lunes, 22 de julio de 2013

YO ESTUVE EN LA DIVISIÓN AZUL

No se alarmen, no soy tan mayor como para haber formado parte del cuerpo de voluntarios españoles que sirvieron al ejército alemán en la Segunda Guerra Mundial. Me refiero a un colegio que llevaba ese nombre, como homenaje a aquellos hombres que dejaron su piel y huesos en el frente oriental.  Corría el año 1969 y a la edad de cuatro años mis padres me mandaron al parvulario de tan insigne colegio, algo que en sí mismo carece de cualquier factor inquietante, sobre todo con la perspectiva de nuestros días. Pero hay que situarse en un contexto muy determinado y que en el mismo coincida una bruja de las de tomo y lomo. Doña Paquita era una mujer de baja estatura, entrada en carnes y siempre enlutada. De unos cincuenta años de edad, hacía tiempo que cualquier atisbo de sonrisa se le había borrado de la cara. Solo expresaba cierta mueca de satisfacción cuando depositábamos una moneda en un hucha, en forma de cabeza de Franco, con la que se pretendía recaudar dinero para arreglar el techo de una iglesia.  Su expresión era siempre impertérrita, la de una mujer poco dada a las bromas y con un mal genio siempre a flor de piel. Se veía a la legua que odiaba la enseñanza y a los niños en particular. Si tenías la mala suerte de cruzarte en su camino te aguardaba un sombrío panorama. Doña Paquita enseñaba las vocales a ritmo de tirón de patillas, de pelos y de mofletes y además lo hacía con particular saña. 
Nos amenazaba con ser comidos con pan y chocolate por el director del colegio, un tipo por cierto que parecía de lo más inocuo. Para un niño de hoy en día semejante amenaza le traería al pairo, pero para nuestra generación, con la suficiente ingenuidad como para creer en el hombre del saco, aquello podía producir la suficiente inquietud como para no volver al día siguiente.Otra de las costumbres de semejante innovadora de la psicología infantil, era no dejarnos ir al servicio. Se pueden imaginar lo que eso puede suponer para un niño de cuatro años, el no poder ir a realizar sus necesidades es una temeridad notable. De tal forma que no éramos pocos los que terminaban haciéndose pipí encima, cuando no otra cosa peor. Cuando esto sucedía, la amable Doña Paquita, nos obligaba a coger un trapo situado detrás de un armario, impregnado de orines de toda la clase, con el que nos obligaba a limpiar el suelo, permaneciendo mojado de cintura para abajo hasta que podías llegar a tu casa. Muchos se preguntarán por la permisividad de los padres, y pondrán en solfa su actitud. Hoy en día no se consentiría bajo ninguna de sus circunstancias. Creo que ya lo he explicado alguna vez. En plena dictadura franquista eran pocos los que se atrevían a cuestionar cualquier tipo de autoridad, fuera la de la policía, la de un sacerdote o la de un maestro. Además, en aquellos tiempos tales comportamientos eran considerados como algo "normal" y habitual en muchas facetas del aprendizaje. No obstante, creo recordar que si hubo una madre que abandonó su particular miedo y tuvo sus más y sus menos con tan infame maestra. Puede que fuera cuestión de mala suerte y en mi camino se cruzaran todos los defensores de tan arcaicos métodos. El amigo Tirador Solitario, que tiene mi misma edad, habla del parvulario con otra óptica distinta. Clases con juguetes, profesores amables, todo un Shangri-La del sistema educativo. Lo que ocurre es que el Tirador siempre ha tenido mucha potra.


