Después de unos días intensos, en los que he asistido al nacimiento de Martina, me reincorporo a filas intentando volver a cierta normalidad que, noches de llantos, biberones y pañales intentaran menoscabar con mayor o menor fortuna. Mi intención es mantener cierto ritmo entre publicaciones de artículos y comentarios en los blogs amigos, siempre con permiso de la autoridad, en este caso de mi hija recién nacida e Inés que, a sus casi cinco años, es un auténtico torbellino. Quiero expresar, así mismo, mi agradecimiento al personal sanitario del Hospital por su amabilidad y por el descubrimiento del singular ginecólogo que atendió a mi mujer en el parto, una especie de superviviente de Woodstock, mezclado acertadamente con la sabiduría y el aplomo de un viejo búho.
Pero mi relato de hoy es de una tonalidad distinta, y advierto que lo que a continuación voy a contar es ciertamente dramático y triste. Estos días, influenciado por el nacimiento de mi segunda hija y esas terribles noticias sobre el robo de niños en los hospitales, me he acordado de una hermana que nació muerta allá por los años 50. Lamentablemente no puedo ofrecerles el relato de primera mano porque mis padres ya fallecieron, pero si puedo ofrecerles la historia aproximada que mi otra hermana recuerda.
Un día del invierno de 1954 mi madre se puso de parto de su primer hijo, en este caso sería una niña, y como era costumbre por aquella época se disponía a tenerlo en su propio domicilio. Mi familia requirió los servicios de un médico y una matrona que se presentaron en mi casa, con la desagradable sorpresa de que el ginecólogo presentaba un estado de embriaguez ciertamente preocupante. No se si porque el parto se presentó difícil o por las escasas capacidades de aquel individuo, pero lo cierto es que se complicó hasta límites insospechados. El bebé se había encajado y mi madre sufrió una hemorragia. Ante aquel panorama, semejante incompetente, se asustó y abandonó a mi madre con la única ayuda de la matrona. Ante el cariz de los acontecimientos y viendo que aquel médico no regresaba, mi abuelo acompañado de mis tíos fueron a buscarlo a su domicilio, siendo recibidos por su mujer que, con cierta preocupación, comentó que su marido estaba muy nervioso por lo que le había sucedido y que se había marchado a ver una película. Una vez localizado en el cine, manifestó que sus nervios no le permitían actuar, teniendo la "delicadeza" de facilitar el domicilio de un joven ginecólogo que había terminado la carrera recientemente y que podría serles de ayuda. Cuando el nuevo doctor acudió a mi casa, el espectáculo era dantesco. La niña había muerto al nacer y mi madre se desangraba hasta la muerte. La envolvieron en unas sabanas y la llevaron urgentemente al hospital más cercano. Dicen que se podían ver el rastro de sangre por todas partes. A cada latido de su corazón se iba acercando más a una muerte segura. Una vez atendida en un centro sanitario, se le hicieron dos transfusiones de sangre, una de ellas contaminada con hepatitis, que años después presentaría una macabra factura. Una de mis tías, que entonces tendría unos 14 años, acudió a limpiar el lugar de tan nefastos acontecimientos y pudo descubrir, asustada, como envuelta en unas sabanas se encontraba muerta la recién nacida. Aparentemente presentaba el aspecto de una niña sana y que, en otras circunstancias, hubiera vivido sin problemas. Iba a llamarse Pilar, pero su vida, apenas un suspiro, se cruzó con la de un ser despreciable e incapaz, un doctor que no llegó ni tan siquiera a ser negligente, fue más allá de eso, abandonó a una mujer y su hija a su suerte y no fue capaz de pedir ayuda, se marchó al cine y quiso borrar su infamia con una película de sesión continua. Aquella niña se cruzó antes de nacer con la muerte disfrazada de medico, de quién se supone que estaba para traerla al mundo y sólo fue capaz de arrancarle la vida. Mi padre la depositó en una caja de zapatos y se dirigió al cementerio, donde un enterrador aceptó hacerse cargo de ella sin hacer demasiadas preguntas, dado el estado anímico de aquel hombre derrotado. Nunca más se supo de ella.
