Al
final de todas estas reflexiones, pensamientos y divagaciones, uno debe afrontar,
desnudo de condicionantes, su verdadero y personal criterio. Hemos leído y
debatido a lo largo de innumerables años sobre lo divino y lo humano,
dogmatizando en algunas ocasiones y en otras permitiendo el soplo del aire
fresco de las innovaciones, pero por encima de todo nos hemos sentido
fascinados por el hecho trascendente. Ni el Deísmo ni el Ateísmo pueden
prescindir de la necesidad innata del hombre de hacerse las preguntas que
marcan su vida y destino. Encaminados por el largo camino del conocimiento,
hemos ido descubriendo nuestras más íntimas dudas, pero el trayecto es dilatado
y debemos seguir andando como peregrinos de la existencia. El hombre, en su particular idiosincrasia,
muestra un interés patológico por su pasado y por el del mundo que le rodea, es
hijo de las circunstancias de la creación y, en virtud de ello, tiene la
necesidad imperiosa de saber cómo empezó todo y por qué estamos aquí. Fuera la
causa Dios o no, existimos por motivos
aún no explicados, pero nuestro sentimiento de "ser" es tan primordial como
esencial y debemos acatar nuestra
realidad como un regalo de los dioses o de quién sabe qué desconocido impulso
creador. Los que se creen en posesión de la verdad pretenden decirnos que, sin sus aleccionadores dogmas,
la realidad carece de sentido y que, por lo tanto, los que están fuera de su
ámbito vagan por un mundo sin sentido. Les puedo asegurar que tal afirmación es
absolutamente gratuita, pues quien les escribe lo hace desde el punto de la
realidad, de una realidad a todas luces plena de incógnitas. Lo que se extiende más allá de nuestro
conocimiento puede llegar a ser una realidad, pero ni sabemos en que consiste
ni podemos aventurarnos en construirnos una verdad a la medida de nuestras
aspiraciones. El día a día del hombre actual se consume entre materialismo y
nuevas supercherías. La espiritualidad occidental se mantiene por un impulso más
propio de la inercia que de la acción vital de sus dirigentes. En el otro
extremo, otras propuestas marcadas por una fe excesiva, ha optado por la beligerancia sin disimulos, anclándose en un
tiempo arcaico que parece fruto más de la intolerancia que de una reflexión más
acorde con los nuevos tiempos.
El
sueño de Dios o el sueño de los hombres, tal disyuntiva nos ofrece toda una
galería de sentimientos trascendentes, de ideales y aspiraciones, de
frustraciones e ilusiones, pero es en suma el crisol que forja el carácter
humano. Tal vez necesitamos creer imperiosamente porque en realidad lo que
deseamos, simple y elocuentemente, es saber que, en el fondo, no estamos solos
en la aventura de la vida, que Dios nos ha protegido desde el principio de los
tiempos y que siempre estará presente en nuestros más profundos pensamientos. Y
lo que necesitamos de manera desesperada es alcanzar ese paraíso utópico inmortal en
donde podamos superar la vida que nos ha tocado vivir, esa vida limitada que
conduce al túnel inexorable de la muerte. Porque uno de nuestros principales problemas es el tiempo, para algunos una pesada carga y, en cambio, para otros algo demasiado liviano.
Ante lo que nos rodea, hemos permanecido como fatuos exploradores, torpes e inexpertos y quizás no estemos más cerca de la verdad de lo que lo estuvieron las antiguas civilizaciones. Nuestra lucha cotidiana, en ocasiones comprensiblemente material, nos ha determinado de forma empírica, pero a su vez nos ha mantenido en el camino de las dudas existenciales. Nuestras vidas pueden permanecer alejadas de las preguntas eternas, pero al final quien más y quien menos se ha formulado alguna vez esas cuestiones tan apegadas al espíritu humano. Lo que importa en la búsqueda de la verdad es el camino y no el destino. Es un vano consuelo, pero, ante la frustración de no alcanzar la meta deseada, es mejor estar en movimiento que anclados en el inmovilismo más inocuo.
Y este es el final de un libro inacabado, de un proyecto que dormitaba en un cajón, pero que ha salido a la luz gracias a un invento tan extraordinario y con un nombre tan corto. Su nombre es "Blog" y me ha permitido el sueño imposible de publicar este tratado pretencioso y, confieso, que algo especulativo. No se sin son muchos o pocos los que lo leerán, pero ha sido una gran suerte, para un puñado de letras más o menos coordinadas, salir al mundo exterior y probar fortuna. Al fin y al cabo ese es el desafío diario de todo los blogueros. Gracias a todos por vuestro tiempo.
Buen tratado Sr. Cahiers. Recalcar eso de que nadie está en poder de la verdad y que se debe escuchar al prójimo aunque no compartamos su opinión. Siendo tolerantes sería todo mucho mas sencillo.
ResponderEliminarUn agnóstico convencido..
Eso de escuchar al prójimo parece una práctica en vías de extinción.
EliminarCapítulo de lujo con el que cierras este libro que afortunadamente ha sido recordado y ya está acabado, con lo que tan sólo queda que sea publicado. Sí, lo sé, ha aparecido por aquí, por tu blog, pero Cahiers... yo lo quiero en libro-libro, ¿no me vas a dar ese gusto, eh, eh?
