miércoles, 12 de enero de 2011

PRIMER MANIFIESTO ECOLOGISTA




El Gran Jefe de Washington manda decir que desea comprar nuestras tierras. El Gran Jefe también nos envía palabras de amistad y buena voluntad. Apreciamos esta gentileza porque sabemos que poca falta le hace, en cambio, nuestra amistad. Vamos a considerar su oferta, pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco podrá venir con sus armas de fuego y tomarse nuestras tierras. El Gran Jefe de Washington podrá confiar en lo que dice el Jefe Seattle con la misma certeza con que nuestros hermanos blancos podrán confiar en la vuelta de las estaciones. Mis palabras son inmutables como las estrellas.



¿Cómo podéis comprar o vender el cielo, el calor de la tierra? Esta idea nos parece extraña. No somos dueños de la frescura del aire ni del centelleo del agua. ¿Cómo podríais comprarlos a nosotros? Lo decimos oportunamente. Habéis de saber que cada partícula de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cada hoja resplandeciente, cada playa arenosa, cada neblina en el oscuro bosque, cada claro y cada insecto con su zumbido son sagrados en la memoria y la experiencia de mi pueblo. La savia que circula en los árboles porta las memorias del hombre de piel roja.




Los muertos del hombre blanco se olvidan de su tierra natal cuando se van a caminar por entre las estrellas. Nuestros muertos jamás olvidan esta hermosa tierra porque ella es la madre del hombre de piel roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las fragantes flores son nuestras hermanas; el venado, el caballo, el águila majestuosa son nuestros hermanos. Las praderas, el calor corporal del potrillo y el hombre, todos pertenecen a la misma familia. Por eso, cuando el Gran Jefe de Washington manda decir que desea comprar nuestras tierras, es mucho lo que pide. El Gran Jefe manda decir que nos reservará un lugar para que podamos vivir cómodamente entre nosotros. El será nuestro padre y nosotros seremos sus hijos. Por eso consideraremos su oferta de comprar nuestras tierras. Mas, ello no será fácil porque estas tierras son sagradas para nosotros. El agua centelleante que corre por los ríos y esteros no es meramente agua sino la sangre de nuestros antepasados. Si os vendemos estas tierras, tendréis que recordar que ellas son sagradas y deberéis enseñar a vuestros hijos que lo son y que cada reflejo fantasmal en las aguas claras de los lagos habla de acontecimientos y recuerdos de la vida de mi pueblo. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.



Los ríos son nuestros hermanos, ellos calman nuestra sed. Los ríos llevan nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si os vendemos nuestras tierras, deberéis recordar y enseñar a vuestros hijos que los ríos son nuestros hermanos y hermanos de vosotros; deberéis en adelante dar a los ríos el trato bondadoso que daréis a cualquier hermano.




Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestra manera de ser. Le da lo mismo un pedazo de tierra que el otro porque él es un extraño que llega en la noche a sacar de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermano sino su enemigo. Cuando la ha conquistado la abandona y sigue su camino. Deja detrás de él las sepulturas de sus padres sin que le importe. Despoja de la tierra a sus hijos sin que le importe. Olvida la sepultura de su padre y los derechos de sus hijos. Trata a su madre, la tierra, y a su hermano el cielo, como si fuesen cosas que se pueden comprar, saquear y vender, como si fuesen corderos y cuentas de vidrio. Su insaciable apetito devorará la tierra y dejará tras sí sólo un desierto.



No lo comprendo. Nuestra manera de ser es diferente a la vuestra. La vista de vuestras ciudades hace doler los ojos al hombre de piel roja. Pero quizá sea así porque el hombre de piel roja es un salvaje y no comprende las cosas. No hay ningún lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ningún lugar donde pueda escucharse el desplegarse de las hojas en primavera o el orzar de las alas de un insecto. Pero quizá sea así porque soy un salvaje y no puedo comprender las cosas. El ruido de la ciudad parece insultar los oídos. ¿Y qué clase de vida es cuando el hombre no es capaz de escuchar el solitario grito de la garza o la discusión nocturna de las ranas alrededor de la laguna? Soy un hombre de piel roja y no lo comprendo. Los indios preferimos el suave sonido del viento que acaricia la cala del lago y el olor del mismo viento purificado por la lluvia del mediodía o perfumado por la fragancia de los pinos.



El aire es algo precioso para el hombre de piel roja porque todas las cosas comparten el mismo aliento: el animal, el árbol y el hombre. El hombre blanco parece no sentir el aire que respira. Al igual que un hombre muchos días agonizante, se ha vuelto insensible al hedor. Mas, si os vendemos nuestras tierras, debéis recordar que el aire es precioso para nosotros, que el aire comparte su espíritu con toda la vida que sustenta. Y, si os vendemos nuestras tierras, debéis dejarlas aparte y mantenerlas sagradas como un lugar al cual podrá llegar incluso el hombre blanco a saborear el viento dulcificado por las flores de la pradera.




