Me busco y no me encuentro. Intento ser dinámico, atrapar
algún efluvio evaporado de inspiración, y solo consigo vacío blanco en una nada agónica y desesperante.
Me pregunto si a todos nos llega el día del abandono, en el cual la pereza
disfrazada de ensimismamiento nos arroja fuera de la página por escribir. Hace
algún tiempo que este blog se encuentra en un barbecho engañoso, en una excusa
vulgar y ordinaria que solo esconde una desgana sin disimulo. Parece que mi
particular musa vació los armarios, retiró sus fotos, sus pertenencias más
cercanas y se marchó con su maleta de piel y su bikini de rayas, como aquella
vieja canción de los 70. La llamo y no me coge el teléfono, me ignora. Supongo que
algo hice mal, seguramente mis manías y mi dejadez han hecho que su fuga
parezca tan pertinaz como los esfuerzos de Sisífo. Puede que se despidiera con un beso arrojado en el aire, puede que fuera así, aunque no pudiera ser recogido al vuelo por culpa de mi despiste, de mi descomunal desconexión de las cosas sublimes.
Mi musa ha sido sustituida por un señor bajito, con traje negro y con predisposición insultante a la pereza. Me recuerda a un compañero de trabajo muy dado al bajo rendimiento laboral que fumaba continuamente tabaco negro. Tanta era su afición a expulsar el pesado y asfixiante humo, que en torno suyo siempre viajaba una espesa niebla. Muchos dicen que, tras el velo impenetrable, ocultaba una cama con su mesita de noche y orinal, donde semejante individuo permanecía en brazos de morfeo de 8 de la mañana a 3 de la tarde. Es lo que tiene la pereza, que es muy profesional y tiene costumbres sedentarias. Toma la rutina con gran profesionalidad y ancla sus pensamientos por debajo de sus posibilidades, siempre subestimando los segundos, los minutos, las horas... El mañana será otro día parece el lema de su particular campaña electoral, con promesas efímeras, con tan poca convicción que ya no necesita ni ejercer el arte del disimulo. En estas luchas ando y, aunque no lo parezca, me ha servido para tapar un espacio en blanco y ejercer mi derecho a sobrevivir un día más en la blogosfera, con poco equipaje pero con el pertinaz deseo de cosechar los méritos suficientes para hacer regresar a la esquiva musa.
Mi musa ha sido sustituida por un señor bajito, con traje negro y con predisposición insultante a la pereza. Me recuerda a un compañero de trabajo muy dado al bajo rendimiento laboral que fumaba continuamente tabaco negro. Tanta era su afición a expulsar el pesado y asfixiante humo, que en torno suyo siempre viajaba una espesa niebla. Muchos dicen que, tras el velo impenetrable, ocultaba una cama con su mesita de noche y orinal, donde semejante individuo permanecía en brazos de morfeo de 8 de la mañana a 3 de la tarde. Es lo que tiene la pereza, que es muy profesional y tiene costumbres sedentarias. Toma la rutina con gran profesionalidad y ancla sus pensamientos por debajo de sus posibilidades, siempre subestimando los segundos, los minutos, las horas... El mañana será otro día parece el lema de su particular campaña electoral, con promesas efímeras, con tan poca convicción que ya no necesita ni ejercer el arte del disimulo. En estas luchas ando y, aunque no lo parezca, me ha servido para tapar un espacio en blanco y ejercer mi derecho a sobrevivir un día más en la blogosfera, con poco equipaje pero con el pertinaz deseo de cosechar los méritos suficientes para hacer regresar a la esquiva musa.