martes, 2 de marzo de 2010

FOTOGRAMAS INMORTALES DEL CINE CLASICO

DOCE HOMBRES SIN PIEDAD: En nuestra retina siempre quedará el enfrentamiento visceral entre el personaje interpretado por Lee J. Cobb y Henry Fonda. El film de Sidney Lumet es capaz de crear una atmósfera cerrada y densa, en el que un hombre se enfrenta al resto empleando la lógica y una duda razonable, duda, por otra parte, que arrastrará las inseguridades de cada miembro del jurado hasta cambiar un veredicto aparentemente injusto.

CADENAS ROTAS: David Lean nos conduce en una historia de segundas oportunidades, en el que el protagonista sufre los cambios de una vida intensa. Al final, el amor que le ha obsesionado desde niño quiere ocupar el mismo lugar de la locura de una mujer amargada y resentida, pero la luz entrará en sus vidas, mostrando la decadencia del polvo y las telarañas del alma atormentada y dando lugar a nuevas esperanzas.


CASABLANCA: Un guión improvisado sobre la marcha hizo que el film de Michael Curtiz abocara en un final mítico, en donde se renuncia a los sentimientos a favor de un recuerdo (siempre nos quedará París) y se opta por tomar partido por una causa justa.

CON LA MUERTE EN LOS TALONES: Hitchcock nos enseñó que una película de suspense puede ser, a la vez, muy divertida y si, además, cuenta con un protagonista con el carisma de Cary Grant nos podemos dar por satisfechos. Un día de sol en una carretera solitaria puede convertirse en una pesadilla en forma de avión fumigador. Es el anti-climax más falso de la historia del cine. Mucho después vendría "Seven" y nos mostraría también como un día parecido puede ser un infierno.

DE AQUÍ A LA ETERNIDAD: Cuando cuentas con un reparto en estado de gracia absoluta, Burt Lancaster, Montgomery Clift, Frank Sinatra, Deborah Kerr, Donna Reed, Ernest Borgine, y una historia compleja, tienes medio billete hacia la concepción de obra maestra. La escena del beso en la playa, mil y una vez homenajeada en otros títulos, es la elegida, aunque podríamos haber optado por el toque de trompeta de Montgomery Clift en memoria de su amigo asesinado, momento, por otra parte, estremecedor.

EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES: Cuando Norma Desmond (Gloria Swason) baja las escaleras, arrestada por la policía, ella cree que esta rodando una película a las ordenes de su viejo mayordomo (Erich von Sroheim), pero en realidad en un descenso a la locura o al olvido más cruel de una vieja gloria.

EL GRAN DICTADOR: Chaplin nos regaló una escena memorable cuando su personaje, el dictador Hynkel, juega con la bola del mundo, convencido de que puede ser su emperador. Film emblemático cuyo discurso final sigue emocionando a muchos.
EL SUEÑO ETERNO: Al detective privado Philip Marlowe (Humphrey Bogart) se le insinuaban muchas mujeres en el film de Howard Hawks. Especialmente interesante es cuando nuestro protagonista visita una librería, cuya dependienta, impresionante Dorothy Malone, se suelta el pelo, se quita las gafas, baja la cortinilla del establecimiento y sonríe picaramente al socarrón de Bogart. Lo que viene después se intuye, en una película de diálogos magníficos pero de un guión tan enrevesado que nadie sabía realmente que estaba pasando.
EL TERCER HOMBRE: Una luz de una ventana ilumina el rostro de un hombre escondido en la penumbra de un portal de una calle de Viena. Es Harry Lime (Orson Welles) y la expresión de su cara nos dice casi todo de su personalidad.
LA FIERA DE MI NIÑA: Si eres una chiflada y tienes una tía en Conneticut, con una casa de campo a donde llevar a un leopardo y a un paleontólogo al que llamas Señor Hueso, tienes los ingredientes perfectos para una Screwball o comedía loca. En la escena de la fotografía el personaje interpretado por Katharine Hepburn intenta enredar, aún más, a la policía, llegando a realizar una confesión surrealista y llena de equívocos, como mandan los cánones.
LAURA: El relato de una investigación criminal o como enamorarse del retrato de un fantasma.


REBECA: Pocos personajes han inquietado tanto en la historia del cine como el de la fantasmagórica señora Danvers, el ama de llaves magistralmente interpretada por Judith Anderson, que en la escena de la fotografía incita a la insegura Joan Fontaine al suicidio.

UNA NOCHE EN LA OPERA: Los hermanos Marx representaban la anarquía y el absurdo, y en la escena del camarote se resume a la perfección como se puede dominar el arte de lo hilarante hasta lo sublime, incluyendo también dos huevos duros...

1 comentario:

  1. Excelente esta selección de fotogramas para inmortalizarlos eternamente. Me voy a permitir el lujo de no elegir ninguno en concreto.
    Aunque sí diré que la escena del toque de trompeta de Monty Clift a mí me sigue emocionando. Y mira que la he visto veces. Pero es que a mi este actor me transmite exactamente lo que está sintiendo su personaje en ese momento. Nunca me falla.

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