DIOSES Y MONSTRUOS

Hace algunos días, sentando en la terraza de un bar, tuve la osadía de criticar el fenómeno de Belén Esteban, de lo que me parecían las escasas virtudes de una televisión que había creado semejante icono de la más absoluta mediocridad y falta de talento. Algunas señoras de mediana edad me increparon, argumentando el valor y tesón de una madre y la lucha por su hija. No insistí demasiado en el tema, entre otras cosas, porque no me gusta hablar de estupideces que no merecen el más mínimo pensamiento racional.

Recuerdo en tiempos de Canal Plus como se codificaba la emisión de películas porno. Bien parecería de lógica razón que programas que emiten algo peor que la pornografía, llámese basura, cotilleos y difamaciones, fuera también restringidos al público en general por resultar ofensivos. Tele 5 ha creado un monstruo a su imagen y semejanza, una entidad corpórea que representa el nulo interés que esta cadena tiene por algo que no sea el vacuo espectáculo de mediocres y falsos profesionales. La susodicha diva, vive únicamente del retoño que tuvo con un conocido torero y se queja continuamente de que se metan en su vida, como si tal creación tuviera otra virtud que no fuera la exhibición de sus limitadas actitudes. Belén Esteban se alimenta del fervor de sus numerosos seguidores, todo un conglomerado de espectadores que acuden a los platós y ante perogrulladas escupidas al viento del tipo "¡¡¡El caballo blanco de Santiago era blanco!!!, aplauden cual zombies televisivos. Además cuenta con un nutrido grupo de colaboradores habituales de la casa, que, cual palmeros domesticados, jamás osarían contrariar a la por ahora garante de su lamentable audiencia. Tele 5 fue responsable del intento de encumbrar a los altares eurovisivos a la estúpida canción, por llamarla de algún nombre, de Karmele Marchante y hizo ganadora, por imperativo legal, a Belén Esteban de un concurso de baile, gracias a sus nulas capacidades para cualquier tipo de movimiento coordinado. Si, es cierto que sus seguidores fueron los que votaron libremente, pero es que los seguidores de tan edificante canal de televisión tienen la misma capacidad de abstracción que un infusorio. Pues si el objetivo de un canal mediático es producir una cantante incapaz de afinar ni una sola nota y una bailarina nefasta, yo no descartaría que su próximo objetivo fuera presentar la candidatura de Paco Porras para el premio Nobel de medicina.

Si ya se, si todo esto me parece tan poco apropiado se preguntaran: ¿por qué pierdo el tiempo visionando este cúmulo de nadería?. Bueno, lo cierto es que la aficionada es la señora de Cahiers que, a cambio de su visionado, puedo ver el fútbol sin demasiadas tensiones domésticas. Es un acuerdo tácito por el cual evitamos polémicas. Así que, mientras escribo este tendencioso blog, escucho de fondo los bramidos de Belén Esteban o de algún que otro monstruo televisivo.

Este país ha rebasado en cuestiones del corazón los límites de lo admisible. Horas y horas de airear la vida pública de famosos, conocidos o de simples frikis en el peor sentido de la palabra. Se acusan, se insultan, se difaman, mienten como bellacos y colapsan la justicia con multitud de querellas, como si la señora de la balanza no tuviera bastante trabajo resolviendo robos, atracos y otros delitos que si afectan al desarrollo habitual de una sociedad. El periodismo no había caído nunca tan bajo en cuanto a sus virtudes, y no me refiero a los periodistas políticos, la mayoría rehenes voluntarios de sus opciones de partido, sino a los que en su día lo fueron o ahora lo pretenden ser, con investigaciones basadas en rumores, falsas apreciaciones y chivatazos indiscriminados. Ejemplo: Si fulanito de copas, para ir a su casa, tiene que pasar por la puerta de un conocido local de alterne, la noticia sería "Fulanito de copas frecuenta locales dedicados a la prostitución". Esta es la auténtica bicoca de tanto falso investigador, cuya únicas herramientas consisten en un teléfono móvil y los rumores sin fundamento. Todos recordaremos el famoso caso de la desaparición de la hija del cantante Al Bano y como una periodista del corazón jugó, durante algún tiempo, a ser Carl Bernstein y Bob Woodward (los conocidos investigadores del Washington Post que destaparon el escándalo Watergate), haciendo el más profundo de los ridículos.

