No se dejen engañar por ese rostro apático, ese gesto indiferente, probablemente fruto de una buena comida y prólogo de una siesta con pijama y orinal, como decía Cela. Martina a sus dos añitos es de las que engañan en un primer vistazo, aparentemente tímida y tranquila, esconde su verdadero carácter de incordio en estado puro. Así lo demostró en el día de ayer en una sesión veraniega en un cine de verano, cuando acudimos joviales mi mujer, mi otra hija de 7 años, Inés, la susodicha y un servidor para ver la segunda entrega de "Monstruos". No era la primera vez que iba al cine, ya que el verano pasado acudió algún que otro día a una sesión de dibujos y palomitas, pero con un año de edad no resistía en demasía y acababa dormida en su carro a la mitad de la proyección. Ahora es una confesa trasnochadora, parlanchina sin par, bailarina habilidosa, bebedora compulsiva de aguapepsi (Pepsi Cola), adicta al pitete (chupete) y a las pitatas (patatas fritas), admiradora de las epochas (mariposas) y valedora de la propiedad privada, sobre todo de la suya, puesto que cualquier cosa que lleves en la mano, sea una cafetera, un taladro o plutonio enriquecido, ella siempre te dirá "¡Echo e mío!" (eso es mío). Es una firme defensora del "no" y fue su primera palabra aprendida con habilidad, aparte de su curiosidad innata que elimina los famosos "¿por qué? y los sustituye, machaconamente, por "¿echo que es?". Es una cobardica y todo le da "chusto" (susto), especialmente los guaguas (perros).
Pero vayamos a los hechos acontecidos en la sala de cine de verano. La velada comenzó bien y Martina se sentó ceremoniosamente, aparentando calma, justamente la que precede a la tempestad. Delante había otra niña de la misma edad, cuya madre nos comentó que era muy nerviosa, no como la nuestra que parecía, en esos momentos, una figura hierática, entre otras cosas porque estaba dando buena cuenta de una generosa ración de palomitas. Cuando el haz de luz del proyector inundó la pantalla, un grito silenció a la sala. Un atronador "¿ECHO QUE ES?????" fijó la mirada del público en ella. Era el principio, pues, pasados unos minutos, abandonó su asiento y comenzó su particular circo de tres pistas. Cada cinco segundos te mortificaba pidiendo aguapepsi, exigiéndola de forma imperiosa, hasta el punto de arrebatarnos a todos las botellas de tan conocido refresco y, a golpe de "¡Hecho es mío!", emprender una frenética huida con su apreciado botín que acabó en el suelo, rodando debajo de los asientos y perdiéndose entre las filas de butacas. En un momento dado, debió pensar en practicar el nudismo, así que se quitó la ropa y la arrojó por encima del público allí presente, quedándose en pañales y con los dedos de los pies por encima de las sandalias. Con esas pintas deambulaba justo delante de la pantalla, con unos andares estrambóticos, hasta que decidió imitar a los personajes de la película e iba rugiendo a diestro y siniestro. Imagínense que están viendo una película y se les acerca un personaje diminuto en pañales emitiendo sonidos guturales y alaridos. Mi mujer andaba ya por esos momentos detrás de ella intentando ponerle la ropa y maldiciendo "¡Te voy a vender al mejor postor!". No hubo manera. Como se había zampado todas la palomitas, sin dejar a los demás probar bocado, por aquello de "echo es mío", compré más, las mismas que acabaron en el suelo, gracias a la niña en forma de fiera corrupia que se abalanzó sobre ellas con el célebre grito de propiedad exclusiva. Como el popular alimento cinéfilo acabó en el suelo, Martina acabó pastando en el mismo, cual caballo percherón, ante las regañinas infructuosas de sus progenitores, que en varios intentos quisieron atarla al carro, con sus correspondientes fugas. Perdió el pitete (Chupete) y mi mujer juraría que, en algún momento, acabó con una colilla entre los dientes. Cualquiera sabe, quizás pensó que era un buen sustituto. Tuvo una feroz disputa con la niña, aparentemente nerviosa de la fila que nos precedía, en la que afirmaba que el carro de la misma era de su propiedad, ignorando que a pocos centímetros estaba el suyo, el de toda la vida. Dos mejor que uno. Todo en medio de sus gritos puntuales ante lo que pasaba en la pantalla: "¡MÍA PAPÁ, MÍA MAMÁ, MÍA INÉS, UNA