Decía Alfred Hitchcock que no le gustaba rodar ni con niños, con animales y tampoco con Charles Laughton. Hoy he experimentado algo similar, cuando he intentado realizar un audio de un cuento que ustedes deberían de adivinar, pues en ningún momento Martina, mi hija de 4 años, debería de mencionar a la protagonista del mismo. Ha resultado imposible, pues la susodicha se refiere en varias ocasiones a una tal Paverucita, que ustedes con su gran perspicacia pronto identificarían con la verdadera protagonista del cuento. A pesar de mi reiterada insistencia en que no hiciera referencia al personaje principal, ha sido imposible, terminando con un berrinche de nuestra particular diva a la que le he tenido que pedir disculpas en su camerino, no sin llevarle la merienda como muestra de arrepentimiento por mi pésimo comportamiento. El mérito de Martina es que interpreta que lee un cuento, aunque lógicamente no sabe leer y eso es lo que lo hace peculiar. Como es natural mi hija mayor, Inés, quería participar en tan peculiar evento y en el primer audio realiza la presentación, para dar paso al segundo fragmento, donde Martina hace gala de su personal interpretación. Si la cosa funciona, lo mismo hacemos un cuento semanal.
miércoles, 26 de agosto de 2015
miércoles, 19 de agosto de 2015
LAS CHICAS SON GUERRERAS
WINNIE LA SOLDADORA: Ese era el curioso apodo que recibían las mujeres que trabajaban en los astilleros construyendo buques de guerra durante la Segunda Guerra Mundial o, en el caso de la chica de la derecha, aviones. El envío masivo de hombres que engrosaran las filas del ejército en la gran contienda bélica, hizo que muchas mujeres trabajaran en puestos considerados hasta entonces poco apropiados para el sexo femenino. La guerra es la guerra y no fueron pocas las campañas publicitarias que animaban a las mujeres norteamericanas a ofrecer su contribución y esfuerzo.
PROHIBIDO CORRER: Por lo menos eso deberían pensar en el año 1967 en donde no se les permitía correr a la mujeres un maratón, pensando que no serían capaces de completar su recorrido. No obstante, Kathrine Switzer no tenía la misma opinión y, desafiando a las autoridades deportivas, se registró como participante del maratón de Boston. Y todo fue bien hasta que se percató de ello el director del evento que quiso detener a toda costa a tan singular competidora. Pero nadie como la propia protagonista para explicar aquel momento: "De repente escuché unos zapatos corriendo
deprisa detrás de mí. Me giré, y vi la cara más enfadada que nunca he
visto. Era un oficial de carrera (Jock Semple, director del maratón). Me agarró de los hombros y me empujó, mientras gritaba '¡Fuera de mi carrera!'.
Consiguió arrancarme el dorsal de atrás, mientras yo trataba de correr
más fuerte. Entonces Arnie saltó y le dijo que me dejara, que él me
había entrenado y que estaba para competir, pero el juez seguía tratando
de agarrarme y empujarme. Sólo porque era mujer. Y ahí ya apareció Tom (su novio, jugador de fútbol americano)
para realizarle un placaje y tirarlo al suelo. 'Corre como nunca', me
dijo, y nos pusimos los tres a correr como niños que huyen de una casa
encantada"
Nakano Takeko |
LA ÚLTIMA SAMURÁI: Nakano Takeko fue una mujer singular en su tiempo, aunque no la única en un periodo en que Japón no era precisamente un baluarte contra la discriminación de género. Existieron mujeres samurái, aunque el nombre exacto es onna-bugeisha y combatieron en no pocas contiendas bélicas. Nakano concretamente comandaba un grupo de mujeres guerreras que luchó en la guerra Boshin a la armada imperial. En una gloriosa carga final se enfrentó a un ejército dotado de armas occidentales que la acribillaron a balazos. ¿Les suena el argumento? Parece ser que el papel de honorable guerrero en la película "El último samurái" debió interpretarlo una mujer.
EL ARTE DEL MACHETE: En la siguiente foto, la conocida como Capitán Nieves Fernández, realiza una demostración a un soldado norteamericano de como acabar rápidamente con tu enemigo cortándole la arteria carótida y la yugular. El hecho transcurre hacia el año 1944 y, tan elocuente mujer, era una maestra de Filipinas. Tras la ocupación japonesa tomó el papel de guerrillera, mandando a cerca de 100 hombres que, armados con cuchillos e improvisadas armas de fuego hechas de secciones de tuberías, mató a unos 200 japoneses.
