Marcos intentaba despertarse. Era uno de esos días en los que una lucha obsesiva por abrir los ojos y levantarse se convertía en titánica. El sueño era plomizo, casi narcotizante y le oprimía contra el colchón de la cama. Hoy era domingo y no tenía que madrugar, pero tenía que sacar a pasear a su perro y, después, tenía previsto ir a comer a casa de sus padres con su novia Laura. Había sido una semana agotadora en la oficina del catastro y quizás le estaba pasando factura en forma de cansancio mortecino.
Por fin pudo entreabrir sus ojos y no reconocía donde estaba. No le dio demasiada importancia, pensó que aún estaba adormilado. Se restregó con frenesí sus ojos y los abrió tanto como pudo y seguía sin saber dónde demonios estaba. Se dio cuenta que estaba tumbado en un viejo sofá, tapado con una manta algo raída en una especie de despacho. Se levantó y observó detalladamente la habitación. Había una mesa llena de papeles, con un teléfono algo vetusto, una lampara de pie, una estantería llena de archivadores y un panel con varios documentos clavados con chinchetas. Su primera conclusión es que estaba soñando, pues no reconocía aquel lugar ni tampoco entendía porque estaba vestido de oficial de policía. Contempló un cinto con una pistola que colgaba inquieto de una silla. Se registró compulsivamente la ropa y encontró una cartera. Dentro había una placa dorada y un nombre que le era muy familiar, Leon Scott Kennedy. Comprendió que jugar con la videoconsola hasta altas horas de la madrugada, con el juego "Resident Evil 2", le estaba pasando factura en forma de pesadilla. Optó por recostarse de nuevo y cerrar los ojos para ver si se le pasaba, pero a los pocos minutos los abrió con una expresión de inquietud que, poco a poco, se iba transformando en terror. Todo era demasiado real, un frío sudor le recorrían la espalda y comenzó a pellizcarse y abofetearse, primero de forma sosegada y después furiosamente. Nada, no había forma de salir de aquel terrible sueño. Escuchó un viento siniestro, acompañado por el graznido de los cuervos, a través de la ventana. En el exterior había una atmósfera desoladora. Coches empotrados unos contra otros y cadáveres devorados por negros pájaros. Es evidente que estaba dentro del juego, interpretando al personaje Leon S. Kennedy. De repente, se escucharon ruidos en la puerta, primero unos leves quejidos acompañados con un ruido de pies arrastrándose y después un sonido violento que hacía retumbar toda la habitación. ¡Los muertos querían entrar!. Comprendió que si era un juego, no tendría más remedio que jugar, aunque una sensación extraña comenzaba a atormentarle. Tomó temblorosamente la pistola entre sus manos y apuntó a la puerta, que cada vez se hacía más vulnerable. Con cada astilla de madera que saltaba, sus nervios se iban desquiciando. Cuando los muertos entraron comenzó a disparar sin ni siquiera apuntar. Su cuerpo temblaba de la cabeza a los pies e incumplió una de las reglas básicas del juego: No desperdiciar munición y apuntar siempre a la cabeza. Cuando se quedó sin balas, unos de aquellos seres se acercó a él, observó sus ojos sin brillo, perdidos, su rostro desencajado y pálido, su boca ensangrentada por la que asomaban unos siniestros dientes y un olor putrefacto. Intentó zafarse de él, pero sus brazos le respondían de forma torpe y alocada. Lo empujó con violencia y pudo encaminarse a la puerta, sorteando otros dos que le aguardaban, pero cuando giraba hacia la derecha por un largo pasillo se dio de bruces contra una de aquellas horrorosas criaturas que le mordió con furia en su hombro izquierdo y el cuello. Siguió corriendo si mirar atrás, ni se percató de un plano de Racoon City colgado en la pared, y comprendió que estaba perdido. De forma desesperada buscó por todas partes aquella hierba milagrosa del juego o el spray que le repondría la vida, su vida. Su pulso se aceleró de forma brutal, sentía como la fiebre le dominaba y con cada latido de su corazón iba perdiendo recuerdos. Su ultima reflexión fue cuestionarse si realmente era Leon S. Kennedy que había soñado ser un tipo llamado Marcos, con un perro al que pasear y una novia llamada Laura, aunque, en definitiva, lo que más le molestaba es que había jugado una partida pésima. Después, sus ojos dejaron de brillar, su rostro comenzó a desencajarse, a palidecer, mientras la sangre le venía a la boca y un olor putrefacto lo invadía todo.
Pues eso, ya saben, nunca jueguen hasta altas horas de la madrugada para acostar después sin pausa, que las pesadillas las carga el diablo...
jajjjaa, me he visto reflejado, jajjaja. Las de horas que le habre echao a los resident evil en mi play y en la gamecube al zero. Sobre todo al dos.