ResponderEliminarMe ha encantado compartir contigo lo que dormitaba en ese cajón, huraño eremita, gracias por sacarlo a la luz.
El problema principal, amiga Clementine, de publicarlo es que ya no hay nada más y lo aquí expuesto daría para un librito de unas 50 páginas más o menos. Pero estoy satisfecho, porque seguramente en este medio habrá llegado a más gente que si se hubiera publicado. De todas formas cuenta usted con mi más sincero agradecimiento por su apoyo.
EliminarCahiers, también se publican en papel libritos de 50 páginas... y de muchas menos. ¿O es que necesitas que este tuyo sea uno de esos tochos que te pesan demasiado para poder llevártelos y leértelos en el metro/autobús porque no tienes (porque no quieres) un e-book de esos o similar?
EliminarEsa era mi intención, escribir un ladrillo para antes de dormir, o mejor dicho para dormirse rápidamente. Una especie de Espasa Calpe de la filosofía pedante. Hablando en serio, tendré en cuenta sus sabias consideraciones.
EliminarA ver si es verdad, que por una vez no te va a pasar nada...
EliminarHa sido muy grato volver a encontrarme con estos eternos temas, y polemizar con ellos...aunque en este último punto debo haber sido el único, ya que salvo algún amago admonitorio de Mr. Lombreeze, por sus veleidades con mi admirado Teilhard, los lectores no estaban por la labor de la estimulante y sana controversia!!
ResponderEliminarEstupenda y apropiada lectura, para calurosas tardes de estío!
Si, y en cierto modo me sorprende, quizás sea porque todos somos moderadamente razonables. Cuando decidí publicarlo esperaba algo más de polémica, pero siempre sabía que, para eso, podía contar con su estimable colaboración. Son ya tantos años...
EliminarPolemizar, polemizar... La verdad, El Tirador Solitario, es que en esta ocasión no he tenido ningún motivo para controversiarme con Cahiers, lo que ha ido exponiendo a lo largo de estos capítulos me ha parecido de lo más coherente y razonable. Además, a estos temas se les queda corto el espacio de los comentarios de un blog, nos quedaríamos enseguida sin papel, seguro. Esto daría para fijar un día a la semana para hablar de ello. Si queréis, quedamos por ejemplo los Miércoles en los Multicentro Granada...
ResponderEliminarLo cierto es que el primer borrador era un poco más agresivo, pero con el tiempo he ido moderando mis opiniones. No se si será porque con los años se hace uno más prudente, más sabio o puede que más ignorante. Cualquiera sabe. Supongo que se refiere usted a los Multicines centro. Pues hace un milenio que no acudo a esas, en su día, revolucionarias salas de cine, pero tanto el Tirador como un servidor quedamos a su disposición. Podíamos convocar una reunión de blogueros. Aunque ya sabe que a los eremitas nos cuesta mucho salir de la Guarida...
EliminarPues serán los Multicines centro, mejor lo sabrás tú que yo, que hace ya mucho tiempo que no me trato con ellos... No estaría nada mal eso de convocar una reunión de blogueros, difícil un rato largo por lo dispersos que andamos en la vida real (me refiero ahora a geográficamente), pero siempre es bueno conocer a gente sana (al menos en apariencia)...
EliminarEn efecto, son los Multicines centro, aunque prefiero las salas del Kinépolis, grandes y muy cómodas para ver cine. Lo de la apariencia de los blogeros, pues cualquiera sabe, ¿quién no tiene una cabeza congelada en el frigorífico?.
EliminarPues yo misma, pero tengo otras cosas...
EliminarJajajaja, eso espero y que sea con el sistema No frots.
EliminarPues enhorabuena por el "inacabado" trabajo. Coincido en que esto de los blogs es un genial invento, algo tan íntimo y a la vez público. Nosotros cambiamos, el mundo también, pero esas preguntas son eternas porque seguramente es así como debe ser. Así que a preguntarse tocan.
ResponderEliminarUn saludo.
Buen invento esto de los blogs, que nos ha posibilitado a muchos el poder expresarnos y que seamos más o menos leídos y comentados.
EliminarPepeC. ha sido un placer leerlo. Y estamos mucho más cerca de la Verdad que el Hombre de Atapuerca. Así que sigamos rezándole a quien corresponde: a esos diosecillos que tienen doctorados en Física, Química, Medicina y todas esas maravillas con las que el ser humano a ennoblecido el Universo.
ResponderEliminarGracias. Pero no crea, hay muchos que están al mismo nivel que el Hombre de Atapuerca, puede que hayan pulido sus creencias, pero en esencia es lo mismo.
EliminarOiga, encantado de haber leído ese puñado de reflexiones que tenía guardadas y que ha tenido a bien enseñarnos. ¡Que grande es esto del Inernet (y los blogs y tó eso), Pepe!
ResponderEliminarEn fin, felicidades y lo dicho: todo esto me lo guardo para, si es necesario, utilizarlo de guía en el futuro. Muchas gracias, Pepe. Muchas gracias.
Genial invento, que ha colmado las aspiraciones de aquellos que tenemos algo que aportar en nuestra modestia, pero que para cada uno de nosotros es de vital importancia. Gracias por sus amables palabras.
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