Si hago un repaso de mis profesores de la escuela, recordaré al de primero que nos atizaba con un palo, el de segundo tenía una especia de latiguillo con el que nos sacudía, el de tercero era un santo, menos mal, el de cuarto nos tiraba de los mofletes. El de quinto merece una atención especial. Era un tipo malhumorado, siempre insultándonos con apelativos como gaznápiros, guacharros y pollinos, acompañados de collejas y otros malos tratos. Recuerdo como se ensañó especialmente con un alumno, que tenía alguna deficiencia psíquica, pegándole e insultándoles porque su madre había pagado una fotos del colegio y aún no se había comprado un compás. El de sexto, cuando perdía los nervios, practicaba el boxeo con alguno que le sacaba de sus casillas. Como anécdota, recuerdo como en séptimo entró un joven profesor, con nuevos métodos y aire renovado. Había muerto ya Franco, pero su retrato colgaba aún de la pared de las aulas. Este joven maestro descolgó al dictador de la pared y lo arrojó a la papelera. Cuando llegaba el turno de clases de otro profesor veterano, se escandalizaba al ver la foto del Caudillo en semejante lugar y volvía a ponerla en la pared. Así se pasaron medio curso, hasta que finalmente llegaron a todos los colegios el retrato del rey Juan Carlos I. Nuevos tiempos y nuevos métodos. Lamentablemente, la estupidez termina siempre por implantarse y hoy en día son los alumnos los que acosan a sus profesores. ¿Dónde demonios se habrá escondido el termino justo y eso que se llama vulgarmente "sentido común"?. Seguramente en una papelera, como el retrato del viejo dictador.

32 comentarios:

  1. Yo es que empecé el cole en el 91, los tiempos habían cambiado mucho. Aún así tuve un par de maestros de "la vieja escuela", que en sus días debieron ser como describes a muchos de tu infancia, pero entonces, a la mala uva que llevaban se unía la frustración de no poder ya dar rienda suelta a sus furias, así que estaban bastante amargados.

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    1. En el 91 es como hablar casi de ayer y, afortunadamente, son tiempos mejores.

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  2. Puedo corroborar lo que indica el Sr. Cahiers sobre mi experiencia escolar. En 1970 entré en primero de párvulos en el colegio de los Agustinos en Motril, dándonos clase Dª Matilde, una encantadora profesora. Allí había una alfombra verde, juegos, juguetes...no recuerdo que se pegara a nadie, y si teníamos necesidad de ir al servicio no teníamos más que pedirlo.
    En ese centro estuve hasta primero de básica, aprendí las primeras letras y me aficioné al fútbol...para recordar castigos físicos tendría que avanzar hasta 1979, en séptimo de básica, pero es que el pobre Don Claudio, tenía que enfrentarse a peculiares individuos como La Masa, el Orinoco o Medina Lebrón, todos ellos ejemplares de cuidado...

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    1. Pues fíjese que para la época es más normal lo que yo cuento que lo que cuenta usted, más propio de países nórdicos o más desarrollados. ¿No será que se ha inventado, inconscientemente, una realidad alternativa, como le pasaba a Sacristán en "Viaje a ninguna parte"?

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    2. Pues mire por donde, Sr. Cahiers, que tengo la sospecha que es usted quien se ha forjado una realidad paralela...quiero decir que a falta de andanzas por el Mayo parisino de 1968, o de correr delante de los grises (un servidor en cambio participó activamente en las revueltas estudiantiles de 1987) nos deleita con terribles represiones educativas, que parecen más propias del "Florido Pensil"...el problema es que el pensil de marras se desarrollaba en la España de la postguerra, y no tanto en el tardofranquismo de los últimos sesenta y primeros setenta...

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    3. ¡Pero si yo estuve en el el Mayo parisino del 68!. Con tres años agitaba a las masas de forma magistral.Por un momento se pensó en llamarla la revolución de los chupetes en mi honor.

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  3. Hola Maestro Cahiers,

    Por un momento pensé que realmente habias estado en la División, aunque visto lo visto no se que hubiera sido peor. ;->

    Nunca te he preguntado la edad (eso no se hace a un Maestro) pero creo haber tenido la suerte de nacer un par de generaciones después que la tuya, y los métodos de pegar o insultar al alumnado eran cosa del pasado. Siempre estaba la típica profesora que se burlaba, pero de ahí no pasaba.

    En mi generación, por contra, ya se comenzaba a estilar (aunque muy poco) el acoso a algún pobre maestro despistado.

    Es curioso lo que mencionas de la autoridad. Recuerdo que mi abuelo, me contó que su Sr. Maestro los atizaba con la regla, pero que era por su bien. Y nunca habló mal de aquel hombre. Es curioso, posiblmente yo hubiera odiado toda la vida a un maestro que se le hubiera ocurrido semejante acción.