Son muchas las incógnitas que se me antojan. Una de ellas, es preguntarme por qué aquel médico despreciable no fue denunciado y puesto en manos de la justicia. Me imagino que en aquellos años, un miedo invisible había hecho mella en las personas y les había inoculado una prudencia desmedida, que les impedía denunciar a quienes ostentaban cierta autoridad, un médico, un sacerdote, un policía. Un régimen opresor, surgido de las cenizas de una cruenta guerra civil, había narcotizado a la población civil que, ante semejantes injusticias, se limitaba a sufrir en silencio, un silencio devastador. Tampoco comprendo demasiado aquel proceder de mi padre y se me escapa de cierta lógica, la lógica de quien pertenece a una época tan distinta.
Es por eso por lo que en estos días, mientras sostenía entre mis brazos a mi hija recién nacida, perfectamente atendida, he recordado la imagen de aquel bebé envuelto entre sabanas de sangre y que no tuvo las mismas oportunidades. No hay una tumba olvidada por el tiempo y su recuerdo parecía desvanecerse entre las brumas de la indiferencia. Es por eso, por lo que desde este humilde blog, quiero prestarle algo de atención, un gesto pequeño con aspiraciones de grandeza, en cuanto quiere ser el testimonio de que un día, una niña que se iba a llamar Pilar, pasó por este mundo de puntillas, apenas existió y nadie le dedicó oraciones o palabras de aliento, pero aquí y ahora quiero que sea recordada y que aquella caja de zapatos no fuera el triste final de quién debió tener una oportunidad. Aquella niña pasó por aquí y con su tragedia, y la de tantos otros, hizo añicos aquella célebre frase de que "cualquier tiempo pasado fue mejor".
Sí, es muy triste la historia de tu pobre hermana inocente. Da rabia leer que puedía haber gente tan incompetente en aquella época ty que, hoy en día, la siga habiendo por desgracia. Al menos y afortunadamente tu vivencia es algo muy diferente esta vez. Lo celebro. Te doy mi enhorabuena, a tí y a tu mujer. Y mucha suerte con esas noches de llanto y biberón... Abrazos!
ResponderEliminarMenuda historia...
ResponderEliminarFelicidades por el nuevo miembro de tu familia!
Pepe, los humanos no somos nada. Debemos hacer como los Nexus-6 y gozar de nuestro tiempo.
ResponderEliminarJoder, Pepe! Qué fuerte me parece esto que cuentas.
ResponderEliminarNo sé... De verdad que es una historia tremenda.
Y es curioso y al mismo tiempo significativo que la recuerdes... por lo menos las cosas han cambiado a mejor.
Un abrazo.
Bastante triste la historia, por suerte en esta época esa clase de situaciones no ocurrirían y hay que agradecer que ahora cada vez existen más adelantos en cuanto a la atención de la salud se refiere. Felicidades por Martina. Saludos.
ResponderEliminar¡Qué triste recuerdo y que esperanza tan bonita la que representa el nacimiento de su hija! ¡¡Muchas felicidades superpapá!!!
ResponderEliminarTremenda historia, por desgracia historias como esas eran más comunes de lo que pueda parecer hoy en día, en mi familia también hubo algo parecido...
ResponderEliminarPero centremonos en lo bonito que en este caso es su hija.
Un Saludo a la Cahiers Family.
A mí me dejas sin palabras y con un nudo en la garganta. Únicamente decirte que me uno al recuerdo de tu hermana Pilar.
ResponderEliminarUn beso grande, Cahiers.
Ante todo felicidades por el nacimiento de tu segunda hija Martina, un beso a ella, a su mamá y a su hermanita que seguro que ahora necesita mimos más que nunca.