EL ARTE DEL MACHETE: En la siguiente foto, la conocida como Capitán Nieves Fernández, realiza una demostración a un soldado norteamericano de como acabar rápidamente con tu enemigo cortándole la arteria carótida y la yugular. El hecho transcurre hacia el año 1944 y, tan elocuente mujer, era una maestra de Filipinas. Tras la ocupación japonesa tomó el papel de guerrillera, mandando a cerca de 100 hombres que, armados con cuchillos e improvisadas armas de fuego hechas de secciones de tuberías, mató a unos 200 japoneses.
Capitán Nieves Fernández |
DEL CONVENTO A LAS ARMAS: Nacida en pleno siglo de Oro, Catalina de Erauso no era muy agraciada físicamente. Sus padres pronto se percataron de tal hecho y decidieron entregar a su hija a Dios. Sospechaban que no encontraría marido y le obligaron a tomar los hábitos de monja.
Sin embargo, Catalina demostró en muy poco tiempo su escasa vocación religiosa y sus continuos enfrentamientos con otras monjas le auguraban un destino fuera de los muros del convento. Según algunas fuentes, sus continuas peleas con una viuda novicia, algunos dicen que además hubo abusos sexuales, motivaron su definitiva fuga con 15 años. Desde entonces se vistió de hombre y vivió como tal, asumiendo varias identidades, Alfonso Díaz, Francisco Loyola, embarcándose hacia el nuevo mundo y formando parte activa del ejército español en la conquista del mismo. En Chile y en Perú pudo demostrar su pericia con la espada, siendo una hábil luchadora y también demostró sus especiales cualidades para enfrentarse a sus superiores y a las autoridades eclesiásticas. Herida y encarcelada en numerosas ocasiones, su impostura fue descubierta, aunque como reconocimiento a sus méritos se le permitió vestir como hombre, siendo conocida como la Monja Alférez.
PIRATAS DEL CARIBE: Anney Bonny nació en Irlanda en 1968. Su padre, un hombre de leyes, tuvo un desliz con la criada de su esposa, lo que tuvo como resultado el nacimiento de nuestra protagonista. Ante el escándalo del evidente adulterio, su progenitor decidió cambiar de aires, emprendiendo una nueva vida en Carolina del Sur, acompañado de su amante y de la pequeña Bonny. No cabe duda que era un hombre de recursos, porque empezando de la nada consiguió una estabilidad económica nada desdeñable. Sin embargo, a Anney Bonny parece que no le interesaba demasiado la vida acomodaticia y su espíritu rebelde parece que encontró la perfecta comunión con la idea romántica que tenía de la piratería. A los dieciséis años según cuentan, una muy atractiva Bonny, abandonó el hogar paterno para fugarse con un marinero de poca monta que presumía de ser pirata, pero que en realidad sólo ambicionaba el dinero de papá, dinero inexistente pues ya había sido repudiada y lógicamente desheredada. Después se unió a un auténtico pirata, Jack Rackham, con el que ejerció la vida de corsario como uno más, conociendo a otra mujer que se hacía pasar por un hombre, Mary Read, con la que se dice tenía relaciones sexuales, formando un triángulo amoroso con Jack, algo tan excitante como correspondía a una vida llena de aventuras y peligros. Finalmente fue apresada y, aunque sus compañeros fueron ahorcados, a ella y a su amiga Mary se les perdonó la vida temporalmente, por estar embarazadas. No obstante, la sentencia a morir en la horca aún les atenazaba y se haría realidad una vez dieran a luz. Mary Read murió en prisión y el destino de Bonny se pierde entre las brumas de la leyenda. Algunos sostienen que su padre, gracias a su influencia, la ingresó en un convento, y otros que huyó perdiéndose en al anonimato.
Sin embargo, Catalina demostró en muy poco tiempo su escasa vocación religiosa y sus continuos enfrentamientos con otras monjas le auguraban un destino fuera de los muros del convento. Según algunas fuentes, sus continuas peleas con una viuda novicia, algunos dicen que además hubo abusos sexuales, motivaron su definitiva fuga con 15 años. Desde entonces se vistió de hombre y vivió como tal, asumiendo varias identidades, Alfonso Díaz, Francisco Loyola, embarcándose hacia el nuevo mundo y formando parte activa del ejército español en la conquista del mismo. En Chile y en Perú pudo demostrar su pericia con la espada, siendo una hábil luchadora y también demostró sus especiales cualidades para enfrentarse a sus superiores y a las autoridades eclesiásticas. Herida y encarcelada en numerosas ocasiones, su impostura fue descubierta, aunque como reconocimiento a sus méritos se le permitió vestir como hombre, siendo conocida como la Monja Alférez.