EPOCHA (MARIPOSA)!!!!!". En un descuido, le arrebató el móvil a su madre y fue, cual acomodador de cine, deambulando por todas partes hasta terminar por dejarlo bloqueado, ante la desesperación de su progenitora. Acabada la sesión y conforme nos dirigíamos a la salida, la gente nos miraba de forma extraña ante el espectáculo ofrecido, una perfomance no incluida en el precio de la entrada. Subida en el carro, se negaba a subir al coche, porque pretendía dormir toda la noche en plena vía pública. Pero yo soy más fuerte que semejante individua y conseguí emprender el regreso. Así es Martina, agotadora, rebelde, indisciplinada y tremendamente divertida, una forma eficaz de combatir el aburrimiento. ¿La película?. Ni idea, parecía simpática.
Pero vayamos a los hechos acontecidos en la sala de cine de verano. La velada comenzó bien y Martina se sentó ceremoniosamente, aparentando calma, justamente la que precede a la tempestad. Delante había otra niña de la misma edad, cuya madre nos comentó que era muy nerviosa, no como la nuestra que parecía, en esos momentos, una figura hierática, entre otras cosas porque estaba dando buena cuenta de una generosa ración de palomitas. Cuando el haz de luz del proyector inundó la pantalla, un grito silenció a la sala. Un atronador "¿ECHO QUE ES?????" fijó la mirada del público en ella. Era el principio, pues, pasados unos minutos, abandonó su asiento y comenzó su particular circo de tres pistas. Cada cinco segundos te mortificaba pidiendo aguapepsi, exigiéndola de forma imperiosa, hasta el punto de arrebatarnos a todos las botellas de tan conocido refresco y, a golpe de "¡Hecho es mío!", emprender una frenética huida con su apreciado botín que acabó en el suelo, rodando debajo de los asientos y perdiéndose entre las filas de butacas. En un momento dado, debió pensar en practicar el nudismo, así que se quitó la ropa y la arrojó por encima del público allí presente, quedándose en pañales y con los dedos de los pies por encima de las sandalias. Con esas pintas deambulaba justo delante de la pantalla, con unos andares estrambóticos, hasta que decidió imitar a los personajes de la película e iba rugiendo a diestro y siniestro. Imagínense que están viendo una película y se les acerca un personaje diminuto en pañales emitiendo sonidos guturales y alaridos. Mi mujer andaba ya por esos momentos detrás de ella intentando ponerle la ropa y maldiciendo "¡Te voy a vender al mejor postor!". No hubo manera. Como se había zampado todas la palomitas, sin dejar a los demás probar bocado, por aquello de "echo es mío", compré más, las mismas que acabaron en el suelo, gracias a la niña en forma de fiera corrupia que se abalanzó sobre ellas con el célebre grito de propiedad exclusiva. Como el popular alimento cinéfilo acabó en el suelo, Martina acabó pastando en el mismo, cual caballo percherón, ante las regañinas infructuosas de sus progenitores, que en varios intentos quisieron atarla al carro, con sus correspondientes fugas. Perdió el pitete (Chupete) y mi mujer juraría que, en algún momento, acabó con una colilla entre los dientes. Cualquiera sabe, quizás pensó que era un buen sustituto. Tuvo una feroz disputa con la niña, aparentemente nerviosa de la fila que nos precedía, en la que afirmaba que el carro de la misma era de su propiedad, ignorando que a pocos centímetros estaba el suyo, el de toda la vida. Dos mejor que uno. Todo en medio de sus gritos puntuales ante lo que pasaba en la pantalla: "¡MÍA PAPÁ, MÍA MAMÁ, MÍA INÉS, UNA EPOCHA (MARIPOSA)!!!!!". En un descuido, le arrebató el móvil a su madre y fue, cual acomodador de cine, deambulando por todas partes hasta terminar por dejarlo bloqueado, ante la desesperación de su progenitora. Acabada la sesión y conforme nos dirigíamos a la salida, la gente nos miraba de forma extraña ante el espectáculo ofrecido, una perfomance no incluida en el precio de la entrada. Subida en el carro, se negaba a subir al coche, porque pretendía dormir toda la noche en plena vía pública. Pero yo soy más fuerte que semejante individua y conseguí emprender el regreso. Así es Martina, agotadora, rebelde, indisciplinada y tremendamente divertida, una forma eficaz de combatir el aburrimiento. ¿La película?. Ni idea, parecía simpática.
