El capítulo 12 de la quinta temporada de "The Walking Dead" se titula en realidad "Remember", aunque yo lo he bautizado tal y como figura en el título del artículo. Ya le dediqué a esta serie una entrada general hace un par de años y no tengo por costumbre analizar capítulos sueltos. Para eso está el magnifico Blog zombie del Alimaña, en donde pondrán encontrar información de cualquier episodio de forma amena y detallada. No obstante, este capítulo en cuestión me ha llamado poderosamente la atención, por presentar un punto de ruptura, una novedad interesante y un retrato certero de lo que representa la lucha por la supervivencia, de cómo te condiciona y te define como ser humano. Muchos de los que visitan este blog no serán seguidores de esta serie, así que intentaré explicar la situación que se presenta en este capítulo de forma sencilla, sin necesidad de haberla visionado ni una sola vez.
Un día de tu rutinaria vida te despiertas y contemplas como el mundo que conocías ya no existe. La civilización ha desaparecido, la autoridad y el orden brillan por su ausencia, todo en cuanto creías se ha desmoronado. Ciudades apocalípticas plagadas de zombis acechan en cada esquina. Edificios y vehículos abandonados son ahora el paisaje habitual. Te mantienes en pie como puedes, te unes a un grupo de supervivientes y conformas una familia peculiar. La unión cohesiona a personas muy diferentes pero con el único objetivo de sobrevivir. Estás en vigilancia perpetua, con una desconfianza que no te permite ni un respiro. Lo peor no son los no muertos, sino los vivos. Otros grupos de supervivientes pretenderán arrebatarte lo poco que tienes, comida, armas, un lugar seguro. Con el paso de los meses, los años, te has endurecido, has matado a vivos y muertos y tus prejuicios morales y éticos ya no son los de un hombre civilizado. En un par de ocasiones te han atraído a un lugar seguro, pero siempre era un engaño, una trampa para destruirte a ti y a los tuyos. Ahora vagas por los caminos, desnutrido, sucio, hastiado de luchar cada día, de no dormir, pareces un náufrago a la deriva. Y un día encuentras un paraíso, un lugar idílico, algo casi imposible de creer. ¿Podrás confiar en esa nueva oportunidad?
Esa es la premisa que propone este nuevo capítulo de "The Walking Dead". Nuestro particular grupo de supervivientes llega a un lugar llamado Alejandría, una urbanización de lujo, con agua corriente, electricidad producida por placas solares, calles limpias y muros sólidos que impiden la entrada de los "caminantes". Está gobernada, sabiamente, por una mujer madura que había sido congresista cuando el mundo era otro bien distinto. Los supervivientes, liderados por Rick, han llegado en una situación extrema, sin agua ni alimentos, desprovistos de un techo que los cobije y en unas condiciones anímicas al borde de la quiebra. Sin embargo, no reciben la nueva hospitalidad con los brazos abiertos. Su experiencia les pone en guardia. Ya conocieron una situación parecida en un lugar llamado Woodbury, en donde un psicópata apodado el Gobernador quiso acabar con sus vidas y, también, en "La terminal", un enclave que prometía seguridad al final de las vías del tren y que estaba regentado por un grupo de civilizados caníbales.
Con la máxima cautela aceptan quedarse sin tomar una decisión definitiva. A cada uno de ellos se le concede una casa con todas las comodidades posibles. Es en ese momento en cuanto comienzan a caer todas las capas que les han conferido la condición de supervivientes. Rick toma una ducha, algo casi utópico apenas unas horas antes. Se mira al espejo, con su poblada barba y cabello largo parece rescatado de una isla desierta. Se afeita y empieza a aflorar el hombre que una vez fue, en cada pasada de la maquinilla elimina un revestimiento de dureza, no sólo física sino también moral. En el colmo de lo extraordinario, una atractiva y amable mujer se ofrece a cortarle el pelo, bromeando sobre el hecho de que, pase lo que pase, siempre habrá una peluquera, emulando el carácter onírico y placentero que ya nos contó Patrice Leconte en su film de los 90. Pero no todos parecen adaptarse tan fácilmente. Daryl era un outsider, un marginado, incluso probablemente un delincuente de poca monta antes del fin de la civilización. Sin embargo, en un mundo apocalíptico, como el que define esta serie, encajaba a la perfección. Hombre de acción, superviviente nato, adaptado a los tiempos adversos, parece no amoldarse a esta sorprendente Shangri-La de viviendas adosadas. En una escena, y para demostrar que está fuera de lugar, destripa su almuerzo, una zarigüeya, en el porche blanco inmaculado de una elegante casa.