    Aunque no hace tanto tiempo, todo lo que nos cuentas Pepe me parece del triásico. Es curioso como los tiempos cambian, y no siempre para mejor.

    Gracias por traernos en forma de relato esta parte de tu vida, es entrañable, sincero y valiente.

    Un abrazo muy grande Pepe.

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    1. Jeje, como he dicho en alguna ocasión, soy un veterano del Vietnam, pero tampoco de la Segunda Guerra Mundial. Viejuno a medias. Comprendo lo que le comentaba su abuelo y es que en aquella época tampoco se escandalizaba nadie por recibir unas cuantas collejas en el colegio. Donde ubicar el límite de aquellos castigos era otro cantar y de eso se aprovechaban algunos bestias.
      Un abrazo amigo UTLA.

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    2. Siempre sabio en tus palabras Pepe.
      Un abrazo.

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  4. Lavida tiene dierentes etapas, ni tan ni tan poco.
    Antes era complicado pero habia educacion respeto, ahora ni educacion ni respeto ni culotura, creo que un termino medio igual mejor, pienso que miedo no, somos personas todos, pero un poquito de algo caray, hoy un niñpo de 10 años un poquito pasota cuidadin. Feliz verano

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    1. Correcto, esa es la verdad y por eso pedía al final de la entrada un poquito de sentido común, un término medio que de equilibrio a la relación profesor alumno. Ni lo de antes ni, por supuesto, lo de ahora, que es una aberración con todas las de la ley. Saludos.

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  5. Yo en mi tierna infancia aun sufrí un par de casos si no similares si al menos parecidos, finales de la dictadura, transición, curiosamente en mi adolescencia pasé al otro lado, en mi persona he vivido ambas circunstancias, niños que sufren maltratos de profesores y niños que maltratan profesores, en pequeña escala, pero maltrato, los tiempos cambian y a algunos nos pillaron justo en medio.

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    1. Con lo fácil que parece establecer una relación de respeto y de dignidad y no sabemos encontrarla. Los padres también deben tomar nota y no dar por hecho de que se trata de buenos y malos, los buenos casi siempre sus retoños. Es una continua búsqueda de complicarse la vida.

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  6. Sobre la educación en los años del franquismo he escuchado experiencias muy malas y muy buenas. Yo nací en el 73, los primeros años de colegio los hice en los marianistas, y sí recuerdo a algún rezagado que todavía seguía instalado en el viejo método de "la letra con sangre entra". Estoy de acuerdo con usted en cuanto al tema de la autoridad y la relación profesor alumno, parece que no hemos encontrado la justa medida en ese sentido, lo de antes era pasarse y lo de ahora no llegar. El sentido común, dicen, y creo que dicen bien, es el menos común de todos los sentidos. En mi opinión, la educación en España sigue siendo una asignatura pendiente en este y otros aspectos. Un saludo.

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    1. Buen análisis. En efecto, en este país parece que la educación va unida a los cambios políticos, ahora una reforma, ahora otra y así hasta el infinito y más allá. Teniendo en cuenta que es uno de los aspectos más fundamentales del futuro, deberían considerarlo prioritario en cuanto a estabilidad y consenso. La primera media, devolver la autoridad del maestro y eso no significa que haga de su capa un sayo. Aunque nos repitamos hasta la saciedad: Sentido común y además sentido común. Saludos.

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  7. Somos más o menos de la misma quinta. Tengo recuerdos siniestros de mis colegios de la infancia y de eso que se llamaba EGB. Esa última reflexión me ha recordado lo que decía una amiga de mi edad profesora de instituto: "Nuestra generación recibía hostias de los profesores y ahora de los alumnos". Eso, término medio.
    Saludos. Borgo.

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    1. Pues ya es mala suerte, recibir cuando eres alumno y ahora que eres profesor también. Un desatino absoluto. Saludos.