ResponderEliminarEn cuanto al triste desenlace del nacimiento de tu hermana Pilar, admiro a tu madre, un hecho como este es realmente de lo más doloroso que una mujer puede pasar. Ver nacer a un hijo/a muerta es algo devastador pero ella supo recuperar la ilusión y las ganas de volver a engendrar otro hijo, simplemente admirable. Tu hermana Pilar, la vida le jugó una mala pasada, el azar se le puso en contra. Lamentable pero por muchas reclamaciones no habría vuelto a la vida, y en momentos así lo único que uno quiere es llorar en silencio su propia pena. Me alegro enormemente de que tu hija haya llegado a este mundo, desde el día que leíste mi post "6 palabras" y me comentaste que estabais esperando familla se me rompió el corazón por inoportuna. Celebro enormemente la noticia.
Tristes historias para tiempos aún más tristes. Me alegra que siempre exista ese contrapunto que suponen los llantos desde una habitación, siempre da esperanzas. Mucha suerte con ello también jeje!
ResponderEliminarEn esa época la mortalidad infantil era todavía alta, principalmente por los niños que fallecían en el parto, pero la historia de tu hermana es sobrecogedora, terrible, porque está trufada de circunstancias espeluznantes por todos sitios.
ResponderEliminarEse médico parece extraído de un western, y según que director hubiera sido, podría haber terminado en la horca...
Enhorabuena Pepe!! Enhorabuena!!!
ResponderEliminarYa tiene a Martina en casa... Bueno... Cuidemela bien, eh...
Ah! Y muy emocionante su relato... Desde luego este gesto le honra.
Una horrible historia, Cahiers. En todas las familias permanecen enigmas que ahora nadie puede resolver. Ahora es el momento de pensar en una nueva vida, en Martina que sin duda vivirá tiempos mejores. Un abrazo. Borgo.
ResponderEliminarMr. Pepe Cahiers, sin duda la historia de Pilar fue terrible y triste, y da mucha, mucha furia que engendros como ese existan, ¡ malditos todos ellos ! Por otro lado, ¡ muchas felicidades por Martina ! Un gran saludo a usted y a su familia.
ResponderEliminarPepe, espeluznante vivencia. Otra muestra de que la realidad supera con mucho la ficción. Me has dejado sobrecogido amigo. Créeme que no es nada fácil que se me escape alguna lagrimilla como tú has conseguido... Ahora es tiempo de disfrutar al máximo de tus niñas y apartar en lo posible de tu cabeza tan trágicos sucesos... Otro abrazo
ResponderEliminarCuantas victimas inocentes, cuantas lagrimas en silencio, entre miedo e impotencia y cantos años hasta que al fin un día puedes exigir justicia. Pero para entonces ya no queda nadie a quien culpar.
ResponderEliminarSon historias duras, pero deben ser conocidas para poder impedir que algo así vuelva a suceder.
Pepe, ahora entiendo el porqué de este blog, es para conservar un nexo entre tu y el cine desde un hogar tomado por la tiranía de los enanos que imponen 24 horas de Bob esponja. :P
Ante todo mi más sincera enhorabuena.
ResponderEliminarDel resto, no hay más comentarios más allá de tu tremendo relato: se comenta sólo.
Así que ¡¡¡viva Martina!!!
Felicidades, amigo.
Saludos.
Marcos: Desde luego es un artículo de luces y de sombras, de tristeza y esperanza.
ResponderEliminarWade: Creo que cualquiera que la haya leído dirá ¡Menuda historia!. Pero como se dice vulgarmente, la vida es así.
Octopusmagnificens: Pero el más brillante de los Nexus 6 tampoco se conformaba con vivir la vida que se le había otorgado. Quería más.
David: La verdad es que esta historia no la tenía demasiado fresca en el recuerdo, pero no se por qué, al tener a mi segunda hija, necesitaba que me la contaran con todo detalle.
Juanma: A nivel sanitario estos tiempos no tienen nada que ver con aquello. Es otro mundo.
Blue Day: Gracias, y supongo que la vida es una mezcla de malos y buenos recuerdos.
Kinski: Eso es indudable, en el pasado tener un hijo era una situación de alto riesgo.