Consideraremos vuestra oferta de comprar nuestras tierras. Si decidimos aceptarla, pondré una condición: que el hombre blanco deberá tratar a los animales de estas tierras como hermanos. Soy un salvaje y no comprendo otro modo de conducta. He visto miles de búfalos pudriéndose sobre las praderas, abandonados allí por el hombre blanco que les disparó desde un tren en marcha. Soy un salvaje y no comprendo como el humeante caballo de vapor puede ser más importante que el búfalo al que sólo matamos para poder vivir. ¿Qué es el hombre sin los animales? Si todos los animales hubiesen desaparecido, el hombre moriría de una gran soledad de espíritu. Porque todo lo que ocurre a los animales pronto habrá de ocurrir también al hombre. Todas las cosas están relacionadas ente sí.


Vosotros debéis enseñar a vuestros hijos que el suelo bajo sus pies es la ceniza de sus abuelos. Para que respeten la tierra, debéis decir a vuestros hijos que la tierra está plena de vida de nuestros antepasados. Debéis enseñar a vuestros hijos lo que nosotros hemos enseñados a los nuestros: que la tierra es nuestra madre. Todo lo que afecta a la tierra afecta a los hijos de la tierra. Cuando los hombres escupen el suelo se escupen a sí mismos.

Esto lo sabemos: la tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre pertenece a la tierra. El hombre no ha tejido la red de la vida: es sólo una hebra de ella. Todo lo que haga a la red se lo hará a sí mismo. Lo que ocurre a la tierra ocurrirá a los hijos de la tierra. Lo sabemos. Todas las cosas están relacionadas como la sangre que une a una familia. Aún el hombre blanco, cuyo Dios se pasea con él y conversa con el -de amigo a amigo no puede estar exento del destino común-. Quizá seamos hermanos, después de todo. Lo veremos. Sabemos algo que el hombre blanco descubrirá algún día: que nuestro Dios es su mismo Dios. Ahora pensáis quizá que sois dueño de nuestras tierras; pero no podéis serlo. El es el Dios de la humanidad y Su compasión es igual para el hombre blanco. Esta tierra es preciosa para El y el causarle daño significa mostrar desprecio hacia su Creador.


Los hombres blancos también pasarán, tal vez antes que las demás tribus. Si contamináis vuestra cama, moriréis alguna noche sofocados por vuestros propios desperdicios. Pero aún en vuestra hora final os sentiréis iluminados por la idea de que Dios os trajo a estas tierras y os dio el dominio sobre ellas y sobre el hombre de piel roja con algún propósito especial. Tal destino es un misterio para nosotros porque no comprendemos lo que será cuando los búfalos hayan sido exterminados, cuando los caballos salvajes hayan sido domados, cuando los recónditos rincones de los bosques exhalen el olor a muchos hombres y cuando la vista hacia las verdes colinas esté cerrada por un enjambre de alambres parlantes. ¿Dónde está el espeso bosque? Desapareció. ¿Dónde está el águila? Desapareció. Así termina la vida y comienza la supervivencia....


(Carta que envió en 1855 el jefe indio Seattle de la tribu Suwamish al presidente de los Estados Unidos Franklin Pierce en respuesta a la oferta de compra de las tierras de los Suwamish en el noroeste de los Estados Unidos, lo que ahora es el Estado de Washinton)


17 comentarios:

  1. Recibiendo esta carta, el Presidente de Estados Unidos debería haberse pensado las cosas dos veces. Es fascinante todo lo que dice y cómo lo dice, sobretodo viniendo de una persona a la que se le apodaba de manera menospreciable como "salvaje". Los salvajes parecen los otros. En fin, Pepe, me has recordado una canción que trata de todo esto y que es maravillosa titulada "The last resort" de los Eagles. Saludos.

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  2. Grandes y sabias palabras.

    Me quedo con la frase "...la tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre pertenece a la tierra."

    Poquito a poquito, nos hemos ido cargando este planeta, y tarde y temprano sufriremos las consecuencias (bueno, quizás ya las estemos sufriendo, a menor escala)

    Saludos ;)

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  3. Te pone los pelos de punta. Lo leí en la clase de Ética en el instituto.

