EVASION O VICTORIA

Durante la segunda guerra mundial, una comisión de la cruz roja visita un campo de prisioneros aliados, recibiendo numerosas quejas por parte de los oficiales allí confinados. En el grupo visitante se encuentra el mayor Karl von Steiner (Max von Sydow) que observa interesado como un grupo de prisioneros disputa un precario partido de fútbol. Entabla una amigable charla con uno de los jugadores, el capitán Colby (Michael Caine) antiguo jugador del West Ham United, en la cual hablan de que "Los países deberían resolver sus diferencias en un campo de fútbol". Ambos comentan la posibilidad de organizar un partido entre los presos y algunos miembros del ejército alemán, a cambio de una buena alimentación y de una equipación más acorde con el deporte que pretenden desarrollar.

No obstante, el plan inicial se les escapa de las manos cuando el alto mando, hambriento de propaganda política, lo que en realidad pretende es que se dispute un partido entre una selección de jugadores aliados y el combinado nacional de Alemania que se jugaría el 15 de Agosto de 1943 en el estadio de Colombes, en París.

Colby abrumado por algo que sobrepasa sus expectativas le comenta al mayor Steiner "Como oficial y como caballero está obligado a darme una posibilidad de ganar". El capitán inglés acepta el reto siempre que se le permita elegir entre todos los jugadores dispersos en los diversos campos de concentración, incluidos los de países del este.

Entre los jugadores aliados está nada más y nada menos que Luis Fernández (Pelé) un improbable prisionero de Trinidad y Tobago, un norteamericano, Hatch (Sylvester Stallone), que lo más parecido a un balón de fútbol que ha visto en su vida es su cabeza, y en otros papeles los jugadores Ardiles y Bobby Moore.

El partido será una oportunidad única para preparar la evasión de los jugadores. Para ello, Hatch escapará del campo de concentración para contactar con la resistencia y se dejará atrapar para informar al equipo de Colby. El norteamericano actuará como portero del equipo y una vez llegado al descanso, cuando van perdiendo ante la selección alemana, tendrán que enfrentarse a un dilema: Escapar o salir a jugar para remontar el partido y ganar...

Que mejor momento para rescatar la que, en mi opinión, es la mejor película que sobre fútbol se ha filmado jamás, que en estos días del Mundial 2010. Algunos dicen que es mediocre, que no alcanza ni de lejos el nivel de su director, acostumbrado a otras lides de mayor calado artístico. Bueno, es evidente que no es una obra maestra, ni siquiera una gran película, pero cumple a la perfección su cometido, que no es otro que el de ofrecer una obra solvente sobre un tema apasionante y que, lamentablemente, no ha tenido nunca un trato demasiado bueno. Nadie sabría decir los verdaderos motivos por los que John Huston se embarca en el rodaje de "Evasión o Victoria". Se dice que le sirvió para reunir los suficientes fondos para emprender el proyecto de "Dublineses", aunque, también, de que fue un favor personal que le hizo a su amigo Michael Caine, por el que tenía un afecto de camaradería desde "El hombre que pudo reinar". Lo cierto es que pudo ser una mezcla de ambas cosas o como decía él mismo, después de varios fracasos comerciales y a su edad, no podía permitirse despreciar ningún proyecto, y éste en particular le pareció a priori interesante.

Otro aspecto que hizo correr ríos de tinta, fue el de la relación que Stallone mantuvo con todos sus compañeros de rodaje. Se dice que apostó con Pele que le pararía cinco de diez penaltis y lo que ocurrió, lógicamente, es que perdió los 1.000 dólares de la apuesta al no atajar ni uno sólo. Algunos de los actores se reunían al terminar la jornada con sir Michael Caine, garantizando una interesante tertulia convenientemente regada con un buen whisky. Stallone prefería marcharse a su hotel y allí recapacitar sobre el poco caso que le hacía Huston. Y es que el actor siempre estaba pendiente de que el director le supervisara y, en la escena en donde se abre paso a través de una alambrada, se enfureció al ver que ni se había molestado en estar presente, por lo que fue a buscarlo de forma airada, aunque no llegó a encontrarlo. A pesar de todo, John Huston nunca habló mal de Stallone. Manifestó su especial interés por el primer Rocky, aunque, para él, aquello no reflejara realmente el mundo del boxeo, lo que es extrapolable a la opinión que tenía de Sylvester Stallone como actor.

A pesar de las críticas poco favorables que este film cosechó y de ser acusado de ser un trabajo de encargo de un ya anciano director, lo cierto es que "Evasión o victoria" es una película estimable, correctamente filmada y que bebe su estilo de "La gran Evasión" de John Sturges. El personaje de Stallone es una suerte de inspiración del que interpretaba Steve McQueen. Hay un comité de fugas, un falsificador y un oficial alemán hastiado de la Alemania nazi y comprensivo con los aliados. Una fuga con ida y vuelta e incluso la música de Bill Conti parece obtener cierto aire al film de Sturges. Si, es cierto que el partido en sí es amanerado, trucado y evidentemente inverosímil, pero pretende completar toda una suerte de gesta que resulte atractiva al público. Nadie entiende, por otra parte, que pinta un negro en un campo de concentración alemán, pero son pequeñas licencias que se permiten para llegar al corazón de la trama de una película que solo pretende discernir su particular dilema, sobre si escapar o afrontar un reto. Y es en ese preciso momento cuando la película tiene su mayor grandeza. En el descanso rechazan la idea de escapar porque piensan que pueden ganar el partido, eso a pesar de todos los inconvenientes y de ir perdiendo 4-1. Nos emociona, como en "Casablanca", cuando el público, desafiando a la autoridad alemana, canta la Marsellesa, cuando gambetea Ardiles, cuando Michael Caine trota cual caballo percherón, cuando Pelé remata en varios planos imposible esa chilena legendaria, cuando el mayor von Steiner, junto a los poco entusiastas oficiales británicos, aplaude emocionado los goles de los aliados e incluso cuando Stallone para el penalti final y el público salta al campo, posibilitando la fuga final, camuflados en un río humano de libertad y satisfacción.

La historia que aquí se cuenta está basada en hechos reales, aunque los historiadores no confirman que tales acontecimientos ocurrieran, lo cierto es que hay varias versiones sobre lo sucedido en aquellos años de la segunda guerra mundial. Según cuentan, el general Eberhardt tras la entrada de las tropas alemanas de Kiev, se enteró que todo el equipo del Dinamo estaba preso y decidió organizar un partido contra una selección de soldados alemanes. El equipo ruso venció 4-1 y el general exigió una revancha, no sin antes reducirles las raciones alimenticias. Sin poder entrenar, los ucranianos volvieron a vencer 6-0. El alto mando alemán indignado fue mandando diversos equipos y todos fueron derrotados por este Dinamo de Kiev heroico que veía en la victoria una forma de sobrevivir. El último partido fue contra un equipo de la Armada que llevaba años imbatido, pero los desnutridos ucranianos volvieron a vencer por 3-2 en un campo abarrotado por oficiales alemanes y miembros de las SS. Como venganza casi todo el equipo del Dinamo fue fusilado. Aunque no hay constatación histórica de estos hechos, lo cierto es que una grandiosa estatua recuerda hoy a los héroes de Kiev. Puede que fuera parte de la propaganda estalinista, pero a todos nos gustaría que fuese verdad, que unos pocos hombres cargados de dignidad fueron capaces de humillar a la maquinaria de guerra del Tercer Reich.