Otro monstruo creado por televisión fue Jesús Neira, encumbrado a los altares como un héroe contra la violencia de género, hasta tal punto de ser nombrado por la Comunidad de Madrid presidente del Observatorio de la mujer. Aunque nunca se supo si tal elección fue motivada por la posible negligencia de los servicios sanitarios, con la única intención de compensarle con tal nombramiento, lo cierto es que cuando el Sr. Neira despertó de su coma, nos encontramos con un individuo agresivo, lleno de ira y con la urgente necesidad de hacerse con un arma de fuego. De héroe pasó a villano y no porque no tuviera motivos suficientes para guardar rencor a su agresor, sino que, como modelo de una institución, no ha demostrado en ningún momento la serenidad necesaria para ostentar tal cargo. La televisión se encargó de todo el proceso con toda la grandilocuencia posible, fagocitando cualquier posible coherencia y primando todos los prejuicios posibles.

Todo esto indica que actualmente, si queremos una televisión con un mínimo de calidad, hay que pagarla, pues, en diversos grados, las televisiones generalistas no ofrecen ni de lejos lo que debería ser una buena propuesta, aunque justo es reconocer que algunos canales, pocos, mantienen una dignidad más que correcta. Está claro que a la cabeza del excremento mediático se sitúa, y con unos cuantos cuerpos de ventaja, Tele 5, que ha sabido realizar una televisión muy rentable basando su programación en la telebasura. Los defensores del canal, argumentan que ellos realizan la televisión que el público prefiere. Uno no puede evitar, a esta alturas de la vida, si no será verdad aquello de que la mayoría siempre se equivoca, como si de la obra de Henrik Ibsen, "Un enemigo del pueblo", fuera algo más que una ficción. Ante la crítica, todos estos grandes profesionales de la estafa periodística vomitan toda su ira en medio de un caudal de mala educación, bajo el estruendo de los forzados aplausos de unos seguidores que, como ya he dicho, actúan como zombies o como marujas del tres al cuarto. Lo de marujas lo digo sin acritud.

Nunca he sido de los que piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero en cuestiones televisivas tengo que replanteármelo. La televisión de mi niñez era todo un cúmulo de aciertos. Había telenovelas, pero no piensen ustedes que eran los culebrones enganchabobos de ahora, sino adaptaciones televisivas de "Crimen y castigo" o "El conde de Montecristo". El teatro tenía su momento con el programa Estudio 1, en donde grandísimos actores podían representar desde "El enfermo imaginario" a "Doce hombres sin piedad". Televisión Española fue capaz de crear un auténtico monstruo de la divulgación como fue Félix Rodríguez de la Fuente y también el trotamundos de Miguel de la Quadra-Salcedo. El cine clásico fue siempre una constancia en aquellos años y en la Sesión de tarde de los sábados era todo un referente para la chavalería que podía disfrutar desde "Tarzán en New York" a "Centauros del desierto". El público infantil tenía programas de calidad con colaboradores habituales como Gloria Fuertes, José Ramón Sánchez, María Luisa Seco o Tina Sainz. Y no crean que no había programas de la prensa rosa, pero sin una predominancia llamativa y con una duración razonable. Grandes talentos supieron construir una televisión de indudable calidad, como, por ejemplo, Chicho Ibáñez Serrador, Antonio Mercero, Fernando Jiménez del Oso, José Luis Fradejas, Tico Medina, Fernando García Tola, José María Iñigo, Mercedes Milá, José Luis Balbín, Rosa María Mateo, etc, etc.

Frente a todos los arriba mencionados, hoy tenemos a Belén Esteban, los hermanos Matamoros, Karmele Marchante, el golosina, Raquel Bollo, Aida Nizar o el Pitecantropus de Rafa Mora. Todo un grupo representativo del nulo conocimiento y de la falta del estilo más elemental. Con todo el pesar del mundo, debo decir que la televisión del franquismo era realmente buena. Y no saben lo que me cuesta decirlo...