La congresista que maneja esta pequeña comunidad parece desenvolverse bien en su mundo aislado del horror. Les hace una entrevista a cada uno de nuestros protagonistas, incluso la graba en vídeo para un posterior análisis. Habla de un lugar en el que todo se comparte, en el que se adjudican tareas útiles para cada uno de sus habitantes y bromea al afirmar que al final, después de tanta resistencia, el comunismo ha triunfado. Le confiesa a Rick que les ha traído por una razón esencial, algo que parece más que evidente, porque son unos supervivientes y les necesita para fortalecer este lugar al que llaman Alejandría. Esa es una clave fundamental y es algo en lo que todos coinciden, en el hecho de que es una comunidad débil, que su bienestar les ha hecho frágiles ante el mundo hostil que se desarrolla fuera de esos muros. A pesar de la novedad que representa vivir en un lugar así, nuestro grupo habitual de protagonistas permanece cohesionado. Cada uno de ellos tiene una vivienda a su disposición, sin embargo prefieren compartir techo, además parecen añorar la adrenalina que les suponía enfrentarse cada día con la muerte. Rick e hijo salen al exterior, y parece que sólo encuentran un momento de armonía cuando se enfrentan a un puñado de zombis, como si se tratara de una cacería organizada una mañana de domingo.
A Rick se le propone el cargo que ocupaba antes del desastre que acabó con sus rutinarias vidas, el de Sheriff. Acepta y así lo podemos ver en los minutos finales del capítulo. Una imagen que le devuelve al pasado, cuando su mayor riesgo era patrullar las carreteras de su jurisdicción. Esta recuperada identidad tiene el efecto de la toma de posesión de un mundo que se creía perdido, pero tiene un inconveniente que para la serie puede ser mortal de necesidad. En este hábitat ideal tendrá que pasar algo que vuelva a tensar la cuerda argumental. Quizás sea que algún habitante de tan idílica aldea rompa la paz, podría ser el hosco marido de la peluquera o el hijo consentido de la congresista, o que alguno de nuestro grupo de amigos siembre la discordia. También podría ser que los vivos que vagan erráticos en el exterior quieran irrumpir con violencia, porque los muros que protegen Alejandría parecen firmes ante los caminantes, pero sería un juego de niños ante cualquier humano con más de una neurona en funcionamiento. Algo tendrá que ocurrir para que "The Walking Dead" no cometa el pecado del aburrimiento. Un detonante que nos devuelva a la acción se nos antoja necesario y podría sentenciarse con la famosa frase, que pronunció el personaje interpretado por Ed Asner en la película "JFK" tras el asesinato de Kennedy: "Camelot hecho pedazos".
La congresista que maneja esta pequeña comunidad parece desenvolverse bien en su mundo aislado del horror. Les hace una entrevista a cada uno de nuestros protagonistas, incluso la graba en vídeo para un posterior análisis. Habla de un lugar en el que todo se comparte, en el que se adjudican tareas útiles para cada uno de sus habitantes y bromea al afirmar que al final, después de tanta resistencia, el comunismo ha triunfado. Le confiesa a Rick que les ha traído por una razón esencial, algo que parece más que evidente, porque son unos supervivientes y les necesita para fortalecer este lugar al que llaman Alejandría. Esa es una clave fundamental y es algo en lo que todos coinciden, en el hecho de que es una comunidad débil, que su bienestar les ha hecho frágiles ante el mundo hostil que se desarrolla fuera de esos muros. A pesar de la novedad que representa vivir en un lugar así, nuestro grupo habitual de protagonistas permanece cohesionado. Cada uno de ellos tiene una vivienda a su disposición, sin embargo prefieren compartir techo, además parecen añorar la adrenalina que les suponía enfrentarse cada día con la muerte. Rick e hijo salen al exterior, y parece que sólo encuentran un momento de armonía cuando se enfrentan a un puñado de zombis, como si se tratara de una cacería organizada una mañana de domingo.
A Rick se le propone el cargo que ocupaba antes del desastre que acabó con sus rutinarias vidas, el de Sheriff. Acepta y así lo podemos ver en los minutos finales del capítulo. Una imagen que le devuelve al pasado, cuando su mayor riesgo era patrullar las carreteras de su jurisdicción. Esta recuperada identidad tiene el efecto de la toma de posesión de un mundo que se creía perdido, pero tiene un inconveniente que para la serie puede ser mortal de necesidad. En este hábitat ideal tendrá que pasar algo que vuelva a tensar la cuerda argumental. Quizás sea que algún habitante de tan idílica aldea rompa la paz, podría ser el hosco marido de la peluquera o el hijo consentido de la congresista, o que alguno de nuestro grupo de amigos siembre la discordia. También podría ser que los vivos que vagan erráticos en el exterior quieran irrumpir con violencia, porque los muros que protegen Alejandría parecen firmes ante los caminantes, pero sería un juego de niños ante cualquier humano con más de una neurona en funcionamiento. Algo tendrá que ocurrir para que "The Walking Dead" no cometa el pecado del aburrimiento. Un detonante que nos devuelva a la acción se nos antoja necesario y podría sentenciarse con la famosa frase, que pronunció el personaje interpretado por Ed Asner en la película "JFK" tras el asesinato de Kennedy: "Camelot hecho pedazos".