ResponderEliminarUn saludo.
Ja,ja,ja,muy bueno Sr. Cahiers. No soy aficionado al Residente Evil, pero si me parece que me he despertado alguna vez alguna vez con sensaciones similares, enfundido en el alter ego de Donald Parker, batiendo una y otra vez a Peter Karuba, y con una resaca del 15 tras la memorable noche de Cardiff...
ResponderEliminarFelicidades, Cahiers. Muy buena dramatización del juego con el que mi sobrino está enganchado. Esto no me pasará pues soy de la generación de los marcianitos y el Packman. Saludos. Borgo.
ResponderEliminarDe este juego pudieron hacer una gran película de terror de zombies y no lo que empezó Paul W. Anderson con una película de acción mediocre. Yo era de los que jugaba al Resident Evil 2 siempre aterrado y siempre imaginaba una peli como el juego. Pero a veces los juegos ofrecen mejores historias y atmósferas que las películas.
ResponderEliminarEn efecto Pepe, jugar al "Resident evil" hasta altas horas de la madrugada puede desencaminar fatalmnete tus sueños. Yo me llamo Marcos, salí con una chica llamada Laura y jugaba hasta altas horas de la madrugada al "Resident Evil". Una noche soñé que me perseguía Némesis pero, afortunadamente al despertar, estaba en casa y fui a buscar a Laura. jejeje, al menos el final fue mejor.
ResponderEliminarY si juego mucho al Tomb Rider... ¿se me aparecerá Angelina? yum yum!!
ResponderEliminarGárgola: ¡Ostras, la Game Cube, menuda reliquia!. Yo tenía tambien una Sega Saturn que fue un fracaso.
ResponderEliminarTirador: Bueno, si llega usted a soñar con el Fifa, lo peor que podría pasarle es perder en el último minuto y de penalti. No hay color con transformarse en un zombi.
Miquel: Yo también soy de esa generación, pero mi afición a los videojuegos ha resistido más, desde luego, hasta hace unos tres o cuatro años. Usted es de la generación del "Space Invaders".
Juanma: Tiene usted razón, cómo inquietaban los juegos, le daban mil vueltas a la películas. Se traicionó, sobre todo, la ambientación.
Marcos: ¿Habla usted en serio?. No me diga que le he adivinado el pasado de forma inconsciente. Vaya, jajajaja, no era mi intención.
Möbius: Con el Tomb Raiders me pasaba algo parecido, dejaba el juego y soñaba que seguía jugando.
Hay una peli del visionario Cronenmberg llamada "Existenz", este ya alertaba acerca de la de la delgada linea que habrá en un futuro muy cercano entre realidad virtual y la real... Recomendable
ResponderEliminarDesde luego que no hay color, no hay nada más terrible que perder un partido de esa manera, que se lo pregunten al Deportivo de la Coruña en aquella aciaga noche de 1994...
ResponderEliminarMe acuerdo de esa película, amigo Alimaña, y como se insertaban en la tripa los juegos o algo parecido. No cabe duda de que era de Cronenmberg.
ResponderEliminarBueno, estimado Tirador, no se si se refiere a aquel famoso partido de consola frente al Ath.Bilbao y que marcó Whea en los minutos de descuento.
Dice Miquel Zueras que a los de la generación PacMan no le pasaba: echarse en la cama, cerrar los ojos y ponerse uno a colocar piezas del Tetris después de haber deslizado aquella noche, en la ranura de la máquina del rincón del bar, varias monedas de 25 pesetas. Y esa musiquita...
ResponderEliminarSaludos.
Yo en este caso estoy también salvada, porque estos juegos no es lo mío. Pero sí me ha pasado cerrar los ojos y ver un montón de asteroides a los que ibas desmenuzando en otros más pequeños...
ResponderEliminarBuena historia, Cahiers.
Licantropunk: Es que el Tetris también tuvo su parte obsesiva.
ResponderEliminarClementine: Bueno, entonces usted era adicta al videojuego asteroids.
Yo lloré con Resident Evil 2. Con el final y varias cinemáticas más. Fue una de las experiencias más bonitas de mi vida como jugador. Además, me llegó en un momento en el que pensaba que ya los videojuegos no me apasionaban como cuando era más crío, y entonces compré la PSX, le puse el chip y... Gran Turismo, FFVII (que luego me pillé original), el glorioso Medievil, Tekken 3, Driver, tantos y tantos, y sobre todos ellos, esta obra maestra que nos ocupa.
ResponderEliminarGran texto, pepe!
La verdad, amigo Insanus, es que aquella huída final en el tren era de lo más emocionante.
ResponderEliminarMadre mia las horas que me eche yo a este juego. Uno de los que más jugue en mi vida. Buen articulo
ResponderEliminarBueno, Culeman, yo creo que tardé algunos meses en poder terminarlo.
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