lunes, 1 de febrero de 2016

MIEDOS TELÚRICOS

Si la memoria no me falla, era una noche lluviosa del mes de marzo de 1979. Se trataba de uno de esos momentos de transición en los que uno se debate perezosamente en levantarse del sillón para zambullirse en la cama. El sosiego era aparente, con esa capacidad relajante del sonido de la lluvia al precipitarse sobre el suelo, el soniquete juguetón del agua sobre los canalones hastiados de los tejados que vomitaban el líquido elemento, formando incipientes riachuelos por las calles. De repente, el sillón parecía tornarse de un material extraño con vida propia, tabaleándose de un lado a otro, el resto de la habitación parecía contagiarse y iniciaba su propio movimiento acompasado y brutal. Parecía como si un gigante invisible agitara la casa como un pelele. Fue mi primer terremoto y mi primera reacción fue de impotencia absoluta, de sentirme sobrepasado por algo incontrolable, de una fuerza titánica que era ingobernable e impredecible.
Aquella noche de marzo fue el inicio de lo que por Granada fue conocido como el verano de los terremotos. Porque a partir de entonces era raro que la tierra no temblase casi todos los días, teniendo su punto culminante en aquel verano del 79, en las que muchas familias durmieron al raso en largas y eternas noches de canícula y tertulias improvisadas. Durante un año normal somos capaces de detectar uno, dos o ningún movimiento sísmico, pero en aquel periodo de cinco meses se calcula que se notaron alrededor de más de medio centenar de diversa intensidad. La angustia y el miedo se convirtieron en compañeros habituales a la caída del Sol en la capital de la Alhambra. Recuerdo que cada noche una psicosis te poseía, esperando con un ojo abierto y otro cerrado a que viniera aquel vaivén infernal que te inoculara el virus del miedo y la impotencia. Y cada noche la tierra cumplía con una cita no pactada y desde luego nada deseada. Porque a final, más tarde o temprano, con alevosía y nocturnidad el terremoto te acunaba en contra de tu voluntad. Había dos clases de seísmos, los silenciosos y a los que les acompañaba un ruido que aumentaba aún más nuestros temores.

Eso provocaba la estampida en muchos hogares, que armados de colchones, hamacas y sillas invadían los cercanos campos a la ciudad para pasar la noche al raso. En mi casa eso nunca pasó. Mi padre pensaba que era mejor morir descansado en su propia cama que vivir a la intemperie cansado y somnoliento. Aparte del peligro más que evidente de un movimiento sísmico, existe una parte atávica que forma parte de ese miedo ancestral a lo que se nos escapa de nuestro control. Aunque tu primer impulso es huir, existe una parte de ti mismo que te deja literalmente paralizado, esperando ansiosamente que aquel movimiento llegue pronto a su fin, en un sentido del tiempo distinto, en los que los segundos parecen tan dilatados que aparentan minutos. Si te sorprende en un duermevela tu subconsciente te puede jugar malas pasadas, y dota de personalidad propia a algo tan fortuito y natural como un terremoto. Un ajuste de las placas tectónicas de la Tierra se disfraza de ente violento y brutal que viene a por ti, a sacudirte tu cama impunemente. La noche tiene esa capacidad innata de distorsionar la realidad. Movimientos similares que se producían también de día se camuflaban entre el ajetreo diario, el tráfico y el ruido habitual de las ciudades. No parecía la luz del Sol un negocio demasiado fructífero para el pánico.
En aquellas largas noches de improvisadas y familiares imaginarias, cuenta que un bar hizo negocio ofreciendo a aquella inusitada clientela la correspondiente tila, un anticipo de lo que después sería el conocido botellódromo, aunque el nombre más preciso hubiera sido por entonces tilódromo. El  miedo es pariente cercano de las plegarias, así que no tardó mucho en surgir quien veía aquella plaga como un castigo del Señor. Con tales argumentos el arzobispo de Granada celebró una eucaristía en la iglesia de la Virgen de las Angustias, patrona de la ciudad, para pedir que Dios nos librara de los terremotos. Por su parte, el sector científico daría alguna que otra explicación oportuna que ahora no recuerdo.
Lo cierto es que, fuera por las rogativas al cielo, porque la naturaleza terminó su ciclo o porque la madre Tierra se cansó de jugar a barajar las placas tectónicas, un día cualquiera igual que vino se fue. Las horas nocturnas volvieron a pertenecer a los juerguistas y a los que tan sólo querían descansar. Todo esto viene porque hace algunos días el seísmo que sacudió  a Melilla también llegó hasta aquí, en un temblor que nos pareció eterno y que, una vez más, nos sorprendió a traición, cuando dormíamos refugiados en brazos de Morfeo.

20 comentarios:

  1. En febrero del año pasado hubo en terremoto en Madrid, y hace varios años hubo otro. El primero me pilló comiendo en el salón y el segundo en la cama a primera hora de la mañana.

    La cuestión es que como sólo duraron 10 segundos no me dio tiempo a asustarme, porque los temblores no fueron muy fuertes. Al principio pensaba que era alguna obra en la calle y cuando me di cuenta de lo que pasaba paró.

    En la peli esa de San Andreas dicen que lo mejor es ponerse debajo de una mesa. Toda la vida pensando que era mejor bajo el marco de una puerta, y ahora resulta que no.