Clementine: Ha sido un post ciertamente agridulce, pero el futuro apunta mejor.
Layna: Mi madre presumía de no ser una mujer fuerte, pero a lo largo de su vida siempre estuvo al pié del cañón. No te preocupes por aquella frase de 6 palabras, en el fondo era conmovedora, pero en mi situación me emocionó particularmente.
Piru: Con los llantos y los biberones nocturnos, paciencia y buena letra.
El tirador: No obstante, los médicos borrachos de los western tenían un momento de redención en momentos de dificultades. Pero el cine es cine.
Lazoworks: Por mi parte era una obligación contraida para que no quedara en el olvido.
Miquel: Espero que esos tiempos sean incluso mejores que los nuestros. El futuro debería presentarse pleno de posibilidades inimaginables.
Belknap: Lo peor de todo es que individuos como esos escapasen de la justicia. Espero que por lo menos quedara en su conciencia.
Alimaña: Espero publicar otro cosa que le haga esbozar una sonrisa para compensarle.
Piedra: Malos tiempos son aquellos en los que quienes cometen este tipo de cosas pueden irse de rositas. Respecto al mundo de dibujos en el que vivimos los padres con niños pequeños, ojalá fuera todo Bob Esponja, porque no hay quien aguante a Dora la Esploradora y similares.
Licantropunk: Creo que es de esas historias que efectivamente se comentan solas. Me apunto a ese ¡Viva Martina!.
En primer lugar, felicidades por tu nueva hija.
ResponderEliminarEl relato de lo que tu madre y familia tuvísteis que llevar dice mucho de la sangre que corre por vuestras venas y de la que tu hermana se sentiría orgullosa.
Un fuerte abrazo y, sobre todo, enhorabuena.
Sin palabras. Impactado, asqueado y horrorizado.
ResponderEliminarAntes se llevaba eso de tener a las hijas en casa, y en los pueblos se alargó más. Mi mujer casi muere junto con mi suegra por esa tradición.
Yo he disfrutado de los nacimientos de mis hijas en hospitales con una atención que sin ser necesariamente amable en todo momento siempre ha sido profesional, y doy gracias por ello.
Respecto a lo de denunciar, antes los médicos, al igual que los maestros, tenían muchos privilegios y parecían estar por encima del bien y del mal. Hoy se está llegando al otro extremo, y tampoco me gusta.
Ya lo hice en el post anterior, pero mis sinceras felicitaciones. Disfruta, que esto va muy rápido.
A-B-C: Gracias por sus emotivas palabras.
ResponderEliminarnastnoC: Es que, estimado amigo, en este país no tenemos término medio, y hemos pasado del respeto temeroso y reverencial, al trato más carente de las normas más elementales de educación.
Una historia muy dura, no entiendo como pueden haber profesionales sobre los que recae una responsabilidad tan grande como puede ser la vida de los demás no sean capaces de respetarse a si mismos ni a la gente que le necesita. Seguir adelante tras esos hechos debió ser muy duro, pero el haberlo conseguido demuestran que son fuertes.
ResponderEliminar¡Felicidades por el nacimiento de la pequeña Martina! Deben sentirse muy felices.
Sr.Nocivo: En la profesión médica, sobre todo, no deberían e darse este tipo de casos, pues se supone que la vocación va por delante.
ResponderEliminarEstamos felices y muy atareados.
Brindo por tu hijita y brindo por Pilar también.
ResponderEliminarEs que en esa época a la impunidad de una mala praxis se le unían preparaciones académicas muy cuestionables (cuántos títulos se "regalarían" por pago de influencias) e infraestructuras pésimas. Y así pasaba lo que pasaba.
A mi madre la escayolaron de niña por una luxación de cadera que hoy día se corrige con pañales ortopédicos. Consecuencia: desviación de columna y cojita de por vida. La luxación se la arreglaron... Pero bueno, aquí estamos.
Desde luego, amigo Insanus, por eso tenían el nombre de matasanos, pero suerte que la medicina ya no es, afortunadamente, lo que era y el futuro pinta bien.
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