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  8. Mi infancia en un conocido colegio de curas madrileño fue para olvidar. Aunque supongo que no lo haré nunca de mi profesor de 5º de EGB. el Sr. Moya, uno de los pocos que no era sacerdote misionero. Era un tipo bajito, regordete, de caracter irritable, al que le faltaban los dedos de una mano. Pero que gozaba de una fantástica puntería con el borrador de la pizarra lanzándolo con su mano útil. Siempre alcanzando su objetivo el muy jodío, las cabezas de aquellos que interrumpian sus clases hablando con el de al lado. Afortunadamente yo siempre fui de pocas palabras... jajajaja ¡Que tiempos! Miquel, usted y yo debemos ser de la misma generación.

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    1. De una generación estupenda sin duda, una cosecha de las irrepetibles, jajajaja. Lo del lanzamiento de objetos era una técnica que dominaban algunos. Conocí a uno que alardeaba de haberla aprendido con piedras, cuando arreaba las ovejas en el pueblo.

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  9. Jolín, sólo tienes dos años más que yo, y yo no viví nada de eso ni parecido. Siempre lo he imaginado en generaciones anteriores a la nuestra.
    Doña Paquita era una mal follá, lo que es peor, seguramente no conocía varón, de ahí su amargura.
    Besos

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    1. Jajaja, seguramente no y si alguna vez tuvo varón probablemente lo devoró cual mantis religiosa. Ha cambiado usted otra vez de avatar, ¿qué ha sido del muñequito de tela?

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    2. Estoy en fase insatisfacción personal jaja, me da de vez en cuando, no hay que hacerme caso

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    3. De vez en cuando no es malo tener esa fase, no se puede estar siempre satisfecho.

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  10. La tal doña Paquita me recuerda muchisimo a Agatha Trunchbull la horrible profesora de Matilda.

    Saludos.

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    1. En carácter si, en tamaño no, porque esa tal Agatha haría unas cinco o seis Paquitas.

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  11. Pues sí, Sr. Cahiers. Yo nunca sufrí esos horribles métodos educativos, pero cuando tenía 10 años presencié la patada que una compañera propinó en los genitales a un joven profesor. Hemos cambiado mucho, pero las aulas siguen albergando golpes...

    Un abrazo

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    1. Desde luego, y como amantes del cine podríamos realizar una lista de películas que han tratado de eso.

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  12. Más que agresiones físicas que, afortunadamente, no viví ni presencié (me debió tocar en las aulas de las niñas "buenas"), sí recuerdo vejaciones verbales, la mayoría sutiles pero muy claras y las insoportables comparaciones odiosas y las horripilantes preferencias y "enchufes". Aprendías pronto lo desigual que es el mundo para todos. (Yo soy del 68)
    Y sí, hemos pasado al polo opuesto, del abuso al descontrol. Se ha querido evitar lo que ha traumatizado a generaciones y creo que no ha habido medida. Para educar en el respeto hay que tener unos valores claros ¿y qué valores tiene la sociedad en que vivimos? Con el ejemplo que damos, en general, ¿es posible inculcar un mínimo de civismo? Podemos hacernos mogollón de preguntas y son tan complicadas las respuestas...
    Saludos.

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    1. Tema aparte era efectivamente el de los "enchufaos", chivatos y delatores encargados de apuntar al que hablara cuando el maestro se ausentaba. Gracias por su visita y comentar.

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  13. Pues menuda infancia tuvo usted, a lo Charles Dickens o poco menos...

    Qué gozada de entrada, Cahiers, y no precisamente por lo que cuentas (que llega a ser terrible), sino por cómo lo cuentas.

    LEERTE ES TODO UN LUJO, y no me cansaré de decírtelo, que no, que no, que no, que no, que no...

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    1. Gracias, gracias, como siempre tan amable. La infancia era por entonces así, salvo para EL Tirador, que vivía en un oasis de desarrollo sublime.

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    2. Pues, afortunadamente entonces, para mí no lo fue así, ni vi nunca (gracias a Dios) semejantes escenas, claro que tampoco estaba en ese oasis de alfombras verdes del Tirador.

      Supongo que te toca lo que te toca, así, por lotería, porque el Tirador, usted y yo podríamos haber estado hasta en la misma clase... Escalofríos me dan sólo de pensarlo :-)

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