    Me ha hecho gracia lo que cuentas, el cura rogándole a Dios y los bares de la zona haciendo negocio. Dice mucho de la condición humana.

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    1. Lo de ponerse debajo de una mesa no le veo yo muy claro, a no ser que sea una mesa de acero o algo por el estilo. Yo, el día que la cosa se ponga seria, saltaré las escaleras de tres en tres...

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  2. Menos mal que estos terremotos no han pasado a mayores. Yo vivo en una zona volcánica, así que la tierra se mueve constantemente, aunque casi siempre son tan leves que pasan inadvertidos, es como cuando pasa un camión grande por tu calle, y por suerte esa sensación de que todo se mueva no la he sufrido.
    A propósito, muy buen texto.
    :)

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    1. Movimientos hay todos los días, pera apenas son perceptibles, pero cuando hay uno fuerte y te sorprende en mitad de la noche es como para tener un respeto en grado máximo.

      Saludos

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  3. Ja, ja, tengo ese número de "Muy interesante". Voy a colgarlo en ebay, a ver si la actualidad lo revaloriza.
    Saludos.

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    1. Tiene gracia porque sólo recuerdo dos portadas del Muy interesante, esta del terremoto en la Alhambra y la del número uno que salía una versión de Dios y Adán de la Capilla Sixtina, pero en lugar del Todopoderoso salía un extraterrestre.

      Saludos

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  4. Que yo haya notado, he vivido 3 pequeños terremotos. De los cuales, sólo uno con algún tipo de daño, consistente en una grieta en la pila del baño que hubo que terminar cambiando por ir a más. De pequeño pensaba que los terremotos debían ser divertidos y que vivir uno sería lo más, y mis padres me regañaron (de mayor ya entendí las razones, claro) por desearlo en pçublico y en voz alta en repetidas ocasiones xD

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    1. Según como reacciones, habrá niños que se lo tomarán como un divertimento y otros como un terror nocturno más, pero con efectos especiales de primera.

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  5. Mr. Cahiers,¡gracias Dios! nunca vivi algo semejante, y espero nunca tener que vivirlo. Imagino que deben ser momentos terribles, eternos. Cordiales saludos.

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    1. Mejor, le puedo garantizar que es algo de lo que se puede prescindir, sin duda alguna.

      Saludos

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  6. En momentos como estos de los terremotos es cuando somos bien conscientes de lo pequeñitos que somos en el Universo...

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    1. Cierto, y que a pesar de nuestros avances tecnológicos y nuestra prepotencia estamos a merced de la naturaleza.

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  7. "El verano de los terremotos", sería un buen título para una novela.
    Eso que me cuenta de su padre me recuerda a lo que me contaron de mis abuelos cuando las alarmas de los bombardeos italianos en la Barcelona de la guerra civil. Llegó un momento en que pensaron: "Ya basta de correr por la noche hacia los refugios. Si nos pilla aquí, qué le vamos a hacer".
    Yo pasé un par de terremotos leves. Por unos segundos parece que el suelo forma una ola , lo curioso es que un minuto antes mi gato corrió a esconderse bajo la cama.
    Saludos!
    Borgo.

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    1. Es comprensible, al final uno se cansa hasta de tener miedo.
      Los animales lo presiente, y algunos lo padecen con infinito terror. El día del terremoto, me encontré a mi pájaro casi desplumado.

      Saludos

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  8. Muy bien escrito Pepe, me gustó mucho eso de barajar las placas tectónicas. Aunque no tiene que ver con terremotos, deberías ver mi último post.
    No tuve el gusto de estar en un terremoto fuerte, todos apenas perceptibles me tocaron. Hace unos seis meses me encontraba en la costa argentina (el Atlántico), estaba leyendo y se me movieron las palabras, sentí que se movía la lámpara de luz del ventilador de techo. Me puse a revisar creyendo que había algún bicho o algo. Y al encender la TV me enteré que un terremoto había sacudido a Chile (Pacífico).

    Abrazo!

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    1. Es una extraña sensación, pero, una vez que has sentido uno, la próxima vez ya no habrá ningún tipo de equívoco.

      Saludos

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  9. Yo recuerdo aquí en Vigo cuando yo era adolescente que despertamos pues se movía la casa, todos nos reunimos en una habitación esperando a las famosas réplicas y algunas volvieron y lo que mas me impactó era como se movía la lámpara. Esa noche por supuesto la pasamos en vela. Luego algunos años después se repitieron pero con menos importancia. Al parecer había una falla tectónica en el atlántico y sus ondas llegaron hasta tierra.
    Es una situación angustiosa, uno no sabe que hacer es una total impotencia. El poder de la naturaleza al cien por cien.
    Saludos Pepe.
    Puri

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    1. Lo de las répliclas es otra especie de temor, uno ya anunciado en el que uno espera el próximo movimiento, aunque es mejor hacerse el desentendido porque en muchas ocasiones las réplicas ni se notan.

      Saludos

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  10. Nunca he vivido algo así, afortunadamente porque sí da bastante mieditis. Además imagino que pasarán unos cuantos días hasta poder conciliar tranquilamente el sueño, sólo con el susto...
    Saludos

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    1. Es irremediable, aunque no quieras siempre se piensa en ello.

      Saludos.

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