¿Quién da más miedo? |
Tengo que admirar su valor, yo tengo un peque de dos años y medio y realmente se parecen un montón pero no me atrevo a llevarlo al cine porque no creo ni que dure media película sin que alguien nos eche a patadas por armar un show de aquellos de " no me estoy quieto ni paro de preguntar porque sino no seria yo" más o menos como tuvisteis la paciencia de vivir en vivo y en directo.
ResponderEliminarLo dicho, vuestro valor es admirable, nosotros ya vivimos nuestros momentos de : porque puñetes se me ocurriría venir aquí.
Un saludo.
La verdad es que nos atrevimos al desafío porque era un cine de verano, con un ambiente algo más permisivo. En un cine convencional nos hubieran invitado amablemente a abandonar la sala.
EliminarPor eso sólo veo pelis de animación en el cine entre semana y cuando hay colegio.
ResponderEliminarTe ha quedado el relato muy divertido y la niña parece muy salada, pero estoy en la sala con vosotros y me pego un tiro.
Si, jaja, no me extrañaría. Yo mismo hubiera puesto cara de ogro si lo hubiera visto en familia ajena.
EliminarMonsieur Neary...¡le envidio!
ResponderEliminarJe,je,je, acuérdese de la profecía...
EliminarMr. Pepe Cahiers, pobre niña, a lo mejor las animaciones no le van, tal vez Pixar a perdido el toque con los niños, quién sabe, quizas le guste el genero de terror, ha probado con una de zombies. Saludos.
ResponderEliminarPues no crea, que los zombies le gustan, bueno ella los llama "Pompis" y es muy dada a imitarlos.
EliminarLa primera parte de la peli me la se de memoria, cosas de tener también sendas criaturillas, esta no la he visto aun, no puedo juzgar.
ResponderEliminarAhora, la nena tuya es un angelito, trasto, puede, pero mira que carita...
Je, je, a mi me pasó con "Enredados", que mi hija de 7 años me la hizo ver veinte veces o más. El angelito es como el doctor Jekyll y mister Hyde.
Eliminar¿Ya la ha llevado al cine???
ResponderEliminar¡Es usted un valiente. Al mío le gusta EL CORRAL, EL ESPANTATIBURONES o WALLACE Y GROMIT: LA MALDICIÓN DE LAS VERDURAS (una obra maestra, ojo), y alguna más que no recuerdo, pero no las aguanta enteras, por lo que miedo me da de lo que puede hacer el fistro en mitad de la sala (viendo lo que hace la suya, me puedo hacer una idea lejana de lo que haría el mío, jajajaa). Como vea uno de verano, lo mismo me animo a meterlo!
Un abrazo consuegro!
Desde luego debe probar primero en un cine de verano en el que el ambiente es más permisivo. No se le ocurra llevarlo a una sala de arte y ensayo, donde los gafapásticos pueden lincharle. Un abrazo consuegro!!!
