No hay hombres como yo.
Anciano: Si, siempre hay hombres como tu.

Es un momento que nos resulta familiar y que, probablemente, haya sido ya utilizado en otras ocasiones para mostrar valor y determinación en momentos de opresión. Una figura recurrente, que simboliza a la perfección el inconformismo y la reivindicación del individuo frente a la masa mimética. Todo esto me ha hecho recordar a un hombre, August Landmesser, y una foto, que a continuación reproduzco.


En 1936, Adolf Hitler visitaba los astilleros de Hamburgo, con motivo de la botadura del velero Horst Wessel, cuando todos los allí presentes levantaron el brazo como era habitual en la parafernalia nazi. Todos menos uno, alguien con el suficiente coraje para permanecer impasible ante aquel saludo fruto de la devoción y seguramente del miedo más evidente.  Su determinación es perceptible a simple vista, le hace ser único en un momento de difícil calibre. El miedo es libre, es fácilmente justificable dentro de un contexto concreto, y a nadie se le podría ocurrir censurar lo que, en determinadas circunstancias, el deseo de supervivencia nos puede obligar a realizar. Por eso, el gesto de aquel hombre, August Landmesser, es tan significativo y representa el coraje expresado en el momento justo.
Nuestro inconformista personaje tenía motivos suficientes para expresar su negativa a formar parte de aquel circo macabro. En 1935 presentó una solicitud para contraer matrimonio con Irma Eckler, de ascendencia judía, y lógicamente fue rechazada por las autoridades. August no dejó que aquello le impidiera unirse con la mujer que sin duda amaba y continuó con su empeño, llegando a ser padre de dos hijas, algo que se consideraba un grave delito contra la raza aria.  La Gestapo no tardó en detenerlo, acusándole de violar el artículo 2 de La Ley para la Protección de la Sangre y Honor Alemanes. Landmesser fue condenado a dos años y medio de trabajos forzados en el campo de concentración de Börgemoor y su mujer fue llevada a Ravensbrück donde murió, formando parte de las terroríficas cifras de genocidio judío por todos ya conocido. August fue trasladado en 1941 a una fábrica de vehículos militares y posteriormente fue obligado a alistarse al I Batallón de libertad condicional 999, donde probablemente murió luchando por algo en lo que no creía, quizás intentando no causar daño a su esposa, cuyo fallecimiento tuvo lugar un año después. Las hijas sobrevivieron a aquel desastre, pasando su infancia y juventud en un orfanato. Muchos años después, en 1991, una de ellas reconoció a su padre en la célebre fotografía, de un hombre que probablemente acabó engrosando las listas de soldados desconocidos muertos en el campo de batalla. Sin embargo, aquel día de 1936 frente al mismísimo Hitler, demostró su valentía en un gesto inmortal.


martes, 4 de junio de 2013

PAYASOS

 Un hombre va al médico. Le cuenta que está deprimido. Le dice que la vida le parece dura y cruel. Dice que se siente muy solo en este mundo lleno de amenazas donde lo que nos espera es vago e incierto. El doctor le responde "El tratamiento es sencillo. El gran payaso Pagliacci se encuentra esta noche en la ciudad. Vaya a verlo. Eso lo animará". El hombre se echa a llorar. Y dice "Pero, doctor... yo soy Pagliacci.

(WATCHMEN)

Es curioso, como un concepto que ha sido configurado para un fin ciertamente loable, produzca en no pocas ocasiones el efecto contrario. Esto le sucede con frecuencia a los payasos, cuyo objetivo es provocar la risa, sobre todo de los niños, pero que, sin embargo, se han constituido como un icono inquietante, muy entroncado con el terror, quizás demasiado. Los motivos de semejante efecto pueden ser diversos, entre ellos el más poderoso sea el retorcer algo aparentemente inocente hasta moldearlo de forma perversa. Es cierto que el payaso incrementa su índice de malevolencia en virtud de su maquillaje. A más colorido, mayor inquietud produce. Puede ser que tenga alguna relación atávica con las pinturas de guerra, diseñadas para causar impresión y miedo en el enemigo. Es posible que por ese motivo el payaso llamado Augusto, el que hace "reír" más a los niños, sea al mismo tiempo el que produce más miedo.  Tal vez sea por eso por lo que los conocidos payasos de la Tele, Gaby, Fofó, Miliki..., hayan sido considerados por el público infantil y adulto como los más entrañables, por ser evidente su maquillaje escaso, apenas una nariz, peluca y zapatones, sin pintura añadida. Cuando era niño me consideraba un incondicional de ellos, en contraposición al efecto que me causaba el que se tenía por el mejor payaso del mundo, Charlie Rivel, que, sin producirme miedo, si que parecía ocasionarme cierto desconcierto, causado seguramente por aquellos aullidos que emitía, más propios de un licántropo que de un clown al uso. Sorprende sobremanera la estrecha relación que mantuvo Rivel con el Tercer Reich y el llamativo hecho de ser definido en su día como el bufón de Hitler. Pero eso es otra historia, aunque, hablando de ese lado perverso del payaso, no hay que olvidar a John Wayne Gacy, quien violó y mató a 33 jóvenes entre 1972 y 1978, siendo declarado culpable y ejecutado el 10 de mayo de 1994 en la penitenciaría Stateville.


El cine no ha sido ajeno al fenómeno y, aparte de su adaptación de la historia de Gacy, nos ha ofrecido una extensa galería de payasos a cual más inquietante. Tobe Hooper y Steven Spielberg así lo debieron pensar cuando le dieron un papel primordial a un muñeco ataviado de payaso en "Poltergeist", en uno de los momentos más turbadores del film. Tan poderoso icono fue capaz de ofrecer más desasosiego que los propios muertos levantados de sus tumbas. Tim Curry ofreció otra caracterización de payaso de lo más sugestiva en "It", adaptación televisiva de un relato de Stephen King. El protagonista de "Zombieland" tiene un miedo cerval a los clowns, de manera que, cuanto tenga que enfrentarse a uno, que además de su condición es también un muerto viviente, para salvar a la chica de turno, será algo más que un simple desafío en su carrera por la supervivencia. En la delirante "Payasos Asesinos del espacio exterior" se opta por este tipo de personajes para ofrecer una visión festiva de los extraterrestres invasores, una especie de gamberros galácticos repletos de bromas muy pesadas y ciertamente mortales. El Capitán Spaulding es un payaso que regenta una especie de museo de los horrores y que será la puerta hacia el infierno de una familia de psicópatas en "La casa de los 1000 cadáveres", del por sí siempre inquietante Rob Zombie. A John Leguizamo se le fue la pinza en la interpretación del clown Violator en "Spawn", una especie de reverso infernal de la figura del ángel Clarence de "Qué bello es vivir". Hay muchos más personajes que han ofrecido ese lado oscuro del payaso, ese aspecto morboso del maquillaje y la nariz roja, que a buen seguro le parecerá impropia a los buenos profesionales que se ganan la vida haciendo reír a los niños. Ellos no tienen la culpa de representar un personaje que se presta como un guante al género del terror. 
Para concluir les dejo una galería prodigiosa de ilustraciones de Mariano Villalba, que desde luego no ayudará demasiado en restituir la buena fama de los payasos.