PIRATAS DEL CARIBE: Anney Bonny nació en Irlanda en 1968. Su padre, un hombre de leyes, tuvo un desliz con la criada de su esposa, lo que tuvo como resultado el nacimiento de nuestra protagonista. Ante el escándalo del evidente adulterio, su progenitor decidió cambiar de aires, emprendiendo una nueva vida en Carolina del Sur, acompañado de su amante y de la pequeña Bonny. No cabe duda que era un hombre de recursos, porque empezando de la nada consiguió una estabilidad económica nada desdeñable. Sin embargo, a Anney Bonny parece que no le interesaba demasiado la vida acomodaticia y su espíritu rebelde parece que encontró la perfecta comunión con la idea romántica que tenía de la piratería. A los dieciséis años según cuentan, una muy atractiva Bonny, abandonó el hogar paterno para fugarse con un marinero de poca monta que presumía de ser pirata, pero que en realidad sólo ambicionaba el dinero de papá, dinero inexistente pues ya había sido repudiada y lógicamente desheredada. Después se unió a un auténtico pirata, Jack Rackham, con el que ejerció la vida de corsario como uno más, conociendo a otra mujer que se hacía pasar por un hombre, Mary Read, con la que se dice tenía relaciones sexuales, formando un triángulo amoroso con Jack, algo tan excitante como correspondía a una vida llena de aventuras y peligros. Finalmente fue apresada y, aunque sus compañeros fueron ahorcados, a ella y a su amiga Mary se les perdonó la vida temporalmente, por estar embarazadas. No obstante, la sentencia a morir en la horca aún les atenazaba y se haría realidad una vez dieran a luz. Mary Read murió en prisión y el destino de Bonny se pierde entre las brumas de la leyenda. Algunos sostienen que su padre, gracias a su influencia, la ingresó en un convento, y otros que huyó perdiéndose en al anonimato.
lunes, 10 de agosto de 2015
VERANO INFINITO
El verano es definitivamente para los niños. Debe ser así, por muchas razones, por energía, vitalidad, deseos irrefrenables de estirar las horas como si un inmenso chicle deleitara sus tiernos paladares. Yo lo recuerdo así. Veranos de largas noches, juegos infinitos, mañanas tardías en las que perezosamente abríamos nuestros ojos ante otra larga jornada de calle, gazpacho, ensaladilla rusa, siesta con tebeo y vuelta a la calle, a jugar hasta la última gota del día. De niños somos ajenos al calor, es algo que nos acompaña sin molestar, las prioridades son otras y unas gotas de sudor sólo sirven de aliño para seguir disfrutando más.
El viaje a la playa, excitante, largo y tedioso pero con premio final. Pisar la arena, construir castillos que desafiaban la última ola, flotadores que nos salvaban la vida de ineficientes nadadores, piel quemada como tomates a la brasa, salidas nocturnas de helado y risas por el paseo marítimo, quizás un amor de verano efímero, imborrable en nuestra memoria.
Ahora es distinto, el adulto avanza por el verano como una pesada tortuga. El calor es como una glotona carga, los días eternos con rayos de sol que evitan su derrota nocturna. Noches de ojos vigilantes, atormentados por el mercurio, esa raya tenue que sube sinuosa cual serpiente constante. Nos asomamos furtivamente al exterior, buscando ese suspiro que calme la sed de nuestra piel. Cacharros de toda índole vomitan su aire refrigerado sobre nuestra figura cansada, sudorosa y anhelante de los días de frío.
El mar, el mar ya no es lo que era, ha perdido su encanto de contemplado. Ya no deleita nuestra mirada deseosa, se oculta entre sombrillas, bañistas, toldos gigantes y vendedores de gafas. La arena nos atrapa, nos engulle la vida. Le basta con devorar nuestras horas. Detrás de la barrera, cuando nuestro machete presuroso alcanza las primeras olas, un enemigo acecha entre sus aguas, un ser silencioso que se desplaza a la deriva, parece un muñeco, sin voluntad, transparente, hecho jirones que nos castigan con su indiferencia, nos azota con su veneno, nos tatúa la piel y nos grita en silencio que el mar es suyo.
Nos volvemos ariscos, como autómatas en atascos en perpetuo colapso, irascibles por la impaciencia de encontrar el refugio de nuestra templanza. El diablo se regodea orgulloso, acechando en los subterráneos donde los pobres humanos aparcan sus carros de goma, chapa y humo. Sentados en hamacas nos miran y nos anticipan condenas sin recursos. El infierno está asegurado, el cielo... el cielo ya no es azul.
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