EliminarJaja Pepe, estaba ya dispuesta a preguntarte tal y como iba leyendo...pero ¿la película qué?. Está todo dicho.
ResponderEliminarDebería decir que se me han puesto los pelos de punta y que me he estresado, pero como ya me pilla lejano lo que he hecho ha sido disfrutarlo y reirme imaginando las escenas, mucho mejor donde va a parar que la propia película.
Deberías explayarte contando cositas así de tus monitas, las pocas que he leído siempre me encantan, y me enternecen, hasta contando barrabasadas te sale el orgullo y el amor por los poros.
Muchos besos, y otro a Martina
Ya le digo, que en el fondo me estaba descojonando, pero hay que evitar que la susodicha se de cuenta, porque, de lo contrario, estaríamos perdidos, ya que montaría el show a las primeras de cambio. Temblando estoy ante su primer año de guardería...
EliminarYo lo que no entiendo es que necesidad tenéis de ir al cine. :D
ResponderEliminarYo a la mía por mucho menos se la vendí a unos gitanos. (que cabreo cogió mi mujer, por cierto...)
Jaja, esa posible venta no estuvo descartada esa noche, ya le digo, al mejor postor.
EliminarNo me extraña que no atendierais a la peli :-D Sí que parece una niña divertida, la verdad. Me reí mogollón con las primeras aventuras cinéfilas de Martina.
ResponderEliminarUn saludo, PEPE.
Como se dice vulgarmente, un trasto de mucho cuidado, divertida y también agotadora. Saludos Javier.
EliminarjA, JA. Cahiers, recuerdo cuando ir al cine con mi nene era una auténtica proeza. Además había que saber traducir sus mensajes. En el caso de Dani no paraba de decir: "¡Tatas, vivas!" (Patatas y olivas) Por lo menos ahora los padres tenemos ese invento maravilloso que es el DVD. Saludos. Borgo.
ResponderEliminarSi, es una buena solución y además ampliada con el móvil, la tablet y otros inventos en donde los peques machacan una y otra vez sus dibujos. Ellos no se creen que de cuando nosotros éramos pequeños teníamos que esperar a determinadas horas para verlos en un sólo canal de televisión.
EliminarHola Maestro Cahiers,
ResponderEliminarEsto es valor y lo demás son tontas.
Aun no me imagino el miedo que sintieron los pobres espectadores al ver a la hija más jovencita de Cahiers dando su crítica de la película. Una verguenza, "no os habeis dado cuenta que los monstruos no son así." ¿ En algo habrá salido al padre ?
A parte de la situación embarazosa, es bonito que lleveis a las peques al cine.
Un abrazo Pepe.
Jajajaja, el día que Martina tome la pluma para hacer una crítica que tiemblen los directores!!!
Eliminarohhhh Pepe Martina es un encanto, logico su protagonimismo, si no se aburre entienadelo, ahora piensa ¿si estubiera quietecita seria motivo de preocupupacion? seguro que si, pasate por mis blogs, so quieres, igual te gustan, en el tuyo me quedo.http://mjralonso.blogspot.com. un abrazo
ResponderEliminarDesde luego, he de reconocer que, a pesar de ese comportamiento lógico en una niña traviesa, me divertí más que viendo la película. Gracias por su visita, y en cuanto pueda me paso por su blog. Un abrazo.
EliminarLa madre de Dios, Cahiers, que no de la niña... Si ya se la ve en la foto como diciendo "la voy a liar en cuanto te descuides". No os aburrireis, no.
ResponderEliminarPero te ha quedado divertidísimo, me he reído un rato largo. Saludos, padre de la "criatura" :-)
Si, jeje, la niña tiene dos caras, la de no haber roto un plato y la de bicho, sobre todo cuando se echa el chupete a un lado de la boca, como Eastwood con los cigarrillos en "La muerte tenía un precio".
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