Muy buena crónica Pepe. Esta es una de esas series que no sigo... ¡porque le tengo fobia a los zombies! Pero me hago una idea de que está muy interesante, esa idea de vivir en una sociedad dónde todo se comparte y cada uno tiene un sitio y un lugar mientras afuera se desata el apocalipsis me llama mucho la atención.
ResponderEliminarSaludos
;)
Lo bueno de esta serie es que, independientemente de los zombis, lo que importa es cómo reaccionan los personajes, como evolucionan en un mundo hostil que ya es sólo un recuerdo de lo que fue cuando era civilizado.
EliminarSaludos
En mi opinión es una serie muy irregular, tiene capítulos buenísimos y otros que sobran, la segunda temporada casi entera pertenece a este segundo bloque. Sin embargo la quinta me esta gustando y este capítulo me parece bueno por la de posibilidades futuras que abre. Es un reset en la historia que me ha gustado. Muy buena tu crónica.
ResponderEliminarSaludos
Si no me falla la memoria esa segunda temporada fue la de la granja de Hershel, la que muchos describían como "la casa de la pradera", por su falta de acción y gore. Esta etapa que nos ocupa ha empezado bien, pero corre el peligro de aburrir si se estancan en esta nueva situación.
EliminarSaludos Matt, me alegra verle por aquí.
Saludos Msr. Cahiers.
ResponderEliminarEs una serie que me encanta, me he perdido algunas temporadas, pero sigo viendola y esta ultima esta con la misma intencidad de acción como la primera, muy buena crónica la tuya.
Gracias por compartir ...
Es difícil seguir una serie con tantas temporadas y capítulos. Aunque ésta ha tenido sus llamados capítulos de relleno en donde no pasaba casi nada, lo cierto es que aún se mantiene en forma, en líneas generales.
EliminarSaludos Hugo
En primer lugar, muchísimas gracias Pepe por la mención a mi blog. Luego decirte que en efecto, el titulo "Extraños en el Paraiso I y II" serían mas acertados para estos últimos capítulos que los escuetos "Recuerda" y "Olvida".
EliminarEn el cómic se encuentran algunas respuestas a lo que después depara la serie televisiva, aunque cambian tantas cosas que no puedes dar nada por sentado. Ya has descrito perfectamente aquí la situación actual... Los seguidores tenemos tan claro como el agua que la paz en TWD no existe, si acaso puede presentarse envuelta en un halo liviano u otras como mero espejismo.
Un abrazo compañero
Estoy muy desconectado del cómic, sólo he leído el primer tomo que llegaba a la prisión. Esperemos que no se demoren en llegar a una situación de pelígro, porque ahora mismo no sabría anticiparme a que es lo que va a suceder, por donde se va a romper la cuerda.
EliminarUn abrazo
No voy a leer esta entrada porque la serie me gusta mucho y ese que capítulo que comentas aún no lo he visto. ¡Grande "The Walking Dead"!
ResponderEliminarSaludos.
Lógico y comprensible, ya tendrá tiempo de hacerlo cuando lo haya visionado.
EliminarSaludos Licantropunk
Me encanta la serie, estoy totalmente enganchada. Estoy de acuerdo, la aparente paz que están viviendo, seguramente no durará mucho.
ResponderEliminarUn abrazo
No debe, porque de lo contrario el peligro no serán los zombis sino el aburrimiento.
EliminarSaludos Abril
Cualquier novedad es bien recibida en una serie que, en mi opinión personal, se está alargando más de la cuenta. Sus dos últimas temporadas me han defraudado un poco. Supongo que sí, que esa pausa en un lugar idílico donde llegan los protagonistas es como la calma que precede a la tormenta y que pronto volverá la tensión de anteriores capítulos. Lo que está claro es que los personajes sufren algo parecido a la neurósis de guerra y les cuesta aclimatarse a una vida pacífica.
ResponderEliminarSaludos! Borgo.
Creo que las temporadas son demasido largas, les sobran 2 o 3 capítulos. Eso que comenta de la neurósis de guerra es muy interesante, sería lo mismo que les ocurría a los protagonistas de "Los mejores años de nuestra vida", aunque aquí sería "Los mejores zombis podridos de nuestra superviviencia".
EliminarSaludos Miquel
No conozco la serie. Por lo que cuentas, parece interesante.
ResponderEliminarGracias por la información.
Un abrazo.
No hay de que, aunque tiene que gustarte un poco la temática para ser capaz de verla.
EliminarSaludos Amalia