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  4. Maravillosa carta, toda una oda a la vida. Un mensaje repleto de sentimientos y verdades como puños. Todavía no nos hemos dado cuenta de su significado, lo comprenderemos seguramente cuando ya sea demasiado tarde, somos así

    Un saludo Sr Garci... digoooo Cahiers.
    Un placer haberte puesto cara, ya me tocará a mi... jajajaaja

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  5. Al igual que cinematic recuerdo haberla leído en clase de ética. Cuesta creer que tanta verdad y belleza no conmoviera el corazón del presidente de los EE.UU.

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  6. Impresionante lo lejos que estamos los "hombres blancos" de la sabia filosofía de los "salvajes indios". Ya conocía yo esta carta y la tengo como una obra de arte literaria. Ójala hubiéramos seguido desde entonces los consejos del jefe indio Seattle.

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  7. Me interesa la cultura de los indios americanos y quería recomendar el libro "Enterrad mi corazón en Wounwed Knee". Ahora estoy leyendo "Los Pecquod" pues ese pueblo indio dio a conocer la leyenda del Wendigo (me lo imagino en paisajes como estos) que será la próxima portada que dibuje: "El Wendigo" de Algernon Blackwood, otro relato que recomiendo. Saludos. Borgo.

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  8. Marcos: Desde luego los indios americanos tenían una especial comunión con la naturaleza.

    Pliskeen: Algunos pasos se han dado para evitar todo eso, pero no se si serán suficientes y, evidentemente, algunos han llegado ya tarde.

    Cinemagnific: Sin duda es toda una lección de ética, de ética primordial.

    Alimaña: Ya saben lo que dicen, que las cosas se echan de menos cuando se han perdido. Ya veo que ha tenido usted la fortuna de contemplar mi verdadero rostro. Esto se me ha ido de las manos.

    Sr.Nocivo: Estas cosas conmueven a los políticos, pero ¿realmente les animan a tomar medidas determinantes?

    Clementine: La carta es magnífica como obra epistolar.

    Miquel: Apuntandas quedan sus recomendaciones literarias. Por cierto, todos esos paisajes de las fotos son de España.

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  9. Me quedo en tu blog, la cabecera me ha gustado mucho...ummmm esa reina de africa..

    y en cuanto al post.. .me ha encantado, siempre me sorprende y me fascina que en otras epocas, hombres diferentes a nosotros pensaran y sintieran cosas parecidas..

    este discurso no ha envejecido, es mas ha mejorado con el tiempo y es plenamente actual, gracias por rescatarlo.

    Un saludo
    Altaír

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  10. Recuerdo que tiempo después de conocer la carta, encontré en el blog de un imbécil, la prueba de la falsedad de la misma, por lo visto la escribió otra persona. De cualquier modo mas allá de desacreditarla solo puso de manifiesto su frustración y su amargamiento. La carta es una oda a la ecología y un llamamiento a lo mas profundo de nuestras raíces como habitantes del planeta.

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  11. Gracias Estrella Altair y bienvenida a la Guarida. Efectivamente, creo que el discurso no ha envejecido y que nos viene bien que alguien nos diga quienes somos en realidad y a donde pertenecemos.

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  12. Piedra: Supongo que la carta no la escribiría personalmente el jefe Seattle, aunque sería una plasmación en el papel de sus ideas y creencias, pero eso no la hace menos válida.

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  13. Permítame algún matiz, Sr. Cahiers. La famosa carta, en una bella prosa, yo nunca la calificaría de ecologismo. Eso es termino muy actual, que considero no engloba el enorme calado panteísta y casi animista, que es lo que subyace en la epístola. Eso hace que resultara absolutamente incomprensible para su destinatario, el líder de una nación en pleno desarrollo industrial y expansionista.

    Por cierto, todos las mañanas me doy de bruces con parte del texto, ya que sirve de leyenda en el bote de agua fresca de colonia que uso a diario...

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  14. Vamos camino hacia la autodestrucción y lo sabemos. Por desgracia nada se puede hacer, únicamente esperar a que nos demos cuenta, como bien han dicho por ahí arriba, cuando sea demasiado tarde. Saludos

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  15. Tirador: Pero podría ser carta de presentación de cualquier grupo ecologista. Expansionista y genocida.¿En el Varon Dandy?.

    Juanma: De hecho, ya hemos realizado alguna fechoría que otra que es dificil de enmendar.

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  16. Pepe, a eso me refería, que sea real o no, su mensaje debería hacernos reflexionar, (al que conserve la capacidad para ello).
    Y si en su día no se dijo o no se escuchó lo que se dijo, a día de hoy, debería ser escuchado, porque el mensaje sigue siendo bastante valido para nuestros días.

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  17. Correcto, amigo Piedra, y mucho temo que será válida, en cuanto a su voz de alerta, durante